Mi fan, mi pesadilla
La edici¨®n brit¨¢nica de la revista ¡®GQ¡¯ ha sido la ¨²ltima v¨ªctima de un colectivo antrop¨®fago que matar¨ªa por sus ¨ªdolos. ?Qu¨¦ ocurre cuando las redes sociales y los ¡®groupies¡¯ se dan la mano?
"?El Mes¨ªas, el Mes¨ªas!", brama la muchedumbre. "?Si aqu¨ª no hay ning¨²n monsieur! ?Lo que hay es demasi¨¦ personal, as¨ª que fuera!" responde la madre de Brian. La escena forma parte de uno de los tratados m¨¢s fieles y heterodoxos que se han hecho sobre el fen¨®meno fan. En el filme La vida de Brian, los Monty Python despiezan el absurdo de la admiraci¨®n por la admiraci¨®n en un mundo ¨¢vido de dioses. Desde tiempos remotos, el fandom (conjunto de aficionados que comparten una misma pasi¨®n) es una caracter¨ªstica inherente a la condici¨®n humana. Los odios y los ...
"?El Mes¨ªas, el Mes¨ªas!", brama la muchedumbre. "?Si aqu¨ª no hay ning¨²n monsieur! ?Lo que hay es demasi¨¦ personal, as¨ª que fuera!" responde la madre de Brian. La escena forma parte de uno de los tratados m¨¢s fieles y heterodoxos que se han hecho sobre el fen¨®meno fan. En el filme La vida de Brian, los Monty Python despiezan el absurdo de la admiraci¨®n por la admiraci¨®n en un mundo ¨¢vido de dioses. Desde tiempos remotos, el fandom (conjunto de aficionados que comparten una misma pasi¨®n) es una caracter¨ªstica inherente a la condici¨®n humana. Los odios y los amores mueven masas, ideolog¨ªas y fanatismos que no siempre saben coexistir con el sentido com¨²n y la ley. Si a eso a?adimos las redes sociales, una catapulta que eleva y derriba lo que se ponga por delante, el c¨®ctel resultante puede acabar intoxicando a quien se lo beba.
Hace unos d¨ªas la edici¨®n brit¨¢nica de la revista masculina GQ ense?aba la patita de su n¨²mero de septiembre: en portada, los machotes que integran el quinteto One Direction. Lo que en principio parec¨ªa una fiesta para los seguidores de Harry, Liam, Louis, Niall y Zaryn acab¨® convirti¨¦ndose en una batalla virtual en la que sobrevolaron espadas, cuchillos y amenazas de muerte por doquier. Titulares aparentemente inofensivos como "Harry no se va a la cama hasta que triunfa" o "Zaryn se pavonea" fueron los detonantes de un vade retro generalizado contra la publicaci¨®n. "Las im¨¢genes de GQ dan ganas de apu?alarse el ¨²tero", aseguraba una fan algo dr¨¢stica. Peccata minuta si lo comparamos con lo dicho por otra de la misma cuerda: "Voy a mutilar vuestras verg¨¹enzas, alimentar con ellas a mi perro y quemar vuestro cuerpo en mi infierno". Y bla, bla, bla.
Al parecer, algunos seguidores de la boy band m¨¢s famosa del mundo no entendieron la retranca y la mala leche habituales en la revista. El batall¨®n que suele defender a este y otros iconos de la cultura pop adolece de falta de voluntad autocr¨ªtica, pero tampoco se pueden pedir peras al olmo. Los fans m¨¢s ac¨¦rrimos, sobre todo a ciertas edades, tienden a desconfiar de todo lo que no huela a hagiograf¨ªa. Frente a los directioners, los beliebers (fans de Justin Bieber) y los swifties (por Taylor Swift) tambi¨¦n se afanan en supervisar todo lo que sale en internet. Estos ¨²ltimos sacaron pecho cuando hace dos meses la firma Abercrombie & Fitch puso a la venta camisetas con una letan¨ªa que se repiti¨® en millones de dise?os: # more boyfriends than t.s., en referencia a la agitada vida sentimental de la cantante. ?Soluci¨®n? La petici¨®n de rigor en change.org, un bombardeo al departamento de atenci¨®n al cliente de la marca, y problema resuelto. La camiseta fue retirada de los establecimientos ante un previsible boicot.
Un grupo de fans en su redil, esperando la salida de Justin Bieber en Boston para derribar la valla y arrancarle alguna extremidad.
Cordon Press
?Pero qu¨¦ separa la admiraci¨®n de la obsesi¨®n? La psic¨®loga Noelia Sancho, de la Fundaci¨®n Eduardo Punset, explica que el fen¨®meno fan "suele aparecer sobre todo en la adolescencia, y tiene que ver con la b¨²squeda y definici¨®n de la propia identidad". Sin embargo, cuando las bajas pasiones que se desatan en ese periodo concreto de la vida no se resuelven por generaci¨®n espont¨¢nea llegan los stalkers, es decir, perfiles rayanos con la psicopatolog¨ªa que pueden llegar a triturar a sus h¨¦roes. Margaret Mary Ray, una enferma de esquizofrenia y erotoman¨ªa (creencia de que alguien de un estatus m¨¢s elevado est¨¢ enamorado de uno) acos¨® durante a?os al presentador David Letterman y al astronauta Story Musgrave. Como Pradeep Manukonda, otro que tal baila, que persigui¨® durante meses al fundador de Facebook Mark Zuckerberg, a su hermana y a su novia. ?
No todo son desgracias, claro. El fen¨®meno fan est¨¢ trufado de an¨¦cdotas para contar. Seguro que Dolly Parton todav¨ªa se acuerda del beb¨¦ que una seguidora dej¨® en el porche de su casa para que la criara, y puede que Justin Bieber todav¨ªa no se haya recuperado del susto que le dio un talib¨¢n que se abalanz¨® sobre ¨¦l en riguroso directo. Derrib¨® el piano y al canadiense, y la m¨²sica sigui¨® sonando como si nada. ?Y qu¨¦ hay de las fans de Take That? Imposible olvidar el testimonio desgarrador de quienes se negaban a creer que la banda se separaba. Ya saben, hay amores que matan.
De todas formas, pocos podr¨¢n superar a Sarah M, tambi¨¦n conocida como Stalker Sarah, que seg¨²n The New York Times es "la fan m¨¢s popular del planeta". A sus diecisiete a?os cuenta con m¨¢s de 6.000 instant¨¢neas junto a sus ¨ªdolos: Angelina Jolie, Brad Pitt, Julia Roberts, Oprah Winfrey, Harry Styles¡ Su atinada capacidad para monitorizar a los artistas es bien conocida hasta por los papparazzi de Los ?ngeles, donde reside. La tienen m¨¢s que fichada, puesto que su presencia es sin¨®nimo de una pr¨®xima aparici¨®n estelar. Acaba de lanzar una web para monetizar su hobby, pero confiesa haber rechazado dinero por revelar ciertos secretos. Cuentan que en una ocasi¨®n convenci¨® a unos fot¨®grafos para que borraran unas im¨¢genes que pod¨ªan hundir a Lindsay Lohan. Obras son amores, que no buenas razones. Para que luego digan de los fans.