La aguja de marear encuestas
La tendencia a entender las encuestas como un poder explica el acaloramiento que algunos est¨¢n poniendo en discutir la manera en la que el CIS est¨¢ publicando sus datos
Hace a?os, Alain Minc, en su libro La borrachera democr¨¢tica, analiz¨® la influencia que estaban alcanzando tres grandes poderes emergentes: las encuestas, el periodismo pol¨ªtico y los jueces estrella (con la judicializaci¨®n de la pol¨ªtica). Triada que tend¨ªa a relegar la otra c¨¦lebre triada defendida por Montesquieu (ejecutivo, legislativo y judicial). Poderes que, de acuerdo a la l¨®gica democr¨¢tica, tienen su enraizamiento en la soberan¨ªa popular. Algo que no ocurre con los tres poderes emergentes, surgidos de la ¡°borrachera democr¨¢tica¡±, que por mucho que pretendan presentarse como inspirados en el inter¨¦s general y clamen en nombre del pueblo, son poderes en s¨ª. Generalmente vinculados a los grandes n¨²cleos de dominio econ¨®mico.
Para los que entendemos la Sociolog¨ªa como una ciencia que opera de acuerdo a estrictos criterios metodol¨®gicos y de deontolog¨ªa profesional ¨Cal margen de cu¨¢les sean nuestras ideas¨C este papel atribuido a las encuestas no puede resultar m¨¢s contradictorio con nuestros prop¨®sitos y vocaci¨®n cient¨ªfica. De ah¨ª la perplejidad que causan pol¨¦micas planteadas de forma tan sesgada y apasionada, cuando en realidad no tendr¨ªan que ser sino debates cient¨ªficos inspirados por criterios y modales propios del quehacer investigador.
La tendencia a entender las encuestas como un poder explica el acaloramiento que algunos est¨¢n poniendo en discutir la manera en la que el CIS est¨¢ publicando los datos de las encuestas realizadas. Asunto que se intenta rodear de pol¨¦micas por la sencilla raz¨®n de que los datos de dichas encuestas no les gustan. Y como no les gustan recurren al recurso de aventar vientos e intentar matar al mensajero.
Los que as¨ª proceden act¨²an en concordancia con sus ideas pol¨ªticas. Pero, el problema empieza cuando intentan convertir tal cuesti¨®n en un debate metodol¨®gico, que estar¨ªa bien que tuviera lugar en el ¨¢mbito de las universidades y en los colegios profesionales de soci¨®logos, y que se realizara con transparencia y rigor, y no con tergiversaciones y recursos maniqueos, que hacen que los refutadores expongan al tiempo lo que ¨Cseg¨²n ellos¨C sostienen los refutados y lo que ellos replican. Proceder impropio de profesionales y cient¨ªficos rigurosos, y de cualquiera que tenga un talante democr¨¢tico y una adecuada disposici¨®n a la tolerancia.
?Qu¨¦ se esconde detr¨¢s de tales debates apasionados? En el fondo, m¨¢s all¨¢ de las preferencias partidistas ¨Cque, como las meigas gallegas, ¡°haberlas, haylas¡±¨C, la cuesti¨®n estriba en c¨®mo debe presentar sus datos un organismo como el CIS, y si en estos momentos es factible ¨Co fiable¨C realizar proyecciones electorales sobre elecciones que a¨²n no est¨¢n convocadas.
Los que por profesi¨®n y por trayectoria acumulamos algunos conocimientos sobre c¨®mo est¨¢n evolucionando sociedades como la espa?ola, y cu¨¢les son las principales variables que intervienen en los cambios en curso, sabemos que los comportamientos electorales son cada vez m¨¢s vol¨¢tiles y est¨¢n menos prefigurados por lealtades hist¨®ricas mantenidas, y basadas en intereses estructurales identificables. Como ocurr¨ªa hasta hace poco con las posiciones de clase social, o las adscripciones ideol¨®gicas fuertes. Incluso con las trayectorias familiares de voto.
Ahora tenemos abundante informaci¨®n emp¨ªrica que nos indica que cada vez m¨¢s electores votan por unos u otros partidos seg¨²n lo que m¨¢s les convence en cada momento, y toman sus decisiones cada vez m¨¢s tarde, incluso durante la ¨²ltima semana de las campa?as y hasta el mismo d¨ªa de la votaci¨®n. ?C¨®mo se puede anticipar ¨Cy prever¨C este voto? ?Se puede ¡°estimar¡± o ¡°adivinar¡± en funci¨®n del recuerdo de voto? ?Y qu¨¦ ocurre cuando los electores piensan cambiar de voto? Dif¨ªcil.
