Carmen Dell¡¯Orefice, 85 a?os de belleza eterna
Basta verla para darse cuenta de que sabe posar ante una c¨¢mara. Lo hizo para Avedon, Penn y Horst. Y ahora lo hace para S Moda de la mano de la firma Airfield.
Diva es una palabra con la que se la describe a menudo. Pero ni Dell¡¯Orefice se siente identificada con ella ni da en el clavo. La maniqu¨ª conserva la belleza y el porte ¨Cobra de a?os de ballet¨C y una columna vertebral sorprendentemente erguida para una mujer de su edad. Y se sabe interesante. Pero no cae en la soberbia que suele venir con el t¨ªtulo. Cuando llegamos a la sesi¨®n de fotos est¨¢ sentada junto a un radiador. En D¨¹sseldorf ¨Cla firma Airfield ha elegido el Teatro Capitol de la ciudad como escenario de su desfile de o-i 2016/2017¨C la lluvia es el pan de cada d¨ªa. No e...
Diva es una palabra con la que se la describe a menudo. Pero ni Dell¡¯Orefice se siente identificada con ella ni da en el clavo. La maniqu¨ª conserva la belleza y el porte ¨Cobra de a?os de ballet¨C y una columna vertebral sorprendentemente erguida para una mujer de su edad. Y se sabe interesante. Pero no cae en la soberbia que suele venir con el t¨ªtulo. Cuando llegamos a la sesi¨®n de fotos est¨¢ sentada junto a un radiador. En D¨¹sseldorf ¨Cla firma Airfield ha elegido el Teatro Capitol de la ciudad como escenario de su desfile de o-i 2016/2017¨C la lluvia es el pan de cada d¨ªa. No es precisamente el escenario perfecto para su artritis, algo de lo que tampoco tiene ning¨²n problema en hablar. ?Es la cadera; me da guerra. Pero enciende la grabadora y empecemos. Despu¨¦s tengo que ir a la prueba de vestuario?, ordena.
A Dell¡¯Oferice no le gusta hacerse esperar. ?La puntualidad es algo que se aprecia en una modelo?, sentencia. Y aunque la entrevista se alarga 20 minutos m¨¢s de lo previsto, no refunfu?a ni una sola vez. La disciplina es otra de sus virtudes. De nuevo, algo que agradecer al ballet. Cuentan que en 1944 Diana Vreeland le dijo que ten¨ªa el cuello un cent¨ªmetro y medio demasiado corto. Y ella, diligentemente, lo hizo crecer. El c¨®mo sigue siendo un misterio. Y Dell¡¯Orefice tampoco parece muy dada a recrearse en esta haza?a. Y en ninguna otra, en realidad. ?Aprend¨ª a ignorar las adversidades de este trabajo?, sentencia.
Pero cuando comienza la sesi¨®n de fotos, la neoyorquina se transforma. La vertiente de diva se hace fuerte frente a la c¨¢mara. ?En esta habitaci¨®n hay mucha gente?, protesta. Entre las tres personas de prensa, la coordinadora de Airfield, el chico de las luces, el maquillador, el equipo de S Moda y un c¨¢mara que esta grabando el making of, no le falta raz¨®n. Con un solo gesto despacha a la cohorte, a excepci¨®n de la fot¨®grafa, y cierra las cortinas de terciopelo rojo que caen, m¨¢s de cuatro metros, del techo al suelo del escenario. Se nota que ha cerrado muchas cortinas as¨ª. Lo hace con la soltura ¨Cy el dramatismo¨C de las actrices del viejo Hollywood. Y borda el papel. Claro que su vida es un gui¨®n esperando a ser escrito. Su padre era un violinista italiano y su madre, una bailarina h¨²ngara. ?l las abandon¨® y ellas se ganaban la vida como pod¨ªan. En el Nueva York de los a?os 30, no nadaban precisamente en la abundancia. A los 12 a?os enferm¨® de fiebre reum¨¢tica y tuvo que dejar el ballet. ?Esa fue mi primera muerte en vida?, dice. Con 13, un agente la descubri¨® en el autob¨²s de camino al trabajo y la introdujo en el glamuroso mundo de la moda. A los 15 tuvo su primera portada para una cabecera importante. A los 19, su primer marido. Despu¨¦s vendr¨ªan dos m¨¢s ¨Cuno de ellos fue el fot¨®grafo Richard Heimann¨C y varias idas y venidas profesionales y financieras ¨Cincluido un fraude de Bernie Madoff que la dej¨® en la bancarrota¨C.
