Mariano Fortuny: el creador espa?ol que fue capaz de trascender la barrera de la temporalidad de la moda
La vigencia del ¡®mago de Venecia¡¯, del que se prepara el 150 aniversario, se reivindica hoy m¨¢s que nunca. Su influencia se siente en las colecciones actuales en forma de pliegues eternos o colores fluidos.
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Sentada en un banco bizantino del jard¨ªn de su casa veneciana, en 1976, Peggy Guggenheim posa con un vestido Delphos, probablemente la creaci¨®n m¨¢s universal del granadino Mariano Fortuny y Madrazo. De seda plisada, entre dorada y albaricoque, el modelo podr¨ªa ser el mismo con el que el pintor Joaqu¨ªn Sorolla hab¨ªa retratado a su hija Elena en 1909, con el que Gloria Vanderbilt seducir¨ªa la lente de Horst P. Horst en su apartamento neoyorquino en 1985 o con el que Annie Leibovitz fotografiar¨ªa a su pareja, la escritora Susan Sontag, tras fallecer en 2004. ?Es dif¨ªcil imaginar a una mujer llevando hoy en d¨ªa un Poiret, un Patou o un Paquin sin que parezca artificioso, exc¨¦ntrico o fuera de lugar. En cambio, algunas privilegiadas siguen utilizando, en ocasiones especiales, sus Fortuny con toda naturalidad, son plenamente actuales?, se?ala Guillermo de Osma en Mariano Fortuny, arte, ciencia y dise?o. Mientras que las piezas de dise?adores est¨¢n marcadas por su definici¨®n ef¨ªmera, las t¨²nicas de Fortuny dan sentido al ox¨ªmoron moda atemporal: presumen de vigencia desde su primera aparici¨®n en 1907. ?Su belleza radica en el minimalismo elegante, el corte perfecto y simple, la calidad de los materiales y la sensualidad de los colores. Todos estos elementos, perfectamente integrados, hacen de sus vestidos una obra de arte?.
Fortuny no fue un modisto al uso, sino un artista que cre¨® prendas de vestir. Pintor, grabador, fot¨®grafo, escen¨®grafo, inventor, dise?ador de l¨¢mparas y muebles, creador de tejidos¡ Ninguna de sus actividades puede entenderse de manera aislada porque, al igual que su admirado Wagner, conceb¨ªa el arte como algo que trasciende fronteras, no divisible en parcelas. ?Era un personaje polifac¨¦tico que trabaj¨® y estudi¨® diversos ¨¢mbitos. Incluso persigui¨® a artistas por toda Europa para que le contaran sus t¨¦cnicas o sus inquietudes. Son todas estas circunstancias las que hacen de ¨¦l un hombre ¨²nico y vanguardista?, explica Pilar Torrecillas, presidenta de la Asociaci¨®n FortunyM Culture. Se trata de una iniciativa que acaba de presentarse en Madrid y re¨²ne a un grupo de profesionales de la cultura y del arte para, junto al Ayuntamiento de Granada, la Junta de Andaluc¨ªa y los ministerios de Educaci¨®n Cultura y Deporte y de Asuntos Exteriores, planear acciones de cara al 150 aniversario de Fortuny en 2021: ?La asociaci¨®n surge con la idea de reclamar la figura del artista como uno de los referentes culturales para Granada y Espa?a. Es cierto que la ciudad ya posee grandes nombres, reconocidos a nivel internacional, como Federico Garc¨ªa Lorca o Manuel de Falla, pero necesita otros arquetipos. Y Fortuny es un personaje todav¨ªa mucho m¨¢s famoso fuera que en nuestro pa¨ªs?.
Queremos reclamar la figura del artista como uno de los referentes de Granada.
Ya en vida, Fortuny fue considerado un enigma que desarroll¨® su trabajo aut¨¢rquicamente, al margen de cualquier movimiento art¨ªstico contempor¨¢neo. Naci¨® en Granada en 1871, en una familia de artistas: su padre era el reputado pintor Mariano Fortuny y Marsal; su madre, Cecilia de Madrazo, era hija de Federico de Madrazo, pintor en la corte de Isabel II y director del Museo del Prado, y nieta de Jos¨¦ de Madrazo, responsable de introducir el Neocl¨¢sico en el pa¨ªs. Aunque abandon¨® la ciudad andaluza con solo tres a?os, cuando falleci¨® su padre, la cultura andalus¨ª que se respiraba en cada rinc¨®n del Albaic¨ªn marc¨® su carrera. ?Fue un gran orientalista. En toda su obra destaca la influencia y la herencia del legado andalus¨ª: est¨¢ en las l¨¢mparas que dise?¨®, en su logotipo, en el Delphos¡ Fortuny volv¨ªa una y otra vez a Granada como fuente de inspiraci¨®n?, defiende Torrecillas, que tambi¨¦n es dise?adora de moda en su propia firma, Pilar Dalbat. La calidad atemporal de su legado es resultado directo de los modelos que le influyeron m¨¢s directamente: desde Rubens, Tiziano o Tintoretto, que le ense?aron el uso delicado y armonioso de la luz y el color; a las culturas no occidentales, donde los conceptos de progreso y cambio no existieron hasta la llegada de los europeos; o el mundo griego cl¨¢sico, el Barroco y el Renacimiento.
