Tres d¨ªas de baja por p¨¦rdida gestacional no son suficientes: hablemos de salud mental y abortos
Tras la buena noticia de Nueva Zelanda, yo ans¨ªo m¨¢s debate. Una conversaci¨®n que se estire, si es preciso, hasta el rid¨ªculo. En mi cuerpo, dos relatos del aborto espont¨¢neo bien diferentes podr¨ªan servir de gu¨ªa para entender que cuando hablamos de salud mental no hay un relato ¨²nico.
Ni siquiera deber¨ªa sorprendernos, porque incluso siendo esta una medida radical y necesaria, tambi¨¦n resulta insuficiente. Me refiero a la noticia de que en Nueva Zelanda se ha aprobado una ley que permitir¨¢ bajas laborales por duelo a las personas que pierdan a sus hijos antes del parto, o en lo que com¨²nmente se ha llamado p¨¦rdida gestacional. Digo que no deber¨ªa haber un debate tan inusual porque toda p¨¦rdida es un duelo y...
Ni siquiera deber¨ªa sorprendernos, porque incluso siendo esta una medida radical y necesaria, tambi¨¦n resulta insuficiente. Me refiero a la noticia de que en Nueva Zelanda se ha aprobado una ley que permitir¨¢ bajas laborales por duelo a las personas que pierdan a sus hijos antes del parto, o en lo que com¨²nmente se ha llamado p¨¦rdida gestacional. Digo que no deber¨ªa haber un debate tan inusual porque toda p¨¦rdida es un duelo y porque todo duelo es un proceso mentalmente complej¨ªsimo, o en palabras de Roland Barthes, inmutable y espor¨¢dico que ?no se gasta porque no es continuo?. A saber, por fuertes que seamos, por id¨ªlicamente robusta que hayamos proyectado nuestra salud mental, la mancha de la p¨¦rdida no puede calcularse, como tampoco podemos prever de qu¨¦ manera repercutir¨¢n en nuestros ¨¢nimos los golpes que a menudo nos vuelven fr¨¢giles, vulnerables: las precariedades, las aver¨ªas, los dolores f¨ªsicos, las pandemias mundiales, el cambio clim¨¢tico, la actualidad pol¨ªtica, la gesti¨®n de las relaciones ¨ªntimas, y un largo etc¨¦tera.
Somos fr¨¢giles por fuera y somos fr¨¢giles por dentro, desde luego. Y por eso una parte de nuestra vida la invertimos en buscar la prevenci¨®n del da?o, y la otra parte la gastamos en encontrar los gestos con los que remendar los dolores que nos llegan. La ley de duelo por el aborto es por lo tanto un paso l¨®gico en este proceso largo y denostado al que tanta figuras pol¨ªticas han llamado ?Poner la Vida en el Centro?. El mero reconocimiento de que muchas personas gestantes puedan sufrir secuelas f¨ªsicas y ps¨ªquicas ¡ªque desembocan en la necesidad de descanso y pausa despu¨¦s de un aborto espont¨¢neo¡ª ya es sanador para una sociedad en la que a quien est¨¢ deprimido le llamamos vago, a quien est¨¢ ansioso le llamamos loco y a quien est¨¢ saturado por el cruce entre las exigencias laborales y familiares le acusamos de no querer hacer bien su trabajo o de ser un criador ego¨ªsta.
Lo que quiero decir con esto es que s¨ª: que una ley que permita bajas laborales por duelo ante la p¨¦rdida gestacional es una ley claramente rompedora. Un avance, un progreso que nos ayuda a dignificar p¨²blicamente el cuerpo ¡ªcu¨¢ntos relatos visceral¨ªsimos habremos le¨ªdo sobre los desangrados, los mareos, la leche que sube incluso si el feto ya no est¨¢ en el ¨²tero tras el legrado¡ª pero tambi¨¦n, y sobre todo, el cuidado de la mente ¡ªporque el duelo es mental, el duelo es nost¨¢lgico, el duelo es metralla contra las esperanzas, el duelo es el cuestionamiento de la propia fe¡ª. De modo que aceptar nuevos escenarios del duelo, es abrirse tambi¨¦n a nuevas maneras de entender la salud de nuestras mentes, los cuidados, o la manida consigna de ?Poner la Vida en el Centro?.
