Las locuras de Sissi por adelgazar y otras dietas aberrantes de la historia
Isabel de Austria tiene cap¨ªtulo propio en ese museo de la tortura que es intentar adelgazar, con m¨¦todos en los que el precio a pagar por perder unos kilos puede ser demasiado alto.
Aunque la aborrezcamos, nuestra dificultad para perder peso es uno de los grandes triunfos de la evoluci¨®n de la raza humana, ya que ser capaces de tener reservas para encarar las hambrunas asegura la supervivencia, algo que ha costado siglos conseguir. Como apunta Clotilde V¨¢zquez Mart¨ªnez, jefe del departamento de Endocrinolog¨ªa y Nutrici¨®n de la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz, en Madrid; profesor asociado de la UAM y directora del M¨¢ster de Obesidad de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, ¡°el ser humano es un organismo biol¨®gicamente muy ahorrador y, en parte, se debe a la selecci¨®n gen¨¦tica....
Aunque la aborrezcamos, nuestra dificultad para perder peso es uno de los grandes triunfos de la evoluci¨®n de la raza humana, ya que ser capaces de tener reservas para encarar las hambrunas asegura la supervivencia, algo que ha costado siglos conseguir. Como apunta Clotilde V¨¢zquez Mart¨ªnez, jefe del departamento de Endocrinolog¨ªa y Nutrici¨®n de la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz, en Madrid; profesor asociado de la UAM y directora del M¨¢ster de Obesidad de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, ¡°el ser humano es un organismo biol¨®gicamente muy ahorrador y, en parte, se debe a la selecci¨®n gen¨¦tica. Somos descendientes de aquellos hom¨ªnidos que sobreviv¨ªan a las adversidades y al hambre y lograban procrear. Eso significa que tenemos pocos mecanismos biol¨®gicos para despilfarrar el exceso de calor¨ªas, pero muchos para adaptarnos a la ingesta hipocal¨®rica y almacenar grasas. Por eso cuesta tanto perder peso y, sobre todo, mantener dicha p¨¦rdida¡±.
Hasta el descubrimiento de la penicilina y los antibi¨®ticos las grasas eran las que nos manten¨ªan con vida mientras el cuerpo luchaba por combatir la enfermedad, por eso el gusto y la est¨¦tica se inclinaban hacia anatom¨ªas fornidas, robustas y algo entradas en carnes. Desde el momento en que pudimos contar con la ayuda de estas medicinas, que hac¨ªan el trabajo que antes deb¨ªa realizar nuestro organismo, la grasa empez¨® a relacionarse con las clases populares y la delgadez con la elegancia y el buen gusto.
Pero bajar de peso es algo m¨¢s complicado que reducir las calor¨ªas y hacer ejercicio. Seg¨²n Clotilde V¨¢zquez, ¡°lo que nos est¨¢n ense?ando los recientes descubrimientos es la enorme complejidad de esta enfermedad. Por eso no se debe salir nunca del terreno m¨¦dico, porque banalizar y poner dietas sin fundamento, es empeorar la situaci¨®n. ?ltimamente se empieza a estudiar el papel de las hormonas del aparato digestivo, la microbiota o flora intestinal, la contaminaci¨®n y las sustancias qu¨ªmicas en la mayor o menor tendencia a acumular peso. Al mismo tiempo que se observa lo que se llama la paradoja de la obesidad, que hace que los mayores de 70 a?os, con algo de sobrepeso sobrevivan mejor a los problemas cardiovasculares o a determinadas infecciones, que los que est¨¢n m¨¢s delgados¡±.
La prevalencia de la est¨¦tica sobre la salud, especialmente en las mujeres, es una constante en la historia y ha desembocado en ideas absurdas y aberrantes que no dudaban en poner en peligro la vida del sujeto, si eso supon¨ªa conseguir la delgadez deseada.
Los extra?os m¨¦todos de Sissi emperatriz para mantenerse delgada
La dulce y risue?a imagen que el cine cre¨® alrededor de Isabel de Austria, encarnada por Romy Schneider, poco ten¨ªa que ver con la emperatriz aquejada de bulimia y anorexia y que no dudaba en recurrir a cualquier m¨¦todo para mantener sus 50 kilos (en una altura de 1,72 m) y su cintura de tan solo 47 cent¨ªmetros.
Casada a los 16 a?os con el emperador Francisco Jos¨¦, su obsesi¨®n por el peso empez¨® a los 25 a?os y se acentu¨® con los 4 embarazos de sus hijos, seg¨²n describe el libro Programa de las dietas de Sissi, de Gabriele Praschi-Bichler. La emperatriz luchaba contra la b¨¢scula desde dos frentes: la alimentaci¨®n y la actividad fren¨¦tica. En el primer apartado, su lista de alimentos era muy reducida y rehu¨ªa, siempre que le era posible, tener que comer en p¨²blico. Prescindi¨® durante casi toda su vida adulta de verduras y frutas, a excepci¨®n de las naranjas. Com¨ªa, sobre todo, filetes crudos, un consom¨¦ compuesto de carne de ternera, pollo, venado y perdiz; sangre de buey y leche. Gran aficionada a esta bebida, en sus viajes sol¨ªa transportar vacas, cabras o corderos para disponer siempre de ella. Esta estricta dieta la combinaba con periodos en los que se daba atracones de dulces y pasteles.
