Una postal sensorialen 11 experiencias delCamino Portugu¨¦sde la costa
La esencia jacobea por la orilla del mar
El Camino Portugu¨¦s de la Costa avanza pegado al mar desde A Guarda, en la frontera con Portugal, mecido entre brisas y horizontes azules. En Redondela gira para darse las manos con el Camino Portugu¨¦s del Interior para, juntos, llegar a Santiago de Compostela. Un trazado singular, hecho de agua y tierra en el que todo es dual: una ostra sabe a sal y a dulce, una camelia huele a flor y a oc¨¦ano. En el aire se entrelazan trinos de mirlos con graznidos de gaviotas. Faros que iluminan el Atl¨¢ntico, islas para divisar tierra, versos que son anclas de las letras gallegas y prosa en castellano que trascendi¨® cualquier frontera. De las playas infinitas a la Galicia milenaria, 162 kil¨®metros que guardan las esencias de esta experiencia jacobea ¨²nica.
El peregrino de los 7 caminos diferentes
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El mallorqu¨ªn Jos¨¦ Miguel Hinarejos ha completado, a sus 37 a?os, siete de las nueve rutas jacobeas. Empez¨® a los 22 y, desde entonces, solo o acompa?ado, se ha lanzado a recorrer alg¨²n Camino cada vez que quer¨ªa conmemorar alg¨²n acontecimiento significativo de su vida. El Portugu¨¦s de la Costa lo complet¨® en marzo pasado para celebrar el nacimiento de su segundo hijo. Su voz, pese a su juventud, es la del peregrino experimentado. ?Qu¨¦ destacar¨ªa de este itinerario? ¡°La presencia del mar¡±. Parad¨®jicamente para alguien criado en una isla, Hinarejos sinti¨® como si fuera la primera vez que lo ve¨ªa. Nadie mejor que ¨¦l para destacar, sentido a sentido, lo vivido en este trayecto, mitad de mar, mitad de tierra. Desc¨²brelo pinchando en cada uno de los sentidos.
Un sabor. El de las zamburi?as
"Su regusto dulz¨®n luchaba en el paladar con el penetrante sabor del ajo y el perejil de esta tierna hermana de la vieira".
Un olor. El de los puertos del Camino
"Hay un aroma especial en los peque?os muelles de ciudades como A Guarda o Baiona a pescado fresco que me resulta muy cercano".
Un sonido. El del saludo de los peregrinos
¡°Cuando escuchas ¡®Buen Camino¡¯ en acentos diferentes te sientes arropado. Pero, especialmente, cuando los lugare?os te regalan un 'Bo Cami?o'. Son solidarios y te hacen ser mejor persona¡±.
Un roce. El del musgo en los bosques
"Adentrarse en la espesura y sentir el tacto, entre suave y ¨¢spero, del musgo h¨²medo sobre la piedra".
Una visi¨®n. Los hitos que marcan el Camino
"Me emocionaba cada moj¨®n que marca la ruta, con la flecha y la vieira, porque, aunque no son algo extraordinario, me indicaban que estaba m¨¢s cerca de la meta y que, al mismo tiempo, segu¨ªa disfrutando del viaje".
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Las playas: el refrescante regalo del Camino
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Trazar el Camino Portugu¨¦s de la Costa significa sumergirse en playas del Atl¨¢ntico en las que la vista se pierde entre la arena blanca y un horizonte infinito. M¨¢s de 30 arenales hilvanan el litoral gallego enmarcados en peque?as parroquias, como la de Codesal, en la desembocadura del Mi?o, o al costado de n¨²cleos urbanos, como la de Samil (Vigo), salpicada de restaurantes, hoteles y piscinas.
Tambi¨¦n se encuentran en parajes naturales. En la de Am¨¦rica, en Nigr¨¢n (Pontevedra), a medio camino de Baiona y Vigo, el peregrino se topa con una de las m¨¢s largas (por encima del kil¨®metro) y de las m¨¢s tranquilas. Separada de la de Panx¨®n por la delgada desembocadura del r¨ªo Mu¨ª?os, ambas conforman una bah¨ªa, id¨®nea para relajarse y para los atardeceres muy fotografiables. Pese a estar junto al municipio, su entorno vegetal invita a sentirse lejos de la civilizaci¨®n sin renunciar a las comodidades mundanas.
