En tu funeral, por Ana Pastor
El peri¨®dico recoge otro entierro¡ El de un chico joven, vestido de boxeador, ?y puesto de pie!
Una de las pocas cosas que no elegimos de nuestra propia vida es morirnos. De las pocas, por no decir la ¨²nica, seguramente. De esa parte final de nuestra existencia solo podemos decidir y dejar por escrito c¨®mo queremos que nos digan adi¨®s. Podemos elegir si queremos ser enterrados o incinerados, si queremos una misa o una despedida laica y civil. Un funeral m¨¢s sencillo o m¨¢s elaborado. Podemos tomar algunas decisiones, siempre y cuando la muerte no nos pille por sorpresa. En ese caso ser¨¢n nuestros familiares quienes tengan la ¨²ltima palabra.
El cine ha retratado de muchas manera...
Una de las pocas cosas que no elegimos de nuestra propia vida es morirnos. De las pocas, por no decir la ¨²nica, seguramente. De esa parte final de nuestra existencia solo podemos decidir y dejar por escrito c¨®mo queremos que nos digan adi¨®s. Podemos elegir si queremos ser enterrados o incinerados, si queremos una misa o una despedida laica y civil. Un funeral m¨¢s sencillo o m¨¢s elaborado. Podemos tomar algunas decisiones, siempre y cuando la muerte no nos pille por sorpresa. En ese caso ser¨¢n nuestros familiares quienes tengan la ¨²ltima palabra.
El cine ha retratado de muchas maneras las ¨²ltimas voluntades y, por eso, pens¨¦ que la imagen que ten¨ªa ante mis ojos ten¨ªa que ver con la creatividad de alg¨²n guionista con cierto gusto por lo escabroso. Se trata de una mujer mayor, con gafas de sol oscuras, pa?uelo al cuello y cigarro entre los dedos de su mano izquierda. En esa misma mano lleva un llamativo anillo y un reloj dorado que resalta sobre su morena piel. El cuerpo est¨¢ ligeramente inclinado hacia delante y los brazos reposan sobre una mesa redonda. En el centro hay una lata de cerveza y una copa. La escena se cierra con un cenicero, con la fotograf¨ªa de un hombre sobre un marco y dos peque?os adornos que parecen dos cascos de f¨²tbol americano (del equipo de la ciudad donde vive la mujer y del que parece que es muy fan). Detr¨¢s hay una estanter¨ªa con una televisi¨®n, varios adornos florales y una botella de whisky Jack Daniels.
Busco en el art¨ªculo del New York Times, que me ha enviado una amiga, qui¨¦n es esa mujer a la que le dan tanto espacio. Y descubro con estupor que es un cad¨¢ver y que el lugar no es su casa sino una empresa funeraria. Y algo peor. Podr¨ªa ser la nueva moda, al parecer, en algunas zonas de Nueva Orleans. La se?ora, Miriam Burbank, muri¨® a los 53 a?os y sus hijas pensaron que era una buena idea que su despedida fuera una prolongaci¨®n de lo que hab¨ªa sido su vida en sus ¨²ltimos d¨ªas. De ah¨ª los gui?os a la cerveza (??), el cigarro y el equipo de sus amores. Seg¨²n relatan los due?os de la funeraria encargada de tal desprop¨®sito, la inspiraci¨®n les vino de Puerto Rico, donde ya se han llevado a cabo estas pr¨¢cticas en otras ocasiones.
De hecho, el peri¨®dico recoge otra ?despedida? espeluznante. Un chico joven, vestido de boxeador (guantes y capucha incluidos), en la esquina de un cuadril¨¢tero. ?Ah!, y un peque?o detalle. ?El joven est¨¢ de pie! No voy a describirles otras muchas fotograf¨ªas de este tipo porque ya se habr¨¢n hecho a la idea de lo que hablamos.
Solo un dato m¨¢s. El precio total de todo ello se sit¨²a alrededor de los 1.700 d¨®lares, unos 1.200 euros. Pongamos que este delirio se instala. Pongamos que es una moda m¨¢s de las que copiamos a otros pa¨ªses. Pongamos que usted lector/lectora decide que la idea le fascina y le propone a sus familiares una ?despedida? al estilo Nueva Orleans. ?C¨®mo le gustar¨ªa que fuera esa ¨²ltima imagen? ?Qu¨¦ lugar elegir¨ªa? ?Qu¨¦ objetos cree que definir¨ªan su existencia? Solo con pensar en la respuesta, algunos ya sentimos escalofr¨ªos.