Mar¨ªa Fernanda Ampuero: ¡°La gorda ha de ser divertida. La delgada puede permitirse ser borde, su belleza lo compensa¡±
Maestra de la literatura de g¨¦nero, la autora regresa, sin ficciones de por medio, para relatar el m¨¢s grande de los terrores: retazos de su vida
Visceral se mastica, se escupe o, m¨¢s bien, te escupe. Es salvaje, inc¨®modo y m¨¢gico. Primitivo. Y todo esto sucede porque este libro sale de un lugar descarnado, doliente y real. No hay ficci¨®n aqu¨ª, ni juegos de espejos, ni disfraces camale¨®nicos. Lo que hay es una exposici¨®n furibunda. Un ¡°esta soy yo¡± que levanta un dedo acusador a quienes alimentaron la ira de Mar¨ªa Fernanda Ampuero (Guayaquil, Ecuador, 48 a?os) y la de tant¨ªsimas mujeres por ser eso, mujeres, migrantes, gordas, menop¨¢usicas, locas o todo a la vez. Un alarido literariamente dionis¨ªaco.
En el libro se aleja de la literatura de terror para internarse en una suerte de cr¨®nica autobiogr¨¢fica. ?Por qu¨¦?
Despu¨¦s de Peleas de gallos y Sacrificios humanos, mucha gente, sobre todo periodistas varones, me preguntaban por qu¨¦ escrib¨ªa terror. Como si fuera algo que no podemos hacer las damitas. A fuerza de responder a esta pregunta, elabor¨¦ una teor¨ªa: las mujeres vivimos en el epicentro del terror. Y ni siquiera hablo de mujeres solteras que est¨¢n intentando tener una sexualidad libre y encontrar a alguien. No. Mi mam¨¢ tambi¨¦n viv¨ªa con terror, iba de puntillas para no mover el aire y que a mi padre no se le cruzara un cable. Vivimos inmersas en una pel¨ªcula de terror y no lo sabemos. Entonces, yo, al menos, lo cuento. En mi caso adem¨¢s soy extranjera y no soy can¨®nicamente bella. Hay m¨¢s terror ah¨ª.
?C¨®mo ha sido el proceso? Porque una cosa es ser consciente de las violencias que se han vivido y otra escribirlas sin artefacto literario de por medio.
No ha sido liberador por mucho que la rabia compartida siempre sea mejor. Permite el aquelarre. Solas no podemos. Si yo he vivido esto que relato en mi libro y tampoco soy una protagonista de un libro de Dickens, no quiero ni imaginar lo que les pasa a otras: a las hu¨¦rfanas, a las que tuvieron que prostituirse, de las que abus¨® su padre, a las que sufrieron una violaci¨®n en masa a los 14 a?os¡ Yo hago terapia. Y no creo que el escribir lo sea.
Son los monstruos que nos van asesinando. Parafraseando a Caitlin Moran, ¡°c¨®mo destruir a una mujer¡±.
El libro agrupa todas las veces que me han arruinado la autoestima, la seguridad en m¨ª misma, y me han convertido en la persona que soy. Y tambi¨¦n es un grito de guerra. Una manera de decir: ¡°Y los he sobrevivido a todos, hijueputas y ninguno de ustedes, hijueputas, est¨¢ siendo entrevistado por El Pa¨ªs¡±.
Repite que no es la mujer simp¨¢tica y risue?a que parece. ?Hasta ah¨ª llega la perfecci¨®n que se nos exige?
Todas tenemos que ser esa mujer perfecta, pero yo adem¨¢s tengo el sambenito de ser la gorda perfecta. La gorda ha de ser divertida. La delgada, joven y guapa puede permitirse ser borde. Su belleza lo compensa. A m¨ª me han ense?ado a ser el payasito que con sus chistes compensa el hecho de que no se ve como deber¨ªa. Como vive sin l¨ªmites la gula que los dem¨¢s quisieran tener, por lo menos que haga re¨ªr. Estar gorda no significa tener malos h¨¢bitos. Yo tengo una alimentaci¨®n fant¨¢stica.
Relata una experiencia tremenda: haber sido atiborrada, de ni?a, a f¨¢rmacos (anfetaminas y somn¨ªferos) para adelgazar. ?Vivimos inmersos en la gordofobia?
Hasta ahora, no hab¨ªa contado sobre dietas, inyecciones y drogas porque pensaba: ¡°Estoy haciendo todo esto y sigo gorda. ?No quiero que me pregunten!¡±. Escucho constantemente comentarios sobre cu¨¢ntas calor¨ªas tiene un alfajor, o ¡°uy, con este cuerpo, no puedo ir a la playa¡±¡ ?Esto lo dicen mujeres delgadas delante de m¨ª! Recuerdo una vez, en un bar, que me invitaron a un trago y una amiga dijo que c¨®mo era posible que de las que est¨¢bamos en la mesa, fuera a m¨ª a la que invitaran. A la gorda.
Uno de los hilos conductores del libro es ese, ?no? El del cuerpo de la mujer siendo colonizado, torturado¡
Casi todo lo que he escrito tiene que ver con el body horror. La maternidad, la menopausia, los dolores de regla. Y todas las cosas que se hacen sobre ese cuerpo amparadas por el racismo, el clasismo, el machismo o el colonialismo. Una especie de venganza hacia nuestros cuerpos. ?Hay una guerra? Se viola a las mujeres. ?Unas mujeres piden asilo? Se las prostituye y quita el pasaporte. Hay una ferocidad sist¨¦mica contra la mujer, cumpla o no los criterios est¨¦ticos. Porque si los cumples, debes mantenerlos.
Hay episodios dur¨ªsimos en Visceral. Una agresi¨®n sexual sin ir m¨¢s lejos. ?Teme las reacciones de su entorno?
La ¨²nica que me preocupa es mi madre. Hemos hablado y llorado de todo cuanto aparece en el libro, salvo la parte de la violaci¨®n. No quiero que sufra. Mis hermanos van a sufrir a la manera en la que lo hacen los hombres: poni¨¦ndose furiosos o queriendo destruir paredes. Y habr¨¢ quien piense que soy tonta por haberme puesto en alguna situaci¨®n. All¨¢ ellos. Tras la violaci¨®n, y esto no lo cuento en el libro, cuando me vi desnuda frente al espejo con el pelo hecho mierda, enrojecida del ahogo, el r¨ªmel corrido, el l¨¢piz de labios por todas partes, me vi tan monstruosa que me dije: ¡°Claro, ?c¨®mo este tipo no iba a ser violento, si soy este freakshow del espejo?¡±. Pens¨¦ eso. ?De m¨ª misma!
?Y tras el libro?
Volver¨¦ a cometer errores, odiar mi cuerpo, sentirme extranjera. El demonio est¨¢ dentro. El libro es un proceso de ver las violencias que me han constituido como una persona que, pese a todo, es emp¨¢tica. Hay un camino que, al menos para m¨ª, no termina en desolaci¨®n.
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