El chacach¨¢ del tren, por Carlos Areces
Ser¨ªa interesante plantear la creaci¨®n de vagones tem¨¢ticos, como el coche de la higiene o el de la sobriedad et¨ªlica.
Mi amigo An¨ªbal acababa de llegar a Madrid. Me coment¨® que hab¨ªa un nuevo vag¨®n en Renfe: ?Coche en silencio, lo llaman?, dijo. ?All¨ª est¨¢ prohibido hablar alto, hacer ruido o molestar con el m¨®vil. ?No es genial??.
Si algo me parec¨ªa lo no genial era aquello. Soy usuario habitual del tren, y hablar a gritos, no quitar los sonidos del m¨®vil o reproducir en alto los v¨ªdeos que te han enviado por whatsapp es OBJETIVAMENTE da?ino; entonces, ?por qu¨¦ hacer del coche silencioso LA EXCEPCI?N? ?Es l¨ªcito vociferar en el resto de vagones porque para lo contrario ?ya hay uno silenci...
Mi amigo An¨ªbal acababa de llegar a Madrid. Me coment¨® que hab¨ªa un nuevo vag¨®n en Renfe: ?Coche en silencio, lo llaman?, dijo. ?All¨ª est¨¢ prohibido hablar alto, hacer ruido o molestar con el m¨®vil. ?No es genial??.
Si algo me parec¨ªa lo no genial era aquello. Soy usuario habitual del tren, y hablar a gritos, no quitar los sonidos del m¨®vil o reproducir en alto los v¨ªdeos que te han enviado por whatsapp es OBJETIVAMENTE da?ino; entonces, ?por qu¨¦ hacer del coche silencioso LA EXCEPCI?N? ?Es l¨ªcito vociferar en el resto de vagones porque para lo contrario ?ya hay uno silencioso?? ?No ser¨ªa m¨¢s l¨®gico proponer un ¨²nico vag¨®n atronador, para que los ruidosos tomaran conciencia de anormalidad? Adem¨¢s, ?por qu¨¦ crear la esperanza de ese vag¨®n id¨ªlico y relegarlo a un n¨²mero tan limitado de plazas? ?Est¨¢ en los salmos: s¨®lo unos pocos, Los Elegidos, tendr¨¢n acceso al sosiego, su recompensa por haber sacado el billete pronto?. ?Desde cu¨¢ndo el derecho a no ser molestado resulta tan elitista? ?A qu¨¦ plan demencial responde esta pol¨ªtica? ?O es algo contra m¨ª, en concreto?
Adem¨¢s, la permisividad de su uso sin restricciones en el 90% del tren supone otra batalla perdida contra mi viejo archienemigo, El M¨®vil de los Dem¨¢s. Nos hemos enfrentado en el cine, cuando queda claro que alg¨²n espectador no lo ha silenciado. Soy tolerante al o¨ªr los primeros tonos de una llamada si observo verg¨¹enza en el responsable y premura por poner el tel¨¦fono en silencio. Pero ?qu¨¦ pasa con la gente que no se ha olvidado de apagarlo, sino que tiene un plan mucho m¨¢s crudo? ?Qu¨¦ pasa con la gente que lo deja encendido para poder contestar? ?Ese rizar el rizo de lo no emp¨¢tico? ?Qu¨¦ mensaje est¨¢n lanzando al mundo? ?Mi vida de ah¨ª fuera es mucho m¨¢s interesante que esta ficci¨®n a la que t¨² te aferras, por eso no puedo desatenderla siquiera durante hora y media?.
Tambi¨¦n lo he sufrido en el transporte p¨²blico urbano. En un autob¨²s, dos j¨®venes compart¨ªan su reggaeton con el resto de los viajeros a trav¨¦s del tel¨¦fono, sin haberles sido solicitado ello. Su lenguaje corporal evidenciaba una dura infancia y familias muy desestructuradas, lo que a buen seguro hab¨ªa desembocado en una actitud violenta ante la represi¨®n, por lo que nadie abr¨ªa la boca. Me erig¨ª en el l¨ªder de aquella masa muda de ciudadanos importunados. Para mostrarles lo molesto de su proceder recurr¨ª a la imitaci¨®n: sub¨ª al m¨¢ximo el volumen de mi aparato y comenc¨¦ a reproducir mi lista musical. El improbable dueto entre Don Omar y Dolly Parton invadi¨® agresivamente el autob¨²s de la l¨ªnea 34; lo desacompasado de sus tempos, sus melod¨ªas incompatibles, creaban una nueva forma de incomodidad muy pionera, un malestar muy nuevo. Pero al no evidenciar mi lenguaje corporal desestructura familiar alguna, muy al contrario, mimos y arropo, un usuario del autob¨²s s¨ª se atrevi¨® a increparme a gritos A M? SOLO (¡®solo¡¯, aqu¨ª dudo si poner tilde o no, porque solamente me increp¨® a m¨ª sin estar yo acompa?ado) por mi incivismo. Los chicos del reggaeton salieron a mi amparo y defendieron mi derecho a escuchar m¨²sica en un entorno p¨²blico. Giro final: los chavales muy colegas, yo de v¨¢ndalo antisistema, el boomerang me hab¨ªa golpeado en la cara.
Volviendo al tren, ser¨ªa interesante plantear la creaci¨®n de otros vagones tem¨¢ticos: el coche de higiene, donde es obligatorio haberte aseado en un espacio de tiempo prudencial previo al embarque. Los tufos axilares penetrantes, el sudor acumulado o el olor a pies estar¨¢n prohibidos S?LO EN ESE VAG?N. Si tienes suerte de coger plaza en el coche de sobriedad et¨ªlica estar¨¢s legalmente resguardado de que te toque un compa?ero de asiento borracho. O tal vez prefieras viajar en el coche simpat¨ªa, el ¨²nico donde se garantiza la sonrisa del revisor. Pero cada vag¨®n es estanco, NINGUNO re¨²ne todas las condiciones. Al pasaje s¨®lo se le permite huir de uno de los infiernos, lo dem¨¢s queda en manos del azar.
*Carlos Areces es actor y se?ora mayor.