Sadismo y misoginia: las claves de la pol¨¦mica en torno a la Marilyn m¨¢rtir de ¡®Blonde¡¯
El personaje de Oates es el de una mujer que vivi¨® obsesionada con el abandono. El de Andrew Dominik tambi¨¦n, aunque la gran paradoja es que ¨¦l parece ignorar el enorme poder de las im¨¢genes frente al de las palabras.
...
Para situar mejor las feroces cr¨ªticas feministas contra Blonde, la pel¨ªcula de Andrew Dominik que despu¨¦s de semanas de expectativas y pol¨¦micas en torno al papel e interpretaci¨®n de Ana de Armas por fin se estren¨® el pasado mi¨¦rcoles, es importante recordar que no se trata de un biopic, sino que est¨¢ inspirada en la novela que una mujer, Joyce Carol Oates, le dedic¨® a Marilyn Monroe en el a?o 2000. Una novela que recrea un Hollywood fantasmag¨®rico y g¨®tico, un pozo donde el sue?o americano acaba devorando a sus reto?os.
Ya cuando sali¨® aquel libro, Michiko Kakutani acus¨® en The New York Times a la escritora de explotar ¡°la tragedia y la fama¡± de Marilyn a trav¨¦s de un relato que, con la coartada de la ficci¨®n, manipulaba su vida. ¡°Desde su muerte a los 36 a?os, la explotaci¨®n no ha cesado¡±, escrib¨ªa Kakutani, ¡°Los mercaderes de la sordidez la han convertido en su mercanc¨ªa y los acad¨¦micos la han deconstruido. Su vida ha sido tratada por te¨®ricos de la conspiraci¨®n y de los esc¨¢ndalos; su imagen, apropiada por Madonna y diseccionada por todos, desde Norman Mailer hasta Gloria Steinem. Solo faltaba Joyce Carol Oates convirtiendo la vida de Marilyn en el equivalente literario de una miniserie televisiva de mal gusto¡±. Al igual que Oates, Dominik ofrece el retrato de una m¨¢rtir, una oscura fantas¨ªa sobre una mujer-mito ultrajada sin descanso por un sistema que no se cans¨® de reducirla a ese objeto sexual que la propia actriz denunci¨® y atac¨® antes de morir a causa de una sobredosis de pastillas. El personaje de Oates es el de una mujer que vivi¨® obsesionada con el abandono y que busc¨® en cada hombre esa figura paterna que nunca quiso saber nada de ella. El de Andrew Dominik tambi¨¦n, aunque la gran paradoja es que ¨¦l parece ignorar el enorme poder de las im¨¢genes frente al de las palabras y por tanto el alcance del impacto negativo que ha provocado su pel¨ªcula: secuencias como la de la crisis de los misiles mientras la actriz le practica una felaci¨®n a Kennedy resultan mucho peores que una burda met¨¢fora literaria.
En las 942 p¨¢ginas del libro (en la primera edici¨®n espa?ola) al menos queda claro que la actriz fue mucho m¨¢s que una v¨ªctima. En el pr¨®logo, Oates pormenorizaba sus licencias, agregaba sus fuentes y explicaba que de los escritos de Marilyn, diarios, poemas y fragmentos de poemas solo utilizaba un original. El resto eran versos inventados por la autora. En esta l¨ªnea, la demoledora cr¨ªtica publicada en The New York Times por Manhola Dargis pone distancia entre la novela y una adaptaci¨®n que ignora el talento ¡°fuera de lo com¨²n¡± de Marilyn, su aut¨¦ntica voz, eclipsada una vez m¨¢s por un hombre obsesionado en examinar su fisonom¨ªa:? ¡°Teniendo en cuenta todas las humillaciones y horrores que sufri¨® Marilyn Monroe durante sus 36 a?os de vida, tragedias familiares, ausencia paterna, abuso materno, orfanatos y casas de acogida, episodios de pobreza, papeles indignos en pel¨ªculas, insultos sobre su inteligencia, luchas contra la enfermedad mental, problemas con el abuso de sustancias, agresiones sexuales y la atenci¨®n de babosos y fan¨¢ticos insaciables, es un alivio que encima no haya tenido que sufrir las vulgaridades de Blonde, el ¨²ltimo entretenimiento necrof¨ªlico hecho para explotarla¡±. Como escribe Dargis, en Blonde la inteligencia y el genio de Marilyn no existen y, aunque se insin¨²a en alguna secuencia, queda eclipsado por el ¨²nico don que la pel¨ªcula reconoce, el de su cuerpo. ¡°A medida que pasa el tiempo, incluso cuando crece su fama, Marilyn sigue siendo maltratada una y otra vez incluso por quienes dicen amarla¡±, afirma Dargis.
Todo este sadismo tampoco ha gustado al cr¨ªtico de The New Yorker Richard Brody, quien en otro de los textos m¨¢s encendidos que se han escrito contra Blonde, la pel¨ªcula, comparaba la producci¨®n de Netflix con La pasi¨®n de Cristo (2004), de Mel Gibson, en la que el actor y director reconstru¨ªa con un sadismo insoportable las torturas y humillaciones a las que fue sometido Cristo antes de morir. Tambi¨¦n entonces la pol¨¦mica rode¨® a un filme cuya m¨ªstica gore llev¨® a posiciones muy encontradas.???
