¡®La idiota¡¯: oda a la pringada que fuimos con aquel cuelgue absurdo (y que nunca m¨¢s ser¨¢)
Antes de los stories de Instagram estuvo el mail. Elif Batuman describe en esta novela de iniciaci¨®n (con tintes autobiogr¨¢ficos) los sonrojantes caminos del flirteo amoroso de una estudiante reci¨¦n aterrizada en Harvard en 1995.
?Antes de ir a la universidad, no sab¨ªa lo que era el correo electr¨®nico?. La primera frase de La idiota (Literatura Random House, 2019), la reci¨¦n traducida primera novela de Elif Batuman (Nueva York, 1977), activa un resorte tan nost¨¢lgico como sonrojante sobre las que llegaron a la carrera entre finales de los 90 y principios de los 2000. Al igual que Selin, la protagonista, toda ...
?Antes de ir a la universidad, no sab¨ªa lo que era el correo electr¨®nico?. La primera frase de La idiota (Literatura Random House, 2019), la reci¨¦n traducida primera novela de Elif Batuman (Nueva York, 1977), activa un resorte tan nost¨¢lgico como sonrojante sobre las que llegaron a la carrera entre finales de los 90 y principios de los 2000. Al igual que Selin, la protagonista, toda una generaci¨®n de mujeres afront¨® el paso a una vida adulta y se las apa?¨® como pudo en materia sexoafectiva en un mundo sin Instagram, Tuenti o Fotolog. En la era pre MySpace y?cuando el flirteo digital andaba en pa?ales, sin normas heredadas o notificaciones por DM, el email se convirti¨® en h¨¢bil herramienta para el cuelgue epistolar. Conversaciones que,?sin importar su extensi¨®n, se rele¨ªan una y otra vez, cargadas de simbolismos, referencias y mensajes escondidos. Textos de gente que se cre¨ªa muy adulta (y no lo era) en los que se volcaba toda la profundidad y elocuencia posible porque las pantallas de los Alcaltel y Nokias de turno no daban para mucha parrafada existencial v¨ªa SMS.?De eso va, en parte, la novela (parte autobiogr¨¢fica) de esta acad¨¦mica, ensayista y periodista del New Yorker. De aguantar la respiraci¨®n al abrir una bandeja de entrada que todav¨ªa no entend¨ªa de spam?y de newsletters.?De volver la vista atr¨¢s, de entender lo idiota y fant¨¢stico ser humano que se fue por volcar esas ¨²ltimas ilusiones de ni?a-mujer en mensajes para gente que nunca m¨¢s ser¨ªa, para amores-bisagra que marcaron pero no llevaron a ninguna parte m¨¢s all¨¢ del (valios¨ªsimo) propio aprendizaje y desarrollo personal.
Nadie pensaba que una novela de iniciaci¨®n de 400 p¨¢ginas sobre el primer a?o en Harvard de una hija de inmigrantes turcos?obsesionada con la ling¨¹¨ªstica, m¨¢s apasionada por los piques entre los seguidores de Chomsky con los de Sapir-Whorf que por la cultura pop adolescente y profundamente obsesionada con los mails que se intercambia con Ivan ¨Cestudiante de matem¨¢ticas y su fugaz compa?ero de clase de ruso¨C llegar¨ªa a colarse en la lista de los best sellers del New York Times, ser¨ªa?nominada al Pulitzer y tendr¨¢ una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica. Tampoco lo pensaba la propia Batuman, que escribi¨® el primer manuscrito del tir¨®n a los 23 a?os al acabar la carrera y lo guard¨® en un caj¨®n. Tras una aclamada colecci¨®n de ensayos (Los pose¨ªdos. Mis aventuras con libros rusos y la gente que los lee, editada por Seix Barral en 2011), decidi¨® escribir su primera novela y volvi¨® a ese texto tras entender que de poco serv¨ªa lo que escrib¨ªa si todo le llevaba a aquella parrafada de cuando termin¨® Harvard.
