Contra la ?trampa? del matrimonio: Rachel Cusk y el club de las arrepentidas
?Creo que una feminista no deber¨ªa casarse? escribe Rachel Cusk en ¡®Despojos¡¯, su demoledor ensayo sobre su divorcio y la separaci¨®n. No ha sido la ¨²nica en cargar contra esta instituci¨®n.
Betty Friedan, La m¨ªstica de la feminidad, 1963
A Rachel Cusk le dol¨ªan las muelas el d¨ªa que su marido fue a recoger sus cosas. Llov¨ªa. Se acababan de separar. Llevaban diez a?os casados y ten¨ªan dos hijas en com¨²n. Ella dej¨®? la puerta abierta?toda la ma?ana y la humedad se col¨® por las paredes y hasta sus nervios. ?Me qued¨¦ al pie de las escaleras, con las manos en la boca, como un mimo que representa consternaci¨®n?. Cusk tiene algo de jungiana. La teor¨ªa de la sincronicidad del psiquiatra y psicoanalista dice que pueden existir ?dos sucesos simult¨¢neos vinculados por el sen...
?Quiero algo m¨¢s que un marido, unos hijos, una casa?
Betty Friedan, La m¨ªstica de la feminidad, 1963
A Rachel Cusk le dol¨ªan las muelas el d¨ªa que su marido fue a recoger sus cosas. Llov¨ªa. Se acababan de separar. Llevaban diez a?os casados y ten¨ªan dos hijas en com¨²n. Ella dej¨®? la puerta abierta?toda la ma?ana y la humedad se col¨® por las paredes y hasta sus nervios. ?Me qued¨¦ al pie de las escaleras, con las manos en la boca, como un mimo que representa consternaci¨®n?. Cusk tiene algo de jungiana. La teor¨ªa de la sincronicidad del psiquiatra y psicoanalista dice que pueden existir ?dos sucesos simult¨¢neos vinculados por el sentido pero de manera acausal?. Que son los per¨ªodos de transici¨®n o transformaci¨®n de los seres humanos, como muertes o divorcios, los m¨¢s propensos a la ocurrencia de sincronicidades. Dicho de otra forma: esa muela infectada que cubr¨ªa simb¨®licamente con sus manos era su matrimonio. Se hab¨ªa ido descomponiendo poco a poco, desde la ra¨ªz. El dolor hab¨ªa sido soportable durante un tiempo, incluso algunas etapas se hab¨ªa adormecido, pero la infecci¨®n se hab¨ªa extendido y hab¨ªa llegado a un punto de no retorno. Hab¨ªa que extraer. Y hab¨ªa que recurrir a la fuerza: ?Violencia: la gente busca continuamente alternativas para evitarla, aunque rara vez funcionan?, aclara sobre el suceso. Su dentista recurri¨® a la fuerza f¨ªsica con unas tenazas negras y s¨®lidas para deshacerse de la muela infecta. Ella aplic¨® esa ?fr¨ªa y dura, insensata y brutal? fuerza simb¨®lica en sus palabras. As¨ª fue como gest¨® el libro para librarse del peso de su matrimonio fallido. Lo hizo en un demoledor y brutal ensayo:?Despojos: sobre el matrimonio y la separaci¨®n,?un texto que public¨® en 2012 y que el 1 de junio saldr¨¢ a la venta en castellano en Libros del Asteroide con traducci¨®n de Catalina Mart¨ªnez Mu?oz.
