La infancia afgana no debe ser reh¨¦n de la pol¨ªtica
Paloma Escudero, directora global de comunicaci¨®n de Unicef, comparte sus experiencias tras su visita a Afganist¨¢n
En el primer aniversario de la llegada al poder de los talibanes en Afganist¨¢n, no puedo evitar echar la vista atr¨¢s. Al pasado mes de abril, cuando tuve la oportunidad de pasar unos d¨ªas en el pa¨ªs, siendo testigo de la dura realidad que est¨¢n viviendo los ni?os y de c¨®mo Unicef trabaja para brindarles los servicios esenciales que tanto necesitan. Durante este a?o, la situaci¨®n de la infancia afgana no ha hecho m¨¢s que empeorar.
Tan solo unas semanas antes de mi llegada, Unicef hab¨ªa llevado a cabo la misi¨®n por carretera m¨¢s larga de cualquier unidad de seguridad de la ONU en los ¨²ltimos 20 a?os, abri¨¦ndose camino para llegar con equipos de salud, nutrici¨®n, agua, saneamiento y educaci¨®n a los rincones m¨¢s remotos de Afganist¨¢n.
Un equipo de 14 personas cubri¨® m¨¢s de 2.000 kil¨®metros desde Kandahar, pasando por Urozgan, Helmand y Nimroz, cerca de la frontera con Ir¨¢n. Dos mil kil¨®metros de aldeas, me dijeron, ahora accesibles para el personal humanitario, que nunca sali¨® del pa¨ªs y permaneci¨® proporcionando servicios esenciales a los ni?os de Afganist¨¢n.
Yo tuve la oportunidad de viajar por carretera al sur de Kabul, atravesando el paso de Tera, rodeada de monta?as infinitas que se extend¨ªan hacia el cielo en todas direcciones. Esta tierra, durante miles de a?os, fue lugar de paso para viajeros de todo el mundo. Hoy, sin embargo, cuenta una historia muy diferente.
En las afueras de Kabul, nos cruzamos con muchos ni?os por las calles. Una ni?a muy peque?a mendiga dinero para su familia en mitad de la v¨ªa. Otro chaval trabaja duro cargando frutas y verduras en uno de los puestos del mercado que bordean la carretera. Estamos en la segunda semana del mes sagrado del Ramad¨¢n y las tiendas est¨¢n a rebosar de frutas y verduras. Pero no se ven clientes en ning¨²n mercado.
La crisis econ¨®mica en Afganist¨¢n ha tenido un impacto devastador en la vida cotidiana de sus habitantes. Cuando, en 2021, se congel¨® la mayor parte de la ayuda exterior, los servicios b¨¢sicos m¨¢s esenciales se colapsaron y los ingresos de las familias desaparecieron. 24 millones de personas, m¨¢s de la mitad de ellos ni?os, viven por debajo del umbral de la pobreza y necesitan asistencia humanitaria inmediata para sobrevivir. En Kabul y en otros lugares, los mercados est¨¢n llenos de productos en abundancia que pocos afganos pueden comprar.
24 millones de personas, m¨¢s de la mitad de ellos ni?os, viven por debajo del umbral de la pobreza y necesitan asistencia humanitaria inmediata para sobrevivir
Pronto nos dimos cuenta de que los puestos vac¨ªos contrastaban con el sitio al que nos dirigimos despu¨¦s, tras un viaje de tres horas: el Hospital Regional de Paktya, en Gardez, donde decenas de familias llenaban una sala de espera a rebosar.
Ese hospital es una de las m¨¢s de 2.300 instalaciones sanitarias en todo el pa¨ªs que Unicef, junto con la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), est¨¢ apoyando. Atiende a m¨¢s de 75.000 pacientes en toda la provincia de Paktya. Como los combates en los ¨²ltimos meses han cesado, hay m¨¢s afganos que pueden buscar atenci¨®n m¨¦dica, lo que supone un gran alivio para los ni?os y para sus padres. Pero con el aumento tan reciente de la demanda, aumenta tambi¨¦n la presi¨®n sobre un sector sanitario extremadamente precario. Para ayudar a evitar el colapso del sistema, Unicef y la OMS est¨¢n proporcionando los suministros de material sanitario y medicinas, pagando los salarios del personal y la capacitaci¨®n necesarios para mantener los servicios en funcionamiento.
