?Qu¨¦ hay detr¨¢s de un diamante? Tiffany & Co. quiere que lo sepamos
Es la piedra preciosa por excelencia. Brillante y pol¨¦mica. Tiffany & Co. prueba que el negocio de los diamantes tambi¨¦n puede promover un modelo de extracci¨®n y producci¨®n responsable, que garantice la trazabilidad.
Diamonds are forever cantaba Shirley Bassey en 1971 en la banda sonora, escrita por John Barry, de la pel¨ªcula de James Bond Diamantes para la eternidad. Diez a?os antes, frente al escaparate de Tiffany & Co. en la Quinta Avenida de Nueva York, Holly Golightly (Audrey Hepburn) hab¨ªa protagonizado una de las escenas antol¨®gicas del s¨¦ptimo arte y, de paso, una de las mejores campa?as de marketing jam¨¢s orquestadas. Pocas piezas conjugan tanta belleza y rareza. ...
Diamonds are forever cantaba Shirley Bassey en 1971 en la banda sonora, escrita por John Barry, de la pel¨ªcula de James Bond Diamantes para la eternidad. Diez a?os antes, frente al escaparate de Tiffany & Co. en la Quinta Avenida de Nueva York, Holly Golightly (Audrey Hepburn) hab¨ªa protagonizado una de las escenas antol¨®gicas del s¨¦ptimo arte y, de paso, una de las mejores campa?as de marketing jam¨¢s orquestadas. Pocas piezas conjugan tanta belleza y rareza. Hollywood lleva d¨¦cadas explotando la fascinaci¨®n que despiertan estas piedras preciosas, puliendo todav¨ªa m¨¢s su brillo, multiplicando la luminosidad y el misterio de una gema cuya historia permanece parad¨®jicamente opaca. O as¨ª ha sido casi siempre hasta ahora. ?Qu¨¦ hay detr¨¢s de un diamante? ??Estar¨ªa dispuesto a descorrer la cortina y dejar que nuestros consumidores vieran lo que ocurre en nuestras f¨¢bricas? ?Podr¨ªa hablar con la conciencia tranquila de todos los pasos de la cadena de producci¨®n??. Son preguntas ret¨®ricas que Andy Hart, vicepresidente senior de diamantes y joyas de Tiffany & Co., lanza al aire sentado frente al mar en Mauricio. Por la ma?ana hab¨ªa hecho exactamente eso: abrir las instalaciones de la planta que Laurelton Diamonds, subsidiaria de Tiffany & Co., tiene en la isla en un ejercicio de comunicaci¨®n sin trampa ni cart¨®n. ?Esta es la realidad?, lejos de los plat¨®s de cine.
Dos d¨ªas antes, entramos en las oficinas centrales de Laurelton Diamonds en Amberes (B¨¦lgica). Muy cerca de la renovada Estaci¨®n Central, en apenas cuatro calles, cerradas al tr¨¢fico de veh¨ªculos, se mueve el 70% del comercio de esta piedra preciosa. Es el denominado Distrito del Diamante, probablemente una de las zonas m¨¢s protegidas del mundo. Se calcula que aqu¨ª trabajan profesionales de 70 nacionalidades distintas. La presencia jud¨ªa es notable en la zona. En la ciudad belga vive la segunda comunidad m¨¢s importante del mundo fuera de Israel. Las medidas de seguridad son restrictivas. No se pueden hacer fotograf¨ªas. Hay c¨¢maras por todas partes; y los edificios ¨Cde apariencia austera¨C dibujan en su interior b¨²nkeres anodinos y laber¨ªnticos. Dif¨ªcil adivinar en qu¨¦ pasillo est¨¢s.
Delante de nosotros, en una mesa y distribuidos en peque?as bolsas de pl¨¢stico, cada una etiquetada con informaci¨®n de la mina de procedencia ¨CBotswana, Canad¨¢, Namibia, Rusia, Sierra Leona o Sud¨¢frica¨C, tenemos unos 15 millones de euros de diamantes en bruto. Una vez tallados y pulidos, su valor se multiplicar¨¢. A nivel global, se calcula que la industria de la joyer¨ªa y relojer¨ªa extrae al a?o alrededor de 90 millones de quilates de diamantes en bruto y 1.600 toneladas de oro, en un negocio que factura m¨¢s de 258.000 millones de euros. Seg¨²n un informe reciente de Human Rights Watch, que analiza las pr¨¢cticas de adquisici¨®n de oro y diamantes por parte de 13 de las principales marcas del sector, Tiffany and Co. lidera el ranking con una calificaci¨®n ?s¨®lida?. En un mundo de apabullante sobreexposici¨®n marketiniana, resulta sorprendente que la compa?¨ªa no haya exhibido antes su firme compromiso con la trazabilidad de sus diamantes.
