Juan Pablo Fusi: ¡°En Espa?a la situaci¨®n es seria y preocupante¡±
Formado en Oxford, es uno de los referentes de la historiograf¨ªa espa?ola. Un nuevo libro disecciona su trayectoria
El rigor acad¨¦mico, un inmenso caudal de lecturas, su larga experiencia como docente y una importante bibliograf¨ªa, en la que se mezclan trabajos de investigaci¨®n con brillantes ensayos de divulgaci¨®n, han convertido a Juan Pablo Fusi (San Sebasti¨¢n, 1945) en uno de los referentes indiscutibles de la actual historiograf¨ªa espa?ola. Formado en Oxford con Raymond Carr, donde fue despu¨¦s director del Centro de Estudios Ib¨¦ricos del St Antony¡¯s College, es catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad Complutense y ense?¨® tambi¨¦n en las de Cantabria y el Pa¨ªs Vasco. Fue director de la Biblioteca Nacional, del Instituto Universitario Ortega y Gasset y de la Fundaci¨®n del mismo nombre. ¡°Mi generaci¨®n ha estado ¡®a la sombra de la democracia¡¯, por servirme de una idea del brit¨¢nico David Cannadine, que dice de los historiadores de su pa¨ªs que han estado a la sombra de Churchill¡±, comenta. ¡°Qu¨¦ pas¨® para que fracasara la Rep¨²blica y se produjera la Guerra Civil, y qu¨¦ hab¨ªa que hacer para restablecer una democracia que fuera estable tras la dictadura: ¨¦sa ha sido la preocupaci¨®n que nos define¡±. Fusi acaba de publicar Breve historia del mundo (Galaxia Gutenberg), donde sintetiza admirablemente cu¨¢nto ha pasado desde la Edad Media hasta hoy. Adem¨¢s, un libro colectivo Juan Pablo Fusi, el historiador y su tiempo (Taurus) que han coordinado Mar¨ªa Jes¨²s Gonz¨¢lez y Javier Ugarte disecciona su trayectoria.
- P. ?Cu¨¢les son sus credenciales como historiador?
- R. Tengo que ver con lo que se llama empirismo brit¨¢nico: el horror a las generalizaciones y la exigencia de que las afirmaciones que sean verificables. No usar lenguajes aparatosos, no abusar de los conceptos de clase. Raymond Carr fue muy importante. Y tambi¨¦n Isaiah Berlin. Me interesa su cr¨ªtica del determinismo: su idea de que la historia es azarosa e irrepetible ampl¨ªa la libertad del individuo. Trabaj¨¦ tambi¨¦n muy intensamente con el grupo de historia social de Oxford.
- P. Dedic¨® mucho tiempo al Pa¨ªs Vasco y subraya su pluralismo. ?No es extra?o con un nacionalismo tan fuerte?
- R. A partir de 1880 la industrializaci¨®n y la modernizaci¨®n rompen el Pa¨ªs Vasco etnogr¨¢fico. Hay una llegada masiva de trabajadores y una ruptura del tejido tradicional con la industrializaci¨®n masiva de la r¨ªa de Bilbao, y empiezan a coexistir varias culturas y subculturas pol¨ªticas. El pluralismo es lo que define a la sociedad vasca de entonces y conviven all¨ª una cultura vasco espa?ola y una cultura euskaldun, hay liberales y conservadores, carlistas, socialistas, republicanos y nacionalistas.
- P. ?Por qu¨¦ entonces la irrupci¨®n de ETA?
- R. Los historiadores no podemos contestar a los porqu¨¦ sino a los c¨®mo y cu¨¢ndo, que a veces puede ser otra manera de explicar el porqu¨¦. ETA surge en los sesenta por la falta de libertades en Espa?a durante el franquismo y como una reacci¨®n generacional, peque?a, y minoritaria, en el interior del nacionalismo a la pasividad del PNV, desaparecido en la clandestinidad y el exilio. Hay un temor evidente en sus primeros dirigentes a que el intenso desarrollismo de aquellos a?os fuera a acabar con cualquier conciencia de identidad vasca.
- P. ?Eran muy fuertes esas se?as de identidad?
- R. Esa conciencia identitaria nunca desapareci¨®: la mantuvo una parte de la Iglesia, estaba en los deportes rurales, en la vida de las localidades peque?as, en el euskera, aunque fuera declinante. Ese sentimiento, que parec¨ªa dormido y anestesiado, est¨¢ en el surgimiento de ETA. Y la dureza de la represi¨®n que se da entre 1970-1975 favorece su legitimaci¨®n no s¨®lo entre los nacionalistas, sino tambi¨¦n entre los que luchaban contra la dictadura.
- P. Su inter¨¦s por el nacionalismo, ?viene de ah¨ª?
- R. Influye la preocupaci¨®n por el Pa¨ªs Vasco y por ¡°las circunstancias¡± de Espa?a, por utilizar t¨¦rminos de Ortega. Mi primer libro es de 1975, y el establecimiento de la democracia y la reorganizaci¨®n territorial del Estado espa?ol son en ese momento cuestiones insoslayables. Hab¨ªa una idea que pesaba mucho: el supuesto fracaso de Espa?a como naci¨®n durante el siglo XIX y XX, que se hab¨ªa traducido en la destrucci¨®n de la Rep¨²blica y la Guerra Civil. Toda mi generaci¨®n se ha acercado a este asunto por diferentes caminos, estudiando la Restauraci¨®n, el caciquismo, el movimiento obrero, la izquierda, la ultraderecha... La gran preocupaci¨®n era conquistar una democracia estable.
- P. ?El peso de un Estado espa?ol fuerte provoc¨® el surgimiento de los nacionalismos perif¨¦ricos?