Tan pronto como llegamos al hospital, me guiaron hasta una sala de tratamiento para ni?os con desnutrici¨®n aguda grave. La primera ni?a que conoc¨ª se llamaba Rana, de seis meses, a la cual estaban ya evaluando.
La madre de Rana, Sayera, nos cont¨® que su hija se negaba a tomar la leche de su pecho. El beb¨¦ no ten¨ªa apetito y hab¨ªa perdido demasiado peso en las ¨²ltimas semanas. Una enfermera midi¨® la circunferencia del brazo de Rana y confirm¨® lo que Sayera ya tem¨ªa: su hija estaba gravemente desnutrida y necesitaba tratamiento inmediato.
Sayera me cont¨® que su familia come pan y t¨¦ para desayunar, y arroz y patatas para el almuerzo y la cena, los ¨²nicos alimentos b¨¢sicos que pueden pagar. El suyo es parte del 90% de los hogares en Afganist¨¢n que no tienen lo suficiente para comer. Solo este a?o, se prev¨¦ que unos 3,2 millones de ni?os sufran desnutrici¨®n grave en todo el pa¨ªs.
Solo este a?o, se prev¨¦ que unos 3,2 millones de ni?os sufran desnutrici¨®n grave en todo el pa¨ªs
Mientras nos dirig¨ªamos a otra parte de la sala, Niamatullah Zaheer, el director del centro sanitario, me cont¨® que su personal estaba desbordado. El ¨²nico pediatra del hospital examina regularmente a m¨¢s de 100 ni?os al d¨ªa. Incluso la unidad neonatal est¨¢ saturada. Con demasiada frecuencia, el hospital se ve obligado a acomodar a m¨¢s de un beb¨¦ por cama.
Llegamos a una zona del hospital reservada para ni?os con desnutrici¨®n aguda grave, sometidos a una observaci¨®n intensa hasta que se encuentran lo suficientemente recuperados como para regresar a casa.
Fue all¨ª donde me llam¨® la atenci¨®n Basmina: una peque?a (me dijeron que ten¨ªa cuatro a?os) sentada en su cama, en la esquina de la habitaci¨®n. Me acerqu¨¦ a saludarla y me devolvi¨® una sonrisa.
No era la primera vez que Basmina estaba en esta sala. Su hermana Jamillah, de 13 a?os, es quien la acompa?a siempre que tiene que volver al hospital y quedarse ingresada. Las ni?as perdieron a su madre y su padre se qued¨® sin trabajo. Despu¨¦s de algunas semanas de tratamiento en el hospital, Basmina se recupera lo suficiente como para volver a casa. Pero su familia tiene poco acceso a alimentos nutritivos y agua potable, as¨ª que, una y otra vez, la salud de Basmina se deteriora y Jamillah tiene que llevarla de nuevo al hospital.
Mientras escuchaba la historia de estas hermanas, una realidad que las enfermeras presencian todos los d¨ªas, el director me pidi¨® que transmitiera un mensaje a mi regreso a casa: lo que el personal del hospital est¨¢ haciendo por estos ni?os no habr¨ªa sido posible sin el apoyo de la comunidad internacional.
Pero las necesidades no hacen m¨¢s que crecer.
En mi segunda ma?ana en Afganist¨¢n pude hacer una visita que hab¨ªa esperado durante mucho tiempo. Visit¨¦ la escuela Halima Khazan, tambi¨¦n en Gardez, donde asisten a clases unas 2.000 ni?as y 460 ni?os. El edificio era imponente y llevaba el nombre de la primera mujer graduada en la escuela de secundaria de la provincia, Halima Khazan, que asumi¨® posteriormente la responsabilidad de los asuntos de la mujer en Paktya y utiliz¨® su cargo para promover la educaci¨®n de las ni?as.
Esa ¡°antorcha¡± que ella encendi¨® en el colegio, ahora la sujetan 40 maestros, casi todas mujeres, y una directora extraordinaria, llamada Nisreen, que nos cont¨®: ¡°Muchas de las maestras son madres. Necesitamos una guarder¨ªa para sus hijos, o tememos perderlas. La escuela tambi¨¦n necesita un pozo para que los estudiantes puedan beber agua potable¡±.
