?No tengo tiempo!
La falta de tiempo y la aceleraci¨®n con que vivimos tienen graves consecuencias para nuestra salud
La Catedral Vieja de Salamanca tard¨® cerca de tres siglos en construirse. La de Colonia, en Alemania, m¨¢s de seis. Hace 80 a?os, cuando un trayecto en tren Madrid-Barcelona era todo un acontecimiento, los emigrantes se embarcaban durante dos o m¨¢s meses para llegar a Am¨¦rica. ?Qui¨¦n tiene hoy tiempo para eso?
La frase ¡°no tengo tiempo¡± define una ¨¦poca en la que el minuto que tarda el sem¨¢foro en ponerse en verde se nos hace una eternidad, y quien m¨¢s quien menos se sube por las paredes si sus ...
La Catedral Vieja de Salamanca tard¨® cerca de tres siglos en construirse. La de Colonia, en Alemania, m¨¢s de seis. Hace 80 a?os, cuando un trayecto en tren Madrid-Barcelona era todo un acontecimiento, los emigrantes se embarcaban durante dos o m¨¢s meses para llegar a Am¨¦rica. ?Qui¨¦n tiene hoy tiempo para eso?
La frase ¡°no tengo tiempo¡± define una ¨¦poca en la que el minuto que tarda el sem¨¢foro en ponerse en verde se nos hace una eternidad, y quien m¨¢s quien menos se sube por las paredes si sus mensajes de WhatsApp tardan m¨¢s de cinco segundos en recibir respuesta. Las consecuencias se dejan notar en todas las esferas de la vida. Matrimonios ef¨ªmeros (Espa?a est¨¢ a la cabeza de Europa en tasas de divorcios), ni?os educados en las prisas, un medioambiente que no resiste nuestro embate y, por supuesto, problemas de salud. Desde la obesidad al insomnio (uno de cada cinco espa?oles tiene dificultades para conciliar el sue?o), problemas de coraz¨®n, diabetes 2 o ansiedad. Esta epidemia del siglo XXI se extiende imparable: el 18,5 por ciento de los pacientes espa?oles de atenci¨®n primaria presenta alg¨²n trastorno de ansiedad.
¡°Nadie se daba cuenta de que, al ahorrar tiempo, en realidad ahorraba otra cosa. Nadie quer¨ªa darse cuenta de que su vida se volv¨ªa cada vez m¨¢s pobre, m¨¢s mon¨®tona y m¨¢s fr¨ªa¡±, escribe Michael Ende en Momo, un cl¨¢sico que conviene recuperar: que levante la mano quien no haya tenido esta sensaci¨®n en los ¨²ltimos d¨ªas
¡°La verdadera revoluci¨®n radica en no sumarse a la estridencia colectiva y a su v¨¦rtigo. Esto se manifiesta de miles de formas distintas en el d¨ªa a d¨ªa¡±, se?ala ?ngeles Parra, directora de Biocultura, en el n¨²mero especial dedicado a la aceleraci¨®n del tiempo de la revista The Ecologist. ¡°Que las mujeres den a luz cuando tengan que hacerlo y no cuando lo digan los obstetras. Que los frutos maduren en los ¨¢rboles y las plantas y no en c¨¢maras frigor¨ªficas. ?Para qu¨¦ ir corriendo si no se sabe siquiera ad¨®nde se va?¡±, se pregunta Parra.
Cuando uno corre sin saber a d¨®nde va, como dice Parra, se arriesga a que lo persigan algunos compa?eros de viaje poco deseables: un estado irritable, antisocial y poco tolerante; conflictos con la pareja, familiares y amigos y p¨¦rdida de inter¨¦s en actividades antes gratas para la persona, seg¨²n se?ala Mario Rodr¨ªguez, del Centro de Investigaci¨®n Psicol¨®gica de la Universidad de Guadalajara (M¨¦xico). A medio plazo, escribe Rodr¨ªguez, este estilo de vida puede causar depresi¨®n, cambios en el estado de ¨¢nimo, hipertensi¨®n y enfermedades gastrointestinales, obesidad y padecimientos cardiovasculares. ¡°Las personas estresadas piensan menos en los dem¨¢s. No hacen frente a sus problemas, sino que los evaden. Comienzan a aislarse y s¨®lo quieren dormir¡±,? indica.
Los mil y uno sistemas de mensajer¨ªa disponibles en la actualidad permiten una inmediatez impensable hace cuatro d¨ªas y pueden convertirse en valiosas herramientas, devoradores de tiempo o, con gran frecuencia, ambas cosas a la vez. Todo depende de c¨®mo los utilicemos y de que sea el usuario, y no la tecnolog¨ªa, quien imponga su ritmo.
¡°El problema surge cuando las prisas forman parte de nuestro ritmo vital¡±, se?ala el escritor Ramiro Pinto. Para Pinto, la prisa se instala como una sensaci¨®n permanente, independientemente de que tengamos que ir r¨¢pido o no. Esta sensaci¨®n es lo que llamamos estr¨¦s. ¡°Normalizamos tal sensaci¨®n, al querer justificarla, y hacemos m¨¢s y m¨¢s cosas porque tenemos prisa. O mejor dicho: tenemos sensaci¨®n de prisa. O sea, no tenemos prisa porque tengamos mucho que hacer, sino que hacemos muchas cosas porque sentimos la prisa dentro de nosotros¡±.
Ya en 1999 el maestro zen Dokush? Villalba se?alaba que la medida del tiempo est¨¢ marcada por la velocidad alcanzada por la informaci¨®n al pasar de un transmisor a un receptor. ¡°Al acelerarse esta velocidad mediante la revoluci¨®n que ha supuesto Internet (¡), todo en nuestra vida cotidiana ha experimentado una aceleraci¨®n paralela¡±.
La clave para evitar esta carrera de pollos sin cabeza fruto de la aceleraci¨®n desmesurada es aprender a frenar. Hacer una pausa. O, si se prefiere, seguir los consejos de Goethe: ¡°uno deber¨ªa, cada d¨ªa, intentar escuchar una peque?a canci¨®n, leer un buen poema, ver un bonito cuadro, y, a ser posible, expresar algunas palabras razonables¡±.
@nataliamartin es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella escribe a natalia@vidasencilla.es