C¨®mo Maye, la madre de Elon Musk, resurgi¨® de sus cenizas y se convirti¨® en una modelo de ¨¦xito pasados los 60
Tal como recoge en el libro ¡®Una Mujer, Un Plan¡¯, su vida ha sido de todo menos f¨¢cil. Tras un matrimonio t¨®xico con el padre de Elon Musk abandon¨® Sud¨¢frica, sac¨® fuerzas para renacer y cumpli¨® dos grandes sue?os: convertirse en una influyente nutricionista y en una modelo de ¨¦xito.
Maye Musk, la madre de Elon Musk, a sus 72 a?os puede presumir de tener una vida igual de at¨ªpica que apasionante. Nacida en la ciudad canadiense de Regina, siendo apenas un beb¨¦ su padre quiropr¨¢ctico, Joshua, y su madre bailarina, Winnifred (m¨¢s conocida como Wyn), decidieron abandonar Canad¨¢ junto a sus hijos e instalarse en Pretoria, Sud¨¢frica. ¡°Me crie en el seno de una familia que ten¨ªa una avioneta y una gran fascinaci¨®n por explorar el planeta. Mis padres sobrevolaron Canad¨¢, Am¨¦rica, ?frica, Europa, Asia y Australia en un diminuto avi¨®n con h¨¦lices cubierto por una lona, sin GPS ni ra...
Maye Musk, la madre de Elon Musk, a sus 72 a?os puede presumir de tener una vida igual de at¨ªpica que apasionante. Nacida en la ciudad canadiense de Regina, siendo apenas un beb¨¦ su padre quiropr¨¢ctico, Joshua, y su madre bailarina, Winnifred (m¨¢s conocida como Wyn), decidieron abandonar Canad¨¢ junto a sus hijos e instalarse en Pretoria, Sud¨¢frica. ¡°Me crie en el seno de una familia que ten¨ªa una avioneta y una gran fascinaci¨®n por explorar el planeta. Mis padres sobrevolaron Canad¨¢, Am¨¦rica, ?frica, Europa, Asia y Australia en un diminuto avi¨®n con h¨¦lices cubierto por una lona, sin GPS ni radio. Ya cuando ¨¦ramos ni?os, nos llevaban de viaje al desierto de Kalahari cada invierno en busca de la ciudad perdida¡±, recuerda en el libro Una Mujer, Un Plan, que este 18 de febrero Roca Editorial edita en espa?ol.?¡°Ahora, echando la vista atr¨¢s, me doy cuenta del peligro que supon¨ªa atravesar el desierto con una br¨²jula, reservas de agua y comida para tres semanas y cinco ni?os peque?os. Pero mis padres planeaban cada viaje y excursi¨®n con todo lujo de detalles, sin dejar nada al azar. El lema de nuestra familia siempre fue: ¡®Vive al l¨ªmite, pero con sensatez¡¯¡±, escribe en sus p¨¢ginas.
En Pretoria fue donde precisamente hizo sus primeros pinitos como modelo a los 15 a?os, ganando el certamen de belleza Val Queen y siendo una de las finalistas de Miss Sud¨¢frica. Sin embargo, poco despu¨¦s, se matricul¨® en la universidad para estudiar Nutrici¨®n porque ya le hab¨ªan advertido de que sus d¨ªas en la siempre vol¨¢til industria de la moda llegar¨ªan a su fin al cumplir la mayor¨ªa de edad. El hecho de que llegara a pesar 93 kilos el d¨ªa de su graduaci¨®n fue un duro rev¨¦s para ella, pero aun con esas no dud¨® en compaginar su carrera de nutricionista con trabajos espor¨¢dicos como modelo de talles grandes. Eso s¨ª, aquellos tiempos felices, repentinamente, se esfumaron cuando un hombre le arrebat¨® gran parte de su juventud.