Mientras, en San Francisco, otros anuncian con gran alarde propagand¨ªstico la creaci¨®n de diamantes de laboratorio, libres de cualquier pol¨¦mica¡ ?Y de cualquier compromiso?, corrige Hart, que cree que la clave no pasa por olvidar las minas e inventar un producto artificial alternativo, sino por la voluntad de mejorar las condiciones y liderar el cambio desde dentro. ?La ¨¦tica siempre ha guiado la pol¨ªtica de Tiffany & Co., pero el primer paso para entender y garantizar el origen de cada uno de nuestros diamantes se dio en 1999?. Ese a?o la compa?¨ªa invirti¨® en una peque?a empresa minera que acababa de descubrir una mina a cielo abierto en Canad¨¢ [Diavik]. Tiffany & Co. se comprometi¨® a comprar todos los diamantes de la explotaci¨®n. En 2002 se fund¨® Laurelton Diamonds. ?Est¨¢bamos prepar¨¢ndonos para poner en marcha la cadena de producci¨®n que tenemos hoy?, con 10 plantas repartidas por todo el mundo.
Antes el gigante joyero externalizaba parte del proceso a terceros. El pulido, por ejemplo, se llevaba a cabo en un f¨¢brica de Vietnam. ?La ejecuci¨®n era excelente, pero el taller no cumpl¨ªa con los requisitos medioambientales que exigimos?. En lugar de romper el contrato, compraron la instalaci¨®n e hicieron mejoras. Hoy la planta de Vietnam se ha convertido en un modelo de referencia, que Tiffany & Co. ha reproducido en Camboya y Mauricio. ?Es gratificante y motivador saber que tenemos 3.000 personas trabajando en Asia para nosotros cuyas vidas han mejorado gracias a nuestra pol¨ªtica empresarial?.
A diferencia del sector textil, el tratamiento de diamantes en bruto exige un curso de formaci¨®n de 10 a 12 meses. ?Si lo piensas bien, es una suerte que haya gente del pudiente primer mundo que quiera invertir dinero en peque?os objetos brillantes que en realidad no tienen ninguna utilidad porque, gracias a ellos, en el sector de la miner¨ªa y de la talla y pulido de diamantes crece el n¨²mero de personas que pueden desarrollar carreras y mantener a sus familias con dignidad?.
El sue?o eterno
La sostenibilidad ¨Ccomo la belleza¨C es ahora m¨¢s inclusiva. M¨¢s all¨¢ de respetar el medio ambiente, ?tiene que ser responsable a nivel social y ha de perdurar en el tiempo?. Pero primero tienes que ser econ¨®micamente sostenible y, cuando tienes que satisfacer a todos ¨Caccionistas, empleados y consumidores¨C, no valen los atajos. ?Ning¨²n atajo es sostenible?, insiste Hart. ?Una parte de m¨ª, la m¨¢s competitiva, sue?a con continuar a la cabeza, liderando el cambio, y seguir siendo mejores que nuestros competidores; la otra, m¨¢s ¨¦tica, me dice que toda la industria deber¨ªa compartir la misma pol¨ªtica sostenible?. Atr¨¢s ha quedado aquel planteamiento absurdo que ve¨ªa en el giro hacia un modelo m¨¢s responsable un coste econ¨®mico dif¨ªcil de rentabilizar. ?Gracias a nuestra pol¨ªtica ¨¦tica la empresa es m¨¢s eficiente?, asegura. ?Haber construido un negocio con conciencia nos hace m¨¢s rentables. Lo mejor para m¨ª es que nunca hemos tenido que elegir entre beneficios y sostenibilidad. Van de la mano?.
?No tiene sentido distinguir entre responsabilidad ¨¦tica y cifras de negocio, como si fueran departamentos independientes?, coincide Anisa Kamadoli Costa, directora de Sostenibilidad de Tiffany & Co. y directora y presidenta de la Fundaci¨®n Tiffany & Co. Ella trabaja mano a mano con Andy. ?Aunque la esencia es la misma, desde hace una d¨¦cada ha cambiado el modo de entender y plantear medidas responsables. Si antes un negocio hablaba de no da?ar o de minimizar el impacto; actualmente hablamos de c¨®mo mejorar el impacto positivo, tanto en la cadena de producci¨®n como en la sociedad o en la comunidad en la que trabajamos. Y ese es un mensaje mucho m¨¢s poderoso?, analiza Costa.
La planta de Mauricio era antes propiedad de un belga. Bajo la direcci¨®n de Laurelton Diamonds, el equipo de artesanos especializado en pulido ha crecido de 80 a 280 y, en solo una d¨¦cada, el taller ha pasado de producir 18.000 piedras al a?o a 56.000. Todo sin necesidad de aumentar la jornada laboral (de ocho horas al d¨ªa, cinco d¨ªas a la semana).
