Pintores del vestir
Para los artistas del XVII italiano, la maestr¨ªa en el tratamiento de los tejidos y la originalidad de los trajes retratados eran una prueba m¨¢s de la calidad de su arte. En Espa?a, Zurbar¨¢n es su m¨¢ximo exponente.
Viste y muestra, en un juego de pudor y seducci¨®n, como en La venus del espejo, de Vel¨¢zquez. Puede ser sensual, como en La maja vestida, de Goya, o regia, como en La visi¨®n de Santa Helena, de Paolo Cagliari (el Veron¨¦s). La moda reside en los cuadros, ya sea por presencia o por ausencia; cuando el traje representa una sociedad y una ¨¦poca, o la desnudez, el rechazo a esas mismas normas sociales y sus enga?os, como bien podr¨ªa haber sido la intenci¨®n de El Bosco con su inquietante Jard¨ªn de las delicias. Ha sido as¨ª ¨Ccomo se?ala Manuela Mena, subdirectora...
Viste y muestra, en un juego de pudor y seducci¨®n, como en La venus del espejo, de Vel¨¢zquez. Puede ser sensual, como en La maja vestida, de Goya, o regia, como en La visi¨®n de Santa Helena, de Paolo Cagliari (el Veron¨¦s). La moda reside en los cuadros, ya sea por presencia o por ausencia; cuando el traje representa una sociedad y una ¨¦poca, o la desnudez, el rechazo a esas mismas normas sociales y sus enga?os, como bien podr¨ªa haber sido la intenci¨®n de El Bosco con su inquietante Jard¨ªn de las delicias. Ha sido as¨ª ¨Ccomo se?ala Manuela Mena, subdirectora del Museo del Prado en su art¨ªculo La moda, cara visible del arte¨C desde los egipcios, los asirios, los romanos, los chinos milenarios y los japoneses, hasta el arte de la India, los persas y turcos y la cultura europea. Solo los griegos se recrearon, de un modo filos¨®fico, ?en el valor puro del cuerpo humano desnudo, sin el aditamento vulgar y pasajero de las telas?.
Para los pintores del XVII italiano, la belleza que el artista fuera capaz de imprimir a los tejidos era una prueba m¨¢s de su maestr¨ªa, como la perspectiva, el dominio de la anatom¨ªa humana, la habilidad para plasmar el movimiento en la quietud, para encerrar la luz en un lienzo o para hacer que la naturaleza muerta a¨²n parezca viva. Estudiaban las calidades, los tintes, el panneggiare ¨Clos plegados y su ca¨ªda¨C, los patrones y los adornos. Hay cuadros, como Santa Isabel de Zurbar¨¢n, que crujen al verlos como las enaguas rojas de Mammy en Lo que el viento se llev¨®. Si se trataba de un retrato, el artista eleg¨ªa junto al protagonista el mejor atuendo, ?el m¨¢s definitorio de la personalidad?, explica Mena. ?Es evidente que si Goya hubiera retratado a la condesa de Chinch¨®n de rojo, o con adornos de ese color, nadie la ver¨ªa como una joven desvalida y fr¨¢gil, aspectos de su situaci¨®n personal que se acent¨²an por los sutiles tonos del blanco puro del vestido y el azul de sus adornos?. El pintor austr¨ªaco Egon Schiele lo llev¨® al extremo cuando pidi¨® a su pareja, Wally, que cosiera un traje a partir de un pesad¨ªsimo cortinaje que hab¨ªa en su taller para retratar con ¨¦l a su amante, Edith Harms (despu¨¦s Schiele).
?Estoy harto de tanto trazo grueso, tanto negro?, le dijo. ?Cuando llegamos me fij¨¦ en los grandes telones que hay ahora en el taller. ?Sabes cu¨¢les son? Esos tan pesados y con muchas rayas¡ Me parecen sencillos, hermosos y emocionantes. Quiero pintar as¨ª: sencillo, hermoso, emocionante?. Cuenta su historia Pilar G¨®mez Rodr¨ªguez en La otra vida de Egon. Las manos de Wally sangraban con cada puntada que daba la aguja en aquella gruesa tela. Tres a?os despu¨¦s de que Schiele finalizara el cuadro, Edith Schiele con vestido de rayas (1915), Wally muri¨®. ?Con la inocencia del buen asesino, Edith llevaba el vestido que Wally cosi¨® para ella¡?.
