Un d¨ªa de playa inolvidable, por Blanca Li
?Era imposible alcanzar el mar sin pisar a la gente; era dif¨ªcil nadar sin chocarse?
Hace unos d¨ªas, decidimos improvisar e ir a visitar a un familiar muy querido a una peque?a cala de la costa alicantina. Llegamos con la curiosidad con la que se llega a un lugar del que se ha o¨ªdo hablar pero que no se conoce; sin embargo, la primera sensaci¨®n que tuvimos, adem¨¢s de soportar un calor infernal, fue la de volver a la gran ciudad en medio de las vacaciones. El mar estaba, s¨ª, pero a lo lejos: todo lo que lo rodeaba parec¨ªa no tener nada que ver con el paisaje que esper¨¢bamos encontrar.
Para empezar, en el peque?o hotel con vistas que hab¨ªamos reservado por Internet el...
Hace unos d¨ªas, decidimos improvisar e ir a visitar a un familiar muy querido a una peque?a cala de la costa alicantina. Llegamos con la curiosidad con la que se llega a un lugar del que se ha o¨ªdo hablar pero que no se conoce; sin embargo, la primera sensaci¨®n que tuvimos, adem¨¢s de soportar un calor infernal, fue la de volver a la gran ciudad en medio de las vacaciones. El mar estaba, s¨ª, pero a lo lejos: todo lo que lo rodeaba parec¨ªa no tener nada que ver con el paisaje que esper¨¢bamos encontrar.
Para empezar, en el peque?o hotel con vistas que hab¨ªamos reservado por Internet el d¨ªa de antes, la habitaci¨®n ten¨ªa las ventanas cerradas y el aire acondicionado a tope. Un shock. Al abrir los porticones, en lugar de brisa nos golpe¨® un griter¨ªo ensordecedor. Me asom¨¦ al peque?o balc¨®n y visualic¨¦ lo que me parecieron cientos de personas api?adas, unas encima de otras, ocultando la cala con sus sombrillas, hamacas y dem¨¢s accesorios playeros. No cab¨ªa un alfiler ni dentro ni fuera del agua.
Nos armamos de valor y decidimos salir con los ni?os para ir a recoger a nuestro familiar. Por el camino, tuvimos el atrevimiento de intentar llegar a la orilla para darnos un remoj¨®n. Como vimos que era imposible alcanzar el mar sin pisar a la gente, entramos por un lado en el que hab¨ªa rocas. Resultaba dif¨ªcil nadar sin chocarse con alguien.
Desde el agua, al mirar en direcci¨®n a la playa, ve¨ªas una masa de gente flotando entre patines de pedales con toboganes. Todo ello enmarcado por una serie de edificios presididos por un rascacielos gigante a medio construir (seg¨²n nos informaron despu¨¦s, las obras llevan tres a?os paradas). Una vez fuera, los ni?os ya no quisieron volver a entrar. Por fin nos encontramos con nuestro pariente y le llevamos a pasear en su silla de ruedas. En el hotel nos hab¨ªan recomendado ir hasta el paseo mar¨ªtimo. Eran ya las siete de la tarde pero el bullicio segu¨ªa siendo incre¨ªble. Bloques de cemento, a cada cual m¨¢s feo, nos rodeaban.
Casi no hab¨ªa espacio para los peatones y ten¨ªamos que surfear con la silla de ruedas entre los coches y autobuses. El calor era alucinante, me recordaba a Nueva York en pleno verano, cuando se mezclan el asfalto caliente, la humedad y el aire hirviendo que sale de los aparatos de aire acondicionado. El clima dificultaba a¨²n m¨¢s el trayecto.
Tras una larga caminata conseguimos una mesa para cenar en la terraza de un restaurante. En el de al lado, dos mujeres cantaban rumbas ¡®a grito pelao¡¯ como reclamo para los turistas. Volvimos en taxi al hotel porque la simple idea de revivir la ruta anterior nos resultaba insoportable.
Una vez en la habitaci¨®n pens¨¦ que, siendo de noche, podr¨ªa abrir la ventana para dejar entrar algo de aire fresco. Era una noche de luna llena, de esas en las que a una le gusta contemplar el rom¨¢ntico reflejo de la luna en el mar¡ Pero no. La playa estaba ultrailuminada con farolas de las que se utilizan para dar luz a las autopistas. Y los chiringuitos continuaban en plena ebullici¨®n. Conclusi¨®n: cerr¨¦ la ventana, ech¨¦ las cortinas, puse el aire y me olvid¨¦ de romanticismos.
Un ruido atroz me despert¨® de golpe, sobresaltada. Mir¨¦ el reloj y eran las cuatro de la ma?ana. Al abrir el balc¨®n, me encontr¨¦ con un enorme cami¨®n de la limpieza, yendo de un lado para el otro de la cala, intentando retirar la suciedad acumulada durante el d¨ªa. Fue imposible dormir durante las dos horas que dur¨® su trabajo.
Al despertar, solo una idea rondaba nuestras cabezas: huir. A las ocho y media de la ma?ana, la primera y segunda l¨ªnea de playa ya estaban completas. Los ba?istas marcaban su territorio sobre la arena, montaban el set playero y hac¨ªan guardia hasta la llegada del resto de la familia.
Recogimos nuestras cosas y salimos corriendo de all¨ª con la sensaci¨®n de haber vivido una aut¨¦ntica pesadilla.