El fanfarr¨®n tiene la ¨²ltima palabra
Una canci¨®n de desamor de Claude Fran?ois es la insospechada base del himno m¨¢s jactancioso de Frank Sinatra
Seg¨²n una leyenda urbana, la l¨¢pida de Frank Sinatra (1915-1998) lleva este orgulloso lema: ¡°Lo hice a mi manera¡±. Y muchos le han imitado. En verdad, Frankie opt¨® por algo m¨¢s ambiguo, ¡°Lo mejor est¨¢ por llegar¡±, en referencia a otro de sus ¨¦xitos, The Best Is Yet To Come.
Sinatra termin¨® por detestar My Way. Oh s¨ª, era consciente de su impacto. Durante una actuaci¨®n en el Madison Square Garden neoyorquino, se refiere jocosamente a ella como ¡°el himno nacional estadounidense, p¨®nganse en pie¡±; corr¨ªan los a?os setenta, luego conocidos como la D¨¦cada del Yo. Con el paso de...
Seg¨²n una leyenda urbana, la l¨¢pida de Frank Sinatra (1915-1998) lleva este orgulloso lema: ¡°Lo hice a mi manera¡±. Y muchos le han imitado. En verdad, Frankie opt¨® por algo m¨¢s ambiguo, ¡°Lo mejor est¨¢ por llegar¡±, en referencia a otro de sus ¨¦xitos, The Best Is Yet To Come.
Sinatra termin¨® por detestar My Way. Oh s¨ª, era consciente de su impacto. Durante una actuaci¨®n en el Madison Square Garden neoyorquino, se refiere jocosamente a ella como ¡°el himno nacional estadounidense, p¨®nganse en pie¡±; corr¨ªan los a?os setenta, luego conocidos como la D¨¦cada del Yo. Con el paso del tiempo, se hart¨® de ser representado por aquella canci¨®n p¨¦trea, carente de la sofisticaci¨®n mel¨®dica y la elegancia literaria de sus queridos standards.
Pero la grab¨® sin dudarlo, en 1968. Un profesional necesita ¨¦xitos, sobre todo cuando se siente asediado por una irrespetuosa tropa juvenil, con sus asquerosos pelos largos y su jodida contracultura. Sospechamos que Sinatra desconoc¨ªa el contenido del texto original. My Way era un traje hecho a su medida a partir de Comme d¡¯habitude, un tema escenificado con dramatismo por Claude Fran?ois, alias Cloclo, antiguo ¨ªdolo yey¨¦ reconvertido a las variet¨¦s.
El p¨²blico suele agradecer que las canciones vayan paralelas a la vida de sus int¨¦rpretes. En su primera encarnaci¨®n, con otro t¨ªtulo, Comme d¡¯habitude hab¨ªa sido rechazada por figuras como Dalida o Herv¨¦ Vilard. El autor, Jacques Revaux, se acerc¨® con su obra a la residencia campestre de Cloclo. Este acept¨® el reto pero exigi¨® una vuelta de tuerca: el texto deb¨ªa reflejar n¨ªtidamente su frustraci¨®n particular ante una relaci¨®n amorosa deteriorada por la rutina.
As¨ª lo hizo el letrista Gilles Thibault, que comparti¨® su porcentaje con el propio Fran?ois. El amor ha sido reemplazado por la indiferencia, al menos por la parte femenina: ¡°Volver¨¦, como de costumbre/ estar¨¢s fuera/ no habr¨¢s vuelto, como de costumbre/ ir¨¦ solo a la cama/ esta gran cama fr¨ªa, como de costumbre/ esconder¨¦ mis l¨¢grimas/ como de costumbre¡±. El pa¨ªs entero se imagin¨® que hablaba de su ¨²ltima novia, la cantante France Gall, la ¡°poup¨¦e de cire, poup¨¦e de son¡± de Gainsbourg.
Pero hab¨ªa m¨¢s que salseo: Comme d¡¯habitude transmit¨ªa desolaci¨®n incluso a los que ignoraban aquel argumento. En Londres, un desconocido llamado David Bowie escuch¨® el disco y se lanz¨® a escribir una versi¨®n en ingl¨¦s. Se llam¨® Even a Fool Learns to Love y, aunque parezca imposible, acentuaba el patetismo: el payaso de la pandilla intenta esconder la debilidad por una de sus amigas. Muy ufano, David quiso que fuera su siguiente single. La editorial francesa neg¨® el permiso: ¡°?Qui¨¦n es ese monsieur Bowie?¡±.