Mirada global
Como pintor nunca alcanz¨® el grado de excelencia que hubiera querido su padre, pero la experiencia le sirvi¨® para entender las sutilezas de las combinaciones de color que despu¨¦s emplear¨ªa al producir sus inimitables sedas y terciopelos. ?Las cosas que m¨¢s le interesaban sobre la ¨¦poca en que vivi¨® fueron los desarrollos tecnol¨®gicos que pod¨ªa adaptar a sus propios fines. Hizo caso omiso de todos los movimientos art¨ªsticos modernos y rechaz¨® las ideas de sus mayores exponentes. Se mostraba poco interesado en competir con los dem¨¢s, en su propia valoraci¨®n en relaci¨®n a los logros de otros?, relata De Osma. El experto a?ade: ?No se sinti¨® obligado a una b¨²squeda nueva y constante de formas y se dedic¨® fundamentalmente a reinterpretar el pasado con una visi¨®n profundamente moderna de la funci¨®n y de las posibilidades de la t¨¦cnica?.
Hoy ser¨ªa artificioso ver a una mujer con un Poiret o un Patou, pero Fortuny es actual.
La Venecia nost¨¢lgica de fin de siglo, donde la familia se instal¨® tras un breve periodo en Par¨ªs, es la ¨²ltima pieza que timbra su labor. Una metr¨®poli plagada de vecinos ilustres como el escritor Gabriele D¡¯Annunzio y la marquesa Luisa Casati o de invitados como los espa?oles Isaac Alb¨¦niz, Ignacio Zuloaga o Josep Maria Sert, que pasaron por el palacio de los Fortuny, siempre con las puertas abiertas. ?Frente a la grandiosidad del Gran Canal que admiran los impresionistas, ¨¦l se desvincul¨® del concepto en busca de una ciudad m¨¢s ¨ªntima: otra Venecia popular y arrabalera. Estaba interesado en la realidad cotidiana pero misteriosa de sus rincones, sus canales olvidados, sus callejuelas estrechas, sus soportales, las casas con ropa tendida en los balcones, los famosos gatos venecianos y el sol y la sombra que juegan sobre las paredes de las casas humildes?, apunta De Osma, su bi¨®grafo. Una Venecia que el joven Fortuny retrata compulsivamente con su Kodak Panorama. ?La Venecia toda llena de Oriente?, que dir¨ªa Proust, el mismo que bautiz¨® al creador como ¡®el mago de Venecia¡¯. El franc¨¦s es uno de los muchos escritores que reflejan en sus libros la relevancia y la capacidad transformadora de las prendas que dise?¨® Fortuny. En su gran novela En busca del tiempo perdido (1913) se pueden leer decenas de referencias a las vestimentas del granadino: ?El vestido de Fortuny que Albertine llevaba aquella noche me parec¨ªa como la sombra tentadora de aquella invisible Venecia?, dice en el quinto volumen de la saga. En El grupo (1954), Mary McCarthy viste a una de sus protagonistas con un Delphos para el d¨ªa de su funeral, ?un vestido que siempre quiso tener?.
La herencia eterna
Aunque de ni?o ya se divert¨ªa pintando tejidos, la aparici¨®n p¨²blica del Fortuny creador de telas y trajes tuvo lugar en 1906, con los velos Knossos que luc¨ªan las bailarinas del cuerpo de ballet de la ¨®pera de Par¨ªs. Al a?o siguiente adapt¨® la l¨ªnea de los vestidos a la forma natural del cuerpo de la mujer y dio vida al inmortal Delphos, una creaci¨®n que tomaba nombre y forma de la estatua de bronce del Auriga de Delfos. Pero m¨¢s all¨¢ de reinterpretar la t¨²nica cl¨¢sica, Fortuny hace confluir en una prenda una serie de influencias orientales heterog¨¦neas: el quimono japon¨¦s, la t¨²nica copta, el burnous magreb¨ª, el caft¨¢n oriental, la chilaba marroqu¨ª, la abaya musulmana, el sari indio¡
?El material? Seda fina, crujiente, el¨¢stica y resistente. ?Los colores? Ricos y suaves, con cuerpo y transparencia. ?Antes de fabricar los vestidos las telas eran te?idas con todos los matices imaginables. Tonos apacibles que en manos de Fortuny obtuvieron una riqueza y un brillo especiales. La seda era sumergida varias veces para enriquecer el color que, debido a la transparencia de la tintura, pose¨ªa una cualidad ambigua y viva frente a la luz y el movimiento?, revela De Osma. En pleno auge de lo qu¨ªmico, cuando casi nadie produc¨ªa tintes naturales, ¨¦l importaba ingredientes para fabricar sus propios pigmentos: cochinilla de M¨¦xico, a?il de India o hierbas de Brasil que usaba para las sedas o los terciopelos con los que confeccionaba vestidos, capas, chaquetas o abrigos.
