Soho House: la casa en la playa de Barcelona del club que uni¨® a Meghan y Harry
Este nuevo espacio privado mantiene la est¨¦tica de las famosas casetas de playa del Garraf y del modesto hotel de los a?os 50 que ocupaba antes el edificio.
El antiguo Hotel Quim de Garraf era una de esas construcciones del litoral mediterr¨¢neo levantadas antes de cualquier Ley de Costas sobre la arena misma de la playa y con el mar llegando casi a la puerta. Ahora este peque?o hostal con bar y merendero se ha convertido en algo un tanto diferente, la Little Beach House, el ...
El antiguo Hotel Quim de Garraf era una de esas construcciones del litoral mediterr¨¢neo levantadas antes de cualquier Ley de Costas sobre la arena misma de la playa y con el mar llegando casi a la puerta. Ahora este peque?o hostal con bar y merendero se ha convertido en algo un tanto diferente, la Little Beach House, el establecimiento n¨²mero 22 de la cadena Soho House y operar¨¢ de manera similar a las que la cadena de hoteles-club tiene en Malib¨² y Miami. Ahora, si la de Florida est¨¢ situada en una antigua casa Art Deco, todo colores pastel y nostalgia de los c¨¢lidos a?os de la Guerra Fr¨ªa, la de Garraf se ci?e a las coordenadas de la costa catalana. Con sus casetas de playa blancas y verdes, esa playa ya era un para¨ªso cercano y muy instagramizable antes de que existiera Instagram. Aunque se trata de un establecimiento de lujo, la nueva Beach House mantiene algo de ese estilo de mediterr¨¢neo accesible que reflej¨® bien Bigas Luna en algunas de sus pel¨ªculas, no el de las calas remotas, sino el de los carteles de helados descoloridos y las sombrillas de publicidad que caracterizan a las playas a las que se puede llegar en tren. Es decir, de dominguero, no de residente.
En la recepci¨®n de la Beach House se han mantenido las paredes blancas de estuco del antiguo Quim y se ha replicado el suelo de terrazo verde y la barra de madera con taburetes que hab¨ªa en los a?os 50. Los toldos y los parasoles del bar llevan las mismas franjas blanquiverdes y las mesas y las sillas se han dise?ado conforme a las antiguas. De momento, se abre con 17 habitaciones, alguna de ellas tipo estudio con cocina y terraza con ba?era y tumbonas, y un restaurante que cuenta con horno de pizzas y dos aparadores para paella y pescado fresco.
Est¨¢ previsto que se inaugure ma?ana con una fiesta ¡°peque?a¡± (dicen en la casa) para 600 u 800 personas, y por lo menos hasta noviembre s¨®lo podr¨¢n disfrutarla los socios de Soho House, que pagan una cuota de entre 1.200 y 1.500 euros anuales por tener acceso a los clubs de la cadena. Cuando acabe el verano, ya podr¨¢ alojarse cualquiera que lo intente, por la misma v¨ªa que se reserva en todos los Soho House: haciendo una solicitud con un breve perfil. No se acepta a todo el mundo y por lo general se busca un perfil creativo. Se suelen rechazar, por ejemplo, las peticiones de las empresas para hacer all¨ª sus ¡°retiros corporativos¡±. Claro que a los Soho House se va a trabajar, incluso a los que est¨¢n en el campo o en la playa, pero a trabajar de manera que no se note.
Cuando abri¨® la Casa de la Playa de Malib¨², hace dos a?os, ni siquiera todos los socios del vecino Soho House de West Hollywood m¨¢s alta pudieron tener acceso. Para poder entrar, deb¨ªan escribir a un comit¨¦ formado por tres vecinos de Malib¨² y demostrar que ten¨ªan alg¨²n tipo de arraigo o inter¨¦s en la zona, ya fuera porque hubieran crecido all¨ª, porque surfeaban en esa playa, la Carbon Beach, o porque, por ejemplo, la han fotografiado en su trabajo. Seg¨²n dijeron, no lo hicieron tanto por subrayar la exclusividad de esa trozo de tierra primera l¨ªnea de oc¨¦ano al que llaman ¡°la playa de los billonarios¡± porque tienen casa el ex jefe de Disney Jeffrey Katzenberg, el empresario y coleccionista de arte Eli Broad, el fundador de Oracle Larry Ellison y el CEO de la CBS Less Moonves, sino, por respetar el car¨¢cter insular y tribal de los vecinos de Malib¨², pocos amigos de los intrusos. Existe incluso una pandilla callejera, formada por surferos millonarios de 50 a?os, que se hacen llamar los ¡°Lunada Boys¡± y que intimida a los for¨¢neos que quieren coger sus olas. Hasta 2005, cuando Katzenberg perdi¨® su contencioso con la ley californiana y tuvo que abrir un acceso p¨²blico, ni siquiera era posible para un ciudadano cualquiera acceder a pie a Carbon Beach.
Nada de eso puede pasar en Garraf. All¨ª se llega en coche por sus tortuosas curvas o en tren, pagando 2,55 euros si se sale de la estaci¨®n de Sants de Barcelona. Aunque algunos hoteles espa?oles presuman de ¡°playas privadas¡±, no existe tal cosa legalmente. Y la del Garraf siempre ha sido una playa popular, a la que se acercan a remojarse los habitantes del ¨¢rea metropolitana de Barcelona.
Las primeras casitas que se construyeron, a principios de los a?os 20, eran de lona y las levantaron los trabajadores de la RENFE para pasar el verano. En 1931, un vecino se construy¨® la primera casa playera de madera sobre pilares, inspirada en las que hay en playas inglesas como la de Hunt, y a partir de ah¨ª todo el mundo quiso la suya, hasta llegar a las 33 que existen ahora. La mayor¨ªa de los que las disfrutan hoy son descendientes de aquellos pioneros aunque algunas han cambiado de manos por cantidades importantes.
Los miembros de Soho House (como el pr¨ªncipe Harry y Meghan Markle, que se conocieron all¨ª e invitaron a su boda al fundador de la cadena, Nick Jones) que se alojen en la nueva Casa de la Playa compartir¨¢n olas ¨Cpoquitas, que el mar es bien manso en esa zona¨C con los miembros de otro club igual de ilustre: la Uni¨® Excursionista del barrio de Sants, en Barcelona, titular de la caseta m¨¢s grande de la playa. Sus socios pueden pasar el d¨ªa all¨ª por el precio de dos euros y medio y hasta hacer noche por seis euros. Sus acompa?antes que no sean socios, eso s¨ª, tienen que abonar ocho.