Una mirada a lo vivido (y a lo est¨¢ por venir)
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Desde el monte de Santa Tegra (Santa Tecla, en castellano), en A Guarda (Pontevedra) y junto a la desembocadura del Mi?o, el peregrino realiza un viaje temporal a los or¨ªgenes de Galicia. Sobre ¨¦l se alza el mayor castro descubierto en la regi¨®n y uno de los mejor conservados: una bulliciosa ciudad que acogi¨® hasta 5.000 habitantes en su ¨¦poca de esplendor, entre los siglos I y IV a.C, cuando estos n¨²cleos no superaban los 200 vecinos, y donde conflu¨ªan las culturas atl¨¢nticas, mediterr¨¢neas, centroeuropeas y romanas.
La disposici¨®n de los edificios sigue una estructura l¨®gica, aunque de primeras parezca ca¨®tica, en torno a calles y canales. Los habitantes eligieron esta zona alta para protegerse de ataques.
Las familias habitaban viviendas circulares en torno a un patio central, como p¨¦talos de una flor, donde se mezclaban el olor de la le?a quemada, de la paja y de los talleres artesanos.
Las familias habitaban viviendas circulares en torno a un patio central, como p¨¦talos de una flor, donde se mezclaban el olor de la le?a quemada, de la paja y de los talleres artesanos.
La ciudad
Las vivienda
Los simbolos
El sonido m¨¢s antiguo y m¨¢s vivo de Galicia
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Si hay un sonido que destaca en el Camino es el de la gaita. Marina Fern¨¢ndez, gaiteira del grupo As Maraghotas de Vigo (Pontevedra), por donde transcurre la ruta, cree que su instrumento, pese a tenerse constancia de ¨¦l desde el siglo XIII, cuenta con un repertorio vivo y cambiante, en movimiento, como el aire que llena el fol (el odre de piel) y sale dibujando melod¨ªas que marcan los pasos de la mu?eira y transmiten emociones profundas y vers¨¢tiles. Esta es la prueba:
Alegr¨ªa y libertad
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La mu?eira transmite el j¨²bilo y la libertad de la m¨²sica y el baile tradicional gallego cuando surgen de la improvisaci¨®n.
Curiosidad
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Un sonido que recuerda al chifro, el instrumento que los vendedores ambulantes, como los afiladores, usan para llamar la atenci¨®n. Despierta la intriga y las ganas de acercarse.
Melancol¨ªa y satisfacci¨®n
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La gaita canta al trabajo, en el campo y en los talleres, y recorre un arco de emociones, de la melancol¨ªa y la tristeza a la satisfacci¨®n de una labor bien hecha y la tranquilidad
C¨ªes, bocados de tierra al horizonte
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En el horizonte de este Camino marino hay una visi¨®n que gu¨ªa al peregrino: sobre el mar se recorta la silueta de las islas C¨ªes como un relieve tallado contra el cielo.Ese contorno pertenece al parque nacional mar¨ªtimo-terrestre de las Islas Atl¨¢nticas y se divisa desde m¨²ltiples puntos de la ruta. Por ejemplo, desde el faro del cabo de Silleiro, en Baiona (Pontevedra), una atalaya de 30 metros muy cerca de la ruta jacobea. Construido en 1924, lleg¨® a ser el m¨¢s avanzado de Espa?a en la d¨¦cada de los cuarenta y pr¨®ximamente conjugar¨¢ su labor de gu¨ªa para los pescadores con el de hotel con encanto al borde del mar.
Brindar con un trago de Atl¨¢ntico
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?lvaro Cunqueiro, c¨¦lebre cronista, escritor y gastr¨®nomo gallego del siglo XX, dijo que la ostra ofrece un sabor espiritual, como una saudade del mar. Una especie de nostalgia oce¨¢nica, yodada y c¨ªtrica. Esta morri?a galega se convierte en celebraci¨®n en Arcade, parroquia de la r¨ªa de Vigo (Pontevedra) donde la ostra tiene desde 1987 su propia fiesta en abril. All¨ª se abren cada a?o hasta 100.000 de estas delicias que se lavan en albari?o. Cuenta Paco Corral, chef del restaurante Veiramar ¨Ccon vistas privilegiada a la r¨ªa-- y pregonero del ¨²ltimo festival, que las variedades se distinguen no solo por su forma, sino tambi¨¦n por su sabor:
Ostra plana (edulis)
Concha redonda, c¨®ncava y fina
salino y fino
salado y a oc¨¦ano
fina, se deshace en boca
Ostra francesa (rizada)
Concha alargada y rizada
menos fino y toque dulz¨®n
salado y con notas a caf¨¦ con leche
carnosa y vigorosa
Capricho termal a pie de calle
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El agua tambi¨¦n regala experiencias singulares al peregrino lejos del mar. En Caldas de Reis, a 36 kil¨®metros de nuestra meta, la fuente termal de las Burgas ofrece alivio y gozo a 45 grados al que sumerge los pies en ella. Se encuentra en plena calle en el centro del concello. Justo enfrente, hay otra fuente gemela de la que brota agua fr¨ªa. Aunque los surtidores son del siglo XIX, los ingenieros romanos fueron los primeros en reconocer la calidad de estas aguas sulfurosas y en construir termas a sus alrededor.