Es consciente de lo extraordinario de su biograf¨ªa. ?Siempre he sabido que mi vida no era corriente. La gente reaccionaba ante m¨ª de un modo distinto. Nunca tuve muchos amigos, porque nos mud¨¢bamos tan a menudo que no me daba tiempo a hacerlos. Pero cuando empec¨¦ a trabajar llev¨¢bamos casi un a?o en el mismo sitio. El dependiente del supermercado de la esquina estaba maravillado con que yo saliera en las revistas. Le parec¨ªa algo importante. Pero a m¨ª lo ¨²nico que me interesaba era que cobraba siete d¨®lares y cincuenta centavos la hora y pod¨ªa ayudar a mi madre a pagar el alquiler?, recuerda.
Y si el comienzo fue excepcional, lo que vino despu¨¦s no se qued¨® corto. Richard Avedon, Horst P. Horst, Irving Penn, Blumenfeld¡ Incluso una breve etapa como musa de Dal¨ª. Dell¡¯Orefice ha posado para los grandes artistas de nuestro siglo y ha protagonizado las p¨¢ginas de las grandes cabeceras de moda. ?Carmen estaba en las portadas antes de que la madre de Kate Moss naciera?, recalca David Downton, su acompa?ante para la velada. El ilustrador, que hace un par de a?os oblig¨® a la que hoy es su musa y amiga a recuperar todas las fotos que ten¨ªa olvidadas debajo de la cama para orquestar una exposici¨®n en su honor en el London College of Fashion, es el responsable del pen¨²ltimo regreso de la maniqu¨ª. Y el hecho de que hoy, con 85 a?os reci¨¦n cumplidos, la neoyorquina siga engrosando su porfolio ¨Cest¨¢n las campa?as para Rolex, los desfiles para Elie Tahari y Airfield, y el cat¨¢logo de Target¨C es un reafirmaci¨®n de su persistente atractivo.
Models.com, la p¨¢gina de consulta oficial para todo director de casting, sit¨²a a Dell¡¯Orefice en los primeros puestos de su ranking de leyendas. Ella no sabe ni de la existencia de la web. ?Si alguien me considera una leyenda, es su problema. No lo soy. Ni tampoco un ejemplo a seguir. Soy una mujer trabajadora, una madre, una hija. Y punto?, dice. ?Acaba de hacer una declaraci¨®n feminista? ?Nunca me he puesto etiquetas y no voy a empezar a hacerlo ahora. Me cri¨® una madre soltera y desde muy joven tuve responsabilidades reales. Nunca sent¨ª la necesidad de ponerme en pie y declarar mi independencia. Ya la ten¨ªa. Abordo mi vida como una obra de teatro: yo soy la guionista, la directora, la jefa de vestuario?, afirma. Est¨¢ claro que tiene madera para la interpretaci¨®n. ?Es mi trabajo: crear una imagen capaz de trasladar a una sociedad sin imaginaci¨®n a un lugar m¨¢s bonito?, explica.
