Revistas femeninas, viveros de talentos
Hablamos de mujeres que comenzaron sus carreras literarias escribiendo para revistas femeninas.
En el verano de 1953, Sylvia Plath ten¨ªa 20 a?os. Acababa de ganar un concurso literario y el premio era pasar dos meses como ?redactora invitada? de la revista Mademoiselle en Nueva York. Antes de partir, compr¨® un nuevo pintalabios, el Cherries in the Snow, de Revlon, tir¨® las faldas con vuelo y los calcetines de colegiala y se hizo con varios vestidos rectos y unos zapatos de sal¨®n negros. En las p¨¢ginas de Mademoiselle, entre editoriales de moda y consejos de belleza, publicaban entonces W.?H. Auden, Truman Capote y, lo que era m¨¢s importante para la joven Sylvia, el po...
En el verano de 1953, Sylvia Plath ten¨ªa 20 a?os. Acababa de ganar un concurso literario y el premio era pasar dos meses como ?redactora invitada? de la revista Mademoiselle en Nueva York. Antes de partir, compr¨® un nuevo pintalabios, el Cherries in the Snow, de Revlon, tir¨® las faldas con vuelo y los calcetines de colegiala y se hizo con varios vestidos rectos y unos zapatos de sal¨®n negros. En las p¨¢ginas de Mademoiselle, entre editoriales de moda y consejos de belleza, publicaban entonces W.?H. Auden, Truman Capote y, lo que era m¨¢s importante para la joven Sylvia, el poeta al que ?amaba m¨¢s que a la vida?, Dylan Thomas. No lo sab¨ªa, pero ella estaba a punto de ingresar en otro curioso club literario, el de las escritoras que empezaron sus carreras escribiendo en revistas femeninas, del que forman parte autoras como Dorothy Parker, Joan Didion y Fran?oise Sagan. Cuatro a?os m¨¢s tarde, otra adolescente, devota declarada de la propia Plath, gan¨® el mismo concurso. Se llamaba Joyce Carol Oates y, a pesar de lo que pudiera opinar el fallecido Gore Vidal, que dijo que ?las tres palabras m¨¢s tristes de la lengua inglesa son Joyce, Carol y Oates?, es hoy una de las firmas (hombres y mujeres) vivas m¨¢s relevantes de Estados Unidos.
En su novela autobiogr¨¢fica, La campana de cristal, Plath recre¨® aquel verano que acabar¨ªa fatal ¨Cllegado el oto?o, intentar¨ªa suicidarse por primera vez¨C pero tambi¨¦n estuvo lleno de experiencias excitantes. Una nueva biograf¨ªa, Pain, Parties, Work. Sylvia Plath in the Summer of 1953, recrea con exactitud aquellos meses. ?Me interesaba Sylvia como persona antes de que quedara eclipsada por su propio trabajo?, explica la autora, Elizabeth Winder, quien quer¨ªa subrayar un lado espumoso y casi fr¨ªvolo de la personalidad de Plath que sus estudiosos tienden a ignorar. ?Dig¨¢moslo as¨ª, si a Sylvia le hubiese gustado el f¨²tbol en lugar de la moda, sus bi¨®grafos lo habr¨ªan analizado hasta la saciedad. La sociedad minusvalora los intereses femeninos. Creo que evitan hablar de su amor por las compras, el glamour y los pintalabios por miedo a que eso oscurezca su brillantez literaria. De haber sido una tomboy, lo celebrar¨ªan, pero por desgracia la feminidad y el talento se consideran mutuamente excluyentes?, denuncia.
¡®Bonjour¡¯ Fran?oise Sagan siempre fue veloz y precoz. Empez¨® a publicar en Elle con 19 a?os, la edad con la que se hizo famosa con su primera novela, Buenos d¨ªas, tristeza.
Cordon Press
Plath y Parker. Winder tambi¨¦n afirma que la autora habr¨ªa podido ser una gran editora de moda: ?Suelen ser librepensadoras y muy creativas, como Carine Roitfeld o Grace Coddington. En su adolescencia, Plath estaba muy involucrada en las artes visuales. Hac¨ªa esbozos y dibujos exquisitos y sus collages muestran un talento real. Adem¨¢s, adoraba la ropa de una manera casi infantil?.
En su tiempo en la revista, a Plath le dio tiempo a publicar un poema, un relato y varios reportajes de moda sin firmar. M¨¢s de lo que hubiera podido decir Dorothy Parker en 1915, cuando trabaj¨® en la redacci¨®n neoyorquina de Vogue con 23 a?os. La autora, de quien se acaba de rescatar obra in¨¦dita en Espa?a (Una rubia imponente y Los poemas perdidos, ambos en N¨®rdica), rememor¨® a?os m¨¢s tarde: ?Cobraba 10 d¨®lares a la semana y viv¨ªa en una pensi¨®n que me costaba 8, incluidos el desayuno y la cena. No hab¨ªa dinero, pero, Dios, vaya si nos divert¨ªamos?. Como corresponde a una escritora famosa por sus one-liners, el talento de Parker se dej¨® entrever hasta en los humildes pies de foto que le tocaba escribir. Algunos de ellos han quedado para la posteridad como haikus de la moda, como cuando dijo: ?La brevedad es el alma de la lencer¨ªa?. En una entrevista que concedi¨® en 1956 a The Paris Review, la ya celebrada escritora recordaba aqu¨¦lla como una ¨¦poca inocente: ?Hab¨ªa mujeres muy sencillas trabajando en Vogue, nada chic. Eran encantadoras, pero no pintaban nada en esa revista, con sus rid¨ªculos gorritos [¡]. Ahora, las editoras son lo que deber¨ªan ser, mundanas y elegantes. Y las modelos parecen salidas de la mente de Bram Stoker?.