Esta tradici¨®n minero-medicinal ha llegado hasta hoy en forma de hoteles con spa. El balneario D¨¢vila es un se?orial edificio que conserva el sabor de sus m¨¢s de dos siglos de existencia y un fresco ca?averal de bamb¨² centenario tra¨ªdo de Filipinas. Y la casa Acu?a, con unas vistas sensacionales al r¨ªo Umia desde sus estrechos balcones acristalados inconfundiblemente gallegos, ofrece tratamientos para el bienestar desde 1906.
El ancla de Galicia est¨¢ en Iria Flavia
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Se escuch¨® m¨¢s de una vez decir con humor al escritor Camilo Jos¨¦ Cela que los de Santiago eran buenos rapaces, pero les robaban los muertos a los de Iria Flavia, la parroquia de Padr¨®n en la que naci¨® el premio Nobel de Literatura. Se refer¨ªa a los restos de Rosal¨ªa de Castro, poetisa y literata del Rexurdimento y ancla de las letras gallegas que, tras recibir sepultura en el cementerio iriense de Adina ¡ª"Entre la madreselva florecida y la herm¨¦tica y ofendida camelia", como describi¨® Cela¡ª, se trasladaron al Pante¨®n de Gallegos Ilustres de Santiago de Compostela. Pero tambi¨¦n a los del ap¨®stol que, como la tradici¨®n destaca, atracaron en el puerto fluvial de Iria Flavia y acabaron igualmente en la capital gallega.
Los que a¨²n reposan en Adina son los del autor de La familia de Pascual Duarte, frente a la casa museo que permite ver el mundo del escritor a trav¨¦s de sus manuscritos, su colecci¨®n de arte y de objetos tan cotidianos, pero inconfundiblemente suyos, como sus ic¨®nicas gafas de montura negra. Tambi¨¦n descubrir esta peque?a villa, a 20 kil¨®metros de la capital, con una historia larga y fascinante: de ciudad romana a sede episcopal y, mucho despu¨¦s, hogar de literatos.
Escucha la descripci¨®n que Cela hace de Iria Flavia en ¡®Del Mi?o al Bidasoa¡¯ (1952)
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A 10 minutos a pie de Iria Flavia queda un rinc¨®n donde sigue viviendo Rosal¨ªa de Castro. Es la Casa de la Matanza su ¨²ltima residencia y hoy museo en el que se conoce a la poetisa a trav¨¦s de sus objetos, sus retratos y sus recuerdos. Entre ellos, el ¨²ltimo antes de que cerrara los ojos para siempre, la cama desde la que pidi¨® a su hija Alejandra que le otorgara una ¨²ltima visi¨®n: ¡°Abre esa ventana que quiero ver el mar¡±, reclam¨®. Desde su habitaci¨®n, el Atl¨¢ntico queda a m¨¢s de 15 kil¨®metros, pero Rosal¨ªa seguramente imagin¨® las costas coru?esas de su infancia al mirar c¨®mo se mecen los laureles y casta?os de la villa padro?esa a la que dedic¨® algunos versos.
Escucha la descripci¨®n que de Iria Flavia hace Rosal¨ªa en este fragmento de un poema de ¡®En las orillas del Sar¡¯ (1884)
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El trasatl¨¢ntico escondido en el bosque gallego
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En Faramello, a 12 kil¨®metros de Santiago, hay que adentrarse en la rec¨®ndita espesura boscosa para encontrar la historia de Galicia en el pazo que lleva el nombre de la parroquia. Una impresionante residencia del siglo XVIII, ejemplo de barroco compostelano, que surca como un colosal trasatl¨¢ntico de piedra sobre un mar verde de laureles, casta?os, acebos, robles, madro?os y alisos. El visitante es transportado con la vista y el olfato a lugares tan lejanos como Jap¨®n, con la ros¨¢cea blancura de las velas de los ciruelos al final del invierno y su aroma dulz¨®n.