En el ya citado libro Maye explica que a partir de los 16 mantuvo una relaci¨®n intermitente con un novio que le fue desleal en varias ocasiones. En ning¨²n momento menciona su nombre, como si quisiera borrarlo de su memoria, pero en realidad se refiere a Errol Musk. Por aquel entonces, con 21 a?os, ella viv¨ªa y trabajaba en Ciudad del Cabo. Pero lo sorprendente del asunto es que, tras un a?o sin verse ni tener noticias de ¨¦l, Errol se present¨® en la ciudad por sorpresa. ¡°Apareci¨® con un anillo de compromiso. Me jur¨® y perjur¨® que segu¨ªa enamorado de m¨ª y que no volver¨ªa a enga?arme nunca m¨¢s. Me prometi¨® que, si aceptaba la propuesta de matrimonio y me casaba con ¨¦l, cambiar¨ªa. Mi respuesta fue un no rotundo y, por lo tanto, no acept¨¦ el anillo¡±, relata.
Con lo que no contaba es que el joven, una vez regres¨® a Pretoria, tendr¨ªa la osad¨ªa de presentarse en casa de su familia. ¡°Les cont¨® a mis padres que hab¨ªa aceptado casarme con ¨¦l. Ellos se quedaron bastante sorprendidos porque no sab¨ªan que est¨¢bamos saliendo juntos. As¨ª que comenzaron a organizar los preparativos de la boda. Me enter¨¦ de la noticia a trav¨¦s de un telegrama que dec¨ªa: ¡®?Enhorabuena! ?Ni siquiera sab¨ªa que estabas prometida!¡¯. No pod¨ªa creer lo que estaba leyendo. Me qued¨¦ de piedra. El telegrama tambi¨¦n dec¨ªa que deb¨ªa dejar el trabajo, hacer las maletas y volver a casa porque la boda se iba a celebrar en un mes. Quiz¨¢ a la juventud de hoy en d¨ªa todo esto le resulte muy extra?o, pero no olvidemos que estamos hablando de la Sud¨¢frica de 1970, donde no pod¨ªamos hacer llamadas de tel¨¦fono de larga distancia porque costaban un ri?¨®n. La tradici¨®n mandaba que el pretendiente siempre deb¨ªa pedir la mano de la novia al padre antes de hincar la rodilla. As¨ª que cuando mi exnovio se present¨® en casa y le cont¨® a mi padre que hab¨ªa accedido a casarme con ¨¦l, no tuvo m¨¢s remedio que dar su bendici¨®n¡±, narra sobre lo acontecido.
Tan pronto se dieron el ¡°s¨ª, quiero¡± empez¨® su pesadilla. Maye no solamente tuvo que renunciar a todas sus aspiraciones laborales y vivir exclusivamente por y para Errol Musk, sino que adem¨¢s fue v¨ªctima de malos tratos f¨ªsicos y psicol¨®gicos desde el d¨ªa uno. ¡°La primera vez que me puso la mano encima fue en nuestra luna de miel en G¨¦nova. Me qued¨¦ de piedra cuando vi que no se arrepent¨ªa y que no iba a dejar de golpearme cada vez que le viniera en gana. Quer¨ªa marcharme de all¨ª, pero no pod¨ªa porque ¨¦l ten¨ªa mi pasaporte. Cuando volvimos a Sud¨¢frica, pens¨¦ en reunir a toda la familia, sincerarme con todos ellos y asumir que me hab¨ªa casado con un monstruo. Pero me daba tanta verg¨¹enza admitirlo que al final no me atrev¨ª a hacerlo. Semanas despu¨¦s empec¨¦ a tener n¨¢useas por las ma?anas. Me hab¨ªa quedado embarazada de Elon el segundo d¨ªa de nuestra luna de miel. Saltaba a la vista que casarme con ¨¦l hab¨ªa sido un tremendo error, pero sent¨ªa que no ten¨ªa m¨¢s alternativa que aceptar mi destino. Fue un marido cruel. Se neg¨® a llevarme al hospital hasta que las contracciones se suced¨ªan cada cinco minutos. ¡®Eres una vaga y una pusil¨¢nime¡¯, me dec¨ªa. Llegu¨¦ al hospital tan tarde que no pudieron administrarme anestesia epidural. La enfermera se acerc¨® a mi marido: ¡®Acar¨ªciele la espalda. Le ayudar¨¢ a sentirse mejor¡¯. ¡®?Perd¨®n? ?Qu¨¦ ha dicho? Ella deber¨ªa acariciarme la espalda a m¨ª, y no al rev¨¦s. Mira en qu¨¦ taburete he tenido que sentarme. ?Sabe qu¨¦? Me voy de aqu¨ª. Av¨ªseme cuando est¨¦ de parto¡¯. Esa era la clase de hombre que era mi esposo¡±, verbaliza sobre aquella siniestra etapa. La situaci¨®n, como era de esperar, fue de mal en peor. Despu¨¦s de Elon, vinieron Kimbal y Tosca. Tres partos en tres a?os y tres semanas fueron la gota que colmaron el vaso.