La riqueza de las texturas y los colores de la luz penetrando en sus pliegues siempre han interesado a los pintores. Pero los artistas del renacimiento y el barroco, ¨¦pocas de refinamiento aunque ajenas a la mercantilizaci¨®n de la moda, no se conformaron con reproducir en sus cuadros los trajes de la calle y de la corte. Sus escenas b¨ªblicas, costumbristas y mitol¨®gicas representaban el mayor reto para estos pintores-modistos. En ellas deb¨ªan exprimir su ingenio y crear tejidos adamascados, dibujos de bordados y puntillas para cada uno de sus personajes. Las bodas de Can¨¢ del Veron¨¦s es un complejo pase de modelos donde se entrecruzan telas, brocados, mantos y joyas que nunca visti¨® nadie. Un ejercicio creativo que sin duda sirvi¨® para inspirar a las costureras de su tiempo, pero cuya funcionalidad era metaf¨ªsica, lo que lo situaba en la barrera que separa este arte del dise?o de moda que, en su ejecuci¨®n, pisa el terreno de ?lo puramente manual y servil?, en palabras de Manuela Mena.
La importancia que cobra la moda de la sociedad moderna en los impresionistas ¨CEl balc¨®n y Dama de los abanicos, de Manet, o En la modista, de Edgar Degas, expuesto en la muestra El impresionismo y la moda, a partir del 25 de septiembre en el Museo de Orsay de Par¨ªs¨C no se debe tanto a un inter¨¦s inusitado por los tejidos, como al puro reporterismo de una ¨¦poca en la que surgieron las primeras firmas de alta costura. Como Worth, donde la modelo M¨¦ry Laurent, buena amiga de Manet, se hab¨ªa hecho un gab¨¢n de zorro, que el pintor describ¨ªa as¨ª en una carta a Antonin Proust: ??Ah! Qu¨¦ abrigo de pieles, amigo m¨ªo, de un casta?o leonado, con un forro de oro viejo. Me qued¨¦ completamente seducido¡ Al marcharme le he dicho: ¡°Cuando este abrigo est¨¦ usado, usted me lo deber¨ªa regalar¡±. Me lo ha prometido. Ser¨¢ un fondo extraordinario para algunos de los asuntos con los que sue?o?.
Vel¨¢zquez (1599-1660) y Goya (1746-1828) son, a ojos de Amalia Descalzo, experta en indumentaria barroca y profesora de Historia del Arte en la Universidad de Alcal¨¢, magn¨ªficos reporteros que retrataron con maestr¨ªa la sociedad de su ¨¦poca. En ese sentido son los primeros impresionistas, adelantados a su tiempo. ?Goya introdujo en sus cuadros a los majos y las majas, la primera tribu urbana?, cuenta Descalzo. ?Surgieron de los barrios bajos de Madrid en respuesta a la invasi¨®n de Francia y de todo lo franc¨¦s. Llevaban esos trajes caracter¨ªsticos que Goya, como artista-periodista, retrat¨® en sus cartones?. Hoy, este estilo se conoce como goyesco y las pasarelas del siglo XXI todav¨ªa lo usan como inspiraci¨®n: los zapatos rosas con hebilla de Manolo Blahnik, las chaquetas toreras de Moschino y Dries Van Noten, los vestidos de encaje que ya recuper¨® Christian Lacroix en 1994 y, antes a¨²n, Crist¨®bal Balenciaga, en 1947, para el traje de ray¨®n azul con encaje en seda negra que realiz¨® para Blanca Fern¨¢ndez de Rivera, marquesa de Garcill¨¢n.
Las pinceladas inconexas, impresionistas, de Goya y de Vel¨¢zquez supieron reproducir con abrumadora maestr¨ªa las texturas de las telas. ?En el retrato de Santde Vel¨¢zquez se diferencian perfectamente el terciopelo del traje y el pa?o de la capa?, rese?a Descalzo. ?Si te acercas, ves que est¨¢ hecho con pinceladas sueltas, y del mismo negro. Es impresionante?. ?C¨®mo logra un buen artista que la seda luzca seda; el lino, lino; y la lana, lana? Fernando L¨®pez, pintor y especialista en t¨¦cnicas pict¨®ricas, da la clave: ?A partir del renacimiento, en los talleres de los pintores se tomaba muy en serio el aprendizaje sobre los ropajes. Se estudiaban los pliegues. Y la primera gran prueba era reproducir las sotanas de los curas. La Iglesia era uno de los principales clientes y no era lo mismo pintar el h¨¢bito de un franciscano, casi de tela de alpargata, que el manto de un rey. El efecto del terciopelo, por ejemplo, se consigue jugando con la luz en los pliegues y d¨¢ndole un brillo casi met¨¢lico a los que sobresalen. Y ese centelleo se logra con capas y veladuras de pintura transparente. Esto es algo que a¨²n se estudiaba en Bellas Artes cuando yo entr¨¦. La asignatura se llamaba Vidas de santos y ropaje de lo antiguo?.
Santa Isabel de Turingia, Francisco de Zurbar¨¢n (1635-1640). Influida por el grabado del Arco del triunfo de Maximiliano I, de Durero, y el Hortulus Animae, de Han Springinklee.
