Feminismo en un lugar de la Mancha
Dos centenares de mujeres circulan a lo largo de las p¨¢ginas del Quijote rompiendo con los convencionalismos de la ¨¦poca.
Libro de feminidad fue llamada la primera parte de Don Quijote de la Mancha por grandes escritores, hoy ya cl¨¢sicos, entre ellos Azor¨ªn, en el entorno del tercer centenario de su impresi¨®n (se public¨® en 1605 y se celebr¨® en 1905). Cien a?os despu¨¦s (2005) qued¨® de manifiesto la insistente representaci¨®n de lo femenino en la obra de don Miguel. No ha sido as¨ª, sin embargo, en el cuarto centenario de la segunda parte del Quijote (se public¨® en 1615 y se conmemor¨® en 2015) y el de la muerte del escritor (falleci¨® en 1616 y se le homenajea este a?o): ha dado la impresi¨®n de que l...
Libro de feminidad fue llamada la primera parte de Don Quijote de la Mancha por grandes escritores, hoy ya cl¨¢sicos, entre ellos Azor¨ªn, en el entorno del tercer centenario de su impresi¨®n (se public¨® en 1605 y se celebr¨® en 1905). Cien a?os despu¨¦s (2005) qued¨® de manifiesto la insistente representaci¨®n de lo femenino en la obra de don Miguel. No ha sido as¨ª, sin embargo, en el cuarto centenario de la segunda parte del Quijote (se public¨® en 1615 y se conmemor¨® en 2015) y el de la muerte del escritor (falleci¨® en 1616 y se le homenajea este a?o): ha dado la impresi¨®n de que las voces femeninas se repliegan de nuevo ante un panorama p¨²blico casi privado de voces de mujeres y del di¨¢logo que llevan consigo. Sin embargo, de pronto, cuando menos lo esperamos, avisan.
Indiferentes a las subidas y bajadas del cr¨¦dito, las mujeres del Quijote encarnan por s¨ª mismas y de manera independiente los conflictos de la existencia: son las ?figuras reflexivas? de las que habla el escritor Carlos Fuentes. Piensan y hacen pensar. A trav¨¦s de ellas, Cervantes tiene m¨¢s libertad para restituir, entre bromas y veras, la verdad oculta que la realidad tarda tiempo en mostrar. Van a reaparecer en distintas etapas de la historia marcando los arquetipos de la mujer espa?ola moralmente obligada a desmelenarse cuando la circunstancia le puede, siendo aut¨®noma en la expresi¨®n de los sentimientos y portadora de ansias de libertad.
En aquellos a?os quijotescos caracterizados por la crisis, las guerras, las epidemias y la hambruna que los historiadores Maravall, Dom¨ªnguez Ortiz o Pierre Vilar han estudiado a fondo, Cervantes alumbra 200 figuras femeninas que circulan por las p¨¢ginas de su obra m¨¢s ilustre. El escritor conoce bien a las mujeres: la madre muere en 1593, pierde a su hermano Rodrigo (con quien comparte cautiverio en Argel) en 1600. De su hermano Juan apenas hay noticia. Por eso, la presencia familiar femenina de mayor influencia la constituyen, pues, las hermanas: Luisa, carmelita en Alcal¨¢; y en la casa familiar Andrea, Magdalena, la sobrina Constanza (hija de Andrea), la hija de Miguel de Cervantes, Isabel, y Catalina (su esposa por temporadas).
Treinta y nueve mujeres toman cuerpo y voz en el primer libro. Se muestran a trav¨¦s de mon¨®logos propios y de referencias narradas por otros personajes y reproducen tal multiplicidad de caracteres que seguir la trayectoria de cada una nos permite realizar una lectura paralela del n¨²cleo central principal sin apartarnos del argumento. Las historias de amor que cuentan son el mejor espejo de su sufrimiento pasional a imitaci¨®n de modelos como Amad¨ªs de Gaula. Sobre ellas fluct¨²an los mitos femeninos de Ariadna, las diosas Palas y Venus; las medeas, helenas, tisbes, danaes, las ninfas o las santas. Unas son retratadas con pincelada gris, como las prostitutas en el entorno de la venta, llamadas se?oras por el hidalgo. Fondo gris, igualmente, es el que detectamos ante la informaci¨®n intrascendente que el escritor nos reserva para el ama y la sobrina, que ganan en personalidad y gesto con el avance de la trama.