Como esas tenazas amenazantes de su dentista, Cusk escribi¨® un afilado, parco pero desgarrador ensayo que sirve como revulsivo contra ?el cors¨¦ del matrimonio? porque, como ella escribe, ?el relato tiene que obedecer a la verdad para representarla. Desnuda, la verdad puede ser vulnerable, desgarbada, horrorosa. Demasiado arreglada se convierte en una mentira?. La autora aplica su mirada anal¨ªtica sobre la instituci¨®n para destrozarla con una precisi¨®n casi cl¨ªnica: arrasa con los cimientos y expone los interrogantes de las ruinas, a sus rastrojos propios, sus despojos, sin perder ni un ¨¢pice de elegancia. ?El mundo est¨¢ en constante evoluci¨®n, mientras que la familia se empe?a en seguir siendo la misma. Una casa en mitad del paisaje: refugio y prisi¨®n al mismo tiempo?, define a trav¨¦s de su propia historia sobre esta ansia y doble juego de buscar cobijo y c¨¢rcel en lo dom¨¦stico del matrimonio. Fiel al principio feminista de la escritura autobiogr¨¢fica ¨CCusk detesta que sus textos se equiparen al cotilleo confesional¨C, la autora se une al club de las renegadas del matrimonio. No han sido pocas las que, tras pasar por ¨¦l o sin querer mojarse y especulando desde la barrera, han arremetido contra una entidad que sobrevive a revoluciones feministas y queer, inmutable y vigorosa frente a todas y a todo progreso social.
El porqu¨¦ de su fraude
??En el matrimonio anida un fraude, pues si bien se supone que socializa el erotismo, en realidad acaba con ¨¦l?
Simone de Beauvoir, El segundo sexo, 1943
Cusk dice que somos tan de nuestro momento hist¨®rico como de nuestros padres. Ella luch¨® contra el ideal de feminidad heredado de su casa. ?Mi madre aspiraba al matrimonio y la maternidad, a que un hombre la deseara y la poseyera para legitimarla. Yo era el fruto de esas aspiraciones, pero, en alg¨²n momento de la transici¨®n entre mi madre y yo, mi deber se hab¨ªa convertido en legitimarme a m¨ª misma?. Sinti¨¦ndose como una extranjera en las f¨¢bulas de las casas de mu?ecas que hab¨ªa aprendido, sus ideales se hab¨ªan construido enalteciendo los valores masculinos como los virtuosos. So?aba con la independencia de su padre y detestaba el ansia dom¨¦stica y af¨¢n de reconocimiento en los ojos del hombre que le transmit¨ªa su madre. Estudi¨® en Oxford, se cas¨® y tuvo dos hijas. ?El matrimonio me parec¨ªa un freno, un cors¨¦, y a mi modo de ver la fuerza coactiva era masculina; eran los hombres quienes impon¨ªan esa estructura, el matrimonio, para volver a una mujer inaccesible, y con ella tambi¨¦n los dones del amor y calidez que de lo contrario podr¨ªa haber propagado libremente por el mundo?.
As¨ª que decidi¨® que fuese su marido abogado, y no ella, quien se hiciese cargo de parte de los cuidados y que ¨¦l aparcase su trabajo mientras ella escrib¨ªa. Eso le llev¨® a un desdoblamiento, a una fragmentaci¨®n de g¨¦nero con tal de probar aquello de que ella no ser¨ªa como las dem¨¢s (=su madre). ?La mujer que cree que puede elegir la feminidad, que puede jugar con ella como un bebedor social juega con el vino¡ bueno, lo est¨¢ pidiendo, est¨¢ pidiendo que la anulen, que la devoren, est¨¢ pidiendo pasar la vida perpetrando un nuevo fraude, fabricando otra nueva identidad falsa, solo que esta vez lo falso es su igualdad. O bien hace el doble de trabajo que antes, o bien sacrifica su igualdad y hace menos de lo que deber¨ªa. Es dos mujeres o es media mujer. Y en cualquiera de los dos casos tendr¨¢ que decir, porque ella lo ha elegido, que disfruta con lo que hace?. Cusk revela aqu¨ª la gran? estafa de la mujer moderna que se cree liberada: ?Lo que necesito es una mujer, dice la feminista estresada, la mujer dedicada a su carrera, y todo el mundo se r¨ªe. La gracia est¨¢ en que la persecuci¨®n feminista de los valores masculinos la ha llevado al umbral de la explotaci¨®n femenina. Esto es una iron¨ªa. ?Lo pillan? La feminista desprecia esa c¨®mplice idiota que es la ama de casa?.