Entra en escena Paul Anka. Cantante canadiense, en 1957 hab¨ªa exprimido los corazones de medio planeta con Diana, cr¨®nica de su amor imposible por una canguro mayor en edad. De sus antepasados sirios y libaneses, Anka hab¨ªa heredado el gen comercial, si me disculpan el t¨®pico. De vacaciones en Europa, vio a Claude Fran?ois en televisi¨®n e intuy¨® que aquella historia lacrim¨®gena ten¨ªa posibilidades. Se acerc¨® a Par¨ªs y compr¨® subrepticiamente Comme d¡¯habitude en un lote de canciones, garantiz¨¢ndose la exclusiva de su traducci¨®n al ingl¨¦s.
Lo que vino a continuaci¨®n est¨¢ difuminado entre la niebla de la predestinaci¨®n. He podido entrevistar a Paul Anka en diversas circunstancias y la narraci¨®n oscila seg¨²n su humor. Lo mismo reconoce la grandeza del original que desprecia Comme d¡¯habitude como una tonter¨ªa que necesitaba reestructuraci¨®n. Ocurri¨® que, en medio de una comida en Miami con mafiosos, Sinatra anunci¨® que planeaba retirarse; en otra ocasi¨®n, me explic¨® que Frank le rog¨® por tel¨¦fono que compusiera algo para ¨¦l. Una vez cumplida la misi¨®n, Anka contaba que viaj¨® a Las Vegas para cantarle en persona lo que ser¨ªa My Way o, esto es m¨¢s probable, que grab¨® una maqueta con un cantante de estudio.
S¨ª resulta veros¨ªmil que Sinatra se reservara su opini¨®n: le gustaba masticar sus decisiones musicales. Anka no supo nada m¨¢s hasta que escuch¨® la grabaci¨®n definitiva, con apote¨®sicos arreglos de Don Costa. Ahora, cuando nos regimos por el n¨²mero de likes, puede sorprendernos descubrir que My Way solo fue un ¨¦xito modesto: en el Hot 100 estadounidense no pas¨® del n¨²mero 27. Necesitaba, es evidente, penetrar profundamente en la conciencia de los oyentes. Se trata del balance de una vida, hecho en su tramo final, por alguien que disfruta alardeando: ¡°Arrepentimientos, he tenido unos cuantos/ pero igualmente demasiado pocos para mencionarlos/ Hice lo que ten¨ªa que hacer/ y llegu¨¦ al final sin excepciones/ Plane¨¦ cada ruta/ cada cuidadoso paso a lo largo del camino/ y a¨²n m¨¢s que esto/ lo hice a mi manera.¡±
No encontrar¨¢n referencias espec¨ªficas a Sinatra. Ni su voracidad sexual ni sus amigos peligrosos ni sus modos desp¨®ticos: la genialidad de Paul Anka consisti¨® en confeccionar un c¨®mputo vital que lo mismo sirve para un ejecutivo que para un fontanero, siempre que tengan un ego bien inflado y ganas de pas¨¢rselo por los morros al resto del mundo. As¨ª que se contabilizan centenares de versiones, desde Aretha Franklin a Elvis Presley; alguna, como la de Willie Nelson, tiene la decencia de a?adir un chorrito de melancol¨ªa.
La m¨¢s chocante, lo han adivinado, es la de Sid Vicious. Creada para rellenar metraje en la pel¨ªcula La gran estafa del rock ¡®n¡¯ roll (1980), presenta al supuesto bajista de los Sex Pistols cantando en el Olympia de Par¨ªs. Dado que Vicious era una nulidad, tanto humana como musicalmente, asombra que funcione. El tipo comienza parodiando a un crooner hasta que acelera en plan kamikaze mientras interpola insultos y haza?as (¡°s¨ª, mat¨¦ al gato¡±). A pesar de premisas tan poco prometedoras, aquello suena: entre los art¨ªfices en la sombra, aparece Simon Jeffes, fundador de la exquisita Penguin Cafe Orchestra, que se ocup¨® de los arreglos orquestales.
No consta que Sinatra escuchara esta barbaridad, luego replicada por Nina Hagen en un My Way en ingl¨¦s y alem¨¢n, donde, vaya usted a saber los motivos, vituperaba a la ciudad de Berl¨ªn. Para entonces Sinatra no aguantaba ni siquiera su My Way: lo testimonian grabaciones de conciertos de la ¨²ltima ¨¦poca donde se le escapan frases despectivas al respecto. Hasta los triunfadores llevan su cruz.