Estas razones hacen que no sea factible saber qu¨¦ van a hacer en torno al 10/15% de aquellos que finalmente votar¨¢n. Por eso, los modelos tradicionales de ¡°identificaci¨®n¡± (proyecci¨®n) del ¡°voto oculto¡± (sobre todo del PP) ya no est¨¢n funcionando, ni tampoco muchas de las ¡°estimaciones¡± de apoyos de los nuevos partidos. De hecho, en las dos ¨²ltimas elecciones generales (2015 y 2016) varias empresas demosc¨®picas anunciaron a bombo y platillo la victoria de Ciudadanos y el sorpasso de Unidos Podemos al PSOE. Y ninguna de las dos cosas ocurri¨®.
Por eso, actualmente no podemos confiar en los ¡°modelos de proyecci¨®n¡± electoral tradicionales. La famosa ¡°cocina¡± que dicen algunos. Y, por eso, hasta que no se disponga de nuevos modelos de predicci¨®n electoral contrastados y fiables, una instituci¨®n seria como el CIS debe atenerse a lo que es cierto y est¨¢ sustentado en la propia opini¨®n de los espa?oles encuestados. Es decir, lo que ellos dicen que van a votar, sin ninguna tergiversaci¨®n, ni manipulaci¨®n, ni exorcismo m¨¢gico. Eso s¨ª, el CIS presenta sus datos con total transparencia y con la mayor celeridad posible para que los partidos, soci¨®logos y periodistas que lo deseen hagan las proyecciones y c¨¢lculos que estimen oportunos.
De esta manera, de los pron¨®sticos y elucubraciones ser¨¢ responsable solo aquel que los haga. Y luego las urnas vendr¨¢n a dar la raz¨®n a quien la tenga.
Lo importante es que la opini¨®n p¨²blica no sea enga?ada, y que se pueda diferenciar entre lo que es una informaci¨®n sociol¨®gica rigurosa obtenida por m¨¦todos cient¨ªficos, y lo que solo son ¡°pron¨®sticos¡±. Hay pa¨ªses como Alemania en los que se protege a los ciudadanos de cualquier intento de manipulaci¨®n o enga?o, diferenciando entre los ¡°datos¡± y las ¡°opiniones¡± y ¡°estimaciones¡±. Por eso, se proh¨ªbe mezclar ambas cosas, siendo obligatorio que quien haga una encuesta presente los datos tal como salen, sin m¨¢s aditamentos ni ¡°rec¨¢lculos¡±. Algo que puede efectuar separadamente quien lo desee, publicando un art¨ªculo con su opini¨®n.
Esto no significa que no puedan efectuarse an¨¢lisis prospectivos. Yo los he hecho muchas veces y no renuncio a hacerlos cuando existan modelos alternativos v¨¢lidos. Y siempre habr¨¢ que permitir que se sepa si esto se hace o no al servicio de los intereses de un partido concreto. Es decir, con un sesgo acient¨ªfico. Partido al que algunos pueden querer presentar como la opci¨®n que cuenta con mayores apoyos potenciales. Pero, tal cosa ya no es una cuesti¨®n cient¨ªfica o metodol¨®gica, sino una estrategia pol¨ªtica concreta, que en nuestro caso est¨¢n impulsando algunos empresarios ¨Cno soci¨®logos¨C que, al tiempo que reconocen que est¨¢n trabajando oficialmente para el PP intentan presentarse como independientes (?). A veces ni siquiera son profesionales de la Sociolog¨ªa, ni tienen una formaci¨®n reglada en esta disciplina. ?Qu¨¦ dir¨ªan algunos si algo similar ocurriera en otros campos del conocimiento, y los curanderos, pongamos por caso, intentar¨¢n polemizar con los m¨¦dicos sobre la mejor manera de practicar su ciencia y diagnosticar las enfermedades?
?No estaremos acaso ante debates absurdos en los que, al final, lo ¨²nico que dejan claro es que la Sociolog¨ªa en general y las encuestas en particular son un objeto de poder demasiado codiciado? Frente a tales pretensiones solo cabe defender la profesionalidad de los soci¨®logos, el rigor de los m¨¦todos sociol¨®gicos y la veracidad y transparencia de las informaciones publicadas. ?Por qu¨¦ no dejamos de marear encuestas? ?A qui¨¦n se intenta beneficiar con este proceder?
Jos¨¦ F¨¦lix Tezanos es catedr¨¢tico Em¨¦rito de Sociolog¨ªa de la UNED y presidente del CIS
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