Destacan las contradictorias Dulcinea-Aldonza Lorenzo, o la pastora Marcela, o esa bell¨ªsima Dorotea que atraviesa la Sierra para recuperar con don Fernando su honra; la lectora enamorada, Luscinda; la italianizante Camila llevada a la traici¨®n conyugal; o Zoraida, argelina acaudalada que se embarca por amor a un cristiano que es quien relata el periplo; o Marisancha, la hija adolescente de Sancho; la mujer de este, Teresa Panza; Leandra, la burlona Duquesa, la tocadora de arpa Altisidora, la temeraria y a caballo Claudia Jer¨®nima, como la morisca Ana F¨¦lix, atrayente hija del tendero morisco Ricote, la empleada de la venta, Maritornes, etc.
Componen un retablo calculado en funci¨®n de sus temperamentos, inquietudes, la socarroner¨ªa, la sentimentalidad. Son alternativamente independientes, ir¨®nicas, hoscas, compasivas, fuertes o vulnerables de acuerdo con las propias vivencias. As¨ª, los deseos de libertad y de aventura de Marcela, las ansias de realizaci¨®n amorosa y el relato de los amores y dolores de Dorotea y el sentido de la dignidad y responsabilidad de Ana F¨¦lix cobran en boca de estas mujeres quijotescas un perfil de modernidad que hoy mismo nos sorprende. Como estudi¨® Carmen Castro, es la fuerza de las acciones que estas emprenden la que modula sus variadas identidades y la que marca sus destinos. La bella Marcela pone delante del lector su capacidad de renuncia, decidida a ser fiel a su idea de independencia por encima de los reclamos amorosos de Gris¨®stomo; Luscinda resuelve sus trances amorosos a trav¨¦s de la estrategia; Dorotea se echa al camino para obligar al amante traidor a cumplir su promesa de matrimonio; Zoraida abandona a su familia por seguir al cristiano que no solamente la enamora sino que acompa?a su conversi¨®n al cristianismo; la sobrina del hidalgo, pura referencia de parentesco, recupera su nombre y apellido al final a la vez que la herencia. A muchas damas don Quijote las escucha atentamente, a pocas esquiva con af¨¢n pudoroso y a una inmensa mayor¨ªa protege, como a Do?a Rodr¨ªguez, a quien el caballero asegura atender ?con castos o¨ªdos y socorrida con piadosas obras?.
Una lucha que sigue vigente
Tantos suspiros y risas y reclamos y l¨¢grimas femeninos se suceden que hay quien denomina estos cap¨ªtulos conciertos de aire. Por eso no es exagerado retomar la opini¨®n de la hispanista Iris Zavala al observar que Cervantes se anticipa a Freud al recostar a las mujeres, una a una, en el sof¨¢ del psicoan¨¢lisis para asistir al relato de sus anhelos y hac¨¦rnoslas queribles. Sucede con el grupo de Sierra Morena y de la venta, protagonizado al alim¨®n por Marcela, Luscinda, Dorotea, Zoraida¡ Son mujeres que atraviesan violencias y dramas de dif¨ªcil resoluci¨®n aparente, mas con final arm¨®nico, como sucede con Dorotea o Ana F¨¦lix, separada de su familia y luego reencontrada bajo el impacto de la expulsi¨®n de los moriscos. En momentos excepcionales son elevadas a la m¨¢s alta cumbre para hundirlas despu¨¦s en un fondo de pesadilla. Lo representa en su versi¨®n de Dulcinea, dama de los sue?os, destinataria de una carta sublime en las alturas en la primera parte y hallada en la segunda en circunstancias de gran necesidad en el fondo de la cueva de Montesinos.
