La fotograf¨ªa feminista actualiza su legado generacional
En los setenta varias artistas se pusieron delante y detr¨¢s de la c¨¢mara para denunciar que eran el sexo sometido por la sociedad.
Iban para amas de casa, pero prefirieron instalar laboratorios fotogr¨¢ficos en sus cocinas. Y, sin ser plenamente conscientes de ello, terminaron redefiniendo el arte. Se inventaron nuevas formas de representar sus cuerpos. Introdujeron en sus pr¨¢cticas art¨ªsticas asuntos que resultaban inc¨®modos, cuando no tab¨²es en toda regla, como la sexualidad, el embarazo y la maternidad. La domesticidad opresora y la violencia de la que eran v¨ªctimas, tanto a nivel f¨ªsico como simb¨®lico. Casi todas rechazaron las disciplinas tradicionales, reductos controlados por los hombres. Vieron en ...
Iban para amas de casa, pero prefirieron instalar laboratorios fotogr¨¢ficos en sus cocinas. Y, sin ser plenamente conscientes de ello, terminaron redefiniendo el arte. Se inventaron nuevas formas de representar sus cuerpos. Introdujeron en sus pr¨¢cticas art¨ªsticas asuntos que resultaban inc¨®modos, cuando no tab¨²es en toda regla, como la sexualidad, el embarazo y la maternidad. La domesticidad opresora y la violencia de la que eran v¨ªctimas, tanto a nivel f¨ªsico como simb¨®lico. Casi todas rechazaron las disciplinas tradicionales, reductos controlados por los hombres. Vieron en los nuevos formatos, menos prestigiosos pero m¨¢s libres, una p¨¢gina en blanco donde escribir sus historias.
Fueron las primeras artistas que se autodefinieron como feministas. ?A partir de finales de los 60, una generaci¨®n de mujeres j¨®venes tom¨® distancia respecto a la pintura, un medio tradicionalmente dominado por los hombres, y descubri¨® nuevos soportes como la fotograf¨ªa, el v¨ªdeo, la pel¨ªcula cinematogr¨¢fica o la performance?, se?ala Gabriele Schor, conservadora de la colecci¨®n austriaca Verbund, una de las m¨¢s importantes del mundo en lo que a fotograf¨ªa feminista se refiere (re¨²ne un millar de obras de 138 artistas distintas). Por distintos motivos, fue la primera disciplina de la lista enumerada por Schor la que logr¨® tener mayor arraigo.
A finales de los setenta, las c¨¢maras se hab¨ªan democratizado y sus precios resultaban asequibles. Adem¨¢s, la parte t¨¦cnica resultaba sencilla y no requer¨ªa ninguna formaci¨®n. ?Hist¨®ricamente, la fotograf¨ªa ha sido el medio que ha permitido a las mujeres acceder al mundo del arte?, confirma la historiadora francesa Isabelle Bonnet, especialista en fotograf¨ªa y cuestiones de g¨¦nero. ?A principios del siglo XX, el acceso de las mujeres a los dominios art¨ªsticos tradicionales segu¨ªa estando muy restringido. La fotograf¨ªa, al no ser considerada un arte, no exig¨ªa competencias particulares. Por eso, muchas se hicieron profesionales en los a?os veinte y treinta?, a?ade Bonnet.
Sin embargo, la efervescencia feminista de ese medio de expresi¨®n no acontecer¨ªa hasta medio siglo m¨¢s tarde. A lo largo de los sesenta, a medida que muchas mujeres tomaban conciencia sobre la desigualdad sist¨¦mica que las afectaba, distintas artistas empezaron a introducir en su trabajo una denuncia de las f¨¦rreas estructuras del patriarcado. Si la vida de una mujer no estaba sujeta al dictado de la biolog¨ªa, como dej¨® claro Simone de Beauvoir, no era imposible transformarla y tomar posesi¨®n de su destino.