En las p¨¢ginas de La Idiota?la inocencia de la protagonista y su comprensible nula capacidad de relacionarse se mezclan con brotes de inteligencia mordaz de una precoz escritora. Selin sabe que ?como de costumbre, era m¨¢s interesante observar a las chicas?, odia los ?finales felices? (??Por qu¨¦ todos los relatos ten¨ªan que acabar en una boda??) y es la art¨ªfice del factor Disney para detectar a cretinos desde su infancia, algo que aprendi¨® viendo?Dumbo con el resto de su clase: ?Se re¨ªan y daban gritos de alegr¨ªa cada vez que a Dumbo le pasaba algo bueno y a sus enemigos algo mal. Pero ellos sois vosotros, pens¨¦ para m¨ª. ?Es que no lo ve¨ªan? Era asombroso, desconcertante. Todos pensaban que eran Dumbo. Una vez y otra vez vi que el fen¨®meno se repet¨ªa. Las chicas m¨¢s mezquinas, las que creaban clubes secretos para hacer el vac¨ªo a la chicas que iban mal vestidas, estaban encantadas de ver a Cenicienta triunfar sobre sus hermanastras. Se alegraban cuando el pr¨ªncipe la besaba. Era evidente que no solo se consideraban personas nobles y buenas, sino que tambi¨¦n quer¨ªan amar y ser amadas?. Mientras se gana la admiraci¨®n de editoras seniors de la Universidad con sus primeros cuentos, el lector no puede evitar empatizar con su masoquismo emocional: ?Le¨ªa los mensajes de Ivan una y otra vez y me preguntaba qu¨¦ quer¨ªan decir. Me sent¨ªa avergonzada, pero ?por qu¨¦? ?Por qu¨¦ era m¨¢s respetable releer e interpretar una novela como Las ilusiones perdidas que releer e interpretar los emails de Ivan?? .
Batuman describe las entra?ables angustias que ofrecen los 18 a?os, ya sea en Harvard o en cualquier otro rinc¨®n sin elitismo cultural, tratando de descifrar las claves de una (pretenciosa e irregular) relaci¨®n v¨ªa email: ?Por la ma?ana, cuando vi el nombre de Ivan en la bandeja de entrada, casi me ech¨¦ a llorar. Me record¨® un tipo de tortura sobre el que hab¨ªa le¨ªdo, en el que los captores te iban devolviendo los sentidos uno a uno, y al final sent¨ªas tal gratitud que acababas cont¨¢ndoselo todo?. Correos de un mujeriego con novia (Eunice) que juega al despiste con la protagonista y que pretende tenerlo todo (?Busqu¨¦ el nombre ¡®Eunice¡¯ en el directorio de la universidad. Hab¨ªa once. Todas ellas ten¨ªan la capacidad de hacerme sentir como un trapo?). Desesperada por poner sentido a esa relaci¨®n epistolar (?no pod¨ªa hablar, no pod¨ªa leer?), Selin se re¨²ne con un psic¨®logo cl¨ªnico de Harvard ¨Cun esc¨¦ptico tecnol¨®gico que pone en duda la realidad f¨ªsica de su interlocutor¨C y hasta llega a viajar a Hungr¨ªa, donde est¨¢n las ra¨ªces de Ivan, porque cree que en sus calles lograr¨¢ comprender mejor?su mente.
La idiota no va sobre conseguir algo en concreto. Tampoco es la historia de una perdedora. Es una gu¨ªa que se disfruta de forma tard¨ªa, al reconocerse en esa torpeza y en las lecciones del infausto y necesario camino del despertar sentimental. Mientras trabaja en la secuela de la novela, Batuman?asegura que lo que buscaba era ?escribir sobre la lucha de una chica que quiere encontrar significados fuera del propio romance? y que ?la tensi¨®n en el libro fue la que hubo en mi vida. Me imagino que todav¨ªa est¨¢ en la vida de muchas mujeres j¨®venes. Hay algo degradante en colocarse a una misma en la b¨²squeda del amor de un hombre. Todav¨ªa medimos nuestra felicidad en funci¨®n de lo bien que ellos nos traten?.
Al igual que Selin, la autora es hija de inmigrantes turcos, es m¨¢s alta que la media y so?aba con ser escritora desde ni?a. Hay tanto de su vida en las p¨¢ginas del libro de su Ivan particular que ella misma contact¨® con ¨¦l dos d¨¦cadas despu¨¦s para avisarle de la publicaci¨®n de la novela y contar con su benepl¨¢cito. El dio el visto bueno algo abrumado. Por supuesto, no recordaba ni la mitad de lo que se hab¨ªan escrito en la universidad y se qued¨® asombrado frente su precisi¨®n de memoria o al comprobar c¨®mo ella todav¨ªa sab¨ªa el nombre de su perro y preguntaba por ¨¦l. ?Solo le falt¨® decirme ¡®?Paz, hermana!¡¯ cuando colgamos el tel¨¦fono?, explic¨® la propia Batuman entre risas en el podcast de The Cut, certificando?que la balanza estaba m¨¢s que desequilibrada en el impacto emocional de aquella relaci¨®n no consumada. Por algo su libro se llama La idiota. Qui¨¦n no lo ha sido.