?Me cas¨¦ con la Torre Eiffel?: as¨ª es la objetofilia (o el deseo sexual hacia los objetos)
Un documental rastrea las pulsiones de la ¡®objetofilia¡¯, o c¨®mo algunos humanos mantienen relaciones sexuales y sentimentales con cosas.
Las personas casi siempre defraudan. Los animales raramente, a menos que se sientan amenazados, pero los objetos son, seguramente, los m¨¢s confiables, los que siempre estar¨¢n ah¨ª para ayudarnos, acompa?arnos y hasta reconfortarnos cuando estemos tristes. Si exceptuamos, eso s¨ª, los ¡®made in China¡¯ o los fabricados con obsolescencia programada, que nos dejan tirados en el peor momento.
Los objetos son por naturaleza inanimados, aunque el alma puede luego a?ad¨ªrsele al gusto. Los ni?os son muy dados a inyectar vida y personalidad a sus juguetes. Y los adultos, aunque no quieran reconocerl...
Las personas casi siempre defraudan. Los animales raramente, a menos que se sientan amenazados, pero los objetos son, seguramente, los m¨¢s confiables, los que siempre estar¨¢n ah¨ª para ayudarnos, acompa?arnos y hasta reconfortarnos cuando estemos tristes. Si exceptuamos, eso s¨ª, los ¡®made in China¡¯ o los fabricados con obsolescencia programada, que nos dejan tirados en el peor momento.
Los objetos son por naturaleza inanimados, aunque el alma puede luego a?ad¨ªrsele al gusto. Los ni?os son muy dados a inyectar vida y personalidad a sus juguetes. Y los adultos, aunque no quieran reconocerlo, tambi¨¦n tienen sus pertenencias animadas, de las que les costar¨ªa desprenderse. Es cierto que las cosas no piensan por s¨ª mismas, pero pueden hacernos reflexionar, simbolizar una ¨¦poca de nuestras vidas, sugerir sentimientos o estados de ¨¢nimo o representar a un pa¨ªs o una ciudad. ?Qu¨¦ me dicen del Big Ben, la Fontana di Trevi o el Empire State? Cuando cayeron las Torres Gemelas, no se vinieron abajo dos simples edificios, sino todo un s¨ªmbolo de la Gran Manzana, el capitalismo y el siglo XX. Y para los que sigan despreciando a los objetos, o no otorg¨¢ndoles su verdadero valor, es bueno recordar que en la pel¨ªcula Blade Runner (1982) los replicantes ¨Ctambi¨¦n materia¨C acaban desarrollando sentimientos, lo que se traduc¨ªa posteriormente en problemas. El s¨ªntoma claro de que esta ¡®enfermedad¡¯ aquejaba ya a un humanoide era, simple y llanamente, que ¨¦ste empezaba a desarrollar un gusto por tener cosas: fotograf¨ªas, mu?ecos o animales creados artificialmente.
Los hay que van m¨¢s all¨¢ y no solo gustan de poseer cosas, sino que se enamoran de ellas y las convierten en sus objetos de deseo. Una parafilia que se conoce como objetofilia y que salta de vez en cuando a los titulares de los peri¨®dicos, especialmente cuando lo que ha desencadenado la pasi¨®n es un monumento, un s¨ªmbolo, un patrimonio de la humanidad. En Leeds, Reino Unido, vive Amanda Whittaker, una dependienta de 31 a?os que se confiesa enamorada de la Estatua de la Libertad, a la que ella llama, cari?osamente, Libby. Amanda conoci¨® la objetofilia desde adolescente, cuando tuvo un affaire con una bater¨ªa que sol¨ªa tocar. Su relaci¨®n a larga distancia con el s¨ªmbolo de Manhattan es complicada, aunque ella va a visitarla de vez en cuando; mientras mantiene su casa, al norte de Inglaterra, llena de referencias al monumento en forma de posters, cojines, camisetas, cuadros o peluches. Seg¨²n declaraba Whittaker al Daily Mail, ella siente que su amor es correspondido.