- R. En Espa?a no hubo un nacionalismo fuerte. As¨ª lo entendi¨® Ortega cuando dec¨ªa en 1916 o 1917 que del localismo que hay, hab¨ªa que hacer el nacionalismo que no hay. O Aza?a, cuando al final de la guerra afirmaba que Espa?a no tuvo nunca un gran Estado como Francia: estaba pensando que no hab¨ªamos tenido escuelas, ni maestros que explicaran una idea del pa¨ªs, ni una acci¨®n del Estado que construyera carreteras por todo el territorio. El Estado espa?ol del XIX es d¨¦bil, peque?o e ineficiente y no sirve como elemento de vertebraci¨®n nacional. As¨ª que no supuso ninguna presi¨®n para que surgieran los nacionalismos perif¨¦ricos.
- P. No ser¨ªa un Estado fuerte, pero Espa?a no dej¨® de provocar incontables lamentos.
- R. En t¨¦rminos acad¨¦micos, el esencialismo espa?ol, ese agonismo tr¨¢gico del 98, me parece agobiante e hist¨®ricamente falso. Es un Estado d¨¦bil, incluso se podr¨ªa hablar de Estado fallido, pero no creo que haya una excepcionalidad espa?ola. Tal vez el error que produce tanto catastrofismo sea medirse con Gran Breta?a, Francia o Alemania. Si la comparaci¨®n es con Italia, Portugal, los pa¨ªses del este de Europa o Grecia, se ve claramente que no estamos en la cola del furg¨®n. Lo que es llamativo es esa gran crisis de conciencia nacional, ese dolor de Espa?a.
- P. ?Cu¨¢l es el peso de Franco en todo esto? Le dedic¨® una biograf¨ªa.
- R. Fue un encargo de EL PA?S. El Franco que aparece ah¨ª es un Franco distante, fr¨ªo, anodino, mediocre. Y, fundamentalmente, un militar. Esto es importante porque, en ese Estado d¨¦bil, fue el Ej¨¦rcito, y sobre todo el Ej¨¦rcito de Marruecos, el que termina encarnando el nacionalismo espa?ol. Nunca fue de masas, como el fascismo italiano o el nacionalsocialismo alem¨¢n, pero s¨ª existi¨® un Ej¨¦rcito que fue hostil al liberalismo, al sistema parlamentario, y luego a la Rep¨²blica. Un Ej¨¦rcito que se identifica como la columna vertebral de Espa?a y que interviene con dureza cuando la ve amenazada. Eso le da car¨¢cter al r¨¦gimen franquista: fue menos fascista que el fascismo italiano, pero infinitamente m¨¢s represivo. La dictadura fue una amalgama de ideas de Falange, del catolicismo y del sentido de unidad, disciplina y orden de los militares.
- P. ?Puede hablarse de la dictadura como de un par¨¦ntesis en la historia de Espa?a?
- R. R. No. Hay dos cambios importantes: el despegue econ¨®mico y social de los sesenta; y la construcci¨®n de un fuerte sector p¨²blico y una Administraci¨®n poderosa con cerca de un mill¨®n de funcionarios. Poco a poco, la distancia entre una sociedad en v¨ªas de modernizaci¨®n y un r¨¦gimen anacr¨®nico es cada vez mayor. No es que la Transici¨®n ocurriera de manera autom¨¢tica, pero aquello no pod¨ªa aguantar: no habr¨ªa franquismo tras la muerte de Franco.
- P. ?De d¨®nde viene su inter¨¦s en tantas de sus obras por la cultura?
- R. Es una de las contradicciones con mi formaci¨®n anglosajona. El historiador Alan Taylor lleg¨® a decir que Virginia Woolf carece de inter¨¦s para el historiador. Pero los de mi generaci¨®n estuvimos en esto, ¨ªbamos a jugar a los intelectuales en la facultad con Camus debajo del brazo, y compr¨¢bamos Le Monde los viernes por el suplemento de libros y las cr¨®nicas de cine. Yo las recortaba y las pegaba en un cuaderno. Isaiah Berlin s¨ª cre¨ªa en el poder de las ideas. El mundo del pensamiento explica y jalona buena parte de la actividad humana, y la novela o el cine son una reflexi¨®n sobre esta condici¨®n: un pedazo de la realidad de la que tambi¨¦n debe ocuparse el historiador.
- P. ?Y su dedicaci¨®n a tantos trabajos de s¨ªntesis?
- R. Me propusieron hacer una ¡°historia m¨ªnima¡± de Espa?a y acept¨¦ halagado porque el encargo proced¨ªa del Colegio de Espa?a de M¨¦xico y era un homenaje a Daniel Coss¨ªo Villegas: palabras mayores. Es un trabajo que exige muchas lecturas para poder ir a lo esencial y establecer los temas m¨¢s sustantivos. He querido ir introduciendo la idea de que hay mucho de azaroso en la historia, y las cosas pudieron haber sido muy distintas.
- P. ?C¨®mo ve la Espa?a de ahora?
- R. Con perplejidad, irritaci¨®n y preocupaci¨®n. Hay mucha confusi¨®n. Quiz¨¢ un sistema de partidos m¨¢s complejo favorezca el juego de consensos y alianzas, habr¨¢ que esperar. Pero todo lo que he ido viendo me resulta desolador, o por quitar dramatismo, decepcionante. Camus dijo en alg¨²n momento refiri¨¦ndose a la crisis de Argelia que la situaci¨®n era seria pero no tr¨¢gica. En Espa?a la cosa es seria y preocupante, decepcionante en muchos sentido, pero todav¨ªa no ha llegado a ser tr¨¢gica.
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