Museo de Bellas Artes de Bilbao
Francisco de Zurbar¨¢n (1598-1664), influido por los italianos, dej¨® algunos de los mejores dise?os de moda, que han inspirado siglos despu¨¦s a maestros como Crist¨®bal Balenciaga. Su serie de santas, vestidas como grandes reinas, con las mejores telas bordadas con oro y piedras preciosas, no ser¨ªan lo mismo sin los trajes que el pintor ide¨® para cada una de ellas. ?La Venecia del siglo XVI?, narra Mena, ?propici¨® el sentido de la moda en los artistas que pintaron en ella, como el Veron¨¦s (1528-1588), cuyo valor y expresi¨®n art¨ªstica ser¨ªan muy distintos sin sus grandes creaciones de moda?. Los ¨²ltimos coletazos del renacimiento sentaron las bases del gusto por los tejidos en pintores barrocos como Zurbar¨¢n. Para Elio Berhanyer es, sin duda, el primer dise?ador de moda espa?ol: ?Los trajes de las santas los inventa ¨¦l. No pertenecen a ninguna ¨¦poca, no existieron nunca, nadie se visti¨® as¨ª. Son mujeres hermosas, maravillosamente vestidas¡ El tratamiento que hace de las telas es impresionante, porque la ca¨ªda, la textura y el color tambi¨¦n salen de su imaginaci¨®n?.
Berhanyer participa en la exposici¨®n Santas de Zurbar¨¢n: devoci¨®n y persuasi¨®n, que prepara el Instituto de la Cultura y las Artes del Ayuntamiento de Sevilla para la primavera pr¨®xima [del 3 de abril al 24 de julio de 2013]. Se trata de un ambicioso proyecto multidisciplinar que sigue los pasos de muestras como Fabric of Vision: Dress and Drapery in Painting (La textura de la visi¨®n: vestidos y tejidos en la pintura) de la National Gallery de Londres (2002). ?A partir del siglo XVI?, explica Anne Hollander, comisaria de aquella exposici¨®n, ?en el trabajo de pintores como Tintoretto y El Greco, los tejidos cobraron vida propia, cubrieron el lienzo con remolinos imposibles y comunicaron emociones?.
Las galer¨ªas del convento de Santa Clara de Sevilla acoger¨¢n a las 17 santas de Zurbar¨¢n con las que contar¨¢ la muestra y que proceden del Museo del Prado, el Thyssen (de Madrid y de M¨¢laga), el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la National Gallery de Londres, el Palazzo Bianco de G¨¦nova y la colecci¨®n Masaveu, adem¨¢s del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Pero sus trajes ocupar¨¢n espacios p¨²blicos, como plazas o f¨¢bricas abandonadas. ?Es una de las muchas buenas ideas que ha aportado el fot¨®grafo que colabora en la exposici¨®n, Jos¨¦ Carlos Nievas?, revela Andr¨¦s Pel¨¢ez, director del Museo Nacional del Teatro y comisario de la exposici¨®n, junto a Benito Navarrete, director de Infraestructuras Culturales y Patrimonio del Ayuntamiento de Sevilla.
Los trajes saldr¨¢n de los talleres de dise?adores espa?oles ¨Ccoordinados por Elio Berhanyer¨C que deben reinterpretar la vestimenta de las santas de Zurbar¨¢n. Seg¨²n ha podido saber S?Moda en exclusiva, ?gatha Ruiz de la Prada vestir¨¢ a santa ?gata; Modesto Lomba, a santa ?rsula; Hannibal Laguna, a santa Apolonia; Ana Locking, a santa Catalina; Victorio y Lucchino, a santa Isabel de Turingia; ?ngel Schlesser, a santa Catalina; Juan Duyos, a santa Eufemia; Francis Montesinos, a santa Margarita; Roberto Torreta, a santa Marina; Elio Berhanyer, a santa Casilda y a santa Isabel de Portugal; y Pedro Moreno, a dos ¨¢ngeles turiferarios. Adem¨¢s, ocho alumnos de la c¨¢tedra de Dise?o y moda de Elio Berhanyer en el Centro Tecnol¨®gico del Textil de Andaluc¨ªa (Citta) har¨¢n su interpretaci¨®n paralela de las mismas santas.
Zurbar¨¢n les imprimi¨® su propio estilo. ?La santa Casilda del Thyssen es de las mejor ataviadas?, analiza Amalia Descalzo. ?Lleva un vestido de terciopelo brocado. La capa es de tafet¨¢n de seda, un material que en la ¨¦poca era t¨¦cnicamente sencillo, pero que ten¨ªa mucho cuerpo, y te?ida de un gris que me atrever¨ªa a decir que es una degradaci¨®n del p¨²rpura. Est¨¢ rematada con una puntilla que se llama puntos de Espa?a, elaborada con encaje de bolillos con hilo de oro. La cenefa del bajo tambi¨¦n est¨¢ bordada con oro, perlas, esmeraldas y rub¨ªes o granates. La manga del vestido est¨¢ acabada con aldetas, un elemento decorativo muy teatral y con mucho ¨¦xito entre los pintores. Y el faldell¨ªn (la falda que va por debajo del traje) est¨¢ elaborado con un tejido adamascado (el dibujo se hace con positivos y negativos de la tela)?.
