Que te den, marido: las series contra la esposa que lo aguanta todo por amor
Adi¨®s al esfuerzo por obligaci¨®n. ¡®Que te den, Kevin¡¯ (AMC) y ¡®Made for love¡¯ (HBO Max) exploran las v¨ªas del abandono ante el machismo cotidiano y el hipercontrol masculino.
Que la crisis del hombre blanco hab¨ªa llegado a las series era una realidad. Ah¨ª est¨¢n todos esos antiguos protagonistas y eje del discurso televisivo durante d¨¦cadas, viviendo ante nuestros ojos su particular crisis existencial. Hombres perdidos por no ser el pilar de poder y orden familiar (The White Lotus), patriarcas mosquead¨ªsimos y vengativos con el progreso social que pide cuentas a los poderosos (Succession) y hasta l¨ªderes de pensamiento r...
Que la crisis del hombre blanco hab¨ªa llegado a las series era una realidad. Ah¨ª est¨¢n todos esos antiguos protagonistas y eje del discurso televisivo durante d¨¦cadas, viviendo ante nuestros ojos su particular crisis existencial. Hombres perdidos por no ser el pilar de poder y orden familiar (The White Lotus), patriarcas mosquead¨ªsimos y vengativos con el progreso social que pide cuentas a los poderosos (Succession) y hasta l¨ªderes de pensamiento resignados o con cierto alivio?por el adi¨®s a su hegemon¨ªa como epicentro de sus tiempos (The Chair).
No sorprende que la reacci¨®n a esta deriva de poder masculino se materialice tambi¨¦n en la trama matrimonial, apostando por esposas a la carrera o urdiendo imposibles y asesinas v¨ªas de liberaci¨®n frente a la asfixia de su domesticidad. Y lo estamos viendo con propuestas y giros de guion imaginativos, con series que o bien deconstruyen la propia narrativa y estructura televisiva de la sitcom familiar, como pasa en?Que te den, Kevin (AMC) o que se adentran en la s¨¢tira tecnoafectiva de hipercontrol masculino vista en?Made for Love (disponible en HBO Max).
Siete d¨¦cadas despu¨¦s de que I love Lucy?(Te quiero, Lucy) estableciera los par¨¢metros de la ingeniosa esposa resignada por amor y silenciada por risas enlatadas, y veinte a?os despu¨¦s de que las Mujeres desesperadas de Wisteria Lane descubrieran la mugre en las costuras del mandil de la perfecta ama de casa acomodada en las afueras; las mujeres hartas de sus maridos, de tener que esforzarse y doblegarse ante la tiran¨ªa del aguantar por aguantar, toman la avanzadilla y salen pitando de ese hogar.
?Odio a mi marido, joder?
Todo empez¨® cuando Valerie Armstrong, creadora de Que te den, Kevin, escuch¨® un podcast sobre por qu¨¦ las actrices divertidas y talentosas siempre quedaban encasilladas en papeles de mujeres orbitando sobre sus maridos en las sitcoms. Ah¨ª se ilumin¨® con el inicio de una posible serie: que la c¨¢mara siguiese a la esposa estereot¨ªpica de una sitcom, saliendo con el cesto de la ropa del sal¨®n mientras la audiencia re¨ªa de fondo el ¨²ltimo chiste mis¨®gino del marido. Ya en la cocina, sola, en silencio, sin las risas de fondo y los colores vivos de la escena anterior, se la ver¨ªa triste, desolada, miserable. Armstrong se la imagin¨® mirando a c¨¢mara y diciendo ?Odio a mi marido, joder?. Y as¨ª, pr¨¢cticamente calcada a esa idea inicial, empieza Que te den, Kevin y?conocemos a?Allison?McRoberts (Annie Murphy, ganadora del Emmy a mejor actriz de comedia por la estupenda Schitt¡¯s Creek), una inteligente esposa agotada de trabajar de dependienta y ejercer de ama de casa perfecta y complaciente para Kevin, un marido apalancado, un hombre que se cree gracioso sin serlo, entregado afectivamente a sus colegas del barrio y que encima se ha pulido todos sus ahorros. Cuando Allison, que so?aba con salir del barrio y comprarse una casa en las afueras descubra el desfalco, urdir¨¢ un plan para matar a Kevin y deshacerse de ¨¦l.
