Antes de convertirse en uno de los artistas m¨¢s importantes de la segunda mitad del siglo XX, Eduardo Chillida fue guardameta del equipo de su alma, la Real Sociedad. Con 19 a?os y tras 14 partidos como profesional una lesi¨®n de rodilla lo empuj¨® a la creaci¨®n, aunque ¨¦l siempre rese?¨® las confluencias e intersecciones que deporte y arte ten¨ªan
Cap¨ªtulo 1: Arte y f¨²tbol
Mirar de verdad es un esfuerzo abnegado, cuando Eduardo Chillida (San Sebasti¨¢n, 1924-2002) miraba un campo de f¨²tbol ve¨ªa una superficie bidimensional que, solo en las ¨¢reas, en la conjunci¨®n de estas con las porter¨ªas, formaba un diedro, dos planos con una arista en com¨²n: la l¨ªnea de gol. Justo el lugar donde sucede todo lo que resulta determinante en el f¨²tbol: donde se dirime la victoria o la derrota, donde una falta defensiva condena al meta a sostener a solas la esperanza de toda la afici¨®n frente a un lanzador situado a once metros. Y es que, antes de convertirse en uno de los artistas m¨¢s importantes de la segunda mitad del siglo XX en todo el mundo, el guipuzcoano fue portero del equipo de sus amores, la Real Sociedad, y siempre defendi¨® que las virtudes de un buen cancerbero eran id¨¦nticas a las que deb¨ªa atesorar un escultor audaz: ambas disciplinas eran cuesti¨®n de tiempo y espacio, mirada y reacci¨®n. ¡°En los penaltis, mi padre siempre trazaba con los tacos una raya en el c¨¦sped, pero no en el centro de la porter¨ªa, no: un poquito a la derecha¡±, cuenta su hijo Luis, ¡°desplazada lo suficiente para condicionar la percepci¨®n inconsciente del lanzador e indicarle por d¨®nde hab¨ªa m¨¢s hueco para tirarlo, para lanzarse ¨¦l a ese lado¡±. Dice incluso que su padre, pertinaz, trat¨® de convencer a Arconada, los guantes realzales m¨¢s legendarios: ¡°Luis, cuando dejes el f¨²tbol deber¨ªas dedicarte a la escultura¡±.
Apenas una d¨¦cada despu¨¦s de que una lesi¨®n lo retirase a ¨¦l, en el a?o 1953, cuando el apellido Chillida se mentaba en carnicer¨ªas, zapater¨ªas o bodegas donostiarras refiri¨¦ndose todav¨ªa al portero malogrado, no al reconocido escultor abstracto que era ya en la ¨¦poca, un electricista de Hernani acudi¨® a su taller a reparar una aver¨ªa. En silencio, de reojo, mientras lidiaba con el cableado, no perdi¨® pista de su trabajo. Al final de la jornada, se acerc¨® a Chillida y le dijo: ¡°Ya entiendo lo que hace: es como la m¨²sica, pero con hierro¡±.
En su brega con el acero, andaba justo componiendo unas esculturas que titul¨® La m¨²sica de las esferas. Sensibilidad: ¡°ojos para mirar, para re¨ªr, para llorar; ?ser¨¢n tambi¨¦n capaces de ver?¡±, reza uno de sus aforismos. ¡°Al aitona le encantaba rodearse de poetas, artistas, fil¨®sofos, pero tambi¨¦n de deportistas, de vecinos, de cualquier persona cuya conversaci¨®n fuera capaz de suscitarle nuevas preguntas¡±, explica su nieto Mikel.
Chillida fue para sus ocho hijos y 27 nietos, citando palabras de Mikel, ¡°un faro que ilumin¨® pero supo no deslumbrar¡±. Gracias a ¨¦l, los valores del deporte, la curiosidad y la prospecci¨®n del arte se propagaron, enraizaron y crecieron en cuantos lo rodearon. Arte y f¨²tbol, en San Sebasti¨¢n, son realidades conexas, magnitudes unidas por ¨¦l, tanto que, de hecho, la Real Sociedad y el museo Chillida Leku, que preserva su obra y legado, organizan unas jornadas denominadas Korner en las que, como suced¨ªa en su casa, conviven y dialogan el mundo del deporte y de la creaci¨®n juntos.
