Georgia O¡¯Keeffe y Alfred Stieglitz o escribir para amarse: un melodrama de pasi¨®n e infidelidades en 25.000 cartas
La gran pintora americana y el fot¨®grafo y galerista tienen una de las correspondencias m¨¢s extensa documentada entre dos amantes, de 1915 a 1945
El nombre de la genial pintora Georgia O¡¯Keeffe, madre del modernismo norteamericano, va asociada a una de las historias de amor m¨¢s esquivas, heterodoxas y fascinantes de todo el siglo XX. Y todo comenzar¨¢ de una forma abrupta y casual, como dictan los manuales de las novelas rom¨¢nticas.
En 1915 conoce a Alfred Stieglitz, fot¨®grafo y due?o de la galer¨ªa 291 de Nueva York, la puerta de entrada de las vanguardias europeas a Estados Unidos, de Matisse a Duchamp. ?l es un reconocido artista de 52 a?os y ella una profesora de dibujo de 28 a?os. Todav¨ªa no e...
El nombre de la genial pintora Georgia O¡¯Keeffe, madre del modernismo norteamericano, va asociada a una de las historias de amor m¨¢s esquivas, heterodoxas y fascinantes de todo el siglo XX. Y todo comenzar¨¢ de una forma abrupta y casual, como dictan los manuales de las novelas rom¨¢nticas.
En 1915 conoce a Alfred Stieglitz, fot¨®grafo y due?o de la galer¨ªa 291 de Nueva York, la puerta de entrada de las vanguardias europeas a Estados Unidos, de Matisse a Duchamp. ?l es un reconocido artista de 52 a?os y ella una profesora de dibujo de 28 a?os. Todav¨ªa no est¨¢n al mismo nivel, aun as¨ª la fascinaci¨®n ser¨¢ mutua. Stieglitz sabe reconocer el arte genuino y quedar¨¢ hechizado por una serie de diez dibujos al carb¨®n de O¡¯Keeffe, hasta el punto de exhibirlos en su galer¨ªa a¨²n sin el permiso de ella. As¨ª se conocer¨¢n, ¨¦l forz¨¢ndola a abrirse al mundo y ense?ar todo su talento y ella incapaz de resistirse a esa insistencia y fuerza natural.
Stieglitz ser¨¢ quien la promocione. La aconsejar¨¢ que deje las acuarelas de sus inicios y pinte ¡°de verdad¡±, porque conoce el mundo del arte y sabe que si no da el salto siempre la tratar¨¢n de pintora amateur. Ella quedar¨¢ prendada por este carism¨¢tico y egoc¨¦ntrico artista que le permitir¨¢, despu¨¦s de a?os de b¨²squeda, encontrar una voz personal y defenderla incluso contra ¨¦l mismo y el amor que se profesan.
En realidad, no existe una raz¨®n clara para que estas dos personas se amen, pero lo hacen. Como un buen melodrama, su historia ser¨¢ c¨ªclica, y por tanto tr¨¢gica, porque su destino es f¨¢cil de prever pero inevitable. Primero su relaci¨®n se basar¨¢ en la admiraci¨®n mutua, de artista a mentor. Luego ser¨¢n amantes, ya que ¨¦l estar¨¢ casado cuando se conozcan. Despu¨¦s se casar¨¢n y experimentar¨¢n una vida plena, pero pronto la rueda volver¨¢ a girar.
Ella se marchar¨¢ temporadas a Nuevo M¨¦xico, sola y ¨¦l tendr¨¢ una nueva y joven amante, tambi¨¦n artista. O¡¯Keeffe ver¨¢ su vida a trav¨¦s de un efecto espejo y el reflejo ir¨¢ en su contra. Ahora ella es la mujer abandonada, lo que convierte su amor en insignificante. Caer¨¢ en la depresi¨®n y la crisis nerviosa, lo que la recluir¨¢ unos meses en un hospital psiqui¨¢trico. Y a¨²n as¨ª, permanecer¨¢n casados m¨¢s de diez a?os m¨¢s, hasta el d¨ªa que ¨¦l muera, en una relaci¨®n a distancia documentada en m¨¢s de 25.000 cartas.
El relato de su amor es mucho m¨¢s importante que el amor en s¨ª. Ellos lo saben y lo cultivan. Escriben para amarse, no al rev¨¦s, no escriben porque se aman. A veces lo hacen tres y cuatro veces el mismo d¨ªa. Algunas cartas tienen 40 p¨¢ginas. No existe una correspondencia mayor entre dos amantes en toda la historia. Se lo cuentan todo, necesitan explicar hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle de lo que hacen, de lo que piensan, de lo que sienten.
Ninguno de los dos son grandes escritores, la poes¨ªa est¨¢ en sus cuadros y fotograf¨ªas, no en sus cartas, pero esa urgencia por acercarse el uno al otro desde la distancia es hermosa y tan real que uno lee las cartas casi avergonzado, como si estuviese traicionando su intimidad. Escriben para amarse, dec¨ªamos, por lo que es imposible leer las cartas y no amarlos.