Quien no crea que el pazo navega, debe ensanchar los o¨ªdos para captar el rumor del agua frotando la presa sobre el r¨ªo Tinto que abastec¨ªa a la f¨¢brica de papel que dio origen al edificio en 1714. Este colosal bajel se puede abordar para hacer una traves¨ªa corta. Su patr¨®n, el gallego Gonzalo Rivero, de 50 a?os ¡ªa cuya familia pertenece desde hace 10 generaciones¡ª se encarga de pilotarlo y ense?arlo de proa a popa, todos los d¨ªas a las 12.00 y a las 17.00 horas.
Las otras voces que saludan al peregrino
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En las copas de los ¨¢rboles del Camino tambi¨¦n se escuchan conversaciones. Y sobre los tejados, y los cruceiros... El Camino Portugu¨¦s de la Costa atraviesa un parque nacional y cinco espacios protegidos por la Red Natura 2000 (red ecol¨®gica europea de ¨¢reas para la conservaci¨®n de la biodiversidad) donde habitan o pasan al menos parte del a?o varios centenares de especies de aves. Abajo escuchar¨¢s sus trinos para que los puedas diferenciar si te cruzas con ellos.
El mirlo com¨²n es un melodioso improvisador, tan experimentado como un m¨²sico de jazz. Su repertorio ¡ªaflautado, met¨¢lico, que desciende a registros graves¡ª es tan variado que da la impresi¨®n de ser espont¨¢neo e hipn¨®tico.
Esc¨²chalo
El grito de guerra del busardo ratonero resuena como un fino maullido de gato. Esta ave rapaz parduzca, como un ¨¢guila peque?a, planea sobre las sendas del Camino y cuando el peregrino lo aviste posado en lo alto estar¨¢ a punto de cazar alg¨²n roedor o insecto que pase junto a la senda..
Esc¨²chalo
Corto, veloz y penetrante es el trino del petirrojo europeo. A veces, m¨¢s l¨¢nguido y lastimero, como si anhelara morder la fruta de los huertos. Pero esta ave agricultora est¨¢ al acecho del fest¨ªn de bichos que los labriegos desentierran al arar la tierra.
Esc¨²chalo
La gaviota patiamarilla lleva a todas partes su charanga de trompetas. Este planeador marinero sobrevuela las costas peninsulares y tiene en el parque natural de las Islas Atl¨¢nticas, frente a la costa de Pontevedra, su principal colonia.
Esc¨²chalo
El discurso del carbonero com¨²n es como una risa nerviosa. Una r¨¢faga de dos o tres s¨ªlabas que chisporrotea, cerca de pueblos y ¨¢rboles frutales en los que anida. No es raro ver a un carbonero posado sobre la mano de un peregrino en cualquier parque p¨²blico.
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La flor que cede su olor al mar
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Cuando los ojos del peregrino se topen con los delicados p¨¦talos rizados de una camelia, sabr¨¢ que va por el buen camino. Esta esponjosa flor crece pr¨®speramente en los h¨²medos y ¨¢cidos suelos de las R¨ªas Baixas, y acompa?a a quien recorre el Camino Portugu¨¦s y su variante de la Costa. No la percibir¨¢, sin embargo, por su fragancia, pues casi no tiene. Se ha integrado tan bien en Galicia ¡ªlleg¨® hace tres siglos desde Jap¨®n¡ª que cede sus aromas al mar, a los pastos y a los huertos de la regi¨®n.
Pocas criaturas, no obstante, rivalizan en variedad, belleza y colorido con las camelias: rosas, blancas, rojas, amarillas, jaspeadas... M¨¢s de 250 especies que fascinan tanto a los gallegos que han trazado rutas en torno a los Caminos por pazos, parques y castillos para admirarlas.
Una visi¨®n que compite con las camelias
La camelia habita jardines urbanos. En el de la Alameda de Santiago, el principal pulm¨®n de Santiago de Compostela, esta flor ocupa un lugar especial entre limoneros, palmeras y eucaliptos. Y el peregrino podr¨¢ contemplarla mientras a la vez observa, desde el mirador norte, la ansiada meta que se marc¨® cuando comenz¨® su periplo: la catedral de Santiago.
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