Luis Arconada (portero de la Real Sociedad durante m¨¢s de 20 a?os, tres veces ganador del premio Zamora)
Los dos fuimos porteros en diferentes ¨¦pocas. Pero uno de los encuentros m¨¢s emotivos con Eduardo fue quiz¨¢s el m¨¢s inesperado e improvisado, en la celebraci¨®n del primer t¨ªtulo liguero, del a?o 1981. Ven¨ªamos desde Vitoria, recorriendo diferentes localidades de Guip¨²zcoa y en la entrada a Donostia, a la altura del t¨²nel del Antiguo, vi a Eduardo y a Pilar entre la multitud, como dos realistas m¨¢s, festejando el t¨ªtulo. Ped¨ª que parase el autob¨²s y baj¨¦ compartir con ¨¦l ese primer gran ¨¦xito de nuestro querido equipo.
El¨ªas Querejeta (exfutbolista y productor, guionista y director de cine)
Sol¨ªamos coincidir en el tranv¨ªa San Sebasti¨¢n-Hernani. A veces, cuando Eduardo no aparec¨ªa, esperaba al siguiente tranv¨ªa para poder coincidir con ¨¦l. (Pasado el tiempo, un d¨ªa me confes¨® que ¨¦l hac¨ªa lo mismo). Yo, en aquella ¨¦poca, era jugador de la Real Sociedad. Pero nuestras conversaciones futbol¨ªsticas apenas duraban unos minutos. (El viaje duraba 45 minutos). Habl¨¢bamos de cine, de arquitectura, de escultura, de las ¨²ltimas lecturas y de todo lo que nos parec¨ªa atractivo seg¨²n nuestras sensibilidades y puntos de vista. Parte de lo que habl¨¢bamos ten¨ªa que ver con nuestras diferentes infancias. [¡] Pero lo que no olvidar¨¦ es aquel viaje en el que me cont¨® que de no haberse da?ado la rodilla ten¨ªa la impresi¨®n de que continuar¨ªa siendo portero de la Real. Y, luego me mir¨® y me dijo: ¡°No quiero que te lesiones¡ pero cuando dejes de dar patadas a un bal¨®n, pronto, seguro que tienes cosas importantes que hacer y seguro que las har¨¢s¡±.
Cap¨ªtulo 2: El portero
Con las palmas c¨®ncavas, si juntas los dos pulgares, cierras el espacio. El bal¨®n no pasa. Haciendo el gesto para que lo imitara, el aitona se lo repet¨ªa a Mikel, que de ni?o fue el portero del equipo donde empez¨® su andada otra leyenda realzale, Xabi Prieto. Chillida ten¨ªa un f¨ªsico imponente: remo, nataci¨®n, f¨²tbol¡ (¡°estaba como un toro, era una cosa de familia, les gustaban todos los deportes¡±, indica Luis irgui¨¦ndose, imitando los anchos hombros de su padre).
Sobresali¨® bajo el arco, lo que lo condujo a verse, con apenas 18 a?os, defendiendo la porter¨ªa de la Real Sociedad, el club que su padre Pedro hab¨ªa llegado a presidir, del que todos sus parientes y amigos eran fervientes seguidores. Debut¨® el 27 de septiembre de 1942 con derrota por tres a dos frente a CA Osasuna. Luego, vino una sucesi¨®n de buenos resultados y mejores actuaciones por su parte que auguraban un porvenir magn¨ªfico. Hasta que, tras 14 partidos, en Valladolid, despu¨¦s de un golpe franco, la rodilla cruji¨®.
Se rompi¨® los ligamentos y el menisco y, aunque se oper¨®, aunque la prensa ten¨ªa la esperanza de verlo incorporarse a la pretemporada del curso siguiente ¡ªhab¨ªa brillado tanto que hab¨ªa recibido ofertas de Real Madrid, FC Barcelona y Atl¨¦tico de Madrid¡ª, ¨¦l tuvo que sentarse con su padre y tomar una decisi¨®n. ?Puedo seguir? ?Merece la pena? ¡°Cojeaba¡±, lamenta su hijo Luis; ¡°caminando disimulaba bien pero ya no pod¨ªa correr. Y, como era tan orgulloso, nunca quiso llevar bast¨®n¡±.
28 de septiembre de 1942, Unidad
En la segunda parte se marcaron tres tantos m¨¢s: dos por Osasuna y uno la Real. Los de los locales fueron logrados por Juanito y Gast¨®n, siendo el de este ¨²ltimo verdaderamente magn¨ªfico. Un tiro desde lejos, bien colocado, que Chillida nada pudo hacer por detenerlo. El de la Real lo marc¨® Ontoria.
