De la arquitectura a la moda: la fascinaci¨®n por todo lo feo
La fealdad fascina desde los tiempos del Barroco. En el siglo XX fue instrumento de disidencia. Pero ahora, lo visualmente inc¨®modo ha entrado en los circuitos industriales y se ha hecho comercial. Muy comercial.
?Son el arte, la arquitectura, el dise?o y la moda de nuestro tiempo deliberadamente feos? Echar un vistazo a nuestro alrededor permite acumular pruebas de la belleza distra¨ªda que exhiben, de un tiempo a esta parte, el conjunto de industrias creativas. El giro no es nuevo, ya que comienza en los sesenta y setenta, pero parece rozar un punto de saturaci¨®n. La pasarela se ha colmado de productos como maxideportivas con s¨¦xtuple suela, popularmente conocidas como ugly sneakers, adem¨¢s de vol¨²menes amorfos y estampados horteras. El Metropolitan Museum de Nueva York, uno ...
?Son el arte, la arquitectura, el dise?o y la moda de nuestro tiempo deliberadamente feos? Echar un vistazo a nuestro alrededor permite acumular pruebas de la belleza distra¨ªda que exhiben, de un tiempo a esta parte, el conjunto de industrias creativas. El giro no es nuevo, ya que comienza en los sesenta y setenta, pero parece rozar un punto de saturaci¨®n. La pasarela se ha colmado de productos como maxideportivas con s¨¦xtuple suela, popularmente conocidas como ugly sneakers, adem¨¢s de vol¨²menes amorfos y estampados horteras. El Metropolitan Museum de Nueva York, uno de los centros de bellas artes m¨¢s importantes del mundo, celebra nada menos que el camp. El brutalismo arquitect¨®nico, considerado ofensivo para la vista durante d¨¦cadas, triunfa ahora en las redes sociales. En el arte contempor¨¢neo, el creador m¨¢s cotizado, Jeff Koons, es tambi¨¦n el m¨¢s kitsch. Su ¨²ltima escultura, Bouquet of Tulips, un obsequio a los parisinos tras los atentados de 2015, fue rechazada por la intelectualidad de la ciudad, encabezada por el cineasta Olivier Assayas o el artista Christian Boltanski, que difundieron una petici¨®n p¨²blica que denunciaba ?un emblema de un arte industrial, espectacular y especulativo?. En otras palabras, feo.
Si lo hermoso no est¨¢ en v¨ªas de extinci¨®n, poco le falta. ?La categor¨ªa de belleza no ha desaparecido ni dejado de interesar, pero es cierto que tiene manifestaciones poco comparables con las que existieron hasta el siglo XX?, se?ala Pedro Azara, profesor de Est¨¦tica en la Escuela de Arquitectura de Barcelona y autor del ensayo De la fealdad del arte moderno (Anagrama). A la hora de definir los c¨®digos est¨¦ticos de la actualidad, Azara observa ?una aspiraci¨®n al afeamiento, un descuido voluntario y un aspecto inacabado, que permiten evitar las cr¨ªticas de superficialidad y pase¨ªsmo?. Y tambi¨¦n tomar distancia respecto a la supuesta liviandad de la moda. Abrazar la fealdad permite ser tomado un poco m¨¢s en serio. ?Desde hace medio siglo, se imponen las arquitecturas desnudas, donde ya no se esconden las estructuras e instalaciones, sino que se exhiben con ostentaci¨®n. Ese proceso se produce tambi¨¦n en el resto de disciplinas?, afirma el experto.
Para no ser considerada trivial, la moda se distancia del modelo decimon¨®nico del que surge la alta costura y saca a relucir, de id¨¦ntica manera, pliegues y etiquetas, logos e insignias, armazones y corpi?os. Esa reivindicaci¨®n de lo que en otro tiempo se consideraba feo se convierte, poco a poco, en el modelo can¨®nico, de la mano de Demna Gvasalia, que lo transforma en un elemento central de su propuesta con Vetements y luego con Balenciaga, pero tambi¨¦n Virgil Abloh, que impone sus omnipresentes reclamos gr¨¢ficos a trav¨¦s de su trabajo para Off-White y sus infinitas colaboraciones con otras firmas. En las ¨²ltimas temporadas, todo tipo de marcas hist¨®ricas del lujo europeo, hasta ahora ajenas a esa sensibilidad est¨¦tica, han seguido el paso de esos dos dise?adores. No hay colecci¨®n sin superposiciones absurdas, hombreras de ¨¢ngulo recto y cortes que no sientan bien a casi nadie. Como ya sucedi¨® en pleno auge del punk o del grunge, las campa?as publicitarias tambi¨¦n se afean, como demuestra la colaboraci¨®n entre Gucci y Martin Parr, adalid del costumbrismo m¨¢s sard¨®nico.
Tiempos mutantes
Los expertos observan en esta etapa una mutaci¨®n descontrolada del normcore de mediados de esta d¨¦cada, con sus looks ortop¨¦dicos de zapatillas Birkenstock y tejanos rectil¨ªneos. Respond¨ªan a un cambio global de sensibilidad que teorizaron expertos como el cr¨ªtico cultural Stephen Bayley, autor del libro Ugly: The Aesthetics of Everything, o Patrick Burgoyne, editor de la revista Creative Review, que acu?¨® el t¨¦rmino New Ugly para describir la est¨¦tica predominante desde el cambio de milenio. ?No me inclino por remar en las aguas del relativismo, pero cuanto m¨¢s piensas en la fealdad, m¨¢s esquiva resulta esa idea?, sostiene Bayley, parafraseando la Historia de la fealdad de Umberto Eco, que ya describi¨® lo feo no como ?un infierno? de lo bello, sino como un modelo est¨¦tico complementario. En su ensayo, Bayley cita un cuadro de 1513, An Old Woman, m¨¢s conocido como La duquesa fea.
