Divertidos, cercanos y ¨²tiles: as¨ª es como los extintos blogs de moda se est¨¢n convirtiendo en ¡®newsletters¡¯
Los boletines recuperan aquellos tiempos en los que todo en internet era m¨¢s inocente: del dise?o al contenido. Tras la vor¨¢gine se busca un consumo m¨¢s pausado y nuevos enfoques.
Lo apuntaba hace unas semanas V¨¦ronique Hyland, redactora jefe de Elle, en su columna Style Points: ¡°Los blogs de moda murieron, pero las newsletters de moda est¨¢n rellenando el vac¨ªo¡±. Hastiados de la vor¨¢gine informativa o de la saturaci¨®n de perfecci¨®n de Instagram, muchos usuarios buscan el placer de disfrutar de contenidos en otros formatos. Cada vez m¨¢s, eligiendo newsletters a las que suscribirse. Los boletines que aterrizan en la bandeja de entrad...
Lo apuntaba hace unas semanas V¨¦ronique Hyland, redactora jefe de Elle, en su columna Style Points: ¡°Los blogs de moda murieron, pero las newsletters de moda est¨¢n rellenando el vac¨ªo¡±. Hastiados de la vor¨¢gine informativa o de la saturaci¨®n de perfecci¨®n de Instagram, muchos usuarios buscan el placer de disfrutar de contenidos en otros formatos. Cada vez m¨¢s, eligiendo newsletters a las que suscribirse. Los boletines que aterrizan en la bandeja de entrada son intimistas y permiten un consumo m¨¢s pausado, as¨ª que llevan ya tiempo prosperando, aupados por plataformas como Substack. Las claves de su ¨¦xito las glosaba Noelia Ram¨ªrez en S Moda, equiparando a estos correos electr¨®nicos con un oasis feminista al que muchas mujeres huyen, escapando de la agresividad en la web: ¡°Son mezcla de ensayo en primera persona, psicoan¨¢lisis y multitud de referencias a la cultura pop, liberadas, en cierta manera, de las f¨®rmulas de un periodismo tradicional¡±. Una definici¨®n que no le hubiera casado nada mal a los blogs de moda de 2007.
Mucho antes de Instagram y a a?os luz de la llegada de TikTok, a finales de la primera d¨¦cada del siglo XXI, la industria de la moda se revolucion¨® con la aparici¨®n de los blogs que la examinaban sin atenerse a sus reglas jer¨¢rquicas. El elitista sector de repente se ve¨ªa obligado a prestar atenci¨®n a la opini¨®n de fans, inesperadamente influyentes, de cualquier rinc¨®n del globo. Pero dur¨® poco. Aquellas bit¨¢coras fueron fagocitadas enseguida por los blogs de estilo y, sobre todo, por la inmediatez de otras redes sociales. En unos a?os pr¨¢cticamente todas desaparecieron del mapa. Algunos blogs directamente han cerrado sus dominios: Style Bubble, Man Repeller o, en Espa?a, Fashionisima o Miss at la playa (no lloren por ellos, que tampoco fue tan mal: algunos integrantes de Los Fashionpedist y Shopaholic escriben ahora para esta revista). Otros tantos fueron mutando en diferentes negocios: de poderosas compa?¨ªas de medios como el The Business of Fashion de Imran Amed a revistas digitales independientes como All the Pretty Birds de Tamu McPherson o el m¨¢s cercano?Trendencias. En sus or¨ªgenes todos compart¨ªan ciertas cualidades que ahora es f¨¢cil volver a intuir en los boletines, muy pr¨®ximos a cartas de una amiga o amigo: ¡°Yo lo siento mucho m¨¢s ¨ªntimo que otras plataformas de redes sociales¡±, explica Veronica de Souza, que escribe la newsletter buy, bitch! ¡°M¨¢s que lanzar un tweet a un agujero negro es como si estuviera en un chat de grupo hablando de los su¨¦teres de Paloma Wool con mis amigos¡±. El suyo es un divertido bolet¨ªn en el que comparte hallazgos y opiniones sobre compras de todo tipo. Y, ya avisa al suscribirse, ¡°le pido perd¨®n a tu cartera¡±.
¡°No soy escritora (profesionalmente) pero tener un bolet¨ªn me da un medio en el que escribir sobre lo que me gusta, ?ir de compras! Es divertido y lo veo casi como un diario¡±, a?ade de Souza, que trabaja en Vice Media. Esa mirada cercana que se perdi¨® por el camino en el apresurado scroll no es la ¨²nica cualidad que hermana a las newsletters con los blogs de moda. La mayor¨ªa son hasta similares est¨¦ticamente, con un punto amateur y un toque glitch. Tampoco falta el di¨¢logo: ¡°La gente me contesta para para decirme que compraron algo que recomend¨¦ o para pedir ayuda para comprar algo¡±, exactamente como hace 15 a?os se hac¨ªa en los comentarios.
Existen ya ejemplos muy interesantes como The Fashion and Race Database Newsletter, en el que Kimberly Jenkins y sus colaboradores deconstruyen la visi¨®n colonialista que ha dado forma a la historia de la moda (en sus correos ya ha analizado de los mocasines al kimono); el bolet¨ªn de la periodista Jessica Michault, que desgrana tendencias del sector combinando texto y podcast; o Worn In, Worn Out, en el que Kitty Guo, una ¡°adicta a las compras de la Generaci¨®n Z¡±, comparte hallazgos de todo tipo.
Los blogs que se quisieron profesionalizar tuvieron que enfrentarse al dilema de si incorporar o no publicidad, con la consecuente posible p¨¦rdida de frescura, pero las newsletters nacen con esa disyuntiva solucionada. Muchas se sirven de la alternativa que ofrece Substack de crear listas de pago que les permiten autofinanciarse dependiendo solo de sus lectores. As¨ª escribe Meredith Fineman sus consejos para construir un armario sostenible, en Secondhand Society, o Jessica DeFino en The Unpublishable, que combina boletines de pago y gratuitos para enganchar a sus seguidores hablando de los temas de belleza que, asegura, no se cubren en los medios tradicionales. Distintos modelos y recorridos para compartir las narrativas de siempre. Eso s¨ª, ahora bajo nuevos enfoques porque en ninguna de ellas falta la mirada sostenible, feminista y diversa.