La raz¨®n (period¨ªstica) por la que Tom Wolfe siempre vest¨ªa un traje blanco
El escritor convirti¨® su impecable conjunto de tres piezas en una ense?a. Vestirlo tambi¨¦n era una declaraci¨®n de intenciones sobre c¨®mo enfocar la informaci¨®n y presentarse ante ella.
?Nunca te das cuenta de cu¨¢nto de tu pasado est¨¢ cosido en el forro de tu ropa?, escribi¨® Tom Wolfe en su debut literario, La hoguera de las vanidades. El escritor ha fallecido a los 88 a?os tras haber transformado el l¨¦xico de su lengua (el diccionario Oxford cuenta con m¨¢s de 150 citas de sus textos) y con todas las necrol¨®gicas exaltando ...
?Nunca te das cuenta de cu¨¢nto de tu pasado est¨¢ cosido en el forro de tu ropa?, escribi¨® Tom Wolfe en su debut literario, La hoguera de las vanidades. El escritor ha fallecido a los 88 a?os tras haber transformado el l¨¦xico de su lengua (el diccionario Oxford cuenta con m¨¢s de 150 citas de sus textos) y con todas las necrol¨®gicas exaltando su legendario traje blanco como una extensi¨®n m¨¢s de su firma. El inmaculado conjunto de tres piezas ¨Csiempre con chaleco¨C lo empezar¨ªa a usar en 1962, pero su meditado e inteligente modo de empleo de la moda ya ven¨ªa de lejos. ?Era el ¨²nico que paseaba por el campus con sombrero y paraguas?, admitir¨ªa en su m¨ªtica entrevista a Rolling Stone en 1980, para acto seguido lamentar no haber destacado a su paso por Yale porque ?intentar destacar entre un zoo de locos exc¨¦ntricos fue una causa perdida?. Mucho antes del branding personal, Wolfe entendi¨® como pocos que lo que vistes es casi tan importante como lo que escribes.
Convertirse en el dandi de traje blanco del periodismo le llegar¨ªa de rebote. Homenajeando los ecos de la tradicional elegancia masculina y gentil de su ciudad natal, Richmond (Virginia), Wolfe ya se hab¨ªa acostumbrado a vestir trajes de un sastre brit¨¢nico de Washington, pero fue el primer traje que se hizo a medida en Nueva York el que inici¨® la leyenda. Un conjunto blanco que estren¨® en pleno invierno (?el tweed de seda en realidad es un tejido muy c¨¢lido?, defender¨ªa) y que, por lo visto, enloqueci¨® a todos cuantos se encontraba. ?La reacci¨®n de la gente fue incre¨ªble¡ la hostilidad ante peque?os cambios en el estilo puede ser maravillosa?, contar¨ªa encantado sobre el episodio que inici¨® la leyenda.
Si Wolfe se qued¨® con el blanco como carta de presentaci¨®n ante el resto del mundo respond¨ªa, tambi¨¦n, a una voluntad deontol¨®gica. La incomodidad inicial provocaba distancia ante sus interlocutores y facilitaba, despu¨¦s, un di¨¢logo m¨¢s sincero. Su periodismo no trataba de imitar lo que ve¨ªa, sino de destacar ante el resto que ¨¦l era un observador ajeno a la din¨¢mica del grupo. ?Cuando hice La banda de la casa de la bomba no podr¨ªa haber estado en un mundo m¨¢s alien¨ªgena. Despach¨¦ toda la historia vestido de seersucker ¨Cel tejido de los trajes coloniales que mezcla algod¨®n e hilo¨C. Creo que a la gente le divert¨ªa verme as¨ª. Pensaban que era un viejo. Era un viejo raro de 30 a?os, pero ellos me ve¨ªan como a un estirado. Les encantaba esa idea, la del tipo con sombrero r¨ªgido de paja acerc¨¢ndose y pregunt¨¢ndoles cosas. Algo que se volvi¨® m¨¢s extremo cuando trabaja en Ponche de ¨¢cido lis¨¦rgico. Ah¨ª entend¨ª que ser¨ªa un error monumental intentar encajar en aquel mundo?.
La excentricidad de su estilo jug¨® a su favor para dotarle de credibilidad, tal y como apunta Terry Newman en Legendary Authors and the clothes they wore (2017, Harper Collins): ?Vestir un traje blanco es pavonearse de forma delicada, dando a entender que el que lo viste no quiere ensuciarse las manos. Vestir de blanco es una proposici¨®n serena e imperturbable?.
No solo utiliz¨® la moda para construir a su propio personaje. Al igual que Didion, otra cronista que hace un uso cat¨¢rtico de las prendas en sus textos, Wolfe convirti¨® a la ropa en un elemento cr¨ªtico m¨¢s. Valor¨® su funci¨®n transformadora en la cultura contempor¨¢nea. Un ejemplo: el extracto de La hoguera de las vanidades en el que contrapone la ostentaci¨®n de los depredadores de Wall Street con el estatus de los pasajeros del metro de la l¨ªnea D. ?La mitad de los pasajeros del vag¨®n viste zapatillas con dise?os llamativos y suelas moldeadas que parecen botas de saldo. Las llevan los j¨®venes, los viejos, las madres con ni?os en su regazo¡ En la l¨ªnea D esas zapatillas eran como llevar un ne¨®n en el cuello en el que se pod¨ªa leer tugurio o El Barrio?. ?l defender¨ªa este uso en una entrevista en The Paris Review en 1991: ?Me di cuenta de que si iba a describir vi?etas de la vida contempor¨¢nea quer¨ªa todos los sonidos, los looks, la sensaci¨®n o lo que fuese de ese sitio sobre el que estaba escribiendo. Nombres de marcas, el gusto en la ropa y los muebles, las formas, c¨®mo la gente trata a los ni?os, al servicio o a sus superiores; eso eran importantes pistas de las expectaciones individuales?.
El hombre que se invent¨® el concepto de ?radical chic? al ver a las mujeres que formaban parte de las Panteras Negras en una fiesta en casa de Leonard Bernstein (?parecen salidas de las p¨¢ginas de Vogue, aunque no dudo de que Vogue se inspir¨® en ellas¡), estuvo a punto de ganarse una mancha, literal, en su expediente. Renata Adler detestaba el Nuevo Periodismo que propugnaba Wolfe. La periodista y escritora del New Yorker acusaba al escritor de haberse apropiado del estilo en primera persona que promov¨ªa el semanario y estaba convencida de que Wolfe ?se inventaba los hechos?. Adler estuvo a punto de lanzarle una lata de tomate a su inmaculado traje en una charla sobre Nuevo Periodismo. No lo consigui¨®.