El Delphos, que colgaba de los hombros, punto natural de apoyo, ?ten¨ªa un cintur¨®n de seda estampada, con motivos geom¨¦tricos y hojas vegetales, que pod¨ªa ser utilizado o no. Sus bordes se terminaban por lo general con una serie de peque?as cuentas de vidrio de Murano que serv¨ªan como ornamento y para? controlar la ca¨ªda de la prenda?, agrega el especialista. Pese a que el modelo fue patentado, una de sus caracter¨ªsticas a¨²n queda rodeada de misterio: el pliegue del tejido sobre el que hay conjeturas sin resolver. Un acabado que envuelve el cuerpo y enfatiza el movimiento. En su biograf¨ªa, De Osma describe una aproximaci¨®n a la t¨¦cnica: ?Requer¨ªa de una gran cantidad de trabajo manual, al ser los pliegues todos diferentes e irregulares. Probablemente, el plisado se realizaba cuando el material estaba mojado, aplic¨¢ndole calor despu¨¦s para asegurarse de que se mantuviera de forma permanente. Durante el ¨²ltimo proceso es posible que un hilo se hilvanara con el fin de reforzarlo?. Un sistema aparentemente sencillo y eficaz: Delphos con m¨¢s de 80 a?os mantiene sus pliegues flexibles e inalterados, tan firmes como cuando salieron del taller del Palacio Orfei en una caja redonda, blanca y con su logo, enrollados como un ovillo para mantener la forma. La destreza se cotiza: cada vez que se vende uno de los modelos vintage los precios se disparan. En 1981, la casa de subastas Christie¡¯s bati¨® su propio r¨¦cord al liquidar uno de estos vestidos por 7.800 d¨®lares (unos 7.000 euros). El Museo del Traje atesora una de las colecciones m¨¢s completas del artista, con cerca de 400 piezas: ?No solo de Delphos, sino de su obra en general. Tanto de todas sus tipolog¨ªas indumentarias como de sus dise?os textiles?, revela Lucina Llorente, especialista en textiles y en Fortuny en la instituci¨®n. ?Su conservaci¨®n requiere condiciones muy especiales?, a?ade. Un 40% de humedad relativa, una temperatura entre 15 y 20 grados cent¨ªgrados y una iluminaci¨®n no superior a 50 luxes.
Todo el mundo iba a Fortuny. Creo que todas las mujeres que conoc¨ªa ten¨ªan un vestido suyo.
?Para m¨ª los vestidos m¨¢s hermosos han sido siempre los que conservan la tela en estado original?, declaraba Karl Lagerfeld a la edici¨®n francesa de Vogue tras inspirarse en el c¨¦lebre dise?o para su colecci¨®n para Chlo¨¦ en 1975. No ha sido el ¨²nico seducido por la hechizo de estos pliegues: Balenciaga era un rendido admirador, as¨ª como los dise?adores Mary McFadden, Krizia o Roberto Capucci. ?Pero es Issey Miyake, uno de los grandes protagonistas de la moda contempor¨¢nea, quien explorando las propiedades del poli¨¦ster revoluciona la t¨¦cnica del plisado con su colecci¨®n Pleats Please, retomando la herencia del virtuoso?, dice Maria Luisa Frisa en Mariano Fortuny. La seta & il velluto. ?La interacci¨®n de las zonas plisadas crea una estructura alternativa que se modifica constantemente con el movimiento, siempre en relaci¨®n al cuerpo que lo porta?. Un ¨¦xito comercial desde 1989.
A partir de los a?os veinte, con un negocio de fabricaci¨®n de cierta envergadura, el inventor tambi¨¦n alcanza un modelo lucrativo. Ir¨®nicamente, al margen de la industria y retando esos dictados que exigen renovaci¨®n constante. Sirva de ejemplo el prototipo de su vestido m¨¢s c¨¦lebre, repetido con ligeras variaciones durante 40 a?os. ?Todo el mundo iba entonces a Fortuny. Creo que todas las mujeres que yo conoc¨ªa ten¨ªan un vestido suyo?, confesaba lady Bonham Carter. No fue as¨ª desde el principio, cuando la creaci¨®n desafiaba los preceptos de la moral y el decoro que encorsetaban a las mujeres. Solo personajes fuertes que valoraban la nueva actitud de respeto al cuerpo y artistas que no tem¨ªan el esc¨¢ndalo se atrevieron con la t¨²nica reveladora, que en los primeros a?os del siglo XX quedaba destinada a la intimidad del hogar. Nombres como Anna Pavlova, Eleonora Duse, Sarah Bernhardt o Isadora Duncan figuran entre sus primeros apoyos. ?Les aportaban a las mujeres que los llevaban, adem¨¢s de fastuosidad y belleza, comodidad de movimientos que potenciaban su expresividad. Eran s¨ªmbolo de lujo en manos de f¨¦minas comprometidas con la modernidad?, defiende Llorente. Una simbolog¨ªa que ha sobrevivido intacta a un siglo de progresos.