Thom Browne: ?Los dise?adores deben ser conscientes de lo que pasa en el mundo?
Entre lo comercial y lo conceptual, el dise?ador estadounidense ha actualizado la sastrer¨ªa. Su ¨¦xito avala que lo cl¨¢sico vende y emociona
A priori podr¨ªa parecer predecible, aburrido e incluso perturbador. Pero para Thom Browne vestirse cada ma?ana con un traje sastre gris ¨Cen cualquiera de sus variaciones crom¨¢ticas¨C es una experiencia m¨¢s cat¨¢rtica que opresora. ?El mismo concepto de uniformidad resulta fascinante porque implica una forma de confianza m¨¢s aut¨¦ntica. La fuerza de un uniforme radica precisamente en su capacidad para centrar todo el inter¨¦s en la individualidad de quien lo lleva?, argumenta el dise?ador estadounidense. ?l no pasa desapercibido. Ni siquiera en su showroom parisino, rodeado de replica...
A priori podr¨ªa parecer predecible, aburrido e incluso perturbador. Pero para Thom Browne vestirse cada ma?ana con un traje sastre gris ¨Cen cualquiera de sus variaciones crom¨¢ticas¨C es una experiencia m¨¢s cat¨¢rtica que opresora. ?El mismo concepto de uniformidad resulta fascinante porque implica una forma de confianza m¨¢s aut¨¦ntica. La fuerza de un uniforme radica precisamente en su capacidad para centrar todo el inter¨¦s en la individualidad de quien lo lleva?, argumenta el dise?ador estadounidense. ?l no pasa desapercibido. Ni siquiera en su showroom parisino, rodeado de replicantes escrupulosamente entrenados en los valores de la marca. El hurac¨¢n de informalidad que ha dejado en ch¨¢ndal a la mitad del circuito no ha alterado la est¨¦tica impoluta de Browne. En una era en la que en los despachos y en las oficinas se ha instalado el business casual de Silicon Valley, la sastrer¨ªa cl¨¢sica puede convertirse en la alternativa m¨¢s provocadora al conformismo. ?Vivimos en un mundo en el que todo es c¨ªclico. Pero yo jam¨¢s he sometido mi dise?o a las tendencias. As¨ª soy. As¨ª empec¨¦. Y esa es la raz¨®n por la que entr¨¦ en este negocio. Porque quer¨ªa un traje impecable. La excelencia siempre es relevante?.
C¨¢rdigans de rayas, camisas Oxford perfectamente abotonadas, abrigos de tweed, blazers entallados, faldas plisadas¡ El rigor casi militar de sus colecciones contrasta con la puesta en escena, donde Browne saca su vena m¨¢s dram¨¢tica y efectista. Quiz¨¢ en el clima actual de inestabilidad e improvisaci¨®n que vive la industria ¨Csujeta a vaivenes constantes de calendario¨C algunos creativos cuestionan el sentido de montar un desfile. ?Para m¨ª es primordial ¨Csubraya¨C. Es mi forma de dotar de contenido a la colecci¨®n. Me gusta lanzar ideas al p¨²blico, entretener a los asistentes, invitarles a pensar, mostrarles otro punto de vista?. Sobre la pasarela, nada es convencional. Sus desfiles son performances. Espect¨¢culos art¨ªsticos y conceptuales. ?Es la idea de ¡®experiencia total¡¯ a la que hace referencia el t¨¦rmino alem¨¢n Gesamtkunstwerk?, describe. ?Se trata de orquestar un montaje m¨¢s inclusivo, para provocar una reacci¨®n en el p¨²blico en lugar de sencillamente mostrar un look detr¨¢s de otro. La colecci¨®n es importante, pero la historia y la experiencia son tambi¨¦n esenciales?.
?El hilo conductor de esta primavera es el sue?o de dos ni?as?. Una fantas¨ªa on¨ªrica con unicornios y sirenas, y la melod¨ªa de Part of Your World, de Jodi Benson, de la banda sonora de La sirenita. Una adaptaci¨®n at¨ªpica del cuento de Disney que teje la tradici¨®n textil cl¨¢sica norteamericana en tul franc¨¦s. En ediciones anteriores hemos visto otras criaturas surrealistas: hombres-elefante, perros-disco, loros danzarines con trajes de plumas tan coloristas como las aves del para¨ªso que imagin¨® Alexander McQueen en 2008¡ Personajes inesperados que deambulan por la pasarela en coreograf¨ªas estudiadas al mil¨ªmetro. Escenograf¨ªas memorables entre las que sigue destacando una: la que present¨® en Florencia en 2009, con 40 modelos masculinos, vestidos con trajes id¨¦nticos, que simult¨¢neamente se quitaban el abrigo, despu¨¦s la chaqueta y se sentaban en escritorios, tambi¨¦n id¨¦nticos, para ponerse a escribir a m¨¢quina al un¨ªsono. Como en un fotograma de Mad Men.
