Cosechas de agua para alimentar a la humanidad
Nuestra forma de producir y consumir alimentos es parte de un c¨ªrculo vicioso entre crisis alimentaria, h¨ªdrica, ambiental y clim¨¢tica que genera injusticia en las zonas m¨¢s empobrecidas del planeta
Solo el 2,5% del agua de nuestro planeta azul es dulce y, por tanto, apta para el uso humano. Aunque esta cantidad deber¨ªa ser suficiente, las se?ales que indican que hemos sobrepasado el l¨ªmite planetario del agua son claras. Unos 2.400 millones de personas viven en zonas que sufren estr¨¦s h¨ªdrico y se espera que esa cifra aumente en los pr¨®ximos a?os. El agua es un bien cada vez m¨¢s escaso, entre otros factores, por la crisis clim¨¢tica y los cambios en los usos del suelo, relacionados en buena medida con la producci¨®n de alimentos.
Nuestros sistemas alimentarios consumen m¨¢s del 70% del agua y emiten un 40% de los gases que ocasionan el cambio clim¨¢tico. Y est¨¢n muy lejos de cumplir con el objetivo de alimentar adecuadamente a la poblaci¨®n mundial: casi 800 millones de personas pasan hambre y casi el 30% de la poblaci¨®n sufre inseguridad alimentaria.
Nuestra forma de producir y consumir alimentos ¡ªy de desperdiciarlos¡ª es parte de un c¨ªrculo vicioso entre crisis alimentaria, del agua, ambiental y clim¨¢tica, que genera injusticia e insostenibilidad, ceb¨¢ndose con las zonas y las personas m¨¢s empobrecidas del planeta. De Centroam¨¦rica al Sahel, la fotograf¨ªa de quien m¨¢s sufre las consecuencias muestra familias campesinas que ven como el agua dulce con la que cuentan para beber, lavarse y producir alimentos es cada vez m¨¢s escasa.
Uno de los rincones donde se evidencia este c¨ªrculo vicioso es la cordillera andina. Los valles cochabambinos de Bolivia acusan sequ¨ªas c¨ªclicas como consecuencia del cambio clim¨¢tico. Las fuentes de agua se han secado, tambi¨¦n a causa de una producci¨®n de alimentos poco sostenible. Pero, como relata Lilian Prado Delgadillo, lideresa de la organizaci¨®n de mujeres campesinas, aqu¨ª ya ha empezado una transformaci¨®n.
Estas mujeres est¨¢n poniendo sobre la mesa soluciones para lo que llaman ¡°siembra y cosecha de agua¡±, mientras entablan tambi¨¦n un di¨¢logo con las autoridades para hacer de este problema una prioridad en la agenda local. Emprenden proyectos de reforestaci¨®n para estabilizar el ciclo pluvial en la zona y as¨ª recuperar los acu¨ªferos subterr¨¢neos y construyen sencillas infraestructuras de acopio y almacenamiento de agua de lluvia, lo que les permite mejorar su otra cosecha, la de alimentos, con producci¨®n bajo riego. ¡°En solo unos a?os se consigue aumentar el caudal de las fuentes. Con eso tendremos agua para producir, para beber y para preparar alimentos sin enfermarnos¡± cuenta Prado, orgullosa.
Y para que estos esfuerzos no caigan en saco roto, estas mujeres han conseguido que el gobierno municipal trabaje en una Ley de Siembra de Agua, para que en los pr¨®ximos a?os las autoridades locales inviertan en extender sus logros a otras comunidades y hacerlos sostenibles.
Al igual que en Bolivia, muchos otros territorios est¨¢n consiguiendo romper el c¨ªrculo vicioso entre carest¨ªa de agua, baja resiliencia del sistema productivo, insuficientes alimentos, inseguridad alimentaria, pobreza y migraciones. Est¨¢n apostando as¨ª por la agricultura familiar campesina (las explotaciones de peque?a y mediana escala orientadas fundamentalmente al autoconsumo o al mercado interno), que cuenta con muy baja inversi¨®n a nivel mundial si comparamos con el sector agroindustrial de producci¨®n de alimentos. Y esto a pesar de que la hoja de ruta global de lucha contra el hambre y transformaci¨®n de los sistemas alimentarios que proponen organismos multilaterales como la FAO o el Comit¨¦ de Seguridad Alimentaria Mundial consideran clave la inversi¨®n en estas explotaciones familiares, que proveen de m¨¢s del 70% de los alimentos que se consumen en el mundo.
Adem¨¢s de esta imprescindible apuesta, otras reformas estructurales tambi¨¦n son necesarias. El sistema alimentario esconde algo m¨¢s que depredaci¨®n de recursos naturales, emisiones causantes del cambio clim¨¢tico y una distribuci¨®n injusta que contribuye a las inaceptables cifras del hambre. Detr¨¢s de lo que comemos encontramos tambi¨¦n especulaci¨®n financiera con alimentos b¨¢sicos que llena los bolsillos de unos pocos, utilizaci¨®n del grano como arma de guerra, explotaci¨®n laboral y peso desproporcionado de las grandes corporaciones en la toma de decisiones, como detalla el grupo de expertos IPES Food. Tambi¨¦n esconde acceso desigual a los alimentos m¨¢s saludables y necesarios para la dieta, ya que las poblaciones con menos recursos tienen m¨¢s dificultades para acceder a ellos, con lo que hay cada vez m¨¢s personas obesas pero, al mismo tiempo, desnutridas.
Las ra¨ªces ocultas del actual modelo tejen mara?as de injusticia, insostenibilidad y desigualdad. D¨¦mosle la vuelta al sistema alimentario global para visibilizar sus c¨ªrculos viciosos y convertirlos en virtuosos, empezando por democratizar su gobernanza para tomar decisiones basadas en evidencia, que permitan bajar su huella de carbono e h¨ªdrica, invertir en peque?as y medianas explotaciones, regular los mercados financieros para evitar la especulaci¨®n con alimentos, reducir el consumo de carne all¨¢ donde se da en exceso, prevenir el desperdicio y evitar los conflictos que generan enorme sufrimiento y hambre a quienes los padecen.
?C¨®mo explicar a las generaciones futuras que no fuimos capaces de hacerlo?
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