C¨®mo el enfrentamiento entre Betsi Cadwaladr y Florence Nightingale sent¨® las bases de la enfermer¨ªa moderna
Separadas por edad, clase social y educaci¨®n, los desencuentros entre Florence Nightingale y Betsi Cadwaladr durante la guerra de Crimea tuvieron una influencia fundamental en el oficio. Una historia digna de Hollywood pero que ha pasado desapercibida a trav¨¦s de los siglos.
¡°No me gust¨® el nombre de Nightingale. Cuando escucho un nombre por primera vez soy capaz de intuir los sentimientos que provocar¨¢ en m¨ª la persona que lo lleva¡±. Si dicen que la primera impresi¨®n es la que cuenta, la que Betsi Cadwaladr tuvo sobre Florence Nightingale el d¨ªa que la conoci¨® sin duda servir¨ªa como preludio de la complicada relaci¨®n que ambas mantendr¨ªan. Sus caminos se cruzaron en la guerra de Crimea (1853-1856) cuando la primera, de origen humilde y sin formaci¨®n acad¨¦mica, decidi¨® aplicar los conocimientos autodidactas sobre ...
¡°No me gust¨® el nombre de Nightingale. Cuando escucho un nombre por primera vez soy capaz de intuir los sentimientos que provocar¨¢ en m¨ª la persona que lo lleva¡±. Si dicen que la primera impresi¨®n es la que cuenta, la que Betsi Cadwaladr tuvo sobre Florence Nightingale el d¨ªa que la conoci¨® sin duda servir¨ªa como preludio de la complicada relaci¨®n que ambas mantendr¨ªan. Sus caminos se cruzaron en la guerra de Crimea (1853-1856) cuando la primera, de origen humilde y sin formaci¨®n acad¨¦mica, decidi¨® aplicar los conocimientos autodidactas sobre enfermer¨ªa que hab¨ªa aprendido durante sus 60 a?os de vida para salvar a los soldados heridos en combate. Sus m¨¦todos, que acabaron por demostrarse pr¨¢cticos y efectivos, pero alejados de la burocracia y el escr¨²pulo de la considerada como madre de la enfermer¨ªa moderna, dieron pie a un enfrentamiento que supone hoy un episodio hist¨®rico y digno de recordar.
Las formas de Betsi, que hab¨ªa pasado la mayor parte de su vida trabajando como sirvienta y cuidando enfermos en alta mar, exasperaban a la joven Florence, de exquisitos modales y formada en enfermer¨ªa contra los deseos de su acaudalada familia. Seg¨²n el libro A History of Nursing de Louise Wyatt, la diferencia de clases de ambas mujeres supuso la mayor zancadilla a su entendimiento: ni Betsi estaba dispuesta a obedecer las m¨²ltiples reglas y procedimientos establecidos por su jefa, ni esta iba a permitir que una se?ora de clase obrera y sin formaci¨®n universitaria fuera a decirle c¨®mo hacer las cosas. Pero all¨ª estaban las dos, unidas por el caos y el sufrimiento de la guerra, luchando por salvar la vida de los soldados sin traicionarse a s¨ª mismas.
Si bien Florence Nightingale, la ?dama de la l¨¢mpara?, ha pasado a la historia como la pionera de la enfermer¨ªa que fue ¨Cha dado nombre al complejo sanitario improvisado en Londres para alojar a los pacientes de coronavirus¨C, la vida de Betsi Cadwaladr es tan desconocida como fascinante, a pesar de que en los ¨²ltimos a?os sus aportaciones gozan de una reivindicaci¨®n creciente. En 2012, el Royal College of Nursing, sindicato de enfermer¨ªa en Reino Unido, reconoci¨® su labor situando una placa conmemorativa en su honor junto a su tumba y fue incluida en la lista de los 50 galeses m¨¢s relevantes de todos los tiempos. La profesora Donna Mead, gran conocedora de la vida de Betsi, fue una de las principales impulsoras del reconocimiento a su figura y aportaciones. ¡°Fue estigmatizada en vida por ser galesa y, al morir, los prejuicios sobre ella se impusieron. Quiero honrarla por lo que logr¨® durante su carrera y enmendar las ignominias pasadas y presentes de su entierro en una fosa com¨²n con un memorial acorde a los logros de esta mujer¡±, declar¨® entonces.
