Tacones, historia de una obsesi¨®n
S¨ªmbolo de posesi¨®n, oscuro objeto de deseo, fantas¨ªa sexual. Los tacones hacen suspirar a las mujeres y despiertan la imaginaci¨®n de los hombres.
Fascinantes e indispensables, pr¨¢cticos o inc¨®modos, los zapatos han puesto a caminar la imaginaci¨®n de un considerable n¨²mero de creadores. Poder y fragilidad, altura y p¨¦rdida de equilibrio, pisadas que marcan un comp¨¢s sonoro dif¨ªcil de olvidar han sido evocados una y otra vez. Como apunta Linda O¡¯Keeffe en Shoes, son ?un principio nuevo, una promesa de romance y emoci¨®n para todas las ni?as que han crecido con el mito de Cenicienta, pensando que unos zapatos pueden transformar m¨¢gicamente sus vidas?. Una visi¨®n menos ingenua y mucho m¨¢s lasciva fue la de Nicol¨¢s Edme R¨¦tif (1734...
Fascinantes e indispensables, pr¨¢cticos o inc¨®modos, los zapatos han puesto a caminar la imaginaci¨®n de un considerable n¨²mero de creadores. Poder y fragilidad, altura y p¨¦rdida de equilibrio, pisadas que marcan un comp¨¢s sonoro dif¨ªcil de olvidar han sido evocados una y otra vez. Como apunta Linda O¡¯Keeffe en Shoes, son ?un principio nuevo, una promesa de romance y emoci¨®n para todas las ni?as que han crecido con el mito de Cenicienta, pensando que unos zapatos pueden transformar m¨¢gicamente sus vidas?. Una visi¨®n menos ingenua y mucho m¨¢s lasciva fue la de Nicol¨¢s Edme R¨¦tif (1734-1806). Enemigo ac¨¦rrimo del Marqu¨¦s de Sade, escribi¨® cerca de 40 obras en las que dio rienda suelta a sus fantas¨ªas m¨¢s oscuras. Pero la mayor contribuci¨®n de este editor y escritor franc¨¦s, apodado el Voltaire de las alcobas, fue desarrollar en varias de sus novelas la irrefrenable pulsi¨®n sexual que sent¨ªan sus personajes masculinos por los zapatos de mujer. Defini¨® as¨ª el fetichismo que rodea al calzado, conducta a la que en varios idiomas incluso se refieren como retifismo, tomando prestado su apellido. De este mismo impulso habl¨® m¨¢s de un siglo despu¨¦s Charles Bukowski en su poema Zapatos, al recordar que cuando eres joven la vista de un par de zapatos de tac¨®n dentro de un armario ?puede prender fuego a tus huesos?.
Pero mucho antes de que el libertino bret¨®n R¨¦tif publicara sus novelas, hist¨®ricamente el zapato como talism¨¢n ocupaba un lugar peculiar en el imaginario colectivo. El griego Estrab¨®n habl¨® de la primera Cenicienta, R¨®dope, una muchacha egipcia a quien un ¨¢guila roba un zapato mientras se ba?a en el Nilo y acaba en el regazo del fara¨®n en Menfis, que emprende la b¨²squeda de su encantadora propietaria, con quien se acaba casando. En China tambi¨¦n hubo una versi¨®n antigua de este mismo cuento, con zapato de por medio. ?La idea que subyace es que tener un zapato de alguien es tener a la persona. La posesi¨®n de un zapato es un signo de control y de uni¨®n. Y luego est¨¢n todos los que ven las connotaciones sexuales en este asunto?, se?ala S. D. Fohr en su libro Cinderella Gold Slipper.
El reverso de la ternura rom¨¢ntica y la promesa de encontrar a la pareja perfecta ¨Cesa que encaja el zapato en el pie de la amada, princesa o criada¨C aparece en Los zapatos rojos de Hans Christian Andersen. Una t¨¦trica y fascinante maldici¨®n se esconde tras ese irresistible par de escarpines que fascinan a la hero¨ªna Karen y la condenan a no parar de bailar jam¨¢s: el deseo torna en pesadilla y la belleza muta en algo incontrolable, oscuro y grotesco. El calzado se convierte en un arma de doble filo, algo que, curiosamente, conecta con el significado original de los tan preciados stilettos: esos finos tacones de aguja sobre los que se han alzado millones de mujeres desde la d¨¦cada de los 50 y que toman prestada la palabra italiana para daga.