Entre esas creadoras, hab¨ªa algunos de los nombres m¨¢s importantes del arte de la segunda mitad del siglo pasado, como Cindy Sherman, Francesca Woodman, Martha Rosler o Ana Mendieta. En aquel momento, no se conoc¨ªan las unas a las otras y trabajaban en solitario en puntos distintos del mundo. Pero todas hac¨ªan m¨¢s o menos lo mismo y su arte compart¨ªa numerosas caracter¨ªsticas. ?Los asuntos centrales que las ocupaban fueron la identificaci¨®n entre lo personal y lo pol¨ªtico, el rol que la sociedad confer¨ªa a la mujer, la dictadura de la belleza, la sexualidad femenina o la perspectiva de la emancipaci¨®n?, enumera Schor, que ha reunido las principales obras de la colecci¨®n en un monumental volumen titulado Feminist Avant-garde (Prestel).
La nueva gram¨¢tica visual de esa generaci¨®n de fot¨®grafas estuvo definida por dos elementos principales: la puesta en escena de sus cuerpos ante la c¨¢mara y el uso del disfraz, que serv¨ªa para denunciar el car¨¢cter artificial del modelo de feminidad que hab¨ªan heredado de sus madres. Sherman sigue siendo, a d¨ªa de hoy, el ejemplo m¨¢s conocido. Tambi¨¦n el m¨¢s prematuro.
En una fotograf¨ªa que realiz¨® en 1966, cuando ten¨ªa solo 12 a?os, ya aparec¨ªa disfrazada de anciana. Pero no fue un caso aislado. Otra partidaria del transformismo con voluntad pol¨ªtica fue Martha Wilson, cuya obra, incomprendida en su d¨ªa, hoy figura en la colecci¨®n del MoMA de Nueva York. La fot¨®grafa se autorretrat¨® interpretando los distintos modelos de mujer que la sociedad le propon¨ªa, de la mujer sumisa y encerrada en el entorno dom¨¦stico a la lesbiana libre de todo determinismo biol¨®gico, pero tambi¨¦n marginalizada e estigmatizada. ?La idea era se?alar que no hab¨ªa una ¨²nica opci¨®n, pero que tampoco hab¨ªa demasiadas. Los roles eran diversos, pero segu¨ªan estando limitados?, explica Schor.
La estrategia de la transformaci¨®n ante el objetivo no surgi¨® de la nada. Ya en los a?os veinte, la fot¨®grafa francesa Claude Cahun, jud¨ªa y lesbiana, opt¨® por travestirse delante de la c¨¢mara para reflejar la artificialidad del g¨¦nero y la arbitrariedad de su binarismo. Muchas de sus obras fueron censuradas por los nazis, pero Cahun sigue siendo, casi un siglo despu¨¦s, un referente fundamental en estos tiempos de fluidez gen¨¦rica y ambig¨¹edad identitaria.
Las fot¨®grafas feministas usaron el travestismo para demostrar que el g¨¦nero femenino es un disfraz, como lo es el masculino?, analiza Bonnet. ?En el fondo, todos somos travestis: debemos conformarnos, mayoritariamente, a la imagen social de nuestro sexo biol¨®gico?. Pese a todo, la historiadora de la fotograf¨ªa se resiste a calificarlos como autorretratos. ?Kim Kardashian se escenifica a s¨ª misma. Las artistas feministas, no. En realidad, ellas no hablan de s¨ª mismas, sino de la condici¨®n de todas las mujeres. Lo que est¨¢n poniendo debajo de los focos es el rol de la mujer y los estereotipos ligados a ¨¦l. De la propia fot¨®grafa, en realidad, no sabemos nada¡?, sostiene Bonnet. Tampoco comparte ese socorrido eslogan que reza que, en sus im¨¢genes, lo personal era pol¨ªtico. ?En realidad, no hay nada personal o privado en ellas: suelen retratarse en decorados ficticios o sobre un fondo neutro. No hay un v¨ªnculo con su intimidad, sino con su estatus como mujeres?, asegura la experta.
