Diario de campa?a en Irak
Un soldado espa?ol cuenta sus peores momentos en la guerra a los 10 a?os de la retirada

El soldado Cazorla dio un respingo cuando vio el v¨ªdeo difundido en marzo del a?o pasado por EL PA?S. Tres militares espa?oles patean a dos prisioneros tirados en el suelo de un cuartucho de paredes encaladas iluminado solo por la luz amarillenta de una bombilla. Desde la puerta, otros dos les observan y un sexto filma la escena. Nunca hab¨ªa visto esas im¨¢genes, pero las reconoci¨® de inmediato. No necesitaba identificar sus rostros difuminados ni distinguir sus insignias y galones para saber qui¨¦nes eran: sus compa?eros.
Aquella tarde del invierno de 2003, dos iraqu¨ªes se hab¨ªan acercado con un burro a la entrada de Base Espa?a, en Diwaniya. Muchos vecinos de la zona acud¨ªan al cuartel general de la Brigada Plus Ultra, de la que formaban parte 1.300 soldados espa?oles, para realizar peque?os trabajos o vender sus mercanc¨ªas. Las que se supon¨ªa atiborraban los fardos que cargaba el animal con paso vacilante. Pero a la patrulla que en ese momento regresaba al cuartel y que ven¨ªa justo detr¨¢s de ellos le result¨® sospechoso que los iraqu¨ªes se fueran separando del burro a medida que se acercaban al control de entrada. ¡°?Cuidado!¡±, grit¨® uno de los soldados. Los centinelas se llevaron a los iraqu¨ªes para dentro. El animal se qued¨® solo, vigilado a prudente distancia por los militares. Los artificieros le pusieron un cebo. Horas despu¨¦s, a¨²n pod¨ªan encontrarse esparcidos por la zona pedazos ensangrentados de la desgraciada bestia.
¡°Cuando vi el v¨ªdeo, me qued¨¦ impactado. ?A qu¨¦ vino esa paliza? No lo entiendo. La insurgencia no hab¨ªa herido ni matado a ninguno de nosotros; de la Legi¨®n, quiero decir. Pero es verdad que la gente estaba un poco quemada, por decirlo suave. Todos los marrones nos tocaban a los mismos: las guardias nocturnas, la Nochebuena, el A?o Nuevo, aparte de las patrullas diarias. No lo justifico, pero si vienen a ponerte una bomba en tus narices...¡±.
Por la mirilla de la celda, pude distinguir a los dos iraqu¨ªes. Estaban acurrucados a la pared, asustados como perrillos
Esa noche, el soldado Cazorla estaba de guardia en una de las garitas que jalonaban el per¨ªmetro de la base. La noticia se la dio un compa?ero: ¡°?A los que est¨¢n ah¨ª dentro les han dado una manta de hostias! Por lo visto, hay un v¨ªdeo y todo¡±. Al principio, no se lo crey¨®: ¡°No puede ser, se han quedado contigo¡±. Pero cuando, horas despu¨¦s, se cruz¨® con el autor de la filmaci¨®n, no pudo resistir la curiosidad: ¡°Quillo, ?es verdad eso?¡±. ¡°?Qui¨¦n te lo ha dicho?¡±, le espet¨® el otro. ¡°Nada, lo que se comenta entre los compa?eros¡±. Diez a?os despu¨¦s, mueve la cabeza al recordarlo: ¡°Era uno de mis mejores amigos. Nunca se hab¨ªa puesto tan serio conmigo¡±.
Ya de madrugada, Cazorla acudi¨® al cuerpo de guardia, donde los soldados aprovechaban para descansar. Hab¨ªa nevera y cafetera. En el edificio contiguo estaban las celdas. Eran cuatro, pero dos estaban en condiciones tan penosas que no pod¨ªan utilizarse. Se acced¨ªa al llamado centro de detenci¨®n directamente desde la calle. Sali¨® a fumar un cigarro y se puso a charlar con los soldados que lo custodiaban. No le cost¨® demasiado convencerles de que le dejasen pasar. ¡°Ser¨¢ un minuto, echar un vistazo¡±. No hab¨ªa llave, ni candado. Las celdas estaban cerradas por fuera con un pestillo. Cuando abri¨® la mirilla del primer calabozo, pudo distinguir en la penumbra a dos hombres tirados en el suelo, de unos 25 o 30 a?os, con barba. ¡°Se acurrucaron contra la pared, estaban asustados como perrillos¡±. Fueron solo unos segundos. Luego se asom¨® a la otra celda. ¡°El prisionero me mir¨® fijamente, no parec¨ªa que lo hubieran tocado, pero ten¨ªa miedo, claro, hab¨ªa o¨ªdo los gritos y los golpes en la habitaci¨®n de al lado¡±. Cazorla entr¨® con su arma cargada. Podr¨ªa haberlos matado o golpeado. Cualquiera pudo hacerlo.
?Qui¨¦n sab¨ªa lo que pas¨®? ¡°Todos los compa?eros nos enteramos. El capit¨¢n, seguro que no, porque era muy estricto y no lo hubiera dejado pasar. Otros mandos no lo supieron o prefirieron mirar para otro lado¡±.

