Netflix-Baguette-Netflix: ?bajar en pijama a la calle es tendencia?
Precedente del pantal¨®n femenino, el pijama tiene un historial controvertido como emblema de liberaci¨®n. Hoy, con las fronteras entre lo p¨²blico y lo privado diluidas, sorprende que siga generando debate.
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Cuando era peque?a ten¨ªa una vecina que bajaba a hacer recados en pijama y, adem¨¢s, con sus zapatillas de andar por casa. Aprend¨ª pronto, por lo que pod¨ªa percibir entre los adultos que me rodeaban, que aquello no estaba del todo bien; que esa mujer que, adem¨¢s, viv¨ªa sola, no encajaba en el barrio. No era de fiar. No lo recuerdo, pero seguro que (?adem¨¢s!) rodeada de gatos. Saltando r¨¢pidamente al presente, vivir sola y rodeada de gatos me parece una aspiraci¨®n vital envidiable. Ir a por el pan directamente desde la cama, una alternativa tan v¨¢lida como pintarme los labios para teletrabajar.
No soy la ¨²nica. Parece que en Par¨ªs hasta lo han bautizado con un acr¨®nimo que viste la ¡®tendencia¡¯ con el inevitable halo de la modernidad: ¡°Me dicen que lo llaman NBN, Netflix-Baguette-Netflix¡±, escrib¨ªa hace unos d¨ªas en Twitter la periodista Olatz Sim¨®n. Su tuit se viralizaba entre decenas de comentarios a favor y en contra.?Pero ?hasta qu¨¦ punto se nota este fen¨®meno en las calles de la capital gala? Angela ?lvarez Arrieta, consultora de moda con muchos a?os de experiencia en Paris (durante diecis¨¦is fue representante de Cond¨¦ Nast Espa?a en el mercado franc¨¦s y ahora tiene su propia agencia en la capital francesa) confirma que en los barrios de la ciudad la gente se viste de forma muy informal, a menos que tenga una cita (con amigos o un inter¨¦s rom¨¢ntico), un evento o una cena y que esto muchas veces puede llevar a esa sensaci¨®n de que la gente ?va en pijama?. No nota, eso s¨ª, que la cosa haya ido en aumento: ?Si acaso lo que se nota es el efecto Emily in Paris?. Es decir, lo contrario: gente joven que cuida much¨ªsimo sus estilismos por las calles, como si estuviese en un rodaje.
Una r¨¢pida consulta en varios grupos de WhatsApp corrobora que la cuesti¨®n en Espa?a es tan divisoria como cualquier debate que se abra en redes sociales. ¡°He bajado muchas veces a comprar al s¨²per, pero normalmente de noche. Siempre me pongo un abrigo encima y ya est¨¢¡±, dice Mar¨ªa Camila, abogada de 24 a?os. Cristina, publicista de 32, tambi¨¦n recurre a cubrirse con un abrigo para bajar a pasear a su perro: ¡°Cero dramas pero porque no se nota¡±. La primera vez que Patricia, consultora de 32 a?os, sali¨® a la calle en pijama fue tras tres a?os de teletrabajo, ¡°ese d¨ªa sent¨ª que era hora de buscar un coworking y volver a socializar¡±, dice. ¡°?Qu¨¦ es m¨¢s gustoso que un pijama para un paseo r¨¢pido?¡±, se pregunta Marta, abogada de 32 a?os. ¡°Eso es una guarrada¡±, apunta Mercedes, de 68, en l¨ªnea con Azahara, ingeniera de 32: ¡°Jam¨¢s bajar¨ªa (ni he bajado) a la calle (ni para tirar la basura), mi ¡®yo¡¯ en pijama es sagrado y s¨ªmbolo de confort y limpieza, la calle es territorio hostil lleno de suciedad e inmundicia¡±.
Nuevos tiempos, ?nuevas normas?
La pandemia dinamit¨® cualquier regla que a¨²n pudiera dictar c¨®mo se debe vestir y las marcas capitalizaron r¨¢pidamente aquella necesidad de comodidad con ideales conjuntos de punto de colores con los que indistintamente dormir, estar en casa o salir a hacer recados sin remordimientos. Varias marcas de lujo llevaban a?os enfocadas en vender pijamas de los que presumir en cualquier parte, de Olivia von Halle, a For Restless Sleepers o Morpho + Luna.?Instagram, por su parte,?derrib¨® las fronteras entre lo p¨²blico y lo privado: ?por qu¨¦ no bajar a hacer un recado sin cambiarse de ropa, entre un cap¨ªtulo de Netflix y otro, si ese atuendo ya aparece a diario en Stories improvisados?
Dejadez, derrotismo o un simple gesto que habla de prioridades: ¡°Me importa mi comodidad, pero no lo que pienses de m¨ª¡±. Sacar a pasear el pijama no es novedoso. Pero el acto s¨ª tiene precedentes revolucionarios. Y si no, que le pregunten a la activista Amelia Bloomer, que las pas¨® canutas por salir a la calle ense?ando enaguas y pantalones bombachos bajo el vestido a mediados del siglo XIX. Antes que ella, aunque sin conciencia feminista, Mar¨ªa Antonieta escandaliz¨® al personal al danzar (y retratarse) por el Petit Trianon en lo que entonces era ropa interior. El pijama, precedente del pantal¨®n femenino, se puso de moda en los a?os veinte del siglo pasado de la mano de Coco Chanel. La dise?adora lo defendi¨® fuera de los l¨ªmites del hogar: batas de raso, pantalones anchos y camisetas de corte masculino en vacaciones para pasear por la playa y romper con la vestimenta que habitualmente luc¨ªan las mujeres. El pijama masculino, que hace unos a?os se col¨® hasta en alfombras rojas en su versi¨®n en seda, ya invad¨ªa las p¨¢ginas de las revistas en los a?os cuarenta. Aupado por Diana Vreeland, todopoderosa editora de Harper¡¯s Bazaar, y por la cinta Sucedi¨® una noche (1934), en la que el personaje de Claudette Colbert duerme con las mismas prendas que Clark Gable.?En los noventa Courtney Love demostr¨® que el camis¨®n tambi¨¦n tiene mucho recorrido fuera de las mantas y las pasarelas llevan a?os rendidas a mostrar todo tipo de ropa de cama, m¨¢s o menos literales, entre sus propuestas.
Si hace un siglo, en la Costa Azul, era visto sin ambages como un acto de elitismo y hedonismo, ahora, arrugado, de franela o con dibujos de unicornios, no tiene ambici¨®n est¨¦tica, ni la necesita. Tras una pandemia y un presente y futuro inciertos, hay d¨ªas que basta con seguir. ¡°El esfuerzo de lunes a viernes es tan fuerte (tener que estar guapas, bien vestidas, felices, sociables, productivas¡), que luego solo queremos convertirnos en seres que no hacen nada. Que no est¨¢n. Y eso es muy necesario para nuestro bienestar¡±, escrib¨ªan hablando de la tendencia en Vogue.?Hoy todo vale y es liberador desprenderse de la necesidad de gustar al otro. Porque al final, como reflexionaba Iris Apfel en su documental, ?si ponerte algo te hace feliz, ?qui¨¦n soy yo para juzgarlo??.