En 1979, con 31 a?os, se divorci¨®. Cual ave F¨¦nix, no le qued¨® otra que empezar de cero. Siendo madre soltera huy¨® pr¨¢cticamente con lo puesto a Durban, ¡°donde viv¨ªa con mis hijos en un diminuto apartamento. Nos aliment¨¢bamos a base de bocadillos de mantequilla de cacahuete. Y casi cada d¨ªa cen¨¢bamos sopa de alubias¡±. Tras ello tom¨® la decisi¨®n de ir a Bloemfontein para realizar unas pr¨¢cticas de nutrici¨®n y, poco despu¨¦s, se instal¨® en Johannesburgo?para abrir su propia consulta y retomar, aunque fuese espor¨¢dicamente, sus trabajitos de modelo. ¡°A pesar de la triple maternidad, nunca dej¨¦ de trabajar. Tal vez porque eso era lo que hab¨ªa vivido de peque?a en mi casa¡±, rememora. A pesar de sus limitaciones econ¨®micas, al fin la vida empezaba a sonre¨ªrle t¨ªmidamente. Aunque los cambios fueron a mejor cuando Elon, con 17 a?os, tom¨® un avi¨®n para estudiar en Canad¨¢. Tanto ella como el resto de sus hijos siguieron sus pasos. Nunca m¨¢s volvieron a Sud¨¢frica, ni siquiera de visita.
A los 42 aterriz¨® en el pa¨ªs que la hab¨ªa visto nacer, estren¨® una nueva consulta de nutrici¨®n y entr¨® a formar parte del equipo docente de la Universidad de Toronto. Pero dado que todos sus hijos terminaron mud¨¢ndose a Estados Unidos, Maye nuevamente hizo sus maletas para estar m¨¢s cerca de ellos. Prob¨® suerte en California, pero al cumplir los 50 se empe?¨® en vivir en Nueva York pensando ingenuamente que no cesar¨ªan de lloverle ofertas como modelo. ¡°Hice varias campa?as publicitarias importantes y decid¨ª cambiar de agencia creyendo que as¨ª iba a aumentar mis posibilidades. Sin embargo, ocurri¨® justamente lo contrario. Pas¨¦ de trabajar varios d¨ªas al mes a apenas trabajar en absoluto. La agencia no volvi¨® a llamarme en seis meses. Fue un periodo muy doloroso. Empec¨¦ a aceptar y asumir que mis d¨ªas como modelo hab¨ªan terminado¡±, recoge en el libro.
Inesperadamente, todo cambi¨® a sus 59 a?os. Tan pronto decidi¨® dejarse canas y no volver a te?irse, empezaron a lloverle todo tipo de ofertas: ¡°Jam¨¢s habr¨ªa imaginado que dejar mi pelo al natural, es decir, lucir una melena gris, iba a ser el secreto para transformarme en toda una supermodelo. Me sub¨ª a una pasarela por primera vez a los 15 y me juraron y perjuraron que mi carrera terminar¨ªa a los 18. No esperaba seguir trabajando como modelo tantos a?os y, por supuesto, nunca se me pas¨® por la cabeza que a los 71 [cuando escribi¨® Una Mujer, Un Plan] me sentir¨ªa en la flor de la vida¡±.