Pero antes de subrayar la tensi¨®n evidente que sostienen muchos zapatos entre belleza y peligro, entre est¨¦tica y dolor, cabe hablar de los chapines rojos que pesan como una losa en los pies de la pobre Dorothy en El mago de Oz y que, sin embargo, resultan ser la llave que la conducir¨¢ de vuelta a casa de su t¨ªa en Kansas. Un par, de los cuatro que se fabricaron para la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de 1939 de este cuento, se conserva en el museo Smithsonian de Washington D.C. La mexicana Margo Glantz escribe sobre el calzado de la siempre excesiva Mar¨ªa Antonieta: ?El objeto m¨¢s visitado en el museo de Caen, donde se organiz¨® una exposici¨®n para celebrar el bicentenario de la Revoluci¨®n Francesa, es el zapato que la infortunada reina dej¨® caer al montar al pat¨ªbulo?. Adicta confesa a los tacones, en su libro Historia de una mujer que camin¨® por la vida con zapatos de dise?ador (Anagrama, 2005) Glantz, a trav¨¦s de la protagonista Nora Garc¨ªa, conecta suelas y letras, se pregunta qu¨¦ zapatos llevar¨ªa Vera Nabokov y declara su amor contradictorio e inquebrantable por el zapatero Salvatore Ferragamo. ?Pasea por las calles donde hay zapater¨ªas y al mirarlas su pensamiento est¨¢ ligado indisolublemente al comienzo de la novela, entrevista como un largo camino por andar, camino que se har¨ªa intransitable si no llevara los pies calzados con zapatos especiales, sabe que no podr¨¢ escribir si no est¨¢ bien calzada?.
Pero si para la mexicana Nora en los zapatos reside la clave para emprender el proceloso camino de la escritura, en el caso de la protagonista de uno de los cuentos reunidos en Velocidad personal (Anagrama) de Rebecca Miller son un punto de inflexi¨®n. Al principio de esta historia, Greta mira sus exquisitas bailarinas con punta de piel de cocodrilo junto a los bastos y honestos zapatos de su esposo y comprende que el divorcio es inminente. La uni¨®n de esos dos pares es insostenible, concluye, y toma impulso para enfrentar el salto. La escritora y directora de cine ¨Chija del dramaturgo Arthur Miller y la fot¨®grafa Inge Morath¨C curiosamente est¨¢ casada con Daniel Day Lewis, el actor que gan¨® un Oscar por su interpretaci¨®n de Mi pie izquierdo y que m¨¢s tarde se descubri¨® como un apasionado zapatero artesanal.
En el cine el fetiche del calzado lleg¨® pronto, antes incluso que la voz de los actores a la pantalla. En La viuda alegre de 1925, de Erich von Stroheim, aparece el lascivo bar¨®n Sadoja seducido por los pies de la desdichada corista. Pedro Almod¨®var tambi¨¦n ha usado el calzado, tanto en clave c¨®mica como melodram¨¢tica. Ah¨ª est¨¢ el zapato que Candela, interpretada por Mar¨ªa Barranco, pierde en su fallido intento de suicidio al tratar de tirarse por la azotea-granja de Pepa en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Tambi¨¦n el par de botas que atormentan y que no logra sacarse la escritora Leo Mac¨ªas, que encarna Marisa Paredes, en La Flor de mi secreto y el modelo de aguja que se calza Miguel Bos¨¦ en Tacones lejanos. Andy Warhol, el padre del pop, tampoco se resisti¨® al secreto encanto de los stilettos. Ah¨ª est¨¢n sus dibujos y serigraf¨ªas, y en una nota algo m¨¢s siniestra: el pie momificado que guardaba en su dormitorio. En una de sus obras a?adi¨® una leyenda en la que sentenciaba: ?La belleza es un zapato?, giro inesperado y gamberro al lema rom¨¢ntico de Keats: ?Belleza es verdad?. Quiz¨¢ as¨ª profetizaba lo que estaba por llegar. A la vista de las colecciones y ediciones limitadas de calzado deportivo costumizado, puede que haya llegado el momento de olvidar por un instante los tacones y proclamar que la belleza es una sneaker.
Pero antes de enterrar el cl¨¢sico tac¨®n, y pasar a las obsesiones masculinas de nuevo cu?o, cabe preguntar: ?qu¨¦ opina de los fetiches el maestro Blahnik? ?No lo entiendo. Para m¨ª los zapatos no tienen nada de sexual. Puedo entender cierta sensualidad, pero no las connotaciones sexuales?, afirma en el libro Entrevistos (RqR) a Elsa Fern¨¢ndez-Santos. ?Los zapatos tienen una vida diferente. Para m¨ª son la ¨²ltima arma de seducci¨®n, tienen un misterio que solo conoce la mujer que los lleva puestos, es la manera de caminar y mucho m¨¢s?.