Casi 50 a?os despu¨¦s de la emergencia de aquellas precursoras, ?qu¨¦ ha quedado de su legado? Un vistazo a los trabajos de las artistas que hoy se definen como feministas permite detectar puntos de conexi¨®n. Sarah Maple, de 33 a?os, es de las que mejor encarnan el relevo generacional. Hija de brit¨¢nico e iran¨ª, Maple sigue utilizando la mascarada para interrogarse sobre la noci¨®n de identidad y el rol social de las mujeres. En una de sus series m¨¢s conocidas, se meti¨® en la piel de distintas princesas Disney para revelar sus aut¨¦nticos oficios: Blancanieves es cient¨ªfica en un laboratorio, la Bella Durmiente trabaja como cirujana, Ariel se ha convertido en ejecutiva agresiva y Jasmine es funcionaria de la carrera judicial. En otra de sus im¨¢genes, se retrata a s¨ª misma menstruando ante la mirada reprobadora de su entorno. Y, en una tercera, aparece vestida con el velo isl¨¢mico y fumando, por lo que recibi¨® amenazas de muerte. ?Mi trabajo es totalmente feminista?, afirma Maple por correo electr¨®nico. ?Pero, cuando empec¨¦ a trabajar, hace 10 a?os, ni siquiera sab¨ªa lo que era el feminismo. Solo reaccionaba a cosas que ve¨ªa a mi alrededor?.
Su toma de conciencia coincide con la de toda una generaci¨®n. ?Ahora s¨ª que promuevo mis ideas en mi trabajo para dejar claro lo lejos que nos quedan todav¨ªa los objetivos?, explica Maple. No es anecd¨®tico que lo haga con el mismo sentido del humor que defin¨ªa a la generaci¨®n surgida en los sesenta y setenta. ?No es mi revoluci¨®n si no hace que me entren ganas de bailar?, dej¨® dicho la anarquista Emma Goldman, pionera en la lucha por la emancipaci¨®n a finales del siglo XIX. Muchas fot¨®grafas se siguen inscribiendo hoy en esa distancia ir¨®nica y juguetona. Pese a considerarse m¨¢s influida por artistas posteriores como Barbara Kruger o Jenny Holzer, Maple se?ala a Martha Rosler como su artista favorita de entre todas las que formaron parte de la primera ola de fot¨®grafas feministas.
?La gente me compara con Cindy Sherman porque las dos nos fotografiamos a nosotras mismas, pero creo que la t¨¦cnica y el objetivo son muy distintos?, se?ala Maple. Aunque, igual que Sherman, tambi¨¦n utilice el disfraz como arma pol¨ªtica. ?Esas transformaciones hablan de las m¨²ltiples identidades que tenemos como mujeres. Cuando lo hago estoy reflejando mi lado musulm¨¢n y mi lado brit¨¢nico. La mujer empoderada y, a la vez, la envidia del pene. Me gusta demoler los estereotipos y disfrazarme es una forma de crear una imagen en negativo de m¨ª misma?, a?ade la creadora.
En el trabajo de esta joven generaci¨®n se suele detectar, muy a menudo, la influencia de las tesis de Judith Butler, fil¨®sofa y profesora de la Universidad de Berkeley que dio un giro copernicano a esta reflexi¨®n al publicar El g¨¦nero en disputa en 1990. Para Butler, muy influida por pensadores como Foucault y por las tesis ling¨¹¨ªsticas de Austin, el g¨¦nero se define a partir de una serie de ?actos de habla?, de c¨®digos inscritos en el lenguaje no verbal. A estas alturas del partido, ya sabemos que el g¨¦nero es una performance. Y puede que no haya mejor manera de demostrarlo que prob¨¢ndose distintos disfraces frente a la c¨¢mara. Al analizar sus trabajos, Schor observa que la denuncia del ?rol unidimensional? de la mujer que predomin¨® en los setenta ha dejado lugar a una reflexi¨®n sobre ?el cuerpo y la sexualidad?, como apunta en alusi¨®n al trabajo de fot¨®grafas como Sophie Thun, Tomoko Sawada o Aneta Grzeszykowska. Por su parte, Bonnet opina que han aparecido otros objetos de reflexi¨®n.
