Por qu¨¦ la mujer de portada de ¡®S Moda¡¯ no existe
?Qu¨¦ es real y qu¨¦ es fantas¨ªa en un mundo dominado por la imagen? La moda se enfrenta a su eterna pregunta a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa.
Dagny, la protagonista de la portada del n¨²mero impreso de S Moda, es una belleza n¨®rdica a quien unos ojos un poco m¨¢s separados de lo convencional dan un toque alien¨ªgena que las pecas apenas contrarrestan. Lleva un a?o trabajando para la agencia brit¨¢nica The Diigitals, que solo representa a siete modelos. La m¨¢s famosa de ellas es la supermodelo negra Shudu. ...
Dagny, la protagonista de la portada del n¨²mero impreso de S Moda, es una belleza n¨®rdica a quien unos ojos un poco m¨¢s separados de lo convencional dan un toque alien¨ªgena que las pecas apenas contrarrestan. Lleva un a?o trabajando para la agencia brit¨¢nica The Diigitals, que solo representa a siete modelos. La m¨¢s famosa de ellas es la supermodelo negra Shudu. Dagny no es real. O, como dice la compa?¨ªa Brud sobre su creaci¨®n, la influencer virtual Lil Miquela, es tan real como Rihanna.
Tendemos a creer a nuestros propios ojos. La imagen a¨²n goza de una legitimidad que el texto ha perdido en los ¨²ltimos a?os, arrastrado por la crisis de un sistema informativo que ha cambiado para siempre con Internet. Quiz¨¢ vivamos los ¨²ltimos tiempos de acercamiento inocente a la foto y el v¨ªdeo, cuando una modelo virtual en una portada pueda confundir a alguien.
Hoy, cuando la tecnolog¨ªa permite manipular un discurso pol¨ªtico o una escena pornogr¨¢fica en minutos y difundirlo por medio mundo en horas, la confianza es un atavismo, un pesado recuerdo del mundo anal¨®gico. Igual que esta d¨¦cada aprendimos que toda imagen pod¨ªa estar retocada, en el decenio que entra dejaremos de dar por hecho que detr¨¢s de una imagen hay un humano de carne y hueso. Viviremos con la duda, nos adaptaremos y le veremos sus ventajas.
?Qu¨¦ diferencia a esta mujer imaginaria de Lara Croft o de las presentadoras rob¨®ticas de noticias que existen en China? La cuesti¨®n no es t¨¦cnica. Dice el cient¨ªfico de redes Albert-L¨¢szl¨® Barab¨¢si que en los mercados donde el valor aut¨¦ntico es dif¨ªcil de juzgar desde fuera (como el arte moderno o la moda) es la red existente quien lo decide.
Si las maquilla Fenty, protagonizan campa?as de Balmain y editoriales en prestigiosas publicaciones de moda como Vogue, WWD o Dazed and Confused, es que son modelos, no renders. Dagny no es modelo porque su creador lo diga (?ay!, cu¨¢ntas mujeres perfectas habr¨¢n sido dibujadas en las habitaciones de adolescentes de todo el mundo). Dagny es modelo porque Gucci la ha vestido de forma exquisita y S Moda la ha fotografiado para su portada.
La industria ha abrazado a mujeres como Shudu, Dagny o Lil Miquela en los ¨²ltimos dos o tres a?os, en el auge de Instagram. En el campo de batalla del mundo de la moda, para salir a pelear no es necesario un cuerpo f¨ªsico, solo su simulaci¨®n. Cre¨ªmos que llegado el momento los robots se fabricar¨ªan un cuerpo. Lo que no sospech¨¢bamos es que no har¨ªa falta, porque al vivir en Internet nosotros nos desprender¨ªamos del nuestro. Instagram nos ha preparado para este momento, acostumbr¨¢ndonos a jugar con nuestra identidad a trav¨¦s de los filtros, de la presencia constante del otro y su aprobaci¨®n, de la imaginaci¨®n rellenando los huecos en la vida ajena. Mientras las modelos de carne y hueso dan un toque premeditado de irrealidad a sus vidas en Instagram, las cuentas de las virtuales a?aden un toque humano. Demasiada perfecci¨®n y la modelo no sirve, demasiada humanidad y tampoco. Pudiendo empezar desde cero, decidimos crear algo muy parecido al ser humano.
Una top es un ser gen¨¦ticamente excepcional, un accidente de la estad¨ªstica y la naturaleza. Las maniqu¨ªs virtuales eliminan la incertidumbre y por eso invierte en ellas Silicon Valley. No parece algo personal: si pudieran hacer con los consejeros delegados o con los deportistas lo mismo que con los conductores ¨Csustituirlos por algoritmos embebidos en los coches aut¨®nomos¨C ir¨ªan a por ello. ?Qu¨¦ precio tendr¨ªa en el mercado un Messi incapaz de envejecer, un Steve Jobs inmortal? Parecido al de una Kate Moss siempre bella. El premio es demasiado grande como para no intentarlo.
Adem¨¢s de la gen¨¦tica, lo que distingue a las supermodelos desde los a?os ochenta es su car¨¢cter, su vida, su carrera, sus or¨ªgenes. En otras palabras, la narrativa que las diferencia de meros avatares. La inglesa ind¨®mita, la arist¨®crata elegante, la superviviente. De momento, la historia de las primeras modelos virtuales se limita a su novedad. Poco m¨¢s que su existencia le exigimos a Dagny, pero eso no ser¨¢ eterno. ?En los pr¨®ximos meses vamos a someter a votaciones regulares los detalles de las modelos y juntos vamos a formar su identidad?, anunci¨® su agencia en Instagram. Esa es otra ventaja: pueden adaptarse a su audiencia casi al instante en funci¨®n de unos datos. ?Demasiado normativa, demasiado conforme con el mundo? Solucionable sin dramas y sin cirug¨ªa. Lo que la evoluci¨®n y la cultura han tardado miles de a?os en construir como ideal puede ser logrado con eficacia cient¨ªfica analizando visitas, likes y seguidores. La formaci¨®n de la voz es m¨¢s tradicional. Shudu, la primera supermodelo virtual, emplea a una escritora que elabora sus textos en redes y responde por ella a las entrevistas.
No ser¨ªa raro que abraz¨¢ramos pronto a estas modelos. Desde Frankenstein a los Sims, la historia de la literatura, el cine o los videojuegos no es m¨¢s que nuestra devoci¨®n por los personajes de ficci¨®n. Demostramos apego por los robots, y por ello se invierte en transformarlos en cuidadores de una poblaci¨®n envejecida. Tenemos, adem¨¢s, una larga historia adaptando nuestro yo a la red. Hace 20 a?os nadie publicaba su foto en Internet ni daba su nombre real. Hoy estamos muy cerca de tener dobles virtuales.
Actores y modelos son los primeros que experimentan con ellos. En El irland¨¦s, Martin Scorsese ha rejuvenecido digitalmente a Robert De Niro y a Al Pacino varias d¨¦cadas. ?Por qu¨¦ levantarse de la cama y contaminar volando hasta Singapur junto a un enorme equipo de trabajo cuando casi lo mismo puede ser conseguido de forma m¨¢s eficiente?
La que empieza ser¨¢ la d¨¦cada de los Z, una generaci¨®n a la que se le ha acabado la paciencia con los boomers, los X y los mil¨¦nicos por su incapacidad para entender las identidades en toda su complejidad y por permitir un mundo al borde del colapso. Descartados los imaginarios de generaciones anteriores, la tecnolog¨ªa les proporciona infinitas posibilidades de crear ellos mismos los seres con quienes identificarse, tan fluidos y sostenibles como deseen.