Este retrato de una dama de rostro malformado y atributos casi masculinos se ha convertido, desde hace unos a?os, en uno de los m¨¢s visitados en la colecci¨®n permanente de la National Gallery de Londres. Lo cual demuestra, en palabras de Bayley, que ?la fealdad no es necesariamente repugnante?. Por motivos similares, aunque en un registro m¨¢s asimilable por el mercado, la moda ha utilizado ad nauseam el tropo de la jolie-laide, la mujer fea que resulta atractiva (?o era al rev¨¦s?). ?La investigaci¨®n de la fealdad es m¨¢s interesante que la idea burguesa de belleza?, expres¨® Miuccia Prada en 2013. ?Lo feo es humano. Toca el lado desagradable y sucio de la gente?.
Fascinaci¨®n antigua
La fealdad fascina, por lo menos, desde los tiempos del Barroco. Hasta entonces, era considerada una aberraci¨®n de la naturaleza y asociada sin equ¨ªvoco a la depravaci¨®n moral. Pero, con el final del Renacimiento, la literatura y el arte se llenan de figuras grotescas y monstruosas que no son solo repulsivas. El periodo rococ¨®, tal vez el primero que celebra el fe¨ªsmo sin complejos, triunfa en los d¨ªas previos a la Revoluci¨®n de 1789. El color de moda es el caca-dauphin. Es decir, el tono de los excrementos del delf¨ªn Louis-Joseph, hijo de Luis XVI y Mar¨ªa Antonieta. Los pudientes lo lucen para demostrar su distinci¨®n respecto a la masa y su apoyo a la monarqu¨ªa en esos tiempos convulsos. La historiadora francesa Murielle Gagnebin considera que el arte fe¨ªsta se impone en tiempos de Goya ¨Cel cuadro Las viejas o El tiempo muestra la fascinante decrepitud del cuerpo humano a trav¨¦s de personajes que son cad¨¢veres andantes¨C y se pronuncia a lo largo del siglo XX, con corrientes como el expresionismo, las distintas escuelas de la abstracci¨®n, la pintura informal o el body art. Para Gagnebin, lo antiest¨¦tico permite evitar la sublimaci¨®n obligatoria a la que hab¨ªa aspirado el arte desde la era cl¨¢sica. Lo vincula al psicoan¨¢lisis: la fealdad nos autoriza a explorar esas zonas turbias que tambi¨¦n constituyen la identidad humana.
La historia del arte es una sucesi¨®n de corrientes inaceptables para la sensibilidad dominante que terminan asimil¨¢ndose e imponi¨¦ndose hasta convertirse en hegem¨®nicos. Hasta que dejan de interesar y todo vuelve a empezar. El proceso en la moda es muy similar. En 1971, el mundo del lujo se estremeci¨® cuando Yves Saint Laurent decidi¨® mezclar estampados en un mismo look. Hoy parece casi discreto. Para Pilar Pasamontes, directora cient¨ªfica de moda del IED de Barcelona, ese exceso se ha convertido en la nueva normalidad. ?Entre mis alumnos es una sensibilidad que ha ido in crescendo en los ¨²ltimos a?os. El problema es que, a veces, el resultado es m¨¢s feo que fe¨ªsta?, ironiza.
Pasamontes atribuye este cambio de paradigma a dos motivos. De entrada, el desplazamiento del mercado hacia Asia, un mercado con c¨®digos visuales distintos. ?Es un cliente que quiere demostrar que sigue la moda y que tiene el dinero suficiente para pagarla?, afirma la experta, que explica as¨ª la abundancia de logos gigantes y c¨®digos chillones.
Por otra parte, observa claramente una reivindicaci¨®n de la indumentaria de clases sociales modestas, a trav¨¦s de la cultura hip-hop en Estados Unidos o, m¨¢s recientemente, el reguet¨®n en Espa?a y Latinoam¨¦rica. ?Es una ruptura con los c¨®digos de la elegancia tal como se entend¨ªan hasta ahora. Cuando los pijos se ponen ch¨¢ndal y u?as postizas, es el triunfo de cierta democracia est¨¦tica. No lo veo como un fe¨ªsmo, sino como una nueva manera de entender lo bello?, se?ala Pasamontes.
?Ya en los ochenta, dise?adores como Rei Kawakubo o Yohji Yamamoto aportaron un modelo de belleza alternativo, muy diferente del que heredamos de Botticelli y Rubens. La ropa sirve para construir otros cuerpos y reivindicar otros puntos de referencia?, a?ade la experta. La diferencia es que hoy se ha industrializado y hecho comercial esa disidencia. Y pocos creen que pueda haber vuelta atr¨¢s. ?Si crey¨¦ramos en una historia lineal, podr¨ªamos pensar que se producir¨¢ un hartazgo y un cambio de gusto en direcci¨®n a otras formas que ya existen pero sobre las que se ha posado menos la atenci¨®n?, se?ala Azara. A lo que a?ade: ?Pero, a decir verdad, no s¨¦ si mucha gente sigue creyendo en esa linealidad casi teleol¨®gica de la historia?. Es decir, que parece que queda fe¨ªsmo para rato.