De hecho, recuerda con mucho cari?o cuando con 62, emulando la c¨¦lebre portada de Demi Moore en Vanity Fair, pos¨® como Dios la trajo al mundo para el semanario New York. ¡°No quer¨ªa hacerlo, pero mi hija me hizo cambiar de opini¨®n. La revista buscaba un retrato natural. No quer¨ªan disimular mis arrugas ni l¨ªneas de expresi¨®n; pretend¨ªan que aparentara 60 a?os, en lugar de los 62 que ten¨ªa por aquel entonces. Quer¨ªan ponerme a?os encima, pero la verdad es?que no me import¨®. Me puse unas braguitas de color vis¨®n y unas pezoneras del mismo tono, pero aun as¨ª me sent¨ªa totalmente desnuda. Trajeron a una mujer embarazada a la sesi¨®n de fotos. Tan solo le faltaba una semana para dar a luz. Olvid¨® advertirles que ten¨ªa un tatuaje justo en la parte inferior del vientre, as¨ª que tuvieron que retocar la imagen y borr¨¢rselo. Nos fotografiaron a las dos y despu¨¦s, con la ayuda de un programa de edici¨®n fotogr¨¢fica, sustituyeron mi barriga por la suya para as¨ª crear el efecto del embarazo. La imagen dio la vuelta al mundo. El titular que acompa?aba la portada le¨ªa: ¡®?Es demasiado mayor para esto? Padres primerizos con m¨¢s de cincuenta; la ¨²ltima frontera para criar a un hijo¡¯. Fue muy curioso porque meses despu¨¦s, en una sesi¨®n de fotos, la gente se qued¨® boquiabierta al ver que hab¨ªa recuperado la figura tan r¨¢pido. Tuve que explicarles que no estaba embarazada¡±, explica sobre aquel punto de inflexi¨®n en su carrera.
Desde entonces, m¨¢s all¨¢ de ganarse a pulso ser una de las nutricionistas m¨¢s c¨¦lebres del mundo, Maye no ha parado de trabajar como modelo. A los 67 tuvo la oportunidad de cumplir uno de sus mayores deseos: desfilar en la Semana de la Moda de Nueva York. Y, a los 69, se convirti¨® en la imagen de la marca de cosm¨¦ticos CoverGirl. En lo sentimental, aunque ha intentado salir con otros hombres, afirma que ¡°mi perro me ha hecho m¨¢s feliz que cualquier relaci¨®n que he tenido¡±. Asimismo, tal como refleja diariamente en su cuenta de Instagram, no ha sido hasta alcanzar la madurez que, finalmente, todo le va sobre ruedas: ¡°A juzgar por los comentarios que escriben muchos usuarios en redes sociales todo apunta a que a la gente le asusta envejecer. Cuando ven mis publicaciones se sienten mejor, valoran un poco m¨¢s el futuro que tienen por delante y aprecian las arrugas y l¨ªneas de expresi¨®n. Uno de los motivos por los que cumplir a?os no me da ning¨²n miedo es porque cada d¨¦cada que he vivido ha sido mejor que la anterior. Los veinte fueron una ¨¦poca terrible; lo ¨²nico bueno que me pas¨® fueron mis tres hijos. Los treinta tambi¨¦n fueron para olvidar. A los cuarenta apenas ten¨ªa tiempo para nada, tan solo me limit¨¦ a sobrevivir. A los cincuenta me mud¨¦ a Nueva York, fund¨¦ mi propia empresa y empec¨¦ a tejer mi red social. Cumpl¨ª los sesenta y por fin encontr¨¦ la estabilidad familiar y laboral que tanto anhelaba. Mi familia fue creciendo de forma exponencial y me llov¨ªan las ofertas profesionales. Ahora, a los setenta, tengo la agenda m¨¢s llena que nunca. Jam¨¢s lo hubiera imaginado, pero reconozco que me encanta¡±.