Para las personas ajenas a esta profesi¨®n, su nombre es relativamente desconocido en Europa. Sin embargo, ha transformado el modo de vestir de los hombres. Si a finales de los 70, Armani revolucion¨® la moda masculina con su chaqueta desestructurada; desde que fund¨® su marca, en 2001, Browne ha popularizado una silueta sastre m¨¢s entallada y corta ¨C?casi encogida? dicen los que todav¨ªa hoy se sorprenden al ver c¨®mo las fotos de street style y los escaparates de las cadenas low cost se llenan de trajes reducidos y tobillos desnudos¨C. ?Las proporciones han cambiado?, resume. ?Ellos siguen siendo m¨¢s conservadores que ellas, pero ahora est¨¢n m¨¢s abiertos a experimentar y jugar con la silueta?, analiza. ?El siguiente paso es seguir creciendo?. Su mirada est¨¢ ahora puesta en la mujer, que ya representa una tercera parte de las ventas. En 2016 el fondo de capital privado Sandbridge Capital ¨Cque cuenta entre sus inversores con Tommy Hilfiger y con Domenico de Sole, presidente de Tom Ford y exresponsable de Gucci¨C tom¨® el control de la firma. Ese mismo a?o, la compa?¨ªa nombr¨® a Rodrigo Bazan (expresidente de Alexander Wang) director ejecutivo de Thom Browne.
Pese a su reputaci¨®n de erudito, asegura ser m¨¢s intuitivo que intelectual; y admite sin sonrojo que le interesa lo mundano. ?Por qu¨¦ no deber¨ªan ¨¦l y su pareja [Andrew Bolton, comisario del Costume Institute de Nueva York] ver Keeping Up with the Kardashian? Al fin y al cabo, la autenticidad es uno de sus pilares; y ellas han sabido construir un negocio en torno a la marca Kardashian. ?Es importante ser fiel ser uno mismo?, insiste. ?Tienes que ser aut¨¦ntico, convertir tu trabajo en un reto personal y buscar nuevos puntos de vista?.
No teme enfrentarse a la p¨¢gina en blanco. Su estudio es casi una tabula rasa. Sin referentes ni muros de inspiraci¨®n. ?Todo est¨¢ en mi cabeza?. Naci¨® en Allentown, Pensilvania, un estado inh¨®spito para la moda que en las pasadas elecciones hizo a?icos el sue?o dem¨®crata. ?Supongo que aquella educaci¨®n ha marcado mi enfoque, m¨¢s cl¨¢sico?, valora. ?Crec¨ª en un entorno conservador. De ah¨ª mi lado riguroso, disciplinado e incluso cuadriculado. Mi familia era la t¨ªpica familia americana [cat¨®lica, irlandesa, de siete hijos]; y mis padres, los t¨ªpicos profesionales, ambos abogados. Digamos que no hab¨ªa muchas opciones a mi alrededor, m¨¢s all¨¢ de estudiar Derecho o Medicina?, explica. Una descripci¨®n que suena al retrato (o diagn¨®stico) de la clase media estadounidense de los a?os 50 que hace Sloan Wilson en El hombre del traje gris (1955). ?l estudi¨® Econ¨®micas. ?Mi vida empez¨® despu¨¦s, cuando me licenci¨¦ en la universidad?.
Pas¨® por Hollywood, donde, para hacer honor al gran t¨®pico, intent¨® probar suerte como actor. No lo consigui¨®. ?Era muy malo?, admite. Resulta curioso que fuera en Los ?ngeles, h¨¢bitat natural de jeans y camisetas, donde Browne descubriera su pasi¨®n por la sastrer¨ªa, ?a trav¨¦s de un amigo que se mov¨ªa en el circuito vintage?. ?Por qu¨¦ se fue a Nueva York? ?Dudo que hubiera fundado mi propia marca si me hubiera quedado en California. Necesitaba centrarme, encontrar un trabajo y sab¨ªa que si quer¨ªa volver a vivir en un mundo m¨¢s estructurado, deb¨ªa instalarme en la Gran Manzana?, revela. Trabaj¨® en el showroom de Giorgio Armani hasta que Ralph Lauren lo descubri¨®, vestido con uno de sus trajes, y lo fich¨® como dise?ador para Club Monaco. Apenas tres a?os despu¨¦s de llegar a la costa este, y con una colecci¨®n de solo cinco trajes hechos a su imagen y semejanza, Browne dio el paso y cre¨® su propia etiqueta.
La pasada temporada, como Altuzarra, Proenza Schouler o Rodarte, desplaz¨® su desfile a Par¨ªs. ?Llevo siete a?os presentando la colecci¨®n de hombre en la capital francesa, era cuesti¨®n de tiempo que trasladara tambi¨¦n el show de mujer?, justifica. ?Es un tema de afinidad ¨Ca?ade¨C. Mi enfoque se entiende mejor en Europa?. ?Por qu¨¦ emigran los dem¨¢s? Aquel ¨¦xodo incipiente es hoy una debacle que anuncia la muerte de la fashion week neoyorquina. ?La moda estadounidense ten¨ªa una sensibilidad y una personalidad aut¨¦nticas en los 60 y 70. Por el camino ha perdido algo que la hac¨ªa ¨²nica y reconocible. ?El qu¨¦? No lo s¨¦. Las redes sociales han transformado todo el negocio, pero en Manhattan es m¨¢s evidente?. Lo que ha ganado es quiz¨¢ un renovado ¨ªmpetu reivindicativo, que une fuerzas a movimientos como #MeToo o #TimesUp. ?Hacer o no una declaraci¨®n pol¨ªtica es una opci¨®n personal. Pero creo que los dise?adores deben ser conscientes de lo que sucede en el mundo. Es vergonzoso que hayamos tenido que esperar hasta ahora para valorar a la mujer. Yo he crecido con referentes femeninos muy fuertes, tanto mi madre como mis hermanas. Es una buena noticia que por fin est¨¦ ocurriendo. Y te puedo asegurar que en Estados Unidos s¨ª est¨¢ pasando?.