El cultivo de ca?a de az¨²car y el turismo son las principales fuentes de ingresos del pa¨ªs. Viajeros de todo el planeta visitan cada a?o esta rep¨²blica, atra¨ªdos por la barrera de coral de este para¨ªso africano, que transforma las aguas del salvaje oc¨¦ano ?ndico en una piscina azul turquesa¡ ?O azul Tiffany?. Preservar la barrera de coral es una de las batallas de la firma estadounidense. ?La protecci¨®n de la biodiversidad es uno de los pilares de la fundaci¨®n, que muy pronto cumplir¨¢ 20 a?os?, recuerda Anisa. ?Hace m¨¢s de 10 a?os, la compa?¨ªa tom¨® la firme decisi¨®n de dejar de utilizar coral en el dise?o de sus joyas. Mucha gente cree que es una planta, otros que es una roca. Pocos saben que, a pesar de su apariencia, el coral es, en realidad, un animal vivo, que adem¨¢s es clave para la subsistencia de los oc¨¦anos?.
Actualmente, de cerca, el color blanquecino de los arrecifes de Mauricio dista mucho de las vivas tonalidades que se aprecian en las postales id¨ªlicas de las tiendas de souvenirs. ?Educar a los consumidores es crucial?. En colaboraci¨®n con Conservation International, Tiffany & Co. realiz¨® en 2016 una pel¨ªcula de realidad virtual subacu¨¢tica para concienciar sobre la importancia de preservar el fondo marino. ?La producci¨®n te traslada a las aguas del archipi¨¦lago de las islas Raja Ampat, en Indonesia?. Un para¨ªso virgen e inexplorado conocido como la pen¨ªnsula Cabeza de P¨¢jaro (o Doberai). Algo as¨ª como un destino so?ado para buceadores, que curiosamente fue escenario de innumerables combates durante la II Guerra Mundial. ?Es el h¨¢bitat marino con mayor biodiversidad del mundo?, se?ala Anisa. ?Y hasta hace muy poco estaba en peligro. Pero gracias al trabajo de ONG locales e internacionales, se ha conseguido restaurar toda la regi¨®n?. De ah¨ª, la importancia de alzar la voz. ?Cuando consigues que la gente se sumerja en la aventura y entienda el riesgo de perder ese fascinante mundo submarino, son muchos los que se animan y se hacen activistas?.
El papel del sector privado es cada vez m¨¢s importante, sobre todo en aquellos ¨¢mbitos en los que el sector p¨²blico no ha conseguido implantar una legislaci¨®n clara o sencillamente hace la vista gorda. ?Antiguamente los ciudadanos contaban con los gobiernos para tomar cartas en cualquier asunto. Hoy todo el mundo entiende que, cuando la pol¨ªtica gubernamental es insuficiente, son las empresas privadas las que deben liderar el cambio?, defiende Anisa. Es lo que hizo Tiffany & Co. cuando comprendi¨® que el protocolo del Proceso de Kimberley ¨Cque certifica que las piedras que llegan al mercado internacional proceden de fuentes leg¨ªtimas¨C era deficiente, porque no contemplaba abusos de derechos humanos. ?Establecimos nuestros propios controles en la cadena de custodia y nuestros propios est¨¢ndares. Y ante la evidencia de abusos y violaciones de derechos humanos en las minas de Zimbaue y Angola, optamos por negarnos a comprar diamantes en bruto de esos pa¨ªses, que t¨¦cnicamente s¨ª cumplen los requisitos del proceso?.
Tanto Andy Hart como Anisa K. Costa son conscientes del privilegio que supone trabajar en una marca conocida y respetada. ?Desde el principio hemos intentado usar ese poder para alzar la voz en aquellas causas que resultan cruciales?. Actualmente, la empresa se opone, por ejemplo, a la explotaci¨®n de minas en el Parque Nacional de Yellowstone o en Bristol Bay (en Alaska) para concienciar sobre la necesidad de proteger el planeta. ?No es algo que la gente espere de una compa?¨ªa del sector. Pero a veces hay que decir no. B¨¢sicamente creemos que hay lugares en los que jam¨¢s deber¨ªa abrirse una explotaci¨®n minera. Bristol Bay es uno de ellos. Ni siquiera aunque los ingenieros construyeran una instalaci¨®n que cumpliera los est¨¢ndares m¨¢s exigentes. El impacto econ¨®mico a largo plazo y la belleza natural del paisaje est¨¢n por encima de cualquier estudio econ¨®mico?. Para Costa, ?tenemos una oportunidad real de hacer lo correcto¡ De principio a fin. En todas las fases del viaje de un diamante.