5 de octubre de 1942, La voz de Espa?a
Chillida bloca con estilo y agilidad un centro del exterior derecha mallorqu¨ªn.
8 de febrero de 1943, El diario vasco
17 de febrero de 1943, Unidad
¡ª ?Eso dice?
¡ª Eso mismo. Pero si el equipo de Valladolid es un ¡°hospital ambulante¡± desde el encuentro del Molin¨®n, el nuestro no le va en zaga desde el domingo ¨²ltimo.
¡ª Es verdad. No tienen m¨¢s que darse una vueltecita por aqu¨ª y se convencer¨¢n. Chillida en cama; Urbieta, sin poder andar; Teller¨ªa, ¨ªdem de ¨ªdem, y ?para qu¨¦ seguir!
¡ª Las consecuencias tendremos que soportarlas el domingo pr¨®ximo en Sabadell, aunque no faltan ¨¢nimos en la muchachada.
16 de febrero de 1943, Unidad
El magn¨ªfico portero realista, que a causa de las lesiones sufridas en Valladolid se duda que pueda alinearse contra el Sabadell. El cancerbero donostiarra destac¨® extraordinariamente en el encuentro del pasado domingo.
El infortunio alumbr¨® al artista, que sin embargo se reconoci¨® siempre en el portero. ¡°Me he criado dando balonazos a sus esculturas, emple¨¢ndolas como porter¨ªa¡±, confiesa sonri¨¦ndose Mikel. An¨¦cdota elocuente, por cuanto revela de su visi¨®n del arte: la obra no es un objeto sacro que ha de preservarse intacto, digno de alabar; se integra en el espacio y cambia con ¨¦l y con quienes lo habitan: ¡°Hicimos un an¨¢lisis al acero del Peine del viento [la escultura que leg¨® a su ciudad en 1977, situada en el extremo de la bah¨ªa de la Concha]; apenas ha perdido unos mil¨ªmetros de espesor y, a medida que se oxida, se mineraliza, y el almagre y el rojo conquistan la piedra, confundi¨¦ndose roca y hierro cada d¨ªa un poco m¨¢s. Todo eso estuvo en la cabeza de mi padre. A nosotros siempre nos pidi¨® que toc¨¢ramos las esculturas¡±, relata Luis, el s¨¦ptimo de los ocho v¨¢stagos.
De hecho, el inventor del arte p¨²blico en Europa acud¨ªa a la met¨¢fora de la soledad del portero ante el penalti para definir la misi¨®n y el m¨¦rito de aquellas obras erigidas en plazas o parques, expuestas a la vista y el juicio de tantos ojos.
¡ª?Sabes c¨®mo se le ocurri¨® lo de colocar esculturas en el espacio p¨²blico?
¡ªNi idea.
¡ªFue en los cincuenta. Hab¨ªa tenido mucho ¨¦xito y su galer¨ªa parisina, la m¨¢s importante del momento, le pidi¨® que hiciera esculturas en serie, con moldes, para regar con obra suya todo el mundo. El aita hac¨ªa unas 15 al a?o, era imposible satisfacer la alta demanda. Mi madre, Pilar Belzunce, le pidi¨® que lo considerara, pero ¨¦l se neg¨®: ¡°Yo necesito saber que he trabajado cada pieza¡±, dec¨ªa. As¨ª que invirti¨® los t¨¦rminos: en vez de muchas obras para pocos propietarios, multiplicar¨ªa los propietarios. Poca obra para muchos. As¨ª dio con la idea de explorar grandes formatos y colocarlos en las ciudades, al alcance de todo el mundo.
Ante esas piezas, ya no limitadas a un circuito art¨ªstico, se multiplicaron tambi¨¦n las voces que le preguntaban: ¡°Se?or Chillida, ?puede explicarme qu¨¦ significa?¡± ¡°Mi padre, invariablemente, les dec¨ªa: ¡®?Ve usted ese ¨¢rbol? ?Le gusta? Ahora, ?puede explic¨¢rmelo? Pensaba que la obra ten¨ªa existencia por s¨ª misma y hab¨ªa de defenderse sola.¡±, explica Luis, a lo que a?ade Mikel: ¡°Esas esculturas, dec¨ªa, son como el portero, con los ojos de un estadio entero clavados en ¨¦l, en el momento de un penalti¡±.