Al d¨ªa siguiente, a mediod¨ªa, dos de los protagonistas del v¨ªdeo fueron a buscarlo. ¡°?Qui¨¦n te lo cont¨®? ?C¨®mo lo sabes?¡±, le interrogaron. Cazorla se los quit¨® de encima. ¡°Como se te vaya algo de la boca, te vamos a dar una que ni t¨² mismo te vas a conocer¡±, le amenazaron. ¡°Yo sab¨ªa muy bien c¨®mo pegaba uno de ellos. Y pegaba fuerte¡±, recuerda. ¡°De mi boca no sale una sola palabra¡¯, les dije. Hasta el d¨ªa de hoy¡±.
¡°El comandante de la Guardia Civil Gonzalo P¨¦rez Garc¨ªa sali¨® aquel 22 de enero a una misi¨®n de instrucci¨®n con la polic¨ªa iraqu¨ª. A los soldados que le escoltaban les dijo que se volvieran, ya los agentes locales le proteger¨ªan. Todav¨ªa no hab¨ªan llegado a la base cuando nos avisaron de que al comandante le hab¨ªan pegado un tiro en la cabeza. El capit¨¢n nos orden¨® salir a buscar a los que hab¨ªan hecho eso. De inmediato parti¨® la primera secci¨®n, pero la zona era demasiado grande. Hora y media despu¨¦s le sigui¨® la segunda, y en 15 o 20 minutos, la tercera, que llevaba los morteros. En total, 90 legionarios por lo menos.
Montamos sobre la marcha un control de carretera, y un veh¨ªculo no se detuvo cuando le dimos el alto. Era un coche blanco y destartalado. Dos BMR [blindado medio sobre ruedas] salieron en su persecuci¨®n. Empezaron a disparar con las armas ligeras y luego con la [ametralladora] Browning de 12 mil¨ªmetros. Qued¨® hecho un colador. Nos hartamos de pegarle tiros, pero no se deten¨ªa. ?C¨®mo se iba a parar? Si a m¨ª me disparan, tambi¨¦n salgo zumbando. Al final, yo creo que el conductor estaba muerto y el coche andaba por pura inercia, hasta que subi¨® un escal¨®n y fue a empotrarse con la valla de una casa. ?Por qu¨¦ s¨¦ que era el asesino? Porque en el coche hallaron pruebas: armas, explosivos, la pistola con la que mataron al comandante de la Guardia Civil... y un carn¨¦ de la polic¨ªa iraqu¨ª. Eso nos contaron¡±.
Una tarde de finales de enero, la compa?¨ªa recibi¨® la orden de disolver una concentraci¨®n ante la sede de un partido religioso. Antes de salir hacia Irak, en su base de Ronda, los legionarios hab¨ªan recibido instrucci¨®n espec¨ªfica sobre c¨®mo actuar ante una concentraci¨®n de masas. Aprendieron a usar escudos y porras como las unidades antidisturbios de la polic¨ªa. Pero en Diwaniya no ten¨ªan ese material, solo armamento de guerra. Al llegar al lugar se?alado se encontraron con unos 300 manifestantes; entre ellos, mujeres y ni?os, a los que usaban como escudos humanos. ¡°Antes de que nos di¨¦ramos cuenta, bloquearon las salidas, pusieron francotiradores en los tejados y empezaron a disparar, Nos metimos dentro de los BMR y aguantamos la lluvia de tiros¡±, recuerda Cazorla.

¡°Por la escotilla pude ver c¨®mo el cabo apuntaba a un iraqu¨ª y le gritaba que dejara el Kal¨¢shnikov en el suelo. Afortunadamente, le obedeci¨®. Pero en ese momento una granada RPG-7 pas¨® silbando entre los dos BMR y el capit¨¢n nos grit¨® que abri¨¦semos fuego con todo lo que llev¨¢ramos. No s¨¦ cu¨¢nta gente muri¨®. Aparecieron dos helic¨®pteros Apache y uno de ellos ech¨® un edificio abajo porque estaban disparando desde la terraza¡±.
¡°Un coche cruzado en la calle nos bloqueaba el paso, cre¨ªmos distinguir a un hombre dentro. Nuestro conductor, muy nervioso, pregunt¨® al sargento, y el sargento al capit¨¢n: ¡®?Qu¨¦ hacemos?¡¯. Y este contest¨®: ¡®?Pasa por encima! ?V¨¢monos de aqu¨ª cagando leches!¡¯. A toda pastilla arrollamos al veh¨ªculo. Una rueda del BMR se pinch¨®, pero era la ¨²nica salida¡±.
El 14 de abril de 2004, el soldado Cazorla subi¨® al convoy que le llevaba a Kuwait, primera escala de la vuelta a casa. Al llegar a Espa?a, se enter¨® de que el reci¨¦n elegido presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, hab¨ªa anunciado la retirada de las tropas espa?olas. Pero para ¨¦l la guerra ya hab¨ªa quedado definitivamente atr¨¢s.
Durante 10 a?os no ha pensado mucho en aquello. Solo conserva de entonces una medalla que daban a todos los soldados que hab¨ªan servido en Irak y algunas gastadas fotograf¨ªas. Hasta que el v¨ªdeo de EL PA?S le hizo rememorar la pesadilla.
El soldado Cazorla (nombre supuesto) ya no est¨¢ en la Legi¨®n. Un accidente en acto de servicio frustr¨® la carrera militar en la que se dej¨® juventud y salud. Tampoco la mayor¨ªa de sus antiguos compa?eros siguen en el Ej¨¦rcito. Muchos engrosaron la cola del paro y los m¨¢s afortunados acabaron en la Guardia Civil. ¡°?A qu¨¦ vino aquella paliza? Yo estuve all¨ª y no lo entiendo. ?C¨®mo va a entenderlo usted?¡±.
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