Cenar con S¨®crates
El orden de la obsesi¨®n es as¨ª: hace muchos a?os me volv¨ª loca por Carson McCullers. No pod¨ªa parar de leer todo lo que hab¨ªa escrito aquella ni?a prodigio de vida dif¨ªcil: una enfermedad terrible, dolores cr¨®nicos insoportables, sure?a, casada con un bell¨ªsimo suicida, competitiva, cruel, rar¨ªsima, divina.
A su vez, Carson McCullers estaba obsesionada con Karen Blixen/Isak Dinesen. En su autobiograf¨ªa dictada en la cama, a la espera de que le amputaran una pierna, llamada Iluminaciones y fulgor nocturno, cuenta su correspondencia con la autora de Memorias de ?frica.
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El orden de la obsesi¨®n es as¨ª: hace muchos a?os me volv¨ª loca por Carson McCullers. No pod¨ªa parar de leer todo lo que hab¨ªa escrito aquella ni?a prodigio de vida dif¨ªcil: una enfermedad terrible, dolores cr¨®nicos insoportables, sure?a, casada con un bell¨ªsimo suicida, competitiva, cruel, rar¨ªsima, divina.
A su vez, Carson McCullers estaba obsesionada con Karen Blixen/Isak Dinesen. En su autobiograf¨ªa dictada en la cama, a la espera de que le amputaran una pierna, llamada Iluminaciones y fulgor nocturno, cuenta su correspondencia con la autora de Memorias de ?frica.
As¨ª que por contagio me obsesion¨¦ tambi¨¦n con Karen Blixen. Descubr¨ª que adem¨¢s de una escritora exquisita, era una anciana deslenguada. Al parecer qued¨® bastante decepcionada en el encuentro de la fotograf¨ªa porque Marilyn le habl¨® de cosas prosaicas, como cocer macarrones. La baronesa llevaba una estricta dieta de ostras, uvas y champ¨¢n: ?Soy vieja, como lo que quiero?, dijo aquella noche.
Blixen muri¨® a los 77 a?os y sufri¨® mucho durante su vida: padeci¨® s¨ªfilis, que entonces se trataba con mercurio y ars¨¦nico, que le produjo dolores terribles. Su delgadez era extrema. Nunca perdi¨® el sentido del humor ni el porte regio (esto no es algo f¨ªsico, es una actitud). Se cuenta que harta de que especularan con su edad zanj¨® el tema diciendo: ?En realidad tengo 3.000 a?os y cen¨¦ con S¨®crates?.
Existe una curva de la felicidad que no es el di¨¢metro de la barriga. Es una curva en forma de U que indica la edad a la que somos m¨¢s felices y a la que menos. Comienza en lo alto. A tope. Vamos cayendo hasta alcanzar el punto m¨¢s bajo: la mediana?edad. Esa en la que nos damos cuenta de que lo que somos es lo que seremos. Despu¨¦s, a partir de los 50, lo aceptamos y volvemos a subir, ya sin importarnos tanto todas las cosas que nos torturaban.
Hasta hace bien poco la industria de la moda y el entretenimiento era implacable con las mujeres mayores. A¨²n muchas actrices se quejan de que hay un agujero de buenos papeles justo en la mediana edad, lo que coincide con el momento m¨¢s infeliz de la vida, seg¨²n la curva del investigador Jonathan Rauch. No es nada nuevo en S Moda, pero estamos orgullosas de no ser edadistas y no haberlo sido nunca. Contamos en cada n¨²mero con una representaci¨®n de toda la curva. Nos fascinan las j¨®venes y las que no lo son tanto. En este caso, Andie MacDowell con su fiera melena canosa es una m¨¢s de las mujeres que abrazan la madurez en nuestras p¨¢ginas. Ver¨¢n tambi¨¦n las espectaculares fotograf¨ªas de Debra Shaw, top model de los noventa, que no solo regresa a la primera l¨ªnea, sino que ha aprovechado su edad y conocimiento para convertirse en coach de modelos j¨®venes para ense?arles a gestionar su carrera.
Las que nos encontramos en ca¨ªda libre comenzamos a mirar hacia la curva ascendente y ya entendemos el juego: la madurez es quitarse importancia y comer m¨¢s de lo que nos da la gana. Dejar de engrandecer nimiedades como cumplir a?os, volver a provincias, mudarse muchas veces, creer que hablar de la vida es lo mismo que vivirla.
Quiz¨¢ recuerden una pel¨ªcula de hace 30 a?os en la que un ama de casa en los 40, muy infeliz por la insignificancia de su vida, comienza a remontar la curva. En un momento, en el parking de un supermercado, dos j¨®venes le quitan por segunda vez el lugar de aparcamiento al grito de ?adm¨ªtelo, somos m¨¢s j¨®venes y m¨¢s r¨¢pidas?. Harta de tanta tonter¨ªa golpea el coche de las chicas con el suyo y pronuncia la frase con la que voy a cerrar esta carta: ?Admitidlo, yo soy m¨¢s vieja, y mi seguro lo cubre todo?.