Nuestros especialistas en educaci¨®n tomaban notas sobre las necesidades que sabemos que podemos ayudar a aliviar. Unicef ha pasado d¨¦cadas brindando agua limpia y saneamiento a los escolares de todo el mundo, y nuestra programaci¨®n educativa se extiende tambi¨¦n al apoyo a los maestros, especialmente a las mujeres.
Nisreen nos llev¨® a las aulas para ni?as de sexto curso, que recib¨ªan una lecci¨®n de arte justo en ese momento. Les pregunt¨¦ qu¨¦ era lo que m¨¢s les gustaba dibujar: ¡°?Caballos!¡±, dijeron. ?Y su asignatura favorita?: ¡°?Escritura!¡±.
Dos alumnas se colocaron delante de todo el mundo para mostrarnos lo que hab¨ªan aprendido ese d¨ªa en clase. Su alegr¨ªa por poder ir a la escuela y poder aprender era tan palpable que me dej¨® sin aliento. En ese momento no sab¨ªamos si esas maravillosas y estudiosas ni?as podr¨¢n pasar al s¨¦ptimo grado. A d¨ªa de hoy, seguimos sin saberlo.
Despu¨¦s de estar con ellas, fui a otra zona de la escuela. Los estudiantes de primer grado estaban aprendiendo el alfabeto y los n¨²meros. Me sent¨¦ en la clase de las ni?as y les pregunt¨¦: ¡°?A qu¨¦ so?¨¢is con dedicaros cuando se¨¢is mayores?¡±. Una de ellas nos sorprendi¨® a todos gritando con ambici¨®n: ¡°?Quiero ser mujer polic¨ªa!¡±. Todos los que est¨¢bamos all¨ª re¨ªmos de alegr¨ªa y aplaudimos su entusiasmo. Ese entusiasmo y esa esperanza todav¨ªa me acompa?an.
No podemos abandonar a ninguno de estos ni?os. Las escuelas son mucho m¨¢s que lugares para aprender: en estos tiempos tan dif¨ªciles en Afganist¨¢n, constituyen tambi¨¦n un espacio seguro en el que acceder a una comida saludable al d¨ªa y a agua potable. Son un refugio frente a la calle, frente a la violencia.
Las escuelas son mucho m¨¢s que lugares para aprender: en estos tiempos tan dif¨ªciles en Afganist¨¢n, constituyen tambi¨¦n un espacio seguro en el que acceder a una comida saludable al d¨ªa y a agua potable. Son un refugio frente a la calle, frente a la violencia
Unicef lleva m¨¢s de 70 a?os en Afganist¨¢n, siempre presente, nunca se ha ido del pa¨ªs y no ha dejado de prestar ayuda. Ahora m¨¢s que nunca. Seguimos apoyando las escuelas comunitarias y los salarios de los maestros. Seguimos proporcionando millones de libros de texto y material escolar a los ni?os. Estamos brindando programas de nutrici¨®n y garantizando el acceso a agua limpia y segura para los trabajadores de la salud y los escolares.
Pero todo lo que Unicef hace es con el apoyo continuo de la comunidad internacional. Y ese apoyo est¨¢ en peligro.
La infancia de Afganist¨¢n no debe ser reh¨¦n de la pol¨ªtica.
Las autoridades de facto y las comunidades de donantes deben encontrar formas de trabajar juntas.
Por eso insto a la comunidad internacional a que conceda a Unicef y a las organizaciones que trabajamos en Afganist¨¢n la financiaci¨®n que necesitamos para seguir proporcionando ayuda vital, para que podamos seguir apoyando los tratamientos contra la desnutrici¨®n, la educaci¨®n de las ni?as y el acceso a agua potable.
Urgimos a las autoridades de facto a cumplir sus promesas de proteger los derechos de los ni?os, ni?as y mujeres, y garantizar el derecho a la educaci¨®n de todos los ni?os en Afganist¨¢n.
Las acciones que pongamos en marcha hoy determinar¨¢n el futuro de millones de infancias en Afganist¨¢n, determinaran su supervivencia y su acceso a una vida digna, creciendo sanos, educados y seguros.
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