Esa es la raz¨®n por la que, opina, la gente reacciona cuando ve a una mujer mayor en una revista. ?No son capaces de imaginarlo. Y les sirve como validaci¨®n de que pueden tener una vida as¨ª de larga y maravillosa. Objetivamente, si lo pienso, yo tambi¨¦n querr¨ªa ser la mujer que sale en esas fotos. Lo divertido es que lo soy?. Dell¡¯Orefice sabe d¨®nde acaba el personaje y d¨®nde empieza la persona. ?He sido retratada por fot¨®grafos maravillosos. Avedon, Penn, Liberman, Blumenfeld?, enumera. Y podr¨ªamos seguir un rato largo. ?Me han convertido en una imagen que ¨Cy esto es algo que he entendido con los a?os¨C representa lo que esos artistas ven en m¨ª, no lo que soy. Pero con ellos he aprendido ese baile sin palabras entre modelo y fot¨®grafo. Y, sinceramente, no podr¨ªa haber tenido una escuela mejor. Esa gente ten¨ªa gusto, sentido est¨¦tico y visi¨®n. Hoy todo es¡ plano?, sentencia.
No es la primera veterana que se lamenta por las nuevas generaciones de modelos. ?Representan la comercializaci¨®n. La moda se ha vuelto ins¨ªpida. Debe de haber una serie de estilistas que se han hecho con el mando y ahora todo el mundo lleva el mismo peinado, la misma ropa, el mismo todo. Es mon¨®tono. ?Y aburrido!?, exclama. Aun as¨ª, jubilarse no entra en sus planes. ??Que por qu¨¦ sigo trabajando? Por la misma raz¨®n por la que respiro. Me da vida?, argumenta. ?Cuando estoy en una sesi¨®n, no quiero que acabe?. Y la respuesta cuando le preguntamos por qu¨¦ acept¨® ser imagen de Airfield es igual de sincera y rotunda. ?Porque me quer¨ªan. Y yo quer¨ªa ver si pod¨ªa inspirar a su p¨²blico. Eso es lo que me gusta de esta firma: creo que viste a gente real, de cualquier edad, con cualquier tipo de cuerpo. El mundo de la moda actual est¨¢ borrando ciertos l¨ªmites?, declara la neoyorquina. Y, la verdad, la de Airfield es el tipo de ropa que me comprar¨ªa?.
No puede decir lo mismo de los pantalones de cuero que quisieron ponerle hace unos meses en una sesi¨®n de fotos con un joven dise?ador norteamericano. ?Es una prenda que nunca he comprendido. Son tremendamente inc¨®modos. Jam¨¢s me los comprar¨ªa ni los vestir¨ªa por voluntad propia. Pero si fuese para una foto ¨Cuna que fuese elegante¨C, tal vez lo har¨ªa?, concede. Al fin y al cabo, es modelo. ?Es el trabajo por el que me pagan. El reto es conseguir que parezca que me encantan, proyectar esa imagen sin perder la dignidad?, explica.
Oportunamente, en ese momento la responsable de prensa de Airfield entra en el camerino que han improvisado en el backstage ¨Clos del teatro est¨¢n en la planta de arriba y las escaleras no son lo mejor para unas articulaciones d¨¦biles¨C. Trae el conjunto que Dell¡¯Orefice ha elegido para el desfile. El que le hab¨ªan preparado en un principio ¨Cun traje con una chaqueta de tweed rosa¨C no le convenc¨ªa, y lo cambi¨® por un abrigo de leopardo. ?Creo que es peque?o?, dice la maniqu¨ª. ?Nunca nada me queda bien. Avedon siempre se quejaba de mis hombros. Dec¨ªa que eran anchos como los de un futbolista. La primera vez que lo escuch¨¦ decir eso estaba en el camerino, visti¨¦ndome, y me fui a la azotea a llorar. Pero volv¨ª al estudio y me puse delante de la c¨¢mara, de perfil. Aquella foto sali¨® maravillosa?, recuerda. No es una mujer que se derrumbe con facilidad. Y queda claro cuando se pone de pie frente al espejo. Sigue posando como en aquellas fotos de Avedon. ?Quiero verme. Necesito inspirarme antes de salir a la pasarela?, dice. Vuelve la diva. Que empiece el espect¨¢culo.