Betsi fue criada por su padre, el predicador Dafydd Cadwaladr, junto a sus quince hermanos despu¨¦s de que su madre muriera cuando apenas contaba cinco a?os. Ahogada por el asfixiante ambiente familiar e impulsada por su naturaleza rebelde, se escap¨® de casa a los nueve a?os logrando empleo en un hotel local, del que volvi¨® a huir con solo catorce emprendiendo rumbo a Liverpool. Tras vivir aqu¨ª y all¨¢ y viajar por Europa en calidad de sirvienta, Elizabeth Davis, como se hac¨ªa llamar en aquella ¨¦poca tras cambiar de apellido por uno m¨¢s sencillo de pronunciar, acab¨® recorriendo el mundo en barco. Asia, Australia o ?frica fueron algunos de los continentes que pudo explorar mientras serv¨ªa al capit¨¢n y hac¨ªa labores de cuidado de enfermos a bordo, a pesar de que no ten¨ªa ninguna formaci¨®n. En aquellos a?os dicen que rechaz¨® decenas de proposiciones de matrimonio, haciendo siempre gala de un car¨¢cter indomable en tiempos de estricta moral victoriana.
De vuelta a Inglaterra, y habiendo perdido todos sus ahorros tras ser v¨ªctima de una estafa, Betsi qued¨® impresionada por los horrores de la guerra de Crimea y decidi¨® presentarse como voluntaria para cuidar de los soldados a pesar de que para entonces ya hab¨ªa cumplido los 60. As¨ª fue como conoci¨® a Florence Nightingale y empezaron las confrontaciones entre ambas mujeres. Contradiciendo la voluntad de Florence ¨Cla leyenda asegura que esta la trataba como a ¡°un perro¡±¨C, Betsi acab¨® en primera l¨ªnea de combate, traslad¨¢ndose a la regi¨®n de Balaclava y cuidando a los soldados heridos. Lo hac¨ªa en turnos de 20 horas, que solo interrump¨ªa para dormir, como pod¨ªa, hacinada junto a otras compa?eras en medio de la miseria. Su talento para cocinar reconfortantes men¨²s, que ayudaban a la recuperaci¨®n de los soldados, pero, sobre todo, su acierto al limpiar y curar sus heridas a pesar de las penosas condiciones sanitarias en las que ten¨ªa que trabajar, terminaron por sorprender a Florence. La inglesa, creadora del primer modelo conceptual de enfermer¨ªa, visit¨® en dos ocasiones Balaclava reconociendo su labor y anim¨¢ndola a continuar trabajando en el frente mientras se enfrentaba a la c¨®lera y la disenter¨ªa.
Cuando por fin hab¨ªa logrado la aprobaci¨®n de aquella mujer a la que tantas veces se hab¨ªa enfrentado, Betsi supo que era hora de retirarse y volvi¨® a casa un a?o antes de que terminara la contienda. No sin antes exigir, eso s¨ª, que reconocieran sus servicios prestados con una cantidad superior a los diez chelines semanales establecidos para las categor¨ªas m¨¢s bajas. De vuelta a Londres, donde pas¨® cinco a?os viviendo en casa de su hermana, escribi¨® sus memorias ¨CAutobiography of Elizabeth Davis (1857), reeditadas en 2015 como Betsi Cadwaladr: A Balaclava Nurse¨C justo antes de fallecer en 1860 en condiciones de extrema pobreza. Fue enterrada en una fosa com¨²n y olvidada en un rinc¨®n del cementerio hasta ahora, que su labor es reivindicada casi dos siglos despu¨¦s. El final de su biograf¨ªa da buena cuenta de la necesidad que pas¨® en sus ¨²ltimos a?os: ¡°En la decadencia de la vida, la hero¨ªna de esta narraci¨®n est¨¢ desamparada. Est¨¢ deseosa de encontrar empleo en alguna instituci¨®n p¨²blica, y es totalmente capaz de ejecutar cualquier cargo de confianza e inspecci¨®n. Aquellos ben¨¦volos lectores que deseen contribuir a su comodidad en sus ¨²ltimos a?os pueden enviar sus aportaciones al Sr. Murgatroyd, en el 18 de Stafford Row en Pimlico o al Sr. John Brown, en el 9 de Hans Place en Sloane Street¡±. Gracias al trabajo reciente para reivindicar sus logros, y al igual que su antagonista, Betsi Cadwaladr tambi¨¦n da nombre hoy a un hospital gal¨¦s que lucha por curar a los enfermos de coronavirus.