Como complemento a esta peculiar alimentaci¨®n la emperatriz trataba de mantenerse activa el mayor tiempo posible. Hac¨ªa gimnasia de manera compulsiva y en todos sus palacios mand¨® colocar espalderas, anillas y escaleras. Montaba a caballo durante muchas horas y practic¨® la esgrima, nataci¨®n, senderismo y ciclismo. Sus paseos por el campo duraban seis horas y provocaban las quejas de sus damas de compa?¨ªa y guardaespaldas, que acababan rendidos. En sus salas de audiencia no hab¨ªa sillas y ella se paseaba sin parar mientras escuchaba a sus visitas.
Este sistema de vida le pas¨® pronto factura, desde los 44 a?os sufr¨ªa dolores de ci¨¢tica, reuma, neuritis y edemas, causados por su desnutrici¨®n, y su car¨¢cter se volvi¨® irritable y ¨¢spero. A los 50 su cutis estaba muy deteriorado, al igual que su dentadura, y empez¨® a llevar velo y a negarse a salir en retratos. Los ¨²ltimos que se le hicieron fueron a la edad de 30 a?os. Jam¨¢s viajaba sin un botiqu¨ªn en el que no faltaban la morfina y la coca¨ªna.
Bendita tuberculosis
A principios del siglo XIX el ideal de belleza no estaba en las mujeres lozanas ni saludables, sino en un look m¨¢s g¨®tico, que encarn¨® a la perfecci¨®n la musa de la era victoriana Elizabeth Siddal (1829-1862). Esta modelo londinense pos¨® para muchos de los pintores prerrafaelistas y su cuerpo delgado, su piel muy blanca y su cabellera roja se hicieron pronto muy populares. Aunque se cre¨ªa que Siddal ten¨ªa tuberculosis, hoy se apunta m¨¢s a la tesis de que era anor¨¦xica y adicta a los opi¨¢ceos.
El look tuberculosis, -delgadez extrema, piel blanca, ojeras- era el ideal de muchas mujeres. Seg¨²n cuenta el libro Fasting girls: the history of anorexia nerviosa, de Joan Jacobs Brumberg, en la era victoriana madres e hijas estaban muy preocupadas de que su apetito por la comida no diera la mala impresi¨®n de unas mismas ansias por el sexo. Las comidas condimentadas con especies y la carne se cre¨ªa que estimulaban la libido. Una ¨¦poca en la que los casos de anorexia empezaron a multiplicarse y en la que el ayuno era una manera de conseguir la delgadez deseada. Si se quer¨ªa estar a la ¨²ltima hab¨ªa que evitar los rayos de sol, y renunciar a la vitamina D; donar sangre, incluso m¨¢s de lo recomendado, y beber vinagre para mantener la palidez de la piel.
Un alien trag¨®n
La dieta de la tenia o solitaria, sin duda uno de los m¨¦todos m¨¢s extremos para perder peso, consiste en ingerir los huevos de esta lombriz para que al crecer, este alien absorba todo cuanto comemos, con lo que as¨ª no se pasa hambre. El problema es que esto conlleva a la desnutrici¨®n y puede provocar numerosas enfermedades como la meningitis, epilepsia, problemas visuales, demencia¡ Y si la ten¨ªa se extiende por los conductos pancre¨¢ticos puede provocar la muerte.
La soluci¨®n para deshacerse de este animal era no menos terror¨ªfica que tenerlo. Para empezar hab¨ªa que dejar de alimentar al monstruo interior y luego colgarse boca abajo, con la boca abierta frente a un plato de comida, para que la solitaria, atra¨ªda por el olor, saliera a procurarse ella misma el sustento. La leyenda cuenta que Mar¨ªa Callas, que antes de su fama era una mujer con sobrepeso y acomplejada, recurri¨® a este dr¨¢stico m¨¦todo para recuperar la silueta, pero nunca pudo llegar a confirmarse. Aunque parezca cosa del pasado, los huevos de tenia, oficialmente prohibidos, se venden en Internet. En el 2013 salt¨® a los peri¨®dicos el caso de una mujer de Iowa, EEUU, que ingiri¨® una para perder peso, pero tuvo que ir al m¨¦dico y confesar su historia cuando empez¨® a sentirse mal. Actualmente existen antibi¨®ticos para desembarazarse de este par¨¢sito, que puede ingerirse de forma involuntaria a trav¨¦s de la comida.
