Del odio al amor hay un solo clic
?Es el desprecio el verdadero motor de Internet? Las redes sociales activan la pr¨¢ctica del hate-following, el hate-watching y el hate-reading.
Todos tenemos en nuestro muro de Facebook uno, dos o 25 ?amigos? a los que detestamos. Todo lo que cuelgan nos irrita; y lo que dicen choca de frente con nuestro sistema de valores. Y, sin embargo, jam¨¢s los borraremos. Cada vez que los encontramos en el muro, recibimos un chute de algo peligrosamente similar al amor. Se le llama hate-following (?seguir por odio?, en espa?ol), y es uno de los fen¨®menos que han hecho de esto mismo una tendencia social. Seg¨²n Christopher Borrelli, del Chicago Tribune, ?hoy la gente hace todo tipo de actividades por odio. Bebe caf¨¦ de Starbuck...
Todos tenemos en nuestro muro de Facebook uno, dos o 25 ?amigos? a los que detestamos. Todo lo que cuelgan nos irrita; y lo que dicen choca de frente con nuestro sistema de valores. Y, sin embargo, jam¨¢s los borraremos. Cada vez que los encontramos en el muro, recibimos un chute de algo peligrosamente similar al amor. Se le llama hate-following (?seguir por odio?, en espa?ol), y es uno de los fen¨®menos que han hecho de esto mismo una tendencia social. Seg¨²n Christopher Borrelli, del Chicago Tribune, ?hoy la gente hace todo tipo de actividades por odio. Bebe caf¨¦ de Starbucks, escucha a Taylor Swift y lee 50 sombras de Grey porque los detestan?.
Los dos primos hermanos del hate-following son el hate-watching (ver series por la rabia que dan) y el hate-reading (leer art¨ªculos que nos enfurecen). Estos ¨²ltimos siempre han existido, ?o acaso no era hate-listening lo que hac¨ªan muchos oyentes de izquierdas hace una d¨¦cada, cuando se levantaban cada ma?ana escuchando a Jim¨¦nez Losantos en la Cope porque ?les daba vidilla?? Sin embargo, es hoy cuando florecen en el contexto de las redes sociales. ?Como cada vez estamos expuestos a m¨¢s est¨ªmulos, dejamos que sean las emociones las que decidan a qu¨¦ debemos prestar atenci¨®n y a qu¨¦ no: nos fijamos en lo que nos alegra, nos da miedo, nos entristece¡ y lo que nos provoca odio. Lo odiable en Internet es un im¨¢n de atenci¨®n, igual que lo adorable?, opina Delia Rodr¨ªguez, periodista y autora de Memecracia. Los virales que nos gobiernan.
Taylor Swift, la cantante que tiene tantos seguidores como detractores, durante su Red Tour.
Cordon Press
La neurociencia cognitiva y la psicolog¨ªa social lo confirman. Jay van Bavel, investigador en estas dos ¨¢reas y profesor de la New York University dice: ?Los sentimientos negativos son m¨¢s poderosos que los positivos. Tenemos evidencias de este sesgo negativo en nuestros estudios del sistema afectivo?.
Lucha de contrarios. Ser¨¢ el ?bucle dopam¨ªnico? del que habla Rodr¨ªguez o las ganas de ventilar en las redes lo mucho que se detesta una serie (odiar relaja y da para mejores tuits) lo que ha institucionalizado la pr¨¢ctica del?hate-watching. Conviene distinguirlo de otro fen¨®meno colindante: el placer inconfesable.?Glee, Katy Perry y?Mil maneras de morir?son un placer inconfesable (que siempre tiene un componente de verg¨¹enza), pero el hate-watching se practica, por ejemplo, con las series de Aaron Sorkin, productos que vienen avalados con credenciales de calidad pero que provocan picores a la prensa y a los espectadores. La cr¨ªtica del?New Yorker?Emily Nussbaum acu?¨® el t¨¦rmino?hate-watching?para hablar de?Smash, la ya difunta serie sobre un musical de Broadway. ??Por qu¨¦ me tomo la molestia de ver un programa que me enfurece? De alguna manera, lo disfruto (¡) En Twitter, me acurruco con otros adictos?, confes¨® en un art¨ªculo.
Portada de Cincuenta sombras m¨¢s oscuras.
D.R.
Probablemente, los productores de ficci¨®n televisiva cuenten ya con esa audiencia cautiva, de la misma manera que las publicaciones digitales han sabido reconocer y explotar el poder del hate-reading. Cuando una?web?como?Thought Catalog, especializada en art¨ªculos en primera persona para veintea?eros, publica una pieza titulada?No voy a hacer ver que soy pobre para que me acept¨¦is, en la que una veintea?era, Rachel Sacks, expone sus privilegios, est¨¢ claro lo que busca: que cientos de miles de personas se encuentren con ese titular y piensen ?voy a darme una dosis de esc¨¢ndalo e indignaci¨®n?. No solo lo hacen medios j¨®venes e?interneteros. Si?Time?le da una portada a los millenials con el titular?La generaci¨®n?Yo?¨Cun tema especialmente susceptible al?hate-reading¨C, sabe que atraer¨¢ cierto grado de lectura-por-desprecio.
Series como Smash fomentan el hate-wachting.
AXN
Antonio J. Rodr¨ªguez, escritor y editor de?Playground, otra web espa?ola que maneja bien los mecanismos del?clickbait?(el cebo para clics), reconoce: ?El periodismo que se practica ahora es puramente emocional y est¨¢ en las ant¨ªpodas de las notas neutras. Cada medio genera su propia comunidad de lectores enfurru?ados?. ?l detecta este gen, el de ?hazlo odioso adrede para que venga la gente?, en productos como las serie de MTV?Hipsteria?o la?web?Hipsters from Spain, que consiste en que modernos de Espa?a posen y ense?en sus casas. ?Ya de entrada, no buscan adeptos; van a provocar y a incomodar al espectador. Son premeditadamente antip¨¢ticos?.
El odio del que hablamos, por supuesto, es superficial y hasta cierto punto terap¨¦utico. Se descarga en 140 caracteres. Pero aun as¨ª, hay quien recomienda desengancharse. Delia Rodr¨ªguez confiesa que, tras entender el funcionamiento de la viralidad, procedi¨® a activar lo que llama una ?higiene mem¨¦tica?: ?Dej¨¦ de leer los blogs y de seguir a la gente que odiaba, limpi¨¦ mi Instagram de personas que me pod¨ªan dar envidia y ocult¨¦ a los amigos de Facebook que solamente se quejaban. Las experiencias en Internet son experiencias reales y odiar a una persona por su blog es odiarla?.
The Newsroom
CANAL +
Gwyneth Paltrow en una foto de su Twitter vista v¨ªa Instagram.
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