?Los ni?os aprenden por imitaci¨®n. No pueden vernos todo el rato con el m¨®vil?
Sherry Turkle, gur¨² ¡®tech¡¯ del MIT, alerta ante la adicci¨®n digital y pide fomentar el pensamiento cr¨ªtico.
En los inicios de su fulgurante carrera, Sherry Turkle (Nueva York, 69 a?os) reconocida soci¨®loga, psic¨®loga e investigadora, se declaraba fascinada por las prometedoras relaciones entre seres humanos y ordenadores. Profesora en el Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts (MIT), ensayos como La vida en la pantalla la convirtieron en una de las mayores gur¨²s tecnol¨®gicas de finales del siglo XX. Hoy, consolidada como ciberdiva mundial, Turkle alerta de los efectos adversos de la adicci¨®n tech. Incluso ha acu?ado un t¨¦rmino, alone together (solos junto...
En los inicios de su fulgurante carrera, Sherry Turkle (Nueva York, 69 a?os) reconocida soci¨®loga, psic¨®loga e investigadora, se declaraba fascinada por las prometedoras relaciones entre seres humanos y ordenadores. Profesora en el Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts (MIT), ensayos como La vida en la pantalla la convirtieron en una de las mayores gur¨²s tecnol¨®gicas de finales del siglo XX. Hoy, consolidada como ciberdiva mundial, Turkle alerta de los efectos adversos de la adicci¨®n tech. Incluso ha acu?ado un t¨¦rmino, alone together (solos juntos), para las personas rodeadas de seres humanos, pero sumidas en una profunda soledad existencial.
Como ant¨ªdoto, en En defensa de la conversaci¨®n (?tico de los libros) hace una apolog¨ªa de las relaciones verbales junto a una minuciosa investigaci¨®n sobre c¨®mo est¨¢ afectando la inmersi¨®n digital a los j¨®venes. Turkle da importancia a casos como el de una universitaria que, mientras el chico con el que acababa de tener sexo se duchaba, buscaba en Tinder otras opciones para ligar. Al preguntarle por qu¨¦ lo hac¨ªa, respondi¨® que aunque ¨¦l le gustaba, quiz¨¢ ?se estaba perdiendo algo mejor?. Turkle lo llama ?la paradoja de la elecci¨®n?: al pensar siempre en otras posibilidades, caemos en el descontento. A ello se une la peligrosa decisi¨®n de evitar las conversaciones reales ¨Cinc¨®modas e incluso dolorosas¨C, sustituy¨¦ndolas por la pantalla de un ordenador o un m¨®vil. Tambi¨¦n advierte contra el peligro de las fake news: ?Hay adultos que no distinguen un art¨ªculo de The New York Times de una web que se limita a colgar noticias escandalosas. Los ciudadanos est¨¢n indefensos?. Destaca que las noticias falsas han endurecido el tono del discurso pol¨ªtico: ?Los filtros de Facebook, por ejemplo, terminan coloc¨¢ndonos en ¡®burbujas de pensamiento¡¯ donde solo hablamos con la gente con la que estamos de acuerdo. De hecho, estudios recientes han detectado que los universitarios no est¨¢n dispuestos a debatir con personas con las que tienen puntos de vista pol¨ªticos distintos, ni siquiera con compa?eros de habitaci¨®n. Es decir, se ha producido un giro y parece que sea permisible abandonar el discurso educado, el debate, como si no fueran importantes. Obviamente lo que necesitamos es volver a fomentar el pensamiento cr¨ªtico, el intercambio de ideas, el di¨¢logo con los adversarios (en t¨¦rminos ideol¨®gicos)?.
La adicci¨®n planea sobre nosotros. Un 58% de los espa?oles activos en redes sociales les dedica una media de 2 horas y 15 minutos al d¨ªa. O sea, 68 horas al mes. Para evitarlo, Turkle aconseja una buena dieta digital. ?Las compa?¨ªas dise?an dispositivos endiabladamente eficientes, como las empresas de alimentaci¨®n preparan tentadora comida basura. Hay que poner l¨ªmites y esforzarnos para que los ni?os comprendan que el m¨®vil es un simple aparato de comunicaci¨®n?. Los menores aprenden por imitaci¨®n. Por eso recomienda ?que no nos vean a todas horas consultando un m¨®vil o un ordenador?. Turkle incide en que muchos empresarios de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios con pol¨ªticas muy restrictivas respecto a los m¨®viles. La conclusi¨®n es obvia.
Los peligros pueden tener incluso forma de juguetes tech. La experta explica que, mientras las mascotas preparan a los ni?os para la p¨¦rdida, un robot es sustituible: ?Esa sustituci¨®n indolora por otro puede empujarles a ver a su entorno con desapego, como objetos reemplazables. Cuando la realidad irrumpe en esa burbuja, el choque mental es grav¨ªsimo. Estamos poniendo en peligro a nuestros hijos y su capacidad de desarrollo emocional a cambio de una falsa intimidad artificial?.
Turkle ha constatado que el uso de dispositivos digitales afecta la empat¨ªa, plasmada en ?la falta de reacci¨®n ante las atrocidades del mundo actual?. La empat¨ªa exige esfuerzo: ?La persona que est¨¢ siempre pendiente de sus redes y aparatos digitales, dificulta ese proceso. Hablamos de autenticidad, pero pasamos el d¨ªa ¡®gestionando nuestra marca¡¯ en las redes. Los individuos se convierten en ¡®gestores¡¯ de s¨ª mismos y terminamos creando multitudes de personas solas?.
El problema de fondo es que las redes sociales nos hacen mirarnos en un mundo falso. El ejemplo m¨¢s claro ser¨ªan los selfies, pero ocurre igual con quienes presumen de verborrea en interminables discusiones con desconocidos o suben espectaculares fotos de naturaleza para ser muy eco. Nada de ello es real. ?No es la imagen de nuestras vidas, que son m¨¢s complicadas?, puntualiza Turkle, que precisa no ser antitecnolog¨ªa, siempre que est¨¦ bien usada. Como hicieron los estudiantes de Parkland para promover un debate sobre las armas o movimientos como el #MeToo. ?Me interesa que gente alfabetizada, digitalmente hablando, sepa controlar las tecnolog¨ªas para crear redes, comunidades, pol¨ªtica y conversaciones. La tecnolog¨ªa aporta cosas fant¨¢sticas, y una es esa capacidad de viralizaci¨®n. Pero lo importante es cambiar las cosas en la vida real?.