5 motivos por los que Saint Laurent ha duplicado sus ventas
Desgranamos las razones por las que las propuestas de dise?ador se agotan en las estanterias de sus tiendas.
Como churros. Si no fuera porque, a diferencia de estos, hablamos de prendas que en (muchas) ocasiones superan los 3.000 euros. El de Hedi Slimane es, para muchos, un fen¨®meno inexplicable. Pero hay que darles la raz¨®n a los que ven en el dise?ador al frente de Saint Laurent un genio de las ventas. Mientras Gucci, la firma estrella del grupo Kering (representa un 60% de los beneficios del conglomerado) ca¨ªa un 6,7 % en 2014, Saint Laurent ha duplicado sus ventas en tres a?os, o lo que es lo mismo, ha multiplicado por dos su facturaci¨®n desde que ese franc¨¦s de esp¨ªritu etern...
Como churros. Si no fuera porque, a diferencia de estos, hablamos de prendas que en (muchas) ocasiones superan los 3.000 euros. El de Hedi Slimane es, para muchos, un fen¨®meno inexplicable. Pero hay que darles la raz¨®n a los que ven en el dise?ador al frente de Saint Laurent un genio de las ventas. Mientras Gucci, la firma estrella del grupo Kering (representa un 60% de los beneficios del conglomerado) ca¨ªa un 6,7 % en 2014, Saint Laurent ha duplicado sus ventas en tres a?os, o lo que es lo mismo, ha multiplicado por dos su facturaci¨®n desde que ese franc¨¦s de esp¨ªritu eternamente adolescente y car¨¢cter dif¨ªcil (por no decir d¨ªscolo) ejerce la direcci¨®n creativa de la que un d¨ªa fue la marca de moda m¨¢s admirada de todos los tiempos. Ni la maestr¨ªa sartorial de Stefano Pilati, ni la provocaci¨®n de Tom Ford. Han tenido que ser las biker de cuero de precio prohibitivo, los sempiternos botines Chelsea con regusto a cultura mod y los disfraces de Courtney Love los que recuperaran la fascinaci¨®n que en su d¨ªa provocara el genial Yves. Al menos, en lo que a tarjetas visa respecta.
Contra todo pron¨®stico, agot¨® existencias de aquella controvertida chaqueta de estampado de estrellas y aspecto de bata que lanz¨® en su segundo desfile. Los famosos grandes almacenes Barney¡¯s hablaban entonces de un 60% de la colecci¨®n vendida d¨ªas despu¨¦s de aterrizar en sus locales. El comprador de la m¨ªtica tienda londinense Matches aseguraba que ¡°las cazadoras ya se han vendido y las botas tienen lista de espera¡±. Desde entonces, no ha parado. Chupas a 3.000 euros, agotadas, minivestidos floreados a 2.000, agotados. Por no hablar de los bolsos de lona, que no figuran en las listas anuales de it bags, pero a efectos comerciales, ni falta que les hace.
El hecho de que en un panorama tan competitivo y feroz como el de la moda de alta gama, los dise?os de Saint Laurent Par¨ªs sean los m¨¢s deseados dice m¨¢s sobre el estado de la industria (y su clientela) que un pu?ado de cr¨®nicas, por rigurosas que sean. Y quiz¨¢ tras el ¨¦xito de Slimane se escondan una serie de ense?anzas que tanto medios como marcas deber¨ªan tener en cuenta:
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1. La moda, en el fondo, no es tan complicada: no hace falta encontrar una identidad creativa especial ni, por supuesto, dise?ar piezas que marquen la diferencia. La distinci¨®n, por par¨¢dojico que parezca, en ocasiones se encuentra en lo masivo. Nada de lo presentado por Slimane hasta la fecha es completamente nuevo. Cabr¨ªa decir, incluso, que es reconocible por la mayor¨ªa, expertos o no en las lides de la moda. Tribus urbanas, rock de setenta, asociaciones con la est¨¦tica indie (y, para los conocedores, con el Yves del 68) ¡. eso s¨ª, con la calidad y los precios del lujo.
A veces, muchas, lo que los dem¨¢s son capaces de reconocer y categorizar es lo que el cliente quiere en formato exclusivo, que no necesariamente innovador. Y en eso, nos pese o no, el low cost funciona de altavoz masivo. Como ocurri¨® con el Balmain de las tachuelas y los cueros, clonado hasta la saciedad, el p¨²blico conoce la tendencia desde la calle y la minor¨ªa acaudalada decide adquirir el original.
