El homenaje de Givenchy al amor y la esperanza
Riccardo Tisci, que este a?o celebra diez al frente de Givenchy, es el rey de los dise?adores-espectaculo.
Riccardo Tisci sabe c¨®mo hacer ruido en la industria de la moda. El show se ha convertido en una parte sustancial del negocio. Y el italiano, que este a?o celebra diez al frente de Givenchy, es el rey de los dise?adores-espectaculo.
Su primer paso fue mover el desfile de la firma francesa a Nueva York. El hecho de que abandonara la pasarela parisina ya dio que hablar, y puso en marcha la maquinaria.
El segundo paso fue anunciar que el desfile, adem¨¢s, estar¨ªa abierto al p¨²blico....
Riccardo Tisci sabe c¨®mo hacer ruido en la industria de la moda. El show se ha convertido en una parte sustancial del negocio. Y el italiano, que este a?o celebra diez al frente de Givenchy, es el rey de los dise?adores-espectaculo.
Su primer paso fue mover el desfile de la firma francesa a Nueva York. El hecho de que abandonara la pasarela parisina ya dio que hablar, y puso en marcha la maquinaria.
El segundo paso fue anunciar que el desfile, adem¨¢s, estar¨ªa abierto al p¨²blico. 800 invitaciones se repartir¨ªan entre todos aquellos que quisieran asistir, haciendo hincapi¨¦ en los estudiantes de moda. Prensa, celebrities y compa?¨ªa iban a parte. As¨ª Tisci dejaba claro que la ¨¦poca en los desfiles eran citas elitistas en las que solo algunos ojos privilegiados ten¨ªan sitio hab¨ªa acabado. Aunque, en realidad, no hizo m¨¢s que terminar lo que Instagram empez¨®.
El tercer movimiento de la estrategia consisti¨® en elegir el 11 de septiembre, fecha tan sentida en Nueva York, para el evento. El lugar: el muelle 26, desde donde se ve levantarse la Freedom Tower imponente.
El cuarto, y ¨²ltimo, coronar el desfile con una macrofiesta al m¨¢s puro estilo Tisci, amante confeso de una buena rave. En un antiguo taller mec¨¢nico, con tres pisos llenos de neum¨¢ticos, coches desguazados y dragqueens, el dise?ador sac¨® su lado m¨¢s canalla. Llen¨® un taller mec¨¢nico abandonado de celebrities y alcohol, y mont¨® la fiesta a la que todo el mundo quiso ir. Pero eso es otra historia.
Con todo esto, ya todo apuntaba a que el show ser¨ªa el evento estrella de esta semana de la moda. Y no decepcion¨®. Desde luego, le ha dejado el liston alto a Wang -siempre hay pelea por conseguir una invitaci¨®n para sus fiestas post-desfile- y compa?¨ªa.
Al llegar al muelle, tras cruzar una larga pasarela y una jaur¨ªa de fot¨®grafos a la caza de celebridades -tuvieron carnaza para dar y tomar, porque no falt¨® ni una: de Kim y Kayne a Julia Roberts o Courtney Love- llegamos al lugar de los hechos. El decorado es de Marina Abramovic. Est¨¢ hecho con materiales reciclados. ?Como directora creativa queria crear algo respetuoso y humilde en el d¨ªa mas triste de la historia americana reciente?, explica la serbia. La m¨²sica que ha elegido es de seis religiones diferentes porque ?une?, dice. En lo alto de las instalaciones, hay performers que sujetan ¨¢rboles y fuentes de agua. ?Trata de perd¨®n, inclusi¨®n, esperanza, y ante todo amor?, declara.
Tras m¨¢s de una hora de espera (no es f¨¢cil acomodar a m¨¢s de mil personas), suena un gong y todos los asistentes, absolutamente todos, guardamos silencio. La primera modelo no pod¨ªa ser otra: Maria Carla Boscono. La favorita de Tisci. Aparece entre los pales de madera del decorado, con un pantal¨®n negro de raso y un top blanco con pespuntes de encaje. Tiene algo de novia y algo de femme fatale. Algo de casti y algo de perverso.
Es una dualidad que se repite a lo largo del desfile. La potencia el hecho de que todo es blanco y negro. No hay un solo atisbo de color, excepto m¨ªnimos detalles de rojo y rosa en algunos de los zapatos. Nada m¨¢s.
Las modelos pasaban exhibiendo la sensualidad y feminidad propia de Tisci: mucho encaje y transparencias que dejaban ver tanta ropa interior como piel, suaves kimonos, chaquetas de crepe con cola, gabardinas de organza trabslucidas, tops plisados con cortes asim¨¦tricos, pedrer¨ªa a rabiar. Incluso el par de looks inspirados en la sastrer¨ªa masculina, con raya diplom¨¢tica, se tornaban sexys con cortes estrat¨¦gicos y detalles de puntilla. Los zapatos, de tal¨®n abierto, con una leng¨¹eta de cordones y alt¨ªsimos, trasladaban a la era victoriana: no hay otra que, con sus vestimentas, represente mejor la dicotomia castidad-lascivia que aquella de la reina Victoria.
Pero este no podia ser un desfile de pret-a-porter sin m¨¢s. Y no lo fue. Casi como un intermedio, Tisci sac¨® a escena una seleccion de los dise?os de alta costura que ha hecho para la casa francesa. El p¨²blico volvi¨® a aplaudirlos tanto, o m¨¢s, que en su momento: un vestido con plumas que creaban un efecto degrade, otro de flecos que se mov¨ªan de forma irresistible al son de los pasos de la modelo, u otro creado con peque?as piezas de cuero sobre una gasa transparente, una a una, como si fuera un mosaico, para recrear el aspecto de la piel de cocodrilo. Por no hablar de la decoraci¨®n facial. Como en el sonado desfile de o-i 15/16, las chicas llevaban la cara plagada de piedras, pendientes e incluso piezas de encaje que no se sabe si quer¨ªan ser m¨¢scaras o una interpretaci¨®n tribalizada del velo.
Tras las modelos, una corte de varones trajeados, de negro, dejaba claro el aspecto ceremonial del desfile. Al fin y al cabo, como decia Abramovic en sus notas, este era un homenaje a la esperanza, al amor¡ A la vida. A las miles de vidas que se tomo el atentado del 11 de septiembre. Y, aunque sea un espect¨¢culo y un negocio, nadie puede negar desde hoy que la moda tiene un aspecto social importante, que habla del mundo que le rodea, de la sociedad y de sus inquietudes, sus anhelos, sus emociones. Aunque lo haga con un lenguaje de sedas, encajes y pedrer¨ªas, muchas veces, dif¨ªciles de trasladar al mundo real, mas all¨¢ de los lindes de una pasarela.