?Madres devoradoras, claustr¨®fobicas, universales?: por qu¨¦ Kate Zambreno tard¨® 13 a?os en escribir su duelo materno
?Puede servir escribir para olvidar m¨¢s que para recordar? Kate Zambreno investiga los enigmas maternofiliales en ¡®Mi libro madre, mi libro monstruo¡¯.
A Kate Zambreno (Illinois, 44 a?os) le gustaba llevarse souvenirs del armario con espejos de su madre. Sab¨ªa que ese rinc¨®n era su atajo para conocerla, entender su esencia. ¡°Ah¨ª estaba su pasado ordenado en filas, el leve perfume todav¨ªa en el aire, mezcla de detergente con crema de manos y tabaco; al fondo, los vestidos envueltos en fundas de pl¨¢stico, y, en primer t¨¦rmino, los jers¨¦is delicados y pantalones de vestir, nunca nuevos¡±. De ese universo prohibido y fascinante ¡ªaquel cuarto siempre estaba cerrado y todav¨ªa recuerda el traqueteo que hac¨ªa la puerta lateral del armario al ...
A Kate Zambreno (Illinois, 44 a?os) le gustaba llevarse souvenirs del armario con espejos de su madre. Sab¨ªa que ese rinc¨®n era su atajo para conocerla, entender su esencia. ¡°Ah¨ª estaba su pasado ordenado en filas, el leve perfume todav¨ªa en el aire, mezcla de detergente con crema de manos y tabaco; al fondo, los vestidos envueltos en fundas de pl¨¢stico, y, en primer t¨¦rmino, los jers¨¦is delicados y pantalones de vestir, nunca nuevos¡±. De ese universo prohibido y fascinante ¡ªaquel cuarto siempre estaba cerrado y todav¨ªa recuerda el traqueteo que hac¨ªa la puerta lateral del armario al abrirse¡ª una vez se llev¨® una falda negra con tres botones laterales de un dorado desva¨ªdo. ¡°No me cabe. Mi carne blanca se desborda sobre el el¨¢stico de la cintura. Mi madre era una versi¨®n estirada de m¨ª, alta y delgada¡±. Zambreno cuenta que se llev¨® esa prenda como trofeo, aunque nunca se la hab¨ªa visto puesta. En su memoria s¨ª est¨¢ grabado a fuego la imagen de verla con ¡°un ba?ador rosa de una pieza, que mostraba su figura delgada, bronceada. Mientras cortaba el c¨¦sped, un cigarrillo colgaba de sus labios¡±. Cuando su madre muri¨® de c¨¢ncer, tras haber sido internada en un psiqui¨¢trico, su padre se neg¨® a recordarla de esa manera en el panel de fotos que colocaron en su velatorio. ¡°No quer¨ªa incluir ninguna fotograf¨ªa de mi madre fumando. Ni en ba?ador. Aunque en verano siempre iba en ba?ador¡±. Si la ropa es tan importante en el imaginario de esta escritora es porque ¡°la vida vivida de los objetos materiales, nuestros propios archivos, es un material incre¨ªblemente importante e ¨ªntimo en la escritura¡±, explica en un intercambio de correos electr¨®nico esta novelista, ensayista, cr¨ªtica y profesora estadounidense.
Autora de culto por haber establecido una mirada superior, siempre aventajada e intelectualizada, sobre la influencia de esas mujeres y artistas que admiramos (¡°Toda mujer distante e inescrutable. Toda mujer furiosa y desesperada. Las colecciono para el altar de la repisa de mi chimenea¡±), la primera traducci¨®n de Kate Zambreno que (?al fin!) llega a Espa?a es Mi libro madre, mi libro monstruo. Se?public¨® en el ingl¨¦s original en 2017 y lo edita ahora en castellano La u?a RoTa con traducci¨®n de Carlos Bueno Vera y Violeta Gil. Un texto que transita entre el an¨¢lisis cultural y la memoria autobiogr¨¢fica, un sentido tratado sobre la identidad y el duelo en el que combina su extra?eza y fascinaci¨®n, mezcla de im¨¢n y repulsi¨®n, por la domesticidad femenina.
?Mi madre, tan escondida de m¨ª?
