El regreso de las ¡®glamazonas¡¯ de Mugler o por qu¨¦ las nuevas generaciones defienden que ninguna silueta es err¨®nea
De la ?feminidad ultrasexy? del fallecido dise?ador franc¨¦s a los ce?idos dise?os de Rui Zhou. As¨ª ha evolucionado la silueta en la ¨²ltima d¨¦cada.
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¡°La mejor celebraci¨®n que he podido hacer nunca de las mujeres ha sido esculpir las formas de sus cuerpos¡±, le dijo en cierta ocasi¨®n Thierry Mugler al que escribe. Arquitecto de las hechuras de la mujerona de finales de los a?os ochenta y principios de los noventa, el recientemente fallecido creador franc¨¦s defend¨ªa as¨ª sus posiciones ante las sospechas de cosificaci¨®n. Explicaba entonces que su inspiraci¨®n eran las hero¨ªnas de c¨®mic: ¡°Las ve¨ªa como una met¨¢fora del poder de transformaci¨®n. Ofrec¨ªan unas posibilidades ilimitadas para redibujar el cuerpo. Me gustaba crear siluetas de hombros amplios, cinturas de avispa, caderas generosas, impecables y seductoras¡±. Y dec¨ªa que aquella glamazona supon¨ªa ¡°el apogeo de una feminidad ultrasexy, poderosa, que alcanzaba una dimensi¨®n cercana a lo divino¡±. Se trataba, en efecto, de una fantas¨ªa, de crear mitolog¨ªa referencial en un momento en el que el culto al cuerpo y al dinero iban de la mano. ¡°Si ganabas sueldos de siete cifras, acud¨ªas al gimnasio con regularidad y gastabas fortunas en moda, esta ten¨ªa que resaltar tus mejores cualidades¡±, esgrimen las historiadoras Kate Mulvey y Melissa Richards de A Century of Fashion (Bounty Book, 2007). La pregunta definitiva, para el caso, sigue sin respuesta concluyente: ?Fue tama?a labor de ¡°concienciaci¨®n corporal¡±, a la que tambi¨¦n contribuyeron dise?adores como Herv¨¦ L¨¦ger, Azzedine Ala?a y Gianni Versace, en realidad cosa de hombres, de sus propios intereses?
Cada vez que toca discutir el papel que ha jugado (sigue jugando) la moda en la representaci¨®n de la mujer y su cuerpo, la llamada mirada masculina es el factor recurrente que determina cualquier an¨¢lisis. El quid de la cuesti¨®n: los poderes f¨¢cticos patriarcales y sus pol¨ªticas de opresi¨®n v¨ªa indumentaria. Lo constataba ya hace un siglo largo el soci¨®logo y economista estadounidense Thorstein Veblen en su Teor¨ªa de la clase ociosa (1899), influyente ensayo cr¨ªtico en el que expon¨ªa la anatom¨ªa del capitalismo sin despeinarse, a prop¨®sito del cors¨¦, por ejemplo: ¡°Es sustancialmente una mutilaci¨®n que la mujer debe soportar con la finalidad de reducir su vitalidad, provocando de forma clara y duradera su inviabilidad para el trabajo, vi¨¦ndose recompensada con creces con lo que se gana en reputaci¨®n¡±. Curioso que tan denostada prenda haya vuelto en loor de multitudes centenial al menos desde hace dos o tres temporadas. En enero, el bustier de tul con transparencias de Nensi Dojaka, la joven dise?adora albanesa ganadora del LVMH Prize 2021, alcanzaba el sexto puesto en el ¨ªndice de art¨ªculos m¨¢s populares de la plataforma digital de compra y rastreo The Lyst. Y parece que no queda celebridad (Nicki Minaj, Jennifer Lopez, FKA Twigs, la presentadora del reciente Festival de San Remo Lorena Cesari¡) sin rendirse al apretado archivo de Roberto Cavalli, uno de los adalides del mis¨®gino efecto Y2K en el armario femenino.
El debate es viejo y farragoso. Sin embargo, en el fragor solemos olvidar un detalle: cada vez que la moda ha revolucionado la expresi¨®n del cuerpo femenino ha sido por iniciativa de la mujer. La brit¨¢nica Lucile y su d¨¦shabill¨¦ convertida en vestido informal de tarde, m¨¢s all¨¢ del caft¨¢n para merendar en casa con las amigas, dio un vuelco a la encorsetada figura de ¨¢nfora de finales del siglo XIX. La francesa Madeleine Vionnet impuso el corte al bies, genialidad t¨¦cnica que no solo liberaba la forma, sino que encima consegu¨ªa destacarla. Y luego Coco Chanel, claro, apropi¨¢ndose de patrones masculinos/deportivos en los a?os veinte para mayor conquista de igualdad. La historia m¨¢s o menos reciente demuestra que, si a toda acci¨®n le corresponde una reacci¨®n de igual calibre, puede decirse que cada vez que el hombre ha impuesto su voluntad ¡ªsu mirada¡ª sobre el cuerpo de la mujer, oblig¨¢ndola a vestirse de manera que responda al imperativo social de la ¨¦poca (determinado por los factores pol¨ªticos, econ¨®micos, culturales y moral-religiosos de rigor), la mujer siempre ha encontrado la manera de rehuirla. Sucedi¨® cuando la revoltosa flapper del jazz barri¨® a la opulenta Gibson girl por la que suspiraban los varones de la belle ¨¦poque, cuando la neum¨¢tica ¡®chica de calendario¡¯ generosa en pechos y caderas fue reemplazada por la figura ani?ada de una Twiggy, o cuando la naturalidad adolescente de una Kate Moss dio al traste con aquellas inalcanzables supermujeres de la pasarela que tantos sue?os h¨²medos provocaron no hace tanto. Y est¨¢ ocurriendo de nuevo, ahora que los vientos de diversidad e integraci¨®n han dado alas a la disidencia.
En realidad, esta siempre ha sido una cuesti¨®n de dise?o/ patr¨®n que otra cosa. De concebir las prendas a partir de su relaci¨®n con el cuerpo, poni¨¦ndose a su servicio. Por eso la arquitectura de Crist¨®bal Balenciaga era capaz de dar cobijo a todas las anatom¨ªas. Por eso los vestidos de Ala?a serv¨ªan para exaltar hasta las curvas m¨¢s peligrosas. ¡°Siempre pienso en la forma del cuerpo como si fuera la estructura de una instalaci¨®n, que ser¨ªa la prenda¡±, dice Rui Zhou, abanderada de una nueva generaci¨®n de creadores bodycon en la que se cuentan tambi¨¦n Emma Gudmundson, Lou de B¨¨toly o la brit¨¢nica Namita Khade. ¡°Cuando te mueves, el tejido te sigue¡±, explica la dise?adora china a prop¨®sito de su manera experimental de tratar el punto el¨¢stico, que convierte pr¨¢cticamente en una extensi¨®n de la anatom¨ªa. Dua Lipa, Madison Beer, Teyana Taylor o Solange ya han probado en carne propia sus efectos, tan inclusivos que no solo no distinguen cuerpos, sino tampoco g¨¦neros. No, no hay representaci¨®n corporal err¨®nea, solo dise?o malo.