?La vestimenta es, m¨¢s que nunca, un marcador social y de g¨¦nero, un s¨ªmbolo de crispaci¨®n, por no decir de racismo, respecto a las mujeres musulmanas?, apunta la historiadora. ?Se ha producido una toma de conciencia de las mujeres j¨®venes sobre la dominaci¨®n masculina y un rechazo cada vez m¨¢s rotundo hacia los problemas que esta engendra. No es sorprendente que las j¨®venes generaciones de feministas se amparen del travestismo para denunciar las mismas cosas que sus predecesoras hace 40 a?os. Todo lo que aquellas artistas denunciaron en los setenta sigue siendo estando a la orden del d¨ªa?.
LA FOTOGRAF?A FEMINISTA CON NOMBRE Y APELLIDOS
ALEXIS HUNTER
Esta artista neozelandesa vivi¨® en una comuna en Australia antes de instalarse en Londres en los setenta, y formar parte del sindicato de artistas feministas Women¡¯s Workshop. ?Nos ridiculizaban en la prensa. No ten¨ªamos trabajo?, explic¨® cuando su obra empez¨® a revalorizarse en pleno redescubrimiento del primer arte feminista.? Falleci¨® en 2014, a los 65 a?os, de una enfermedad neuronal.
GUERRILLA GIRLS
La m¨¢scara de gorila es un emblema de las Guerrilla Girls, colectivo de artistas activas desde mediados de los ochenta, que denuncian en sus obras gr¨¢ficas la hegemon¨ªa masculina en las instituciones del arte. Ellas fueron tambi¨¦n pioneras de la interseccionalidad, la convicci¨®n de que la lucha de todos los colectivos oprimidos debe remar en el mismo sentido.
CINDY SHERMAN
En la serie Bus Riders, la fot¨®grafa se autorretrata usurpando la identidad de 15 pasajeros de un autob¨²s, de distinto g¨¦nero, edad y clase social. Pese a estar realizada en 1976, Sherman no dio a conocer este trabajo hasta el a?o 2000. Fue un ensayo general de Untitled Film Stills, la serie que le dio la fama pocos a?os despu¨¦s, donde segu¨ªa un proceso similar de adopci¨®n de personalidades ajenas.
PENNY SLINGER
Influida por el surrealismo tras escribir una tesis sobre Max Ernst, la artista brit¨¢nica dedic¨® su carrera a aplicar sus postulados en aras de una cr¨ªtica feroz del patriarcado. Fue fot¨®grafa, pero tambi¨¦n escultora y videasta. Empez¨® su carrera durante los a?os del Swinging London y luego se especializ¨® en el arte t¨¢ntrico, definiendo su estilo como ?misticismo sexual?.
BIRGIT J?RGENSSEN
Hasta su muerte en 2003, fue una de las grandes artistas austriacas de su generaci¨®n. Su obra Nest (1979) forma parte de una serie que criticaba el determinismo biol¨®gico de las mujeres y su confinamiento en el espacio dom¨¦stico. En otra imagen de la misma ¨¦poca, Birgit J¨¹rgenssen aparec¨ªa convertida en horno.
ANNEGRET SOLTAU
La fot¨®grafa alemana se hizo conocida con im¨¢genes como esta, en las que aparec¨ªa enredada en un hilo cada vez m¨¢s invasivo, s¨ªmbolo de una opresi¨®n de aspecto discreto, pero con efectos asfixiantes. Significativamente, la artista terminaba logrando escapar de ese avasallamiento textil.
