?Han muerto los blogs de ¡®street style¡¯?
La repetici¨®n de clich¨¦s y la falta de espontaneidad (con su consecuente p¨¦rdida de credibilidad) han llevado a la fiebre por fotografiar estilismos a una crisis de identidad.
Un dron sobrevuela las calles de Nueva York durante la fashion week. ?Su objetivo? Captar todo lo acontece para retransmitirlo para Style.com, la web de moda de referencia. Por si no hab¨ªa suficiente con la saturaci¨®n de Instagrams y el oversharing de las figuras que m¨¢s mandan en las redes sociales, ahora las webs de moda tradicionales tambi¨¦n quieren su parte del pastel del street style y hasta ofrecen planos a¨¦reos en los que dif¨ªcilmente se puede reconocer a alguien. ?D¨®nde quedan entonces aquellos blogs que arrasaron hace unos a?os??
Hubo un tiempo en...
Un dron sobrevuela las calles de Nueva York durante la fashion week. ?Su objetivo? Captar todo lo acontece para retransmitirlo para Style.com, la web de moda de referencia. Por si no hab¨ªa suficiente con la saturaci¨®n de Instagrams y el oversharing de las figuras que m¨¢s mandan en las redes sociales, ahora las webs de moda tradicionales tambi¨¦n quieren su parte del pastel del street style y hasta ofrecen planos a¨¦reos en los que dif¨ªcilmente se puede reconocer a alguien. ?D¨®nde quedan entonces aquellos blogs que arrasaron hace unos a?os??
Hubo un tiempo en que los fot¨®grafos iban a los desfiles a fotografiar las colecciones y, de paso, a los c¨¦lebres invitados que se sentaban en las primeras filas. Con el cambio de siglo, tambi¨¦n lleg¨® el cambio de foco, y un pu?ado de ellos tuvo la idea de girar su c¨¢mara hacia la audiencia, de salir del recinto y retratar a los asistentes, an¨®nimos para la masa, famosos en el sector, que llevaban prendas de firma y las combinaban de forma inusual. Algunos de esos fot¨®grafos decidieron doblar su apuesta y sacar instant¨¢neas de ciudadanos a pie de calle que vest¨ªan especialmente bien, sacaban partido a las modas de la temporada o se dedicaban a practicar la extravagancia. No es que el street style naciera en los 2000, las agencias de tendencias, los soci¨®logos y algunas revistas llevan d¨¦cadas ofreciendo testimonio gr¨¢fico de que el estilo y la innovaci¨®n no entiende de estatus o profesi¨®n. Sin embargo, los primeros a?os del siglo XXI s¨ª encumbraron perfiles como el The Sartorialist o Tommy Ton, que empezaron bas¨¢ndose en la espontaneidad y terminaron editando libros, poblando sus respectivos blogs de caras conocidas y firmando campa?as para marcas prestigiosas.
Junto a ellos, un pu?ado de j¨®venes aficionados a la moda y con m¨¢s o menos pericia para sacar partido a su armario comenzaron a ejercer como retratistas de s¨ª mismos. La semana de la moda siempre ha sido una excusa para ver y ser visto pero, cuando estos bloggers y fot¨®grafos de streetstyle desembarcaron en los front rows, se convirti¨® en un evento que sucede en los pasillos, en los alrededores y en las colas de las fiestas. Hasta el punto de que hoy tienen representantes, una cohorte de fans y una cuenta bancaria que en ocasiones supera el medio mill¨®n de euros anual.
Entre medias, los profesionales de la vieja escuela (editores, buyers o fot¨®grafos tradicionales) lucharon por mantener su poder en las gradas uni¨¦ndose al ¡®enemigo¡¯. Arm¨¢ndose, como aquel, con sus m¨®viles y sus iPads y fotografiando a modelos, a su compa?ero de fila o a aquella mujer que ha acudido al evento con un aspecto inusual. Como contaba Suzy Menkes en un pol¨¦mico art¨ªculo, los desfiles se transformaron en un circo de pavos reales cuyo centro de operaciones estaba en la puerta, no en la pasarela.