Algunos, no dudan en llegar hasta el altar, simulando una ceremonia parecida al matrimonio para afianzar su relaci¨®n. A finales de los a?os 70, Eija-Riitta Berliner-Mauer se ¡®cas¨®¡¯ con el Muro de Berl¨ªn. Otros casos, sin embargo, acaban en comisar¨ªa como el de Robert Stewart, que en 2007 fue denunciado por mantener relaciones sexuales con una bicicleta en un hostal; o el de Karl Watkins que fue procesado, en 1993, por conducta indecorosa con el pavimento de la localidad inglesa de Redditch.
Pero el affaire persona-objeto m¨¢s conocido es el de Erika Eiffel, ex militar estadounidense que se enamor¨® de la Torre Eiffel, se cas¨® con ella, ha adoptado su apellido y ha protagonizado un documental sobre objetofilia titulado Married to the Eiffel Tower. Erika es tambi¨¦n la creadora de una web, Objectum Sexuality, dirigida a personas con esta orientaci¨®n sentimental y a familiares o amigos, con la intenci¨®n de dar a conocer este mundo y explorar un poco sus parajes, para evitar que su interpretaci¨®n acabe casi siempre en la carcajada o el rid¨ªculo. El logo de la p¨¢gina de Erika es una valla de madera roja porque seg¨²n se explica online, ¡°es un objeto simb¨®lico. La ponemos para protegernos pero no para echar a otros y permite mirar y ver lo que hay dentro¡±.
Como comenta Erika a S Moda, ¡°la gente todav¨ªa no nos toma muy en serio. Lo primero es pensar que somos unos chiflados. Pero incluso los m¨¢s comprensivos tienden a hacer apreciaciones, elaborar sus propias teor¨ªas. Los malentendidos m¨¢s comunes entorno a la comunidad OS (Objectum sexuality) son pensar que la mayor¨ªa de sus miembros son mujeres ¨Cseguramente porque los casos m¨¢s famosos eran protagonizados por chicas¨C, adem¨¢s de creer que este comportamiento se deriva de abusos en la infancia. Los estudios demuestran que solo una peque?a proporci¨®n de gente OS los ha sufrido. Adem¨¢s, de ser cierta esta teor¨ªa, es seguro que en el mundo habr¨ªa muchas m¨¢s personas con esta inclinaci¨®n. Otra de las ideas que circulan entorno a nosotros es que elegimos enamorarnos de objetos en vez de personas porque as¨ª tenemos el control y evitamos la complejidad de las relaciones humanas. Pero nadie elige el objeto de su amor y, por otro lado, yo no tachar¨ªa de f¨¢cil tener sentimientos hacia una cosa, que a veces es dif¨ªcil tener cerca y sobre la que no tienes ning¨²n control. Ya sea porque pertenece a otro o porque es un edificio p¨²blico¡±.
Pero, ?c¨®mo puede alguien llegar a enamorarse de un objeto? La pregunta del mill¨®n es contestada en la web de forma filos¨®fica y contundente a la vez, ¡°no hay una definici¨®n de amor porque ¨¦ste sentimiento tiene muchos niveles y cubre un amplio espectro. Aunque, te¨®ricamente, cualquiera o cualquier cosa pueden ser amados. El amor no tiene reglas que requieran de un qui¨¦n o un qu¨¦ para expresar esta emoci¨®n, siempre que no cause da?o, ni sea contra la voluntad de nadie (¡). Claro que la pregunta todav¨ªa no est¨¢ contestada para aquellos que creen firmemente que el amor debe tener una cierta reciprocidad, una relaci¨®n. Naturalmente, si vemos los objetos como inanimados esto es complicado, aun cuando entre personas se dan casos de amor en una sola direcci¨®n ¨Camor plat¨®nico o no correspondido¨C. Nosotros, sin embargo, comprobamos que los sentimientos son correspondidos y devueltos por el objeto elegido¡±.
En opini¨®n de Francisca Molero, sex¨®loga, ginec¨®loga, directora del Institut Clinic de Sexolog¨ªa de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexolog¨ªa, ¡°esta parafilia es propia de personas con pocas habilidades sociales. Como especie es importante la reciprocidad, el intercambio. Pero aqu¨ª se buscan las sensaciones y emociones sin el miedo a que nadie te haga da?o¡±.