NAN GOLDIN
En el diario fotogr¨¢fico de esta artista estadounidense, lo personal era pol¨ªtico: daba visibilidad y reivindicaba a vidas anodinas o marginales, las de mujeres, transg¨¦nero, drogadictos y otros personajes inscritos en los m¨¢s bajos estratos sociales. Su obra m¨¢s conocida es La balada de la dependencia sexual, conjunto de 700 fotos disparadas durante siete a?os en los c¨ªrculos contraculturales de Nueva York. Su tono confesional tuvo una larga influencia que se extiende hasta nuestros d¨ªas.
BARBARA KRUGAR
Nacida en Nueva Jersey en 1945, esta artista conceptual fue disc¨ªpula de Diane Arbus y trabaj¨® para la prensa femenina durante los setenta. Se hizo conocida en la d¨¦cada posterior gracias a sus fotomontajes y composiciones gr¨¢ficas, donde la fotograf¨ªa en blanco y negro siempre ten¨ªa un papel protagonista, acompa?ada de inscripciones que encerraban mensajes cr¨ªticos con la cultura hegem¨®nica, subvert¨ªan la iconograf¨ªa de la sociedad de consumo y atacaban los resortes del capitalismo desde una perspectiva feminista.
CORINNE DAY
En su momento de gloria, a comienzos de los noventa, nadie la llam¨® feminista, ni ella dej¨® constancia de que le gustara ese ep¨ªteto. M¨¢s bien al rev¨¦s: cuando public¨® sus fotos de una jovenc¨ªsima Kate Moss sin maquillaje en la portada de The Face, algunas feministas se ofendieron. Vista con distancia, la obra de Day, fallecida en 2010 de un tumor cerebral, parece un contrapunto realista a los artificios que imperaron en la moda de los ochenta.
SARAH MAPLE
La artista anglo-iran¨ª, de 33 a?os, utiliza los disfraces para interrogarse sobre el rol social de las mujeres. En su obra Sleeping Beauty performs an operation (2011), serie en la que revela los aut¨¦nticos oficios de las princesas Disney. ?Mis transformaciones hablan de las m¨²ltiples identidades que tenemos como mujeres?, nos explica.
AMANDA CHARCHIAN
La fot¨®grafa y escultora californiana, de 29 a?os, se ha especializado en retratar la sexualidad femenina a partir de im¨¢genes enigm¨¢ticas que suelen reflejar la comuni¨®n con la naturaleza del cuerpo desnudo. Es miembro del colectivo feminista International Girl Gang. La influyen el misticismo new age de la Costa Oeste y la fotograf¨ªa de moda.
ZANELE MUHOLI
Esta sudafricana creci¨® en un township y se form¨® en Johannesburgo con David Goldblatt, lo que confiri¨® a sus im¨¢genes una sensibilidad documental que combina con una indagaci¨®n sobre la identidad sexual. Se define como ?activista visual? y documenta la vida de la comunidad l¨¦sbica en su pa¨ªs, v¨ªctima de violaciones y matanzas.
ANETA GRZESZYKOWSKA
Esta fot¨®grafa polaca ha escogido su intimidad como asunto de predilecci¨®n: muchos de sus proyectos fotogr¨¢ficos retratan su privacidad o surgen de im¨¢genes que forman parte de su archivo familiar. En 2006, decidi¨® preparar un remake de Untitled Film Stills, el proyecto de Cindy Sherman en el que reinterpreta cada una de las 70 im¨¢genes de la serie original, disfraz¨¢ndose de otra mujer disfrazada.
TOMOKO SAWADA
Para concluir la serie ID400, la artista japonesa realiz¨® cien fotograf¨ªas en blanco y negro con un fotomat¨®n a lo largo de tres a?os consecutivos. En cada tira, encarnaba a un personaje distinto, como si interpretara diferentes versiones de s¨ª misma. Toda la obra de Sawada parece criticar el car¨¢cter artificial de los modelos preestablecidos por la tradici¨®n japonesa, la cultura popular y los dogmas de belleza occidentales. Una vez m¨¢s, su camaleonismo no logra disimular una cr¨ªtica feroz a la opresi¨®n identitaria de la mujer.