Una f¨¢bula
En la portada se encontr¨® con una desafiante Yalitza Aparicio, la actriz mexicana que sobrepas¨®, con todos sus miedos, todas las barreras que pertenecer a su etnia le puso por delante. No fueron pocas.
Hab¨ªa una vez una mujer tan estresada, tan estresada, que no pod¨ªa expresarlo con palabras. Sal¨ªa tarde del trabajo drenada, no por el trabajo en s¨ª, sino por el miedo. Y si alguna vez perd¨ªa ese trabajo, ?qu¨¦ iba a hacer?, ?habr¨ªa otro trabajo?, ?podr¨ªa cobrar lo mismo para seguir con su vida?, ?tendr¨ªa que mudarse, pensar en su edad, renunciar a cosas que eran importantes para ella como tener hijos o pagar a una residencia para cuidar de su padre o de ella misma?; ?tendr¨ªa que renunciar a viajar y tambi¨¦n comprarse algunas cosas que le hac¨ªan ilusi¨®n?; ?dormir menos cada ma?ana y no pedir po...
Hab¨ªa una vez una mujer tan estresada, tan estresada, que no pod¨ªa expresarlo con palabras. Sal¨ªa tarde del trabajo drenada, no por el trabajo en s¨ª, sino por el miedo. Y si alguna vez perd¨ªa ese trabajo, ?qu¨¦ iba a hacer?, ?habr¨ªa otro trabajo?, ?podr¨ªa cobrar lo mismo para seguir con su vida?, ?tendr¨ªa que mudarse, pensar en su edad, renunciar a cosas que eran importantes para ella como tener hijos o pagar a una residencia para cuidar de su padre o de ella misma?; ?tendr¨ªa que renunciar a viajar y tambi¨¦n comprarse algunas cosas que le hac¨ªan ilusi¨®n?; ?dormir menos cada ma?ana y no pedir postre en las cenas?
?ltimamente la mujer pensaba en la inflaci¨®n, la subida de los precios, los cortes de gas. Le¨ªa que el d¨®lar y el euro se situaban a la par por primera vez en 20 a?os y le aterraba. No ten¨ªa ni idea de lo que eso significaba, pero qu¨¦ importa: miedo. Ella no compraba nada en d¨®lares y tampoco ten¨ªa pensado viajar a Estados Unidos, pero sab¨ªa que aquello, fuera lo que fuera, acabar¨ªa recayendo sobre su bolsillo. Igual que el descenso del precio del cobre y el resto de las materias primas que, al parecer, auguraban una recesi¨®n.
Ten¨ªa tambi¨¦n miedo de los drones que Ir¨¢n iba a proporcionar a Rusia, de las ca¨ªdas de la bolsa, de las olas de calor. Ten¨ªa miedo de que no hubiera becas para sus hermanos, o de que no hubiera guarder¨ªas p¨²blicas. Miedo de los tipos de inter¨¦s y de pol¨ªticos sonados, lo mismo da.
Pues ella, que no es ninguna mujer en concreto, pero en distintos grados somos todas, sali¨® el s¨¢bado de casa hasta las narices de sus hijos que quer¨ªan hacer mil planes en unos columpios incandescentes; o hab¨ªa madrugado para ir a nadar, pero por el camino se compr¨® unos cruasanes y se convenci¨® de que la piscina era un castigo divino; quiz¨¢s ten¨ªa resaca y estaba un poco arrepentida de la fiesta de la noche anterior donde confes¨® su paranoia con el d¨®lar y el euro; igual a sus 60 a?os por vez primera en mucho tiempo iba a dedicarse a ella misma un d¨ªa entero hasta que le avisaron de que su hermana hab¨ªa reca¨ªdo. Qui¨¦n sabe. El caso es que pas¨® por el quiosco. Par¨®. Se llev¨® esta revista y sigui¨® su camino. Esa misma tarde, perezosa al fin, en una toalla, un sof¨¢ o una sala de espera, la cogi¨®. En la portada se encontr¨® con una desafiante Yalitza Aparicio, la actriz mexicana que sobrepas¨®, con todos sus miedos, todas las barreras que pertenecer a su etnia le puso por delante. No fueron pocas.
Nuestra mujer abri¨® las p¨¢ginas. Vio en unas fotos a la bell¨ªsima Lorena Dur¨¢n y pens¨® en que quer¨ªa comprarse un vestido. Ley¨® a Lizzo y a Natalia Dyer. Aterriz¨® sobre la tribuna de Mar¨ªa Fernanda Ampuero que por un momento le puso triste, pero despu¨¦s solo le dio ganas de quemar cosas. Ley¨® acerca de lo sobrenatural, record¨® cuando de ni?a hizo g¨¹ija en el colegio y cuando sus t¨ªas le hablaban de las almitas, esas presencias a las que no tem¨ªa ya. Vio las fotos de Milena Smit, Mireia Oriol y Claudia Roset, alegres y coloridas. Sigui¨® con la dise?adora Grace Wales Bonner. Luego Yalitza. Luego Rita Indiana. Luego Michaela Stark. Por un rato se olvid¨® del d¨®lar y del cobre, se rio. Mand¨® una foto de unas sandalias a una amiga y de un libro a otra y pas¨® el rato con estas mujeres distintas, muertas de miedo seguramente, pero valientes tambi¨¦n. Como ninguna en concreto y un poco como todas.