Ser¨¢n 30 a?os de cartas, de 1915 a 1946, el a?o de la muerte de Stieglitz. Desde su primer encuentro, no tardar¨¢n en enamorarse. En 1919, ella enferma de la temida gripe espa?ola, la ¨²ltima gran pandemia antes de nuestro coronavirus que caus¨® m¨¢s de 20 millones de muertes en todo el mundo. Ella vive en Texas, pero ¨¦l insistir¨¢ a que venga a Nueva York con ¨¦l para que as¨ª pueda cuidarla. La separaci¨®n con la primera mujer de Stieglitz es definitiva. Ella se recuperar¨¢ y se casar¨¢n finalmente en 1924.
¡°Me est¨¢s empezando a gustar de forma tan absoluta que a veces me asusta¡±, escribe O¡¯Keeffe en 1916. ?l lo sabe, pero tambi¨¦n sabe lo que significa quererle y la advierte de los peligros. ¡°A veces pienso que voy a volverme loco. Significas tanto para m¨ª que pienso que no deber¨ªas acercarte a m¨ª. Acercarte puede traerte oscuridad en lugar de luz y una criatura como t¨² deber¨ªa vivir siempre en la luz¡±, le escribe Stieglitz en 1917.
Ya es demasiado tarde. El fot¨®grafo est¨¢ por completo obsesionado por O¡¯Keeffe, a la que retrata en m¨¢s de 300 ocasiones, 200 de ellas desnuda. Ella, a su lado, consigue ser realmente consciente de s¨ª, de su cuerpo, de sus necesidades, de su voz. Parad¨®jicamente ser¨¢ el amor lo que la de su aut¨¦ntica independencia.
Una vez casados, empiezan los peque?os problemas. Ella quiere tener hijos, ¨¦l no. Ella est¨¢ cansada de los veranos en casa de la familia de ¨¦l y prefiere ir en busca de nuevos paisajes. ¡°Era un hipocondr¨ªaco y no pod¨ªa estar a m¨¢s de 50 kil¨®metros de su doctor¡±, dir¨¢ O¡¯Keeffe describiendo a su marido, que nunca sale de Nueva York. Adem¨¢s, empieza a ser reconocida y muy cotizada, mientras los mejores d¨ªas de Stieglitz parecen haber quedado atr¨¢s. ?Alguien ha visto Ha nacido una estrella? Pues poco falta para haber salido de la vida real de ellos dos. En 1929, cuando ella tiene 42 a?os y ¨¦l ha pasados los 60, O¡¯Keeffe decide pasar temporadas en Taos, en Nuevo M¨¦xico y ¨¦l comienza en 1927 una aventura con la fot¨®grafa Dorothy Norman, de s¨®lo 22 a?os, con la que tambi¨¦n hace el papel de mentor.
Cuando ella se entera, a principios de los a?os 30, cae en una profunda depresi¨®n y es ingresada en el hospital por una crisis? nerviosa. ¡°He pensado mucho en ti. Nunca he olvidado tus maravillosas manos y el color de tus ojos¡ si todav¨ªa est¨¢s en el hospital cuando vuelva, te llevar¨¦ flores, aunque es dif¨ªcil de encontrar las que querr¨ªa para ti¡±, le escribe a O¡¯Keeffe la otra gran pintora del siglo XX, Frida Kahlo, en 1933.
A partir de aqu¨ª, la relaci¨®n entre los dos ser¨¢ b¨¢sicamente a distancia. Los amigos de Nuevo M¨¦xico de O¡¯Keeffe se burlan de que est¨¦ todo el d¨ªa escribiendo, pero a estas alturas es una necesidad psicol¨®gica. A veces tendr¨¢n alguna disputa por el f¨¦rreo control que hace Stieglitz de la obra de la pintura, pero en las cartas parece s¨®lo querer presentarse como almas gemelas. En 1938, Stieglitz tendr¨¢ el primero de una serie de ataques al coraz¨®n que acabar¨¢n con su vida en 1946. Cuando O¡¯Keeffe llegue a su habitaci¨®n de hospital, se encontrar¨¢ a Dorothy Norman junto a ¨¦l. Ella se ir¨¢ en silencio dejando solos a marido y mujer. ?l fallecer¨¢ horas despu¨¦s y ella se instalar¨¢ definitivamente en el desierto de Nuevo M¨¦xico donde ya no tendr¨¢ que escribir cartas a nadie.
La pintora se convertir¨¢ en aut¨¦ntico t¨®tem del arte contempor¨¢neo, con sus celebradas flores maximizadas, que parecen mapas de la emoci¨®n humana, sus paisajes des¨¦rticos o sus rascacielos de Nueva York. Morir¨¢ en 1986 a los 98 a?os y su nombre ya ser¨¢ leyenda. En 2016, uno de sus cuadros, Black Mesa Landcape. New Mexico, pintado en 1930, se subastar¨¢ por 44 millones de d¨®lares, convirti¨¦ndose en la pintora moderna m¨¢s cotizada. ¡°He estado aterrorizada cada d¨ªa de mi vida, pero eso no me ha impedido nunca hacer lo que quer¨ªa hacer¡±, dir¨¢. Esta mezcla de miedo y determinaci¨®n se lee en todos sus cuadros y lo que la hace realmente excepcional. Stieglitz fue el primero en verlo e hizo todo lo que pudo para que tambi¨¦n lo vi¨¦semos los dem¨¢s.