Benito Navarrete ha estudiado las fuentes iconogr¨¢ficas de Zurbar¨¢n y ha encontrado una clara influencia de los grabados de Alberto Durero (1471-1528) y de artistas germanos como Hans Springinklee (1490-1540). ?El Hortulus Animae de Springinklee influy¨® en Santa Margarita: en ambos aparece el mismo drag¨®n?. Sin duda, Zurbar¨¢n vio ese grabado. La Santa Isabel de Turingia guarda tambi¨¦n estrecho paralelismo con el cart¨®n alem¨¢n. ?Pero el que mejor orienta el estilo de sus santas es claramente el Arco de Maximiliano I de Durero?, en el que la madre del emperador, Leonor de Portugal y Arag¨®n, viste elaborados ropajes con bordados y brocatones.
?Y la tarasca?, a?ade Andr¨¦s Pel¨¢ez. Es una figura mitol¨®gica monstruosa que cierra las procesiones del Corpus Christi y sobre cuyos lomos viaja santa Marta, quien consigui¨®, seg¨²n la leyenda, domar a la bestia. En la ¨¦poca de Zurbar¨¢n los trajes para la carroza de la tarasca se encargaban a un autor de teatro y eran siempre los m¨¢s imaginativos. ?La moda de la calle reproduc¨ªa ese traje para la siguiente temporada, rest¨¢ndole teatralidad?.
Zurbar¨¢n bebi¨® de la ¨¦poca, de los grabados anteriores a su tiempo y de su propia inspiraci¨®n. Y, pasados los siglos, maestros del traje como Balenciaga no dudaron en hacer lo mismo. El legado de los pintores sirvi¨® de inspiraci¨®n para el modista. La capa y el fald¨®n de Santa Isabel se trasladaron al siglo XX a trav¨¦s de los vestidos de cola de pavo real que Balenciaga lanz¨® en 1959. Antes, en 1939, el creador vasco recuper¨® los trajes de los cuadros de Vel¨¢zquez con la l¨ªnea infanta. Los vestidos globo son la versi¨®n de los que se pueden encontrar en los lienzos de Goya, de quien tambi¨¦n adopt¨® los encajes de sus trajes populares. ?l nunca ocult¨® su fascinaci¨®n por el arte espa?ol, que hab¨ªa llegado a asimilar para poder reinterpretar. Su gusto se sofistic¨® y refin¨® en Par¨ªs, pero Balenciaga siempre volvi¨® a las ra¨ªces. En conversaciones con Coco Chanel reconoci¨® a Zurbar¨¢n como uno de los primeros dise?adores de moda. Para Ana Locking, que participar¨¢ en la exposici¨®n de las santas, el modo en que mezclaba los colores ha podido trascender en el color block y en las combinaciones de estampados actuales. ?Impresiona la gran maestr¨ªa con la que representa los diferentes tejidos y el peso de las telas, lo que imprime a los cuadros una fuerza visual incre¨ªble?.
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El arte tambi¨¦n puede ser visitado desde el punto de vista de la moda. En una ocasi¨®n, Manuela Mena recibi¨® al pr¨ªncipe de Gales con su esposa Lady Diana. ?l mostraba un enorme inter¨¦s por la pintura expuesta en El Prado y atend¨ªa a las explicaciones del gu¨ªa sin darse cuenta de que los pasos de su mujer en aquellas salas eran inseguros. Mena se hizo cargo: ?Iba mirando de un lado a otro, sin hallar asidero en aquella masa de pinceladas abrumadoras. Pero empez¨® a encontrar un sentido a esa cuesti¨®n enigm¨¢tica [el arte], cuando le fui mostrando la moda de tantos personajes lejanos, ajenos a nuestro tiempo?. Sus ojos se avivaron, se interes¨® y empez¨® a hacer preguntas. ?Entendi¨® que aquello ten¨ªa una faceta especial que no esperaba y que a ella misma le produc¨ªa curiosidad y ganas de pasar de una sala a otra?. Recorrieron de Tiziano a Rubens, de Vel¨¢zquez a Goya. All¨ª, ?la bella Marquesa de Santa Cruz, su rival en el tiempo, la esperaba recostada en su canap¨¦: ¡°?Que era la mujer m¨¢s bella de su tiempo?¡±, dijo, celosa y contrariada, la princesa moderna. ¡°Pues no era alta¡±?.