Relaciones con o sin sexo e interacciones con personas
Tener una inclinaci¨®n a desarrollar amor por los objetos no excluye, seg¨²n apunta Erika, otras relaciones con personas. ¡°Muchos miembros de nuestra comunidad tienen pareja, y hay una gran proporci¨®n de bisexuales, que comparten su objetofilia con sus compa?eros/as¡±.
Cuando le pregunto a Erika si el proceso de descubrimiento de esta orientaci¨®n sentimental es similar al de los homosexuales, bisexuales o transexuales, ella comenta, ¡°como en esos casos, llega un momento en que uno se da cuenta de que es diferente a la mayor¨ªa. Y esto ocurre generalmente en la pubertad, cuando el deseo de crear relaciones empieza. En ese momento es cuando la persona debe aceptar sus sentimientos o esconderlos para encajar en el molde y, entonces, es cuando la lucha comienza¡±.
En la web de este colectivo abundan los testimonios de aquellos seducidos por todo tipo de cosas, aunque hay una mayor inclinaci¨®n hacia aquellas manufacturadas, con un largo proceso de elaboraci¨®n, pasado industrial y clase obrera. Coches, puentes, dep¨®sitos de agua, monumentos ¨Cen el documental hay una mujer casada con el Golden Gate que se ha hecho con una de sus piezas¨C.
En el bando m¨¢s po¨¦tico y menos utilitario se sit¨²a una mujer enamorada de las palabras que habla ingl¨¦s, ruso, polaco y lat¨ªn y que alterna affaires con vocablos de varios idiomas. De ni?a, seg¨²n ella misma cuenta, estuvo fascinada con paisajes, una barrera hidr¨¢ulica y una gr¨²a flotante. ¡°Estar enamorada de las palabras¡±, dice, ¡°significa todo lo que uno puede experimentar cuando quiere a una persona. Todas las emociones asociadas al amor, el romance y la sensibilidad er¨®tica¡±.
Cuando se llega al terreno del erotismo y de la sexualidad, las cejas se arquean, los ojos de abren y las mentes imaginan escenas propias de un g¨¦nero cinematogr¨¢fico que tendr¨ªa que inventarse, el porno fant¨¢stico de ciencia ficci¨®n. En palabras de Erika, ¡°como cualquier otra orientaci¨®n, existe un espectro que contempla el sexo. Para unos la parte f¨ªsica de la sexualidad no es un elemento clave en la relaci¨®n; mientras que para otros es muy importante. La gente se cuestiona sobre el aspecto sexual de la comunidad OS, pero preguntar no siempre es muy respetuoso. Nadie tendr¨ªa que justificar o hacer diagramas sobre c¨®mo hace el amor, para que los dem¨¢s lo entiendan¡±.
El testimonio en la web de un ingeniero, seducido por un equipo de sonido, es algo m¨¢s expl¨ªcito, ¡°el hecho de que mantengamos relaciones sexuales con objetos no quiere decir que el sexo sea de la misma manera que con humanos. Muchas veces el sexo entre las personas OS est¨¢ basado en una intimidad emocional, aunque para otros es algo puramente f¨ªsico. Personalmente yo lo experimento como una conexi¨®n psicol¨®gica, como la energ¨ªa que se trasfiere cuando besas o abrazas a alguien a quien amas, como la que se tiene despu¨¦s de haber hecho el amor¡±.
Le pregunto a Erika, que anteriormente estuvo enamorada de un arco con el que compet¨ªa y ganaba trofeos, como sigue su relaci¨®n con la Torre Eiffel, ¡°sol¨ªa visitarla a menudo, pero la forma en que los medios hablaban de lo nuestro, como algo vergonzoso y enfermo, nos afect¨® mucho. No creo que tenga que oponer resistencia a mi amor por ella. Me gustar¨ªa ser m¨¢s fuerte y decirle al mundo que se ocupe de sus propios asuntos, pero al fin de al cabo soy humana, aunque mi pareja no lo sea, y esto me afecta¡±.