El a?o que Isabel II arrebat¨® el trono de estilo a Lady Di
Las casas reales imponen sus leyes de estilo en una sociedad que sigue consumiendo cuentos de reinas y princesas. Sobre todo, si son brit¨¢nicas.
El tres cuartos de lana encerada, guateada o no. La falda de cuadros tableada. Los zapatos bajos de cordones. El pa?uelo a la cabeza, anudado en la barbilla. Todo ello identifica el estilo Balmoral, uniforme campestre brit¨¢nico popularizado por Isabel II a partir de los a?os 50. Es su desenfadado agroestilismo cuando disfruta de las vacaciones estivales en el castillo escoc¨¦s (residencia veraniega privada de los Windsor desde 1852). Este invierno que se acaba de alejar, su influencia ha estado por todas partes. Y los gui?os continuar¨¢n en el pr¨®ximo, seg¨²n mostraba Richard Quinn en el ¨²ltimo d...
El tres cuartos de lana encerada, guateada o no. La falda de cuadros tableada. Los zapatos bajos de cordones. El pa?uelo a la cabeza, anudado en la barbilla. Todo ello identifica el estilo Balmoral, uniforme campestre brit¨¢nico popularizado por Isabel II a partir de los a?os 50. Es su desenfadado agroestilismo cuando disfruta de las vacaciones estivales en el castillo escoc¨¦s (residencia veraniega privada de los Windsor desde 1852). Este invierno que se acaba de alejar, su influencia ha estado por todas partes. Y los gui?os continuar¨¢n en el pr¨®ximo, seg¨²n mostraba Richard Quinn en el ¨²ltimo d¨ªa de la semana londinense del pr¨ºt-¨¤-porter, el pasado febrero.
La propia Isabel II estuvo all¨ª para contarlo. Sentada en primera fila, asisti¨® a un desfile en el que su proverbial look rural apareci¨® pose¨ªdo por momentos por el extravagante esp¨ªritu de Leigh Bowery. Es la marca de la casa Quinn, estrella en mete¨®rica ascensi¨®n, que poco antes del show, se convert¨ªa en la primera ganadora del premio que lleva el nombre de Su Graciosa Majestad y distingue a los j¨®venes dise?adores de las islas. ?Como tributo a la industria y como mi legado a todos aquellos que han contribuido a la moda brit¨¢nica?, dijo la reina en su discurso de entrega, que bien podr¨ªa colgarse la medalla ella misma.
A sus 91 a?os (65 como monarca), a Isabel II no hay quien la apee del trono. Tampoco del de la moda. Valiente en el manejo del color y refinada en el arte del complemento, el manido adjetivo de icono s¨ª va con ella. Como aseguraba la revista Time en 2015, a prop¨®sito de su r¨¦cord como la regente m¨¢s longeva de la historia brit¨¢nica, ?la reina no necesita cambiar para estar con los tiempos. Los tiempos se adaptar¨¢n a ella?. Por si alguien lo hab¨ªa olvidado, ah¨ª est¨¢ la serie The Crown para record¨¢rselo. Desde el inicio de su emisi¨®n, a finales de 2016, la producci¨®n de Netflix, que no escatima presupuesto en dise?o de vestuario, parece estar en el moodboard de todo dise?ador pegado a la actualidad (Christopher Kane, Dolce & Gabbana, Alessandro Michele, Miuccia Prada y Demna Gvasalia).
Vista en el segundo episodio de la serie, la estola de piel blanca lucida por una joven Isabel ha dado lugar a la chaqueta bautizada The Crown, best seller a 99 libras de la colecci¨®n de Alexa Chung para Marks & Spencer. Y el encuentro entre la monarca y el m¨²sico de jazz Duke Ellington, en 1958, ha disparado la imaginaci¨®n de Erdem Moralioglu hasta el punto de que toda su propuesta para esta primavera-verano gira entorno a aquel suceso. Por otro lado, la exposici¨®n Royal Women, que el Museo de la Moda de Bath le dedica ahora mismo (y hasta el 28 de abril de 2019) al legado estil¨ªstico de las mujeres de la monarqu¨ªa brit¨¢nica, es otra prueba de la vigencia, al menos est¨¦tica, de la instituci¨®n.
Lo sorprendente es que las piezas elegidas, aunque muchas cedidas por la Royal Collection Trust de Isabel II, no pertenecen a la actual monarca, sino a su bisabuela, Alexandra de Dinamarca; a su abuela, la reina Mary; a su madre, Isabel, y a su hermana Margarita (abonada a Christian Dior). ?Viudas e hijas, madres y hermanas, ninguna fue reina, pero todas jugaron un papel clave en el desarrollo de la monarqu¨ªa y eso tambi¨¦n se reflejaba en la elecci¨®n de sus vestidos?, explica Kelly Summers, su comisaria.
Los cuentos de reinas y princesas siguen atrap¨¢ndonos. Sobre todo si estas van vestidas de Balenciaga (Fabiola de B¨¦lgica), Gucci (Grace Kelly) o Chanel (Carolina de M¨®naco). Y desde la irrupci¨®n en escena de Diana Spencer, ya no hubo vuelta atr¨¢s. ?Lady Di siempre demostr¨® una fortaleza individual admirable y, a pesar de su posici¨®n, no renunci¨® a su gusto personal, que expresaba a trav¨¦s de la ropa. Con ella no hab¨ªa estilista en juego que valiera?, dice el dise?ador Virgil Abloh, quien ha convertido a la eterna princesa del pueblo en musa de la colecci¨®n femenina de su ense?a, Off-White, para esta temporada. Una derivaci¨®n de su proverbial streetwear hacia pantanosas posiciones burguesas que, por suerte, evita las referencias ochenteras m¨¢s obvias en las que s¨ª ha ca¨ªdo Stella McCartney para su primavera-verano.
Y la saga contin¨²a. Las recientes y muy plebeyas princesas brit¨¢nicas vuelven a dar ejemplo. Les basta con aplicar la regla del arriba y abajo: un poco de grandes firmas, un poco de moda r¨¢pida. No son las ¨²nicas, pero no hay noticia de ninguna otra royal ¨Csi exceptuamos a la propia reina Letizia y para eso sin comparaci¨®n en alcance¨C capaz de hacer de la jugada una mina de oro para la industria de la moda. Desde 2010, Kate Middleton reporta anualmente al negocio brit¨¢nico alrededor de 1.000 millones de euros.
Claro que para reciente hurac¨¢n tendencioso, el de la inminente esposa del pr¨ªncipe Harry, Meghan Markle. Su entrada en el estilo regio ya ha sido valorada en 600 millones de euros (seg¨²n Brand Finance). El abrigo de Line que luci¨® durante el anuncio de compromiso se agot¨® en segundos. La pieza ha sido ha rebautizada por la marca como The Meghan, claro. Markle, otrora tambi¨¦n bloguera e instagramera, ya tiene el negocio a sus pies (ojo a quien se lleve su vestido de novia). ?Titiritera de productos?, la ha calificado The New York Times. Dios salve a la pr¨®xima reina de la moda.