La canadiense (pero brit¨¢nica de coraz¨®n) acab¨® detestando su rol autoimpuesto. ??ramos una pareja travestida, ?por qu¨¦ no? La diferencia estaba en que yo era mujer y hombre y al mismo tiempo, mientras que mi marido ¨Ccon buena intenci¨®n¨Csolamente hac¨ªa una. [¡] Al final result¨® que yo no era un hombre: los hombres no hacen tareas ingratas. Y tampoco era una mujer: me sent¨ªa fea, porque las cosas de las que me ocupaba ¨Cla ropa sucia, la declaraci¨®n del IVA¨C no eran agradables?.
Eso le llev¨® a vivir una batalla contra su propio feminismo desde lo personal. ?Se podr¨ªa perdonar a quien piensa que la una feminista es una mujer que odia a las mujeres, que las odia por ser tan ingenuas [¡] El caso es que a una mujer as¨ª nadie la encontrar¨¢ merodeando por la escena del crimen, por as¨ª decirlo, dando vueltas por la cocina, por la planta de maternidad, por la puerta del colegio. Sabe que su condici¨®n de mujer es un fraude, una fabricaci¨®n de otros para su propia conveniencia; sabe que las mujeres no nacen, sino que se hacen. Por eso se aleja de all¨ª, de la cocina y del pabell¨®n de la maternidad, como el alcoh¨®lico se aleja de la botella?. En su texto hace hincapi¨¦ en las contradicciones con las que nos topamos en la b¨²squeda de la igualdad: ?Lo que viv¨ª como feminismo eran en realidad los valores masculinos que me legaron con buena intenci¨®n: los valores travestidos de mi padre y los valores antifeministas de mi madre. Por tanto, no soy feminista. Soy una travestida que se odia a s¨ª misma?.
Se la acab¨® pegando. Se asfixi¨®. La muela podrida.? ?En la oscuridad, en la cama conyugal, me sent¨ªa rodando al borde de un abismo negro [¡] La realidad de mi dormitorio, de mi casa, de mi vida no parec¨ªa capaz de anclarme?. Por eso, seg¨²n Cusk, ?una feminista no deber¨ªa casarse?. Tambi¨¦n cree que tampoco deber¨ªa tener una cuenta conjunta o una casa escriturada a nombre de dos. ?No, no deber¨ªa haberme llamado feminista, porque lo que dec¨ªa no se correspond¨ªa con lo que era: soy igual que mi madre, pero al rev¨¦s?.
El club de las arrepentidas
?Qu¨¦ vida tan triste y malgastada para una chica que se pas¨® quince a?os sacando sobresalientes?
Esther Greenwood en La campana de cristal, de Sylvia Plath (1963)
Cuando Le¨®n Tolst¨®i escribi¨® en 1859 que el matrimonio consist¨ªa en un supuesto equilibrio de generosidades (?t¨² sacrificas y yo sacrifico?, apunt¨® en?La felicidad conyugal)?poco imaginaba que ser¨ªa su propia mujer la que le leyese la cartilla en esto de idealizar esa entrega entre iguales. ?Qui¨¦n sacrifica qu¨¦? ?Qu¨¦ da uno a cambio cuando tu otra mitad te hace la cena para que puedas concentrarte dando forma a Anna Karenina, mientras tambi¨¦n cuida de tu finca, lleva las finanzas, lee y revisa tus textos (?copi¨® hasta siete veces Guerra y Paz!) y cuida de tus ?trece! hijos en com¨²n? Pues posiblemente te encuentres unas d¨¦cadas despu¨¦s con que esa sacrificada escribe una novela ¡®de ficci¨®n¡¯ indignada y poni¨¦ndote a caldo. Eso es, precisamente, lo que le pas¨® a Tolst¨®i con la suya.