Ligeras como el humo
Una de las muchas estrategias que utiliz¨® la industria del tabaco para atraer a la secci¨®n femenina fue la de identificar el consumo de cigarrillos con la acci¨®n de perder peso. En la d¨¦cada de los 20 del pasado siglo, el look que triunfaba era el de las flappers, mujeres con el cabello a lo gar?on y los pechos peque?os, casi imperceptibles, que flirteaban con un aspecto andr¨®geno. Fumar era pues un complemento muy adecuado para acentuar su lado masculino. Las estrellas de Hollywood, si eran seductoras, independientes, atractivas y misteriosas ten¨ªan siempre un cigarrillo entre sus labios. Pero adem¨¢s, el acto de fumar sustitu¨ªa al de comer, picar entre horas o tomar golosinas, lo que contribu¨ªa a hacer descender a la balanza. Algo que muchas marcas de tabaco se apresuraron a subrayar. Un anuncio de Lucky Strike de la ¨¦poca mostraba una mujer delgada a punto de saltar desde un trampol¨ªn, con la sombra de una m¨¢s gorda a su lado, y proclamaba: ¡°esta eras tu cinco a?os atr¨¢s, cuando te exced¨ªas. En vez de eso prueba un Lucky¡±. Mientras otro, de la misma marca, dice ya sin tapujos, ¡°para mantener una figura esbelta prueba un Lucky, en vez de un dulce¡±.
Esta tendencia publicitaria se mantuvo hasta los 70, en los que los cigarrillos ultra largos y m¨¢s finos que los normales se relacionaban con mujeres delgadas, elegantes y siempre a la moda.
?El diablo quiere que est¨¦s gorda! Esbeltas, a dios gracias
A bote pronto uno se inclina a pensar que dios y el diablo tienen asuntos m¨¢s importantes que atender que preocuparse por lo que pesan los simples mortales. Pero seg¨²n el libro religioso-diet¨¦tico, Help, Lord- The Devil Wants Me Fat!, escrito por C.S. Lovett, un ministro evang¨¦lico, y publicado en 1977, Satan¨¢s no solo est¨¢ interesado en las almas, sino tambi¨¦n en algo m¨¢s consistente, como la grasa.
La tesis de esta obra es que si engordamos no es por obra y gracia de los carbohidratos, bueno si, pero si fu¨¦ramos a la ra¨ªz del asunto ver¨ªamos que es el Maligno el que est¨¢ detr¨¢s de nuestras ansias por llenar el buche y el que nos inculca pensamientos sobre comida. En su af¨¢n por hacerse due?o de todos nuestros apetitos, Lucifer nos provoca hambre ya que, seg¨²n el autor, las ganas de comer no proceden del est¨®mago, ni de la necesidad de alimentos. ?Qu¨¦ hacer entonces para neutralizar esta diab¨®lica influencia? Lovett propone ayunos de 10 d¨ªas, en los que solo est¨¢ permitido el agua ¨Cseg¨²n ¨¦l, el hambre se va al segundo d¨ªa y el sujeto se queda tan fresco-. Este plan no tienen contraindicaciones y est¨¢ muy indicado para las embarazadas, que ver¨¢n como sus mareos matutinos desaparecen por arte de magia. Otras armas para luchar contra la sana costumbre de comer son, seg¨²n este pastor, la oraci¨®n constante, visualizaciones y afirmaciones. Ah!, y como tomarse un vaso de agua mientras la familia est¨¢ cenando puede ser de mal tono, este ministro de dios recomienda que el que est¨¦ ayunando salga de casa para distraerse. Lo que no acaba de explicar el libro es que beneficio saca el demonio del hecho de que la humanidad acabe atocinada. Yo lo veo un inconveniente. En el infierno no va a quedar mucho sitio.
A pastillazos: las bellas (y delgadas) durmientes
Para los desprovistos de toda fuerza de voluntad, siempre quedaba el m¨¦todo de la dieta del sue?o, que dorm¨ªa al paciente durante un determinado periodo de tiempo para que ¨¦ste no pudiera comer. M¨¦todo que utilizaba el personaje Neely O¡¯Hara en la pel¨ªcula Valley of the Dolls (1967) y, supuestamente, Elvis Presley.
Las grandes dosis de sedantes usadas en esta pr¨¢ctica, adem¨¢s de destruir el ciclo natural del sue?o, pose¨ªan peligrosos efectos secundarios. Pero adem¨¢s, tras esta hibernaci¨®n-diet¨¦tica, las personas se despertaban con un hambre voraz.
El problema con los m¨¦todos que suprimen dr¨¢sticamente la comida es que nuestro cuerpo se comporta como un parado, y procura gastar lo menos posible. Seg¨²n Clotilde V¨¢zquez, ¡°nuestros centros reguladores del apetito y el gasto energ¨¦tico reaccionan desarrollando potentes mecanismos de ahorro, que dificultan a¨²n m¨¢s la p¨¦rdida de peso, y sobre todo el mantenimiento de la p¨¦rdida de grasa. Hay personas, generalmente mujeres, que est¨¢n toda la vida a dieta mon¨®tona y severa y comienzan a perder grasa cuando se les pauta una dieta equilibrada, con m¨¢s aporte energ¨¦tico y nutricional¡±.