Slimane est¨¢ marcando la pauta hasta tal punto que en los desfiles de estas semanas se est¨¢n viendo estilos muy similares a los que, a d¨ªa de hoy, marcan la identidad de Saint Laurent. Tal vez, incluso, sea el art¨ªfice en la sombra de esta macrotendencia setentera que asola las tiendas. Ya se sabe, si algo funciona, ?para qu¨¦ cambiarlo?
2. Los ricos tambi¨¦n son j¨®venes (o quieren parecerlo): en un ¨¢mbito, el lujo, pensado para agradar a los que tienen o aparentan tener abultadas cuentas corrientes, proliferan, por un lado, los bolsos longevos, los zapatos cl¨¢sicos y los trajes para eventos m¨¢s o menos exclusivos. Por el otro, el patronaje innovador, el dise?o semivanguardista y, por supuesto, el logotipo. Entre medias, Slimane le habla a un p¨²blico que no supera los 35 o que, si lo hace, viste como tal, mientras el mercado de la alta gama se rinde o bien a la caza de la mujer con posibles o bien a la del posadolescente extramoderno. Saint Laurent ha llegado para cubrir un nicho que este sector hab¨ªa olvidado; el de las chicas j¨®venes que quieren vestir como todo el mundo pero prefieren gozar de ese sentimiento de superioridad que emerge tras adquirir la prenda original, la cara, la lujosa. Y el de algunas de sus madres.
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3. Los expertos en moda no son necesariamente sus clientes: ¡°Parece de Topshop¡± , ¡°Esto est¨¢ demasiado visto¡±, ¡°No hay creatividad¡±. Mientras muchos editores y cronistas de renombre vapuleaban el debut del dise?ador al frente de la marca, el otro lado, el de los compradores o fashion buyers, ve¨ªa caer d¨®lares y euros de la pasarela. En vista de las cifras, no se equivocaron. Adquirieron la colecci¨®n y la colocaron en sus respectivas tiendas. No dur¨® ni los seis meses de rigor que anteceden a las rebajas. Esto demuestra que la moda tiene m¨²ltiples facetas, no s¨®lo las que se nos muestran en los medios. Es cierto que las prendas de Slimane han aparecido hasta la saciedad en editoriales y portadas de revista, pero en internet, muchos periodistas de reconocido prestigio se han mostrado reticentes. Quiz¨¢ porque Yves fue uno de los grandes nombres de la historia del vestir, y un cambio, a priori, tan radical, se ley¨® como un sacrilegio. Algo similar (aunque menos virulento) le sucedi¨® a Raf Simons tras suceder a John Galliano al frente de Dior. Y, como aquel, elev¨® enormente las ventas de la maison. A veces el cronista no juzga una colecci¨®n con el mismo criterio que el comprador y, nos guste o no, es este ¨²ltimo el que utiliza una vara de medir m¨¢s realista.
4. Romper las reglas, la mejor publicidad: ni concede entrevistas ni deja entrar al backstage antes de algunos desfiles. Ni ha querido mudarse a Par¨ªs (sigue en Los ?ngeles) ni cede la primera fila a los popes de la industria. Prefiere reservar los asientos para it girls ¡°alternativas¡± como Sky Ferreira. Nada de fichar a Cara Delevingne, Kendall Jenner u otras modelos ubicuas; sus campa?as oscilan entre leyendas como Joni Mitchell o Marianne Faithfull y un pu?ado de m¨²sicos desconocidos residentes en Par¨ªs o Los ?ngeles. Se siente m¨¢s agusto vistiendo a Courtney Love que haciendo propaganda v¨ªa Kim Kardashian. Y si tiene que asociarse con Lady Gaga, le ceder¨¢ un esmoquin cuando vaya a visitar a Julian Assange a la embajada, no para un videoclip. En ¨¦pocas de estrellas digitales y reportajes id¨¦nticos, Slimane sigue posicion¨¢ndose al margen de la masa y reiterando la f¨®rmula que le hizo c¨¦lebre al frente de Dior Homme: m¨²sica, moda y juventud amateur.
Sky Ferreira en uno de los desfiles del dise?ador.
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5. No es moda, es estilo de vida: o lo que es lo mismo, una lucrativa maquinaria en la que la ropa es s¨®lo una de sus piezas. Fotograf¨ªa, puesta en escena, dise?o y comunicaci¨®n van en la misma direcci¨®n y se?alan al mismo autor, Slimane. ?l se encarga de que absolutamente todo sea coherente con ese storytelling del posadolescente californiano y premeditadamente andr¨®gino que tiene posters de The Doors al lado de los de Tame Impala y est¨¢ a punto de lanzar su primera maqueta. Puede parecer un relato manido, pero es su recurrencia y, sobre todo, su coherencia, lo que le ha hecho ganar tantos adeptos.
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