Cap¨ªtulo 3: El artista
Comenz¨® en Madrid la carrera de Arquitectura en 1943, aunque lo que le interesaba de veras era el arte. Pod¨ªa pasarse los d¨ªas dibujando. Entonces escuchaba aquello de ¡°qu¨¦ buena mano tienes, Eduardo¡±, lo cual, lejos de halagarlo, lo inquietaba. ?Eso era todo? El arte no pod¨ªa consistir en que la cabeza siguiera los designios de una mano decidida, h¨¢bil, as¨ª que empez¨® a dibujar con la zurda. ¡°Tambi¨¦n escrib¨ªa con la izquierda, en may¨²sculas y sin levantar el bol¨ªgrafo del papel. Era su forma de tomarse su tiempo, de asegurarse de que tras toda ejecuci¨®n, lenta por fuerza, hab¨ªa una reflexi¨®n medida¡±, comenta Mikel, que asegura que jam¨¢s podr¨ªa imaginarse a su abuelo tomando un atajo: ¡°Nunca utiliz¨® ¨¢cidos para acelerar la oxidaci¨®n de sus esculturas, la lluvia y la intemperie se encargaban de otorgarles su caracter¨ªstico color; de hecho, las esculturas en pr¨¦stamo en Alemania regresan m¨¢s oscuras y evolucionan distinto las de Finlandia y las espa?olas. Trabajaba escuchando las demandas del material, llegando a conclusiones solo a partir de esa experiencia.
Un ejemplo m¨¢s: para rehabilitar el caser¨ªo de Chillida Leku busc¨® robles que dej¨® secar y trabaj¨® a mano; cada viga supuso unos cuatro a?os de labor y paciente espera¡±.
Como artista, Chillida siempre estuvo m¨¢s cerca de la filosof¨ªa que de las corrientes m¨¢s fulgurantes de su tiempo: The Factory, Andy Warhol produciendo en cadena serigraf¨ªas, el arte pop¡ Y eso que su carrera despeg¨® pronto y nunca dej¨® de ganar altura, coloc¨¢ndolo en un olimpo que solo unos pocos tienen el privilegio de merecer. En 1948 se mud¨® a Par¨ªs y present¨® su primera escultura en yeso, de inspiraci¨®n m¨¢s cl¨¢sica. En 1949 expone en el parisino Sal¨®n de Mayo. Y, aunque luego regresa a San Sebasti¨¢n sinti¨¦ndose fracasado, su mujer, Pilar Belzunce, la ¨²nica capaz de hacer que los pies de aquel so?ador tocaran tierra, lo zarande¨® y le dijo: ¡°?C¨®mo vas a estar acabado si ni siquiera has empezado?¡±. Ten¨ªa raz¨®n.
Tras sus hallazgos en hierro, en 1954 tuvo su primera exposici¨®n individual en Madrid y dos a?os m¨¢s tarde con la galer¨ªa Maeght en Par¨ªs. En 1958 se alz¨® ya ganador del premio internacional de escultura de la Bienal de Venecia. El estrellato estaba ah¨ª, entre sus dedos. Desde que ganara el premio Kandinsky en 1960 hasta su fallecimiento en 2002, los honores no parar¨ªan ya de sucederse, como una avalancha abrumadora e incesante: retrospectiva en Houston (1966), profesor visitante en Harvard (1971), retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York (1980), premio imperial de Jap¨®n (1991), miembro honorario de la Academia de Arte de San Fernando (1994), retrospectiva en el museo Reina Sof¨ªa (1998), miembro de la Academia de Bellas Artes de Par¨ªs (2001)¡
?Saben, sin embargo, qu¨¦ dijo tras sus primeras muestras?
¡°La gente me apoy¨® y se volc¨® conmigo de la manera en que Atotxa se vuelca con la Real¡±
El 19 de agosto de 2002, en San Sebasti¨¢n, se desped¨ªa el portero, el txuri urdin, el artista espa?ol tal vez m¨¢s influyente desde Picasso. Y el tiempo le ha dado la raz¨®n. El pasado marzo se present¨® el ¨²ltimo volumen su cat¨¢logo razonado de escultura, elaborado por su hijo Ignacio Chillida y por Alberto Cobo. En su largo camino dej¨® 1.400 obras. Sin atajos. Sin series, copias, facs¨ªmiles. Ese es todo su legado, cuyo valor crece cada d¨ªa que pasa.