Sofia Andr¨¦ievna Behrs (Tolstaia despu¨¦s de nupcias) se cas¨® con Tolst¨®i a los 18 a?os. ?l ten¨ªa 34. Sof¨ªa, pol¨ªglota, copista y escritora, se dej¨® iluminar por la figura del genio en un principio¡pero luego lleg¨® el ba?o de realidad. Tambi¨¦n el de ver c¨®mo media Rusia se compadec¨ªa de ella porque su marido hab¨ªa alardeado de superioridad masculina y denigrado el pensamiento de las mujeres en una novela lujuriosa. ?Li¨®vochka (Le¨®n Tolst¨®i) dice: ¡®El amor no existe, tan solo la necesidad razonable de una compa?era para la vida¡¯. Si hubiera le¨ªdo este juicio hace veintinueve a?os, no me habr¨ªa casado con ¨¦l?, escribi¨® Sof¨ªa, francamente harta, en sus diarios en 1890. As¨ª lo recogen Marta Reb¨®n y Ferran Mateo en el estupendo ep¨ªlogo de?De qui¨¦n es la culpa (X¨®rdica, 2019), la novela que escribi¨® Tolstaia, y que nadie quiso publicar en su d¨ªa, para vindicarse despu¨¦s de verse reflejada y se?alada, para mal, en la?Sonata a Kreutzer (1889) escrita por su marido. En De qui¨¦n es la culpa, una astuta joven decide casarse con un admirado pr¨ªncipe que casi le dobla la edad y todo son arrepentimientos seg¨²n avanza el juego. En la vida real, su relaci¨®n fue de lo m¨¢s tormentosa hasta el final: Tolstoi decidi¨® dejar sus bienes a la humanidad y no a su familia. ?(Leer la biograf¨ªa de) Bethoven me hizo comprender el ego¨ªsmo y la indeferencia de Lev Nikol¨¢ievich (Le¨®n) hacia todo lo que hay a su alrededor. Para ¨¦l, el mundo es simplemente el medio que rodea a su genio y toma de ¨¦l lo que puede ser ¨²til a su obra. El resto lo deshecha. Coge de m¨ª, por ejemplo, mi labor de copista, mi preocupaci¨®n por mi bienestar f¨ªsico, mi cuerpo. Mi vida espiritual no representa nada para ¨¦l. [¡] Ni siquiera se ha molestado nunca en entenderla¡ Y sin embargo, el mundo entero venera a hombres as¨ª?, escribi¨® indignada durante su vida.
Est¨¢n las que se sintieron travestidas como Cusk, las que se vieron explotadas y vampirizadas como Tolstaia y luego est¨¢ lo que le pas¨® a Elena Garro. Como explica Luna Miguel en El coloquio de la perras (Capit¨¢n Swing, 2019),?la periodista y autora plasm¨® en su obra ese desd¨¦n hacia el matrimonio con una fuerza arrolladora en sus personajes. Algo que fue usado en su contra, personalmente, tras separarse de Octavio Paz. Pero sus textos reflejan exactamente lo que ella sent¨ªa respecto al matrimonio en s¨ª. ?Lo cierto es que la obra de Elena Garro es un reflejo constante de la complejidad de la vida en pareja, de la c¨¢rcel que es el matrimonio y del dolor de saberse insultada, acosada por la persona que ama?. Miguel recoge las simb¨®licas declaraciones de Garro sobre la instituci¨®n en el documental La cuarta casa,?reflejo de ese desd¨¦n personal:?Cuando era jovencita so?¨¦ que iba subiendo una colina de la mano de mis primas y todas ¨ªbamos vestidas como de organd¨ªa, as¨ª muy monas, y lleg¨¢bamos a lo alto de la colina, y all¨ª estaba una mesita y un cura. Y dec¨ªan: es que te vas a casar. Y yo: ?ay no! ?No me quiero casar! Dec¨ªan: s¨ª, aqu¨ª est¨¢ tu novio. Y me volv¨ªa yo, y era un burro?.