Se podr¨ªa decir que?Que te den, Kevin?son dos series una. Una copia la narrativa y estructura de las series familiares tipo Todo el mundo quiere a Raymond, donde los colores son vivos y c¨¢lidos, se impone el sistema multic¨¢mara frontal de aquellas series y todo orbita en torno al marido, en este caso, Kevin (Eric Petersen). La otra es cuando ¨¦l desaparece. Cuando seguimos a Allison en su agon¨ªa, los tonos azules y la oscuridad de series dram¨¢ticas tipo Ozark o Breaking Bad se imponen y una c¨¢mara ¨²nica sigue al personaje. Una ingeniosa estructura que deconstruye la nostalgia y ranciedad del machismo cotidiano que alimentaba aquellos chistes que nos hac¨ªan re¨ªr y que cementaron nuestra educaci¨®n sentimental.
Ayuda, mi marido ha invadido mi cerebro
Si Que te den Kevin empieza con Allison odiando a su marido en su cocina, en el caso de Made For Love (HBO Max) nos encontramos con Hazel Green (Cristin Milioti) saliendo empapada de un t¨²nel en el desierto y haciendo la peineta a un megaedificio de aspecto futurista?que se intuye a lo lejos. Hazel est¨¢ sangrando por la cabeza, tiene el r¨ªmel corrido, viste como si viniese de nochevieja y huye descalza. Toda distancia es poca para alejarse de su marido, un magnate tecnol¨®gico ¨CByron Gogol (Billy Magnussen)¨C, un millonario a lo Elon Musk que la ha mantenido encerrada en ese hub tecnol¨®gico desde el d¨ªa que se casaron, diez a?os atr¨¢s, y donde Hazel estaba obligada a puntuar sus orgasmos y niveles de felicidad ?para optimizarse? y para ejercer el rol de esposa ideal.
Si la vemos huir con lo puesto no es solo porque est¨¦ harta del aislamiento y de la privaci¨®n de su intimidad, Hazel corre porque ha descubierto que Byron tambi¨¦n ha invadido su cabeza. En concreto, ha implantado sin su consentimiento un microchip para su ¨²ltimo proyecto: el matrimonio se va a convertir en los ?Usuarios Uno? de su nuevo producto, ?Made for Love,? que convierte a las parejas en redes neuronales unidas, con sus cerebros conectados digitalmente. Se acabaron los secretos y la privacidad de sus pensamientos: Gogol quiere controlarlo todo y hacerlos uno para siempre. Claro que el chip solo lo lleva ella, no ¨¦l. ?Ten¨ªa que leer primero tu diario para dejarte leer el m¨ªo?, se justificar¨¢ ¨¦l.
Basada en la novela de?Alissa Nutting, Made for love juega de forma terror¨ªfica para decirnos qu¨¦ pasa cuando unimos las tecnoutop¨ªas de progreso digital de los CEO megal¨®manos millonarios y caprichosos de nuestra era al patriarcado de manual. Una s¨¢tira tecnol¨®gica sobre el hipercontrol masculino y la necesidad de luchar por la independencia, personal y econ¨®mica, frente a relaciones que son de todo menos sanas.
La periodista Anne Helen Petersen analizaba recientemente en su newsletter por qu¨¦ cierto estrato de mujeres de hoy en d¨ªa, las que trabajan y no dependen financieramente de sus maridos, aquellas que tienen estrategias econ¨®micas y redes de apoyo para salir de matrimonios fallidos, segu¨ªan obsesionadas con aguantar por aguantar. Mujeres que viven aterrorizadas frente a la idea de un divorcio, han interiorizado que para tenerlo todo en esta vida esa f¨®rmula tambi¨¦n?incluye un marido, aunque salga mal. ?A las mujeres burguesas se les ha ense?ado que todo, ya sea la brecha salarial o las discrepancias duraderas en el trabajo dom¨¦stico, se puede arreglar con trabajo duro?, contaba. Son esas esposas que creen que todo se arreglar¨¢ si te esfuerzas por comunicarte, por organizarte y con ir a terapia, incapaces de pensar en el ¨¦xito o la plenitud en soledad. ?Cuando entendamos colectivamente que el divorcio y vivir como una persona soltera no es solo una forma de supervivencia, sino que puede ser algo generador socialmente, ese miedo continuar¨¢ disciplinando a muchas mujeres para que permanezcan en situaciones que les ofrecen estabilidad financiera y posici¨®n social, pero que por lo dem¨¢s las degradan?, sentenciaba la periodista sobre todos estos miedos. Esas ser¨¢n mujeres listas para tomar medidas y saber que s¨ª, que hay vida m¨¢s all¨¢, y puede que m¨¢s plena, cuando, como Hazel y Allison, se descubran pensando: ?Odio a mi marido, joder?.