En una entrevista de V¨ªctor Lenore a Carolina del Olmo, la autora de ?D¨®nde est¨¢ mi tribu?, se preguntaba si acaso todas tentativas de los pol¨ªticos por airear tales consignas centradas en la vulnerabilidad y la necesidad del compa?erismo no responden a una moda que en verdad ni tan siquiera respetamos. Se nos llena la boca de ternuras y de vulnerabilidades, sugiere la fil¨®sofa, pero luego caemos en la rueda del ego, cortamos nuestros v¨ªnculos y juzgamos el sufrimiento de los otros desde un ?y yo m¨¢s?.
Por eso tras la buena noticia de Nueva Zelanda, yo ans¨ªo m¨¢s debate. Una conversaci¨®n que se estire, si es preciso, hasta el rid¨ªculo. Por eso considero a esta ley insuficiente, incluso si s¨¦ que en nuestro pa¨ªs podr¨ªamos encontrarnos a a?os luz de una legislaci¨®n similar. Ya he visto los argumentos en las nefastas cascadas de Twitter: ??e, ?e, n¨¦, si ellas pueden tener tres d¨ªas de baja por un beb¨¦ que ni siquiera ha nacido, ?no podr¨¦ pedirlos yo cuando mi perro se muera??. El s¨ªmil parece est¨²pido, el troleo cu?ado se huele a la legua, pero la realidad que refleja este comentario insolidario no es tan descabellada, pues si por fin nos sent¨¢ramos a legislar en b¨²squeda del bien estar y de la salud mental de la ciudadan¨ªa, y no pensando en c¨®mo exprimirla laboralmente y desmotivarla con batallas partidistas, los debates sobre el duelo por un perrito, o una abuela, o un amante; o las bajas por crianza m¨¢s flexibles; o el sueldo m¨ªnimo; o los intentos por facilitar una educaci¨®n sexual m¨¢s plural, m¨¢s feminista y menos punitivista, entre otras muchas cosas de esas que supuestamente ?Ponen la Vida en el Centro?, podr¨ªan estar a la orden del d¨ªa.
Pero qu¨¦ es la vida y qu¨¦ es el centro, al fin y al cabo. Por qu¨¦ desconfiamos de las intenciones de los otros, por qu¨¦ hemos dejado de creer en el dolor ajeno y lo que es peor, por qu¨¦ esa desconfianza nos ha llevado a subestimar el nuestro propio. Hoy, en Espa?a, vivir un duelo dif¨ªcil y hacerlo dignamente se ha convertido en un lujo. Ni que decir tiene que los duelos por los hijos no nacidos son una utop¨ªa en nuestro pa¨ªs. Como falsa aut¨®noma que fui hace algunos a?os, pude escaquearme de mis responsabilidades laborales los d¨ªas previos al legrado de mi primer beb¨¦. Estaba derrotada. Sent¨ªa que no ten¨ªa nada ni nadie a lo que agarrarme. La fe en aquella vida por nacer se disolvi¨® en un instante. Habr¨ªa necesitado varias semanas de baja para entender, y entenderme. Supongo que la depresi¨®n la solucion¨¦ leyendo. Tiempo despu¨¦s fui madre: el ni?o naci¨® sano y salvo. Y otro poco tiempo despu¨¦s volv¨ª a sufrir un aborto espont¨¢neo, de un embarazo que yo ni esperaba ni deseaba, y cuya p¨¦rdida me hizo inmensamente feliz.
En mi cuerpo, dos relatos del aborto espont¨¢neo bien diferentes, podr¨ªan servir de gu¨ªa para entender que cuando hablamos de salud mental no hay un relato ¨²nico. Unas veces tenemos m¨¢s recursos, otras veces las situaciones profundamente dolorosas y da?inas se producen en contextos m¨¢s favorables¡
No s¨¦. Lo ¨²nico que tengo claro es que somos fr¨¢giles. Por dentro y por fuera. En conjunto y en soledad. Todos fr¨¢giles. Y por eso cuando una ley o el debate sobre la misma nos ayuda a exponer as¨ª nuestras vulnerabilidades, nuestro deber es seguir exigiendo, seguir pidiendo, seguir reparando, no conformarnos con lo que apenas mitiga nuestra ya larga lista de desconsuelos.