Don Quijote asiste a estas mujeres con facultad de oyente y las lanza amorosamente al camino, primero llano y de sierra escarpada, finalmente urbano y costero como es el mar de Barcelona. Pocas quedan en el ¨¢mbito dom¨¦stico cuando sus intereses por recuperar la honra o el amor, o las dos cosas, las lleva lejos de sus casas. Una vez lejos de su papel tradicional recuperan la fuerza gracias a sus acciones y regresan transformadas, con ganas de seguir reafirmadas a trav¨¦s del di¨¢logo con su entorno, poniendo en entredicho el concepto tradicional de autoridad. ?Qu¨¦ extra?a lecci¨®n hoy en que nos reconocemos p¨²blicamente faltos de palabras eficaces, como las que albergan, una a una, y todas, en su conjunto, las chicas de Cervantes!
DOROTEA
Hija de labradores andaluces acomodados, capacitada para administrar la hacienda, sensual, tocadora del arpa, ocupa mayor espacio que las dem¨¢s. Desdichada en amores por la traici¨®n de un don Fernando huido, a quien va a buscar por Sierra Morena, siente un amor con carga de esperanza y de angustia que no resta nada a su sentido de la raz¨®n. Blanca de piel, largos cabellos, hermosas piernas y pies desnudos que lava junto al agua del r¨ªo disfrazada de muchacho con monterilla que le recoge el pelo, es descubierta como un ¨¢ngel por el Cura, el Barbero, Cardenio y, despu¨¦s, don Quijote. Buena int¨¦rprete, disfruta en la ficci¨®n tom¨¢ndole cari?osamente el pelo a don Quijote al fingirse la princesa Micomicona. Consigue que el viejo hidalgo, embobado por su belleza, pase a segundo plano a Dulcinea.
ZORAIDA
Llamada Rosa de pasi¨®n por Concha Espina, quien la destaca por su belleza. Es hija del poderoso argelino Agi Morato, enamorada de un cautivo cristiano que relata su historia en la venta en presencia de Luscinda y Dorotea, fascinadas ante la cultura, refinamiento y el asentimiento silencioso de ella. La historia remite al episodio real protagonizado entre la hija de un potentado ¨¢rabe y un cristiano durante el cautiverio en Argel de Cervantes. Ella surge en el relato ricamente vestida y enjoyada, en el lugar de reclusi¨®n de los cautivos a quienes ayuda a fugarse en una barca contraviniendo la autoridad paterna. Su objetivo: encontrar a la Virgen, Lela Mari¨¦n, convertirse al cristianismo bajo su nuevo nombre de Mar¨ªa, y desposarse con el cristiano. Representa la libertad individual frente a la norma de la sociedad a la que pertenece.
MARCELA
La Guerrera. Hu¨¦rfana de padre y madre, jovenc¨ªsima pastora refinada, sabe leer y escribir y se nos aparece retirada a la contemplaci¨®n en la Sierra junto a las cumbres, los r¨ªos y los ¨¢rboles. Rodeada de acosadores pretendientes que se disfrazan de pastores para poder ser aceptados, es considerada ?protofeminista? al defender la libertad por encima de todo (?Yo nac¨ª libre?) y rechazar a Gris¨®stomo, que muere por su amor. No obstante, Marcela reclama la soledad de los campos en el cap¨ªtulo m¨¢s solemne del Quijote. Denuncia el acoso al que son, gran parte de las veces, sometidas las mujeres y es la figura que reta con mayor potencia al patriarcado. Quienes escuchan su razonamiento quedan admirados por su inteligencia, y, ante el intento de culparla de la muerte de Gris¨®stomo, don Quijote la defiende con contundencia.
ALDONZA/DULCINEA
Dos nombres de un mismo personaje que representan la realidad y la imaginaci¨®n encarnadas en una mujer del Toboso. Hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales, analfabeta, sensata, atrevida, de complexi¨®n fuerte y bromista. La ficci¨®n cervantina engendra sobre ese modelo realista el opuesto de Dulcinea, amada intangible ?de hermosura sobrehumana? que representa el ideal plat¨®nico y apenas tiene voz. Por ella vive el caballero andante. Contra este ideal de mujer llena de virtudes que representa los sue?os del Quijote hablar¨¢n otros personajes, del incr¨¦dulo Sancho a las mozas burlonas del Palacio Ducal. Don Quijote se mantiene en sus trece: son los malos encantadores, al acecho, quienes han convertido a su princesa en villana.