Forja de estilo (literario).??Le hac¨ªa entregar 300 o 400 palabras y despu¨¦s se lo dejaba solo en 50. Redact¨¢bamos largo y public¨¢bamos corto. De esta manera, Joan aprendi¨® a escribir?, cont¨® Allene Talmey, editora de Vogue en los 50 y 60, famosa por su perfeccionismo. Y ?Joan? es Joan Didion. La autora californiana, que por fin ha encontrado reconocimiento en Espa?a con la publicaci¨®n reciente de sus primeros escritos, Los que sue?an el sue?o dorado (Random House Mondadori), es quiz¨¢ la escritora que m¨¢s y mejor carrera hizo en la revista Vogue USA. Lleg¨® all¨ª en 1955, con 21 a?os y tambi¨¦n como ganadora de un concurso, el Prix de Paris, que pocos a?os antes se llev¨® Jacqueline Bouvier (despu¨¦s Kennedy, despu¨¦s Onassis). Didion tambi¨¦n empez¨® redactando pies de foto, que en una revista femenina eran, y son, algo serio. Pronto pas¨® a escribir art¨ªculos sobre decoraci¨®n y celebridades que, seg¨²n la cr¨ªtica del The New York Times, Michiko Kakutani, ?afinaron su infalible ojo para el detalle y su prosa austera?.
En los 60 empezar¨ªa a publicar en la revista los famosos ensayos memor¨ªsticos que acabar¨ªan formando Arrastrarse hacia Bel¨¦n, obra clave del (habitualmente tan macho) nuevo periodismo. Una de sus mejores piezas, Sobre el amor propio, se la sac¨® de la manga Didion en apenas unas horas para llenar el hueco que hab¨ªa dejado un colaborador que entreg¨® su texto demasiado tarde. As¨ª se hace el periodismo, nuevo o viejo.?
Edith Wharton. En 1880 la autora de La edad de la inocencia empez¨® a publicar en Harper¡¯s Monthly, la actual Harper¡¯s, y The Atlantic, con solo 18 a?os.
D.R.
Aqu¨ª s¨ª.?Aunque se puede argumentar que hubo firmas femeninas en revistas desde la prehistoria del periodismo (ah¨ª est¨¢n los poemas y los relatos de la precoz Edith Wharton en The Atlantic Monthly y Harper¡¯s desde 1878), hasta bien entrados los 60 (del siglo pasado), las revistas ?serias? segu¨ªan siendo eminentemente un reducto machista. Cuando Nora Ephron se present¨® en Newsweek en 1962, le dijeron que las mujeres all¨ª no escrib¨ªan, y la ficharon para repartir el correo de la redacci¨®n. Las cabeceras femeninas supieron hacer buen uso de ese talento malbaratado. H¨¦l¨¨ne Gordon-Lazareff, la legendaria fundadora de Elle en Francia, no dud¨® en fichar en 1954 a una posadolescente con pinta de chiquillo y una insaciable sed de velocidad que se hac¨ªa llamar Fran?oise Sagan por un personaje de Proust. Le pidi¨® que recorriera Italia en coche y que enviara reportajes, que se titularon Bonjour Venice, Bonjour Roma, Bonjour Capri, etc. Aquello se convirti¨® en marca de la casa y ese mismo a?o Sagan public¨® la novela Buenos d¨ªas, tristeza, que le dio tanto ¨¦xito como esc¨¢ndalo, por su particular estilo de aristocr¨¢tico nihilismo chic.
En las p¨¢ginas de Elle, que fue un vivero de feminismo en Francia, tambi¨¦n recuerda haber le¨ªdo por primera vez la intrigante palabra ?orgasmo? la escritora y periodista Margarita Rivi¨¨re. Ella tiene su propia historia inici¨¢tica. Con solo 19 a?os, su padre, publicitario barcelon¨¦s, le consigui¨® una beca en la redacci¨®n de Marie Claire en Par¨ªs. ?Para una espa?ola en 1963, aquello era la locura, aunque yo estaba asustad¨ªsima?. A pesar de eso, un a?o despu¨¦s la nombraron corresponsal en Espa?a, lo que en la pr¨¢ctica quer¨ªa decir que deb¨ªa editar, producir, escribir y a veces tambi¨¦n fotografiar un cuadernillo en espa?ol que se encartaba aqu¨ª con la edici¨®n francesa. Lo sac¨® durante cuatro a?os ?con una mano delante y otra detr¨¢s?. La autora recuerda su entrevista a Los Brincos, una cita fallida con la reina Fabiola (acababa de sufrir un aborto y la cancel¨®) y su improvisado editorial de moda en las carreras de coches del Circuito de Montju?c.
Rivi¨¨re reivindica tambi¨¦n el papel de las cabeceras femeninas que surgieron en la Espa?a de los a?os 80, en las que escribi¨®. Cuando se analiza el periodismo de la pos-Transici¨®n, pocos se acuerdan del papel de las nacientes Vogue, Marie Claire, Woman o Dunia. ?Exist¨ªa un prejuicio y se ve¨ªan como escaparate de la frivolidad?, confirma el escritor y soci¨®logo Vicente Verd¨², quien hace poco escribi¨® en EL PA?S?una oda a las revistas femeninas y a su estilo ?famoso, amoral, libre y curativo?.