As¨ª fue como nacieron m¨¢s it girls (o chicas que rozaron la fama por su forma de vestir) de las que podemos recordar. Y as¨ª, tambi¨¦n, fue como las marcas se dieron cuenta del enorme poder lucrativo que eran capaces de aportar estos nuevos actores. Publicidad (casi) gratuita, alcance global v¨ªa redes sociales y un aura de aparente cotidianidad por el que muchos llevaban tiempo batallando. La estrategia llev¨® a The Sartorialist, Garance Dor¨¦, FaceHunter o Jak and Jill a las primeras filas de los desfiles m¨¢s renombrados de la industria, pero el trato de favor se tradujo en una p¨¦rdida paulatina de la frescura que les hizo famosos. Las invitaciones y los regalos se convirtieron en posts patrocinados y los contratos en anuncios subliminales. Muchos de los com¨²nmente llamados egobloggers pasaron a ser hombres anuncio, dj¡¯s y alma de fiestas variopintas. Y la gente que aspiraba a ser como ellos comenz¨® a disfrazarse deliberadamente ¡°por si aparec¨ªa un fot¨®grafo¡±.
Uno de los tweets de la cuenta @thesarcastialist
?La p¨¦rdida de credibilidad ha perjudicado a los blogs de 'street style'?
No es que la calle haya dejado de ser fuente de inspiraci¨®n o estilo, pero los adalides de la fotograf¨ªa callejera parecen estar bajando de esa nube llena de propuestas, caras famosas y asientos privilegiados. El propio Scott Schuman, The Sartorialist, lo confesaba hace unos meses en la revista The Cut. ¡°Estamos llegando a un punto de no retorno. La gente tiene que poder creer lo que los bloggers dicen¡±. Y lo que fotograf¨ªan. Schuman y su ex novia, la tambi¨¦n fot¨®grafa Garance Dor¨¦, siguen en activo, pero su presencia ya no genera la expectaci¨®n que generaba hace cinco o seis a?os. Al menos, hoy comparten popularidad con algunas de sus caricaturas: The Fake Sartorialist o la cuenta de Twitter The Sarcastialist, que se mofan de los repetitivos clich¨¦s presentes en este ¨¢mbito, de la bici vintage a la pose distra¨ªda m¨®vil en mano, pasando por los cientos de miles de sandalias que los ¡®cazafocos¡¯ llevan durante los desfiles de febrero en Nueva York.
El pasado oto?o, Tommy Ton cerraba su famos¨ªsimo blog de street style, Jak and Jill, y se abr¨ªa una p¨¢gina a modo de porfolio personal. Ya nadie lo ve a las puertas del evento tratando de retratar a los invitados. Naturalmente, el fen¨®meno blogger y el street style no dejar¨¢n de existir, pero quiz¨¢ deban pasar por una reestructuraci¨®n de sus principios. M¨¢s cuando los periodistas prestigiosos ya suben, como ellos, miles de fotos a Instagram, y la audiencia est¨¢ cansada de atuendos demasiado originales o demasiado premeditados como para darles cr¨¦dito.
¡°Ese circo que se ha creado alrededor de los desfiles me parece, hoy por hoy, un desastre bastante c¨®mico. Veo que la gente se viste para ser fotografiada, pero no para expresarse de manera aut¨¦ntica. Es lo mismo que nos ha llevado a la fiebre por los realities o a la marca personal. Un deseo desenfrenado de celebridad¡±, confesaba hace alg¨²n tiempo la ex editora de T Magazine, Sally Singer.
Tal vez las c¨¢maras vuelvan a girarse hacia la pasarela real y puede que, incluso, los artistas del streetstyle recuperen el inter¨¦s por las tribus urbanas, la gente an¨®nima y cualquier indicio de espontaneidad real. Sea como sea, la industria y los aficionados a la moda reclaman un cambio. Y, mientras tanto, siempre nos quedar¨¢ Bill Cunningham, el octogenario fot¨®grafo que sigue apostado a las puertas del Lincoln Centre fiel a su bicicleta y a su ojo cl¨ªnico. Lo reconocer¨¢n porque es el ¨²nico que, a un desfile en pleno febrero, acude abrigado con plumas y botas de nieve.
Decenas de fot¨®grafos trabajan a las puertas del ¨²ltimo desfile de Chanel
Getty