Cap¨ªtulo 4: El legado
Llevaba tiempo rondando su cabeza: necesitaba espacio para guardar y dejar oxidar sus esculturas. En 1983, tras una exposici¨®n en la casa de Goya en Burdeos, Pilar Belzunce y Eduardo Chillida se ofrecieron a llevar en coche hasta San Sebasti¨¢n al c¨®nsul de Espa?a all¨ª, Santiago Churruca. ¡°As¨ª os ense?o unos terrenos que tengo en Hernani¡±, les dijo el diplom¨¢tico. Cuando Chillida contempl¨® aquel c¨¦sped verde, las hayas, los magnolios, aquel caser¨ªo de finales del siglo XV en franca ruina, toc¨® el hombro de su mujer y le susurr¨® al o¨ªdo: ¡°Es aqu¨ª, Pili, tienes que comprarle estas parcelas¡±.
La loma, a una decena de kil¨®metros de San Sebasti¨¢n, linda por un lado con una yeguada del ej¨¦rcito, y por el otro, tras la carretera, con un jai alai, un front¨®n de cesta punta. ¡°Los caminos, cuando era peque?o, estaban hechos con la escoria del hierro que utilizaba mi abuelo en las esculturas¡±, cuenta Mikel, de cuya expresi¨®n brota una sonrisa al recordar c¨®mo por esas sendas aprendi¨® antes a montar en moto que en bici, con apenas cuatro a?os: ¡°no hab¨ªa pantal¨®n que resistiera esas ca¨ªdas, llevaba siempre las rodillas peladas¡±. Eso es Chillida Leku. El museo, sede de la Fundaci¨®n Eduardo Chillida-Pilar Belzunce, es antes que nada el alma de esa familia, el depositario de unos valores que impregnan no solo las obras que se erigen all¨ª como parte del paisaje, sino las ramas, el aire, y hasta las hordas de lagartijas que se movilizan con cada pisada en ese c¨¦sped.
¡°Varios de mis hermanos se dedicaron al arte, y mi padre nunca trat¨® de coartarlos o de marcarles directrices. De ni?os, nos ense?aba a mirar: nos hac¨ªa observar unos minutos una habitaci¨®n, luego entraba ¨¦l y cambiaba varias cosas de sitio y nos preguntaba: ?qu¨¦ ha variado? Recuerdo a uno de mis hermanos que, con ocho a?os, le repet¨ªa a mi padre: ¡®pap¨¢, pap¨¢, yo no quiero saber, el saber me hace da?o¡¯; luego fue a aprender pintura con Antonio L¨®pez y ¨¦ste le dijo a mi padre: ¡®Eduardo, es que el ni?o solo tiene que pintar lo que tiene dentro. A m¨ª ¡ªindica Luis¡ª siempre me encantaron las motos. Mi padre, a pesar de que perdi¨® a su hermano Ignacio en un accidente, nunca me dijo ¡®haz otra cosa¡¯, siempre me anim¨®. Mi madre me dec¨ªa ¡®no corras, pero gana¡±.
Deporte y arte, mirada y reflexi¨®n. Cuanto relatan Luis y Mikel, los descendientes de Eduardo Chillida, el aprendizaje que dicen deber en igual medida al portero y al artista, se contagia de veras al visitante de Chillida Leku. La fundaci¨®n se halla ya inmersa en la preparaci¨®n de la conmemoraci¨®n del centenario del nacimiento del escultor, que se celebrar¨¢ el 10 de enero de 2024. ¡°La conmemoraci¨®n impulsar¨¢ un completo programa de exposiciones, m¨²sica, educaci¨®n y pensamiento de car¨¢cter tanto local como internacional que se convertir¨¢ en un momento excepcional para celebrar y divulgar la obra del artista¡±, cuenta su nieto Mikel. Un programa que comenz¨® hace ya unas semanas, cuando instalaron en uno de los claros, en esos pastos de Hernani, Lugar de encuentros IV, una escultura procedente del Museo de Bellas Artes de Bilbao, y que se prolongar¨¢ durante dos a?os, periodo durante el cual la cineasta Arantxa Aguirre filmar¨¢ un documental sobre el museo Chillida Leku. ¡°Basta con mirar el leve pendular de una obra de semejante rotundidad en un paisaje como este para entender¡±, se dicen entre s¨ª Mikel y Luis, nieto e hijo de Chillida; ¡°es nuestra responsabilidad preservar y transmitir este legado¡±.
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