?Me cas¨¦ con ¨¦l convencida de que el matrimonio no da resultado, de que el amor muere, de que la pasi¨®n se apaga; y al hacerlo incurr¨ª en esa especie de romanticismo que s¨®lo una persona c¨ªnica es realmente capaz de vivir?, escribi¨® Nora Ephron?sobre el fin del romance en la mejor novela para re¨ªrse y encontrar solaz de los despojos de un divorcio:?Se acab¨® el pastel (Angrama, 1983), el libro semiautobiogr¨¢fico que escribi¨® despu¨¦s de separarse de su segundo marido, el ad¨²ltero Carl Berstein. Aunque despu¨¦s vivir¨ªa una relaci¨®n envidiable con Nicholas Pileggi, su tercer e inseparable marido, es en Se acab¨® el pastel donde despliega su artiller¨ªa contra la instituci¨®n: ?Lo cierto es que, escojas a quien escojas, no da resultado; la verdad es que te decidas por quien te decidas, las neurosis se corresponden de manera perfecta y horrible; lo cierto es que elijas a quien elijas, no te dan cari?o, lo mismo que hicieron tu madre o tu padre?. Ephron, que pese al disgusto al final s¨ª encontro refugio, resumir¨ªa c¨®mo ahorrarse el sufrimiento tras pasar por el altar en uno de esos consejos que despleg¨® En el cuello no enga?a (2009): ?Nunca te cases con un hombre del que no est¨¦s dispuesta a divorciarte?.
No me caso ni muerta
?Siempre he odiado cuando mis hero¨ªnas se casan?
Rebecca Traister en All the single ladies (2016)
?Los hombres no son problema nuestro, pero s¨ª nuestra responsabilidad?. Si existe una pensadora contempor¨¢nea que m¨¢s activamente ha cargado contra el matrimonio heterosexual es Jessa Crispin. La autora y ensayista despleg¨® su artiller¨ªa pesada En Por qu¨¦ no soy feminista: un manifiesto feminista (Libros del Lince, 2017): ?El matrimonio ha sobrevivido a d¨¦cadas de ataques por parte de las pensadoras feministas y queer, que lo han fiscalizado en todos sus aspectos: desde el perturbador significado simb¨®lico ¨Clas mujeres son una propiedad que el padre entrega al marido¨C hasta la forma en que a menudo sirve para mejorar las vidas de los hombres a costa de la salud, la carrera y la felicidad de las mujeres?, apunta, lamentando su persistencia: ?Me preocupa la expectativa del matrimonio, c¨®mo ¨¦sta modifica los objetivos y la pr¨¢ctica feminista. Dado que hay tan pocas alternativas al amor rom¨¢ntico como principio organizador de la vida, de la adolescencia en adelante existe una fuerte presi¨®n para nos mostremos follables y dignas de ser amadas frente a la pareja potencial deseada?.
Para Crispin, ese ideal rom¨¢ntico ha conjugado a la perfecci¨®n con el neoliberalismo y la cultura aislacionista del ¡®yo¡¯. ?Esperamos que el amor nos redima. Para las chicas heterosexuales ¨Cpese a tanto discurso sobre independencia y empoderamiento¨C, esto se traduce en que la b¨²squeda de empoderamiento se emprende con el ¨²nico fin de mejorar nuestra forma competitiva en el mercado rom¨¢ntico?. Porque raramente se conciben o se trazan pol¨ªticas de ayudas sociales para la maternidad cuando se decide en solitario, as¨ª como la compra de una vivienda. Las nuevas bodas son la firma de la hipoteca y el progreso vital no se contempla si no existe otro pagador de cuotas en la ecuaci¨®n. ?Si rechazamos no solo la idea del matrimonio, sino tambi¨¦n la de pareja, nuestra ¨²nica alternativa es una existencia solitaria. [¡] Por eso, si decides tener un hijo fuera del matrimonio, la responsabilidad de ese hijo es solo tuya, no hay espacios de vida comunal (o muy pocos) y no existen los contratos de crianza con alguien que no sea nuestro compa?ero sentimental?.