El propio Andrew Dominik tampoco ha sido muy respetuoso con Marilyn al defender su propia pel¨ªcula. En una entrevista para Sight &Sound, la prestigiosa revista del British Film Institute, ha asegurado que ya nadie ve las pel¨ªculas de Marilyn o que Los caballeros las prefieren rubias, la c¨¦lebre comedia de Howard Hawks, solo trata de unas ¡°putas bien vestidas¡±. Para Dominik,? Blonde est¨¢ destinada a reparar el da?o de ese estereotipo para devolverle ¡°su significado¡± a Marilyn Monroe. Ni m¨¢s ni menos. Sobre las cr¨ªticas a la falta de sutileza de su pel¨ªcula en el retrato de los m¨²ltiples abortos que sufri¨® la actriz, a?adi¨® otra lindeza m¨¢s: ¡°Tener tacto no me interesa¡±.???
Sin duda, entre lo m¨¢s zafio de Blonde est¨¢n los m¨²ltiples planos provida en los que los fetos que nunca nacieron escuchan la voz de su ??madre asesina!?: ¡°?No me har¨¢s lo que hiciste la ¨²ltima vez?¡± le dice (sic) el nonato desde su voz ani?ada. El desprecio al cuerpo de Marilyn llega a tal extremo que la vagina de la actriz es el objeto de varios planos cuya fr¨ªa violencia ha despertado todas las alarmas de la cr¨ªtica de g¨¦nero. En Blonde no hay rastro de nada que dignifique a su personaje, ni sus causas pol¨ªticas (Marilyn fue una activista antinuclear), ni c¨®mo desafi¨® al poder de los estudios y de los medios de masas al casarse con un autor (Arthur Miller) vinculado al Partido Comunista. Tampoco sobre las arriesgadas decisiones que tom¨® creando su propia productora para hacerse con el control art¨ªstico de su carrera.?La pel¨ªcula se presta a una polarizaci¨®n propia del signo de los tiempos, aunque hasta las voces m¨¢s feroces aciertan a reconocer que su actriz protagonista, Ana de Armas, est¨¢ incre¨ªble. ?????
La devoci¨®n de Dominik por Mullholand Drive, de David Lynch, se traduce en la oscura mirada a Hollywood de un filme que propone entrar en un estado de trance, o pesadilla, hilvanada a trav¨¦s de la propia iconograf¨ªa de Marilyn en un alarde t¨¦cnico que pasa de lo fascinante a lo repugnante. Esto ha gustado a la mexicana Fernanda Sol¨®rzano, quien defiende, en su video-cr¨ªtica en Letras Libres, ¡°la experimentaci¨®n est¨¦tica¡± de una pel¨ªcula que imagina a una Marilyn Monroe desdichada ¡°no por placer voyerista, sino porque la idealizaci¨®n y la necesidad de preservar su mito estuvieron en el centro del desmoronamiento de Norma Jean Baker¡±.
En el n¨²mero de septiembre de la revista Film Comment, Jessica Kiang se detiene en un aspecto fundamental de Blonde, el uso de una iconograf¨ªa que acaba siendo ¡°fr¨ªa y un poco siniestra¡±. Para Kiang se trata de ¡°un enga?o totalmente despiadado¡± sobre todo por la falsa inserci¨®n de De Armas en escenas de Eva al desnudo, Con faldas y a lo loco y Los caballeros las prefieren rubias. ¡°Es espeluznante¡±, escribe Kiang, ¡°?c¨®mo puede una pel¨ªcula que supuestamente honra a Monroe justificar que se borren y sobrescriban literalmente sus interpretaciones reales?¡± Un macabro homenaje que quiz¨¢ responde a una simple estrategia: si por un segundo aparece Marilyn en pantalla ?qui¨¦n podr¨ªa creerse la inmersi¨®n de De Armas? Angelica Jude Basti¨¦n, en Vulture, asegura que en el fondo, Marilyn se escapa a todas las actrices que han intentado capturarla. De la Michelle Williams?de Mi semana con Marilyn (2011) a Ashley Judd y Mira Sorvino en la tv-movie Norma Jean & Marilyn (1996). Solo Theresa Russell, en la ficci¨®n de Nicol¨¢s Roeg Insignificance, logr¨® a su juicio una interpretaci¨®n ¡°m¨¢s preocupada en expresar el brillo interior de la actriz que el exterior¡±. Ante la ¡°depravaci¨®n de Hollywood¡± con la mujer-mito, cita el libro Todas las vidas de Marilyn, de Sarah Churchwell, para ahondar en la cuesti¨®n ¨¦tica en la representaci¨®n de una mujer que no era ni una ficci¨®n ni simplemente un icono. Basti¨¦n, que s¨ª reconoce el virtuosismo formal de Blonde, no tolera la invocaci¨®n de unos fantasmas que solo perpet¨²an ¡°la feminidad como sufrimiento¡± y despojan una vez m¨¢s de toda humanidad a la leyenda.