Profesora en Columbia y colaboradora de The Paris Review, Zambreno firma un texto fragmentado que tard¨® 13 a?os en escribir y en el que explora el vac¨ªo que supuso esa p¨¦rdida. Una investigaci¨®n personal que dialoga intensamente con la influencia de Louise Bourgeois, cuyas ara?as Maman (¡°devoradoras, claustrof¨®bicas, universales¡±) y su Celda (Choisy), donde reproduc¨ªa una maqueta de su casa de infancia y sobre la que pend¨ªa una guillotina encerrada en una jaula de alambre, son las que vehiculan el texto. Un escrito ba?ado de reflexiones sobre la obra de Roland Barthes, Chantal Akerman, Marguerite Duras, Virgina Woolf o Henry Darger, con el que traza una conexi¨®n especial porque, al igual que ella, quedar¨ªa marcado para siempre por la muerte de su madre cuando era joven. ¡°Cuando comenc¨¦ este proyecto, hace ahora m¨¢s de una d¨¦cada, le¨ª en una biograf¨ªa de Henry Darger que lo enterraron en una fosa com¨²n del cementerio de Todos los santos en Des Plaines, Illinois. El mismo cementerio en el que mi madre est¨¢ enterrada. Este hecho me inquieta, cataliza algo¡±, escribe en el libro. ¡°El hecho principal de mi vida es que mi madre est¨¢ muerta¡±, a?ade.
Para Zambreno sigue siendo especialmente doloroso hablar de este texto que public¨® hace media d¨¦cada, as¨ª que la conversaci¨®n se establece a trav¨¦s del correo electr¨®nico. ¡°Todav¨ªa escribo sobre mi madre y el dolor¡±, aclara. Su libro es una b¨²squeda incesante por despejar el enigma de una mujer que tuvo otra familia, hija incluida, antes de casarse con su padre y que acab¨® consumida por la enfermedad. ¡°Al haber perdido a mi madre justo cuando me convert¨ªa en una persona adulta, siento que esto es algo que he buscado durante toda mi vida como escritora, tratar de comprender el misterio de mi madre, tan escondida de m¨ª¡±. No est¨¢ siendo un camino f¨¢cil. ¡°Cuando se public¨® en ingl¨¦s, en la colecci¨®n de charlas que escrib¨ª en lugar de poder hablar sobre el libro, pens¨¦ en la idea de Roland Barthes del duelo como algo continuo, algo que ¨¦l piensa en su diario de duelo, as¨ª como en sus conferencias y escritos sobre fotograf¨ªa que tratan tambi¨¦n la muerte de su madre. Creo que trabajar en este libro, de manera ritual, casi estacional, a lo largo de todos esos a?os fue una forma de duelo continuo, pero tambi¨¦n creo que el duelo contin¨²a¡±, cuenta.
Mientras se pregunta si ¡°escribir no es tanto una forma de recordar como de olvidar. O, si no de olvidar, de dejar atr¨¢s¡±, Zambreno reflexiona en sus p¨¢ginas sobre su archivo gr¨¢fico familiar. Las fotos no son una ventana a recuerdos felices, son interrogantes por despejar. ¡°Nunca recordamos los momentos en los que fueron tomadas. Pensamos que s¨ª, pero no es verdad. Las fotograf¨ªas no reflejan las turbulencias que hay debajo¡±, escribe. Obsesionada con el trabajo de las cineastas de los setenta que reflexionaron sobre el rol del ama de casa aparentemente perfecta pero elusiva, profundamente asfixiada y rota en su interior ¡ª¡°se podr¨ªa decir que mi ¨²ltima novela, Drifts (2020) en muchas formas es casi un ensayo sobre estar viendo a Chantal Akerman¡±¡ª, Zambreno investiga las conexiones y reflejos de la historia de su madre que siente al ver a la protagonista de Wanda (1970), de Barbara Loden (¡°En mi cabeza mi madre siempre rodeada de las armas de la domesticidad. El chisporroteo del pelo quem¨¢ndose en su rizador. La ira incandescente del secador¡±). Sabe que su duelo est¨¢ condenado a mutar. Pens¨®, err¨®neamente, que lo cerrar¨ªa al embarazarse (tiene dos hijos ya). ¡°Se ha abierto uno nuevo. Los ciclos contin¨²an¡±, sentencia.