Crispin moderniza aqu¨ª parte de la teor¨ªa que otra al¨¦rgica al matrimonio, Simone de Beauvoir ¨Cque lleg¨® a compartir sus amantes con Sartre, su pareja¨C despliega en El segundo sexo?(1949). All¨ª escribi¨® que ?para una chica, el matrimonio y la maternidad materializan su destino al completo; y para cuando empieza a entrever sus secretos, le parece que su cuerpo est¨¢ sometido a una terrible amenaza?. Como todas esas amas de casa aburguesadas que so?aban con aventuras er¨®ticas extramatrimoniales en los 60 que detect¨® Betty Friedan en La m¨ªstica de la feminidad, para Beauvouir las mujeres est¨¢n destinadas a ser infieles: ?Es la ¨²nica forma concreta en que pueden asumir la libertad. Solo a trav¨¦s del enga?o y del adulterio puede demostrar que no es la esclava de nadie y desmentir las pretensiones del macho?.
Los pensamientos de la francesa los recoge Jia Tolentino en su ensayo Hero¨ªnas Puras (recopilado en?Falso Espejo, 2020), donde teje un interesante an¨¢lisis sobre c¨®mo nuestras hero¨ªnas literarias adolescentes, libres e ingeniosas, despu¨¦s pasaron a convertirse en referentes femeninos de resentidas mujeres casadas. ?Cuando eres una chica en un libro, todos los d¨ªas son una corriente de placeres y emociones. M¨¢s adelante, o bien el mundo se vuelve amargo o eres t¨² las que te vuelves una amargada [¡] A las protagonistas adultas, el destino les cae encima como si fuese un martillo?. ?Qu¨¦ se ha roto en esa f¨¢bula vital? ?Por qu¨¦ las mujeres casadas pasan a ser unas desgraciadas en nuestras novelas de cabecera? ?Y por qu¨¦ siempre se ten¨ªan que casar nuestras hero¨ªnas favoritas? ?Jo tendr¨ªa que haberse convertido en una solterona literaria, pero fueron tantas las j¨®venes que me escribieron para rogarme que se casase con Laurie, o con otro cualquiera, que no me atrev¨ª a negarme y, sin ninguna permisividad, le encontr¨¦ una pareja divertida?. Louisa May Alcott, soltera de por vida, dijo esto sobre por qu¨¦ cas¨® a Jo en Mujercitas.?Tambi¨¦n acab¨® pre?¨¢ndola. Rebecca Solnit analiz¨® parte de este fen¨®meno en The Mother of all questions (La madre de todas las preguntas, 2017), donde explica que la reducci¨®n de la mujer a sus deciosiones dom¨¦sticas es un problema literario eficaz. ?Se nos ha dado una ¨²nica l¨ªnea argumental sobre c¨®mo tener una buena vida, a pesar de que no son pocas las mujeres que la han seguido y viven mal. Hablamos como si hubiese una ¨²nica trama que lleva a un final feliz, pero son miles los modos de vida que pueden brotar ¨Cy marchitarse¨C a nuestro alrededor?.
??Tienen todas las mujeres una capacidad especial para odiar a sus maridos, y todos los maridos una la capacidad de odiar a sus mujeres con un odio fundado en los mismos or¨ªgenes de la vida??, se pregunta Rachel Cusk en su ensayo. Ella, que volvi¨® a sentirse ?como una ni?a? cuando se divorci¨® de su marido, sigue pregunt¨¢ndose por qu¨¦ la mujer casada se siente incompleta. ?La gente que est¨¢ dentro mira hacia fuera. Veo a las mujeres casadas, a las madres, mirar hacia fuera. Parecen contentas, satifechas, capaces: est¨¢n con sus maridos y sus hijos, bien vestidas, atractivas. Pero miran alrededor mientras mueven la boca. Da la impresi¨®n de que les falta algo?.
*Rachel Cusk pasar¨¢ por el festival Primera Persona Indoors para charlar con Anna Guitart sobre ¡®Despojos¡¯ y qu¨¦ pasa cuando el matrimonio se rompe el pr¨®ximo 30 de mayo. Se podr¨¢ disfrutar a trav¨¦s de la web del CCCB.