Un musical para el esc¨¢ndalo sexual que cambi¨® Gran Breta?a
Andrew Lloyd Weber pone banda sonora al caso Profumo, donde se mezclaron pol¨ªticos conservadores, adulterios, estrellas de cine, esp¨ªas rusos, proxenetas y guerra fr¨ªa.
Sexo, pol¨ªtica y esc¨¢ndalos acostumbran a ser una combinaci¨®n magn¨¦tica, viscosa, y en algunos casos, bastante letal para sus protagonistas. De John Fitzgerald Kennedy a Silvio Berlusconi la hoja de servicios de la clase pol¨ªtica est¨¢ llena de manchas sospechosas que se extienden por despachos y salpican las mansiones de recreo y sus azules y transparentes piscinas. Hace cincuenta a?os un esc¨¢ndalo sexual sacud¨ªa el n¨²mero diez de Downing Street del gobierno conservador de Harold MacMillan.
Lo que se conoci¨® como el ...
Sexo, pol¨ªtica y esc¨¢ndalos acostumbran a ser una combinaci¨®n magn¨¦tica, viscosa, y en algunos casos, bastante letal para sus protagonistas. De John Fitzgerald Kennedy a Silvio Berlusconi la hoja de servicios de la clase pol¨ªtica est¨¢ llena de manchas sospechosas que se extienden por despachos y salpican las mansiones de recreo y sus azules y transparentes piscinas. Hace cincuenta a?os un esc¨¢ndalo sexual sacud¨ªa el n¨²mero diez de Downing Street del gobierno conservador de Harold MacMillan.
Lo que se conoci¨® como el Caso Profumo ¨Cpor el nombre del pol¨ªtico protagonista¨C sazonar¨ªa una historia donde se mezclaban pol¨ªticos conservadores, adulterios, call girls, estrellas de cine, esp¨ªas rusos, org¨ªas, proxenetas y guerra fr¨ªa? y que acabar¨ªa explotando en la cara de la Inglaterra de moral inmaculada de los primeros a?os sesenta. Como protagonistas principales: dos chicas j¨®venes, atractivas y ambiciosas, Christine Keeler y Mandy Rice-Davies; un maduro Secretario del Ministerio de Guerra, John Profumo casado con una distinguida actriz del cine brit¨¢nico, Valerie Hobson, y como elemento vertebrador, un conocido y elegante m¨¦dico oste¨®pata de la buena sociedad, Stephen Ward, en funciones de intermediario de encuentros sexuales.
Aquella historia de secretos y mentiras, sexo y espionaje se ha trasladado ahora a los escenarios del West End londinense con la firma del rey midas de la comedia musical, Andrew Lloyd Weber y titulo de uno de los protagonistas, Stephen Ward. El caso que hab¨ªa merecido una adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica, Scandal (Michael Caton-Jones, 1989) con John Hurt y Bridget Fonda y la m¨²sica de los Pet Shop Boys, regresa de nuevo a la Inglaterra de los inicios del Swinging London de la mano del creador de El fantasma de la ¨®pera.
Alex Hanson (Stephen Ward) y Charlotte Spencer (Christine Keeler) cantan ¡®This Side of the Sky¡¯.
Nobby Clarke
El caso Profumo desvel¨® la cara oculta de una sociedad conservadora que cubr¨ªa sus mentiras y pecados bajo la m¨¢scara de la hipocres¨ªa victoriana. La misma moral hip¨®crita y censura que intentaba todav¨ªa prohibir una novela como El amante de Lady Chatterley al inicio de la d¨¦cada. La prensa m¨¢s sensacionalista encontrar¨¢ en el affaire material de sobra para alimentar el morbo durante meses con historias de org¨ªas y veladas sexuales protagonizadas por pol¨ªticos y prostitutas, proxenetas y esp¨ªas rusos. La misma clase pol¨ªtica entrara en un estado de paranoia y la posible revelaci¨®n de otros esc¨¢ndalos, chantajes y redes de prostituci¨®n en las esferas del poder.
En medio del ojo del hurac¨¢n, Christine Keeler, una joven de origen obrero que alterna sus trabajos ocasionales como modelo ¨Cposee un excelente f¨ªsico de chica de portada¨C con los de corista en un conocido cabaret del Soho londinense, Murray¡¯s Club frecuentado por artistas, pol¨ªticos, hombres de negocios, etc.
Keeler, que a pesar de su juventud ya cuenta con un pasado sentimental bastante accidentado, conoce a Stephen Ward, este personaje que se mueve como pez en el agua entre la alta sociedad y que la acoge como su protegida. Gracias a ¨¦l, su agenda de contactos sexuales se abre a otros horizontes m¨¢s ambiciosos. Entre sus conquistas se encuentra el Secretario de la Guerra, John Profumo y el agregado naval de la embajada rusa y esp¨ªa, Eugene Ivanov. Una combinaci¨®n que acabar¨¢ resultando explosiva para los servicios de inteligencia con el paisaje de la guerra fr¨ªa y la llamada crisis de los misiles entre los Estados Unidos y la URSS.
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Charlotte Spencer (Christine Keeler) frente a la prensa.
Nobby Clarke
Para su musical Andrew Lloyd Weber ha elegido como eje central la figura de Stephen Ward, medico oste¨®pata por cuya consulta pasaban personajes como Winston Churchill, Ava Gardner y otras celebridades. Perfil del caballero esnob con sus elegantes gafas Wayfarer y corte traje Savile Row, Ward acabar¨¢ siendo la v¨ªctima o chivo expiatorio del esc¨¢ndalo. Acusado de proxenetismo, se ver¨¢ sometido a un proceso judicial que se celebra con m¨¢s sombras que luces ¨Ctestigos falsos, testimonios apa?ados por la polic¨ªa¨C que le conducen a una muerte por sobredosis antes de escuchar la sentencia condenatoria. Ward hab¨ªa visto como sus conocidos y antiguos clientes le daban la espalda a ra¨ªz de la explosi¨®n del caso y el proceso judicial. Lejanos quedaban los tiempos cuando era uno de los invitados imprescindibles de las fiestas de la aristocracia y la clase pol¨ªtica.
Como relata en su obra An English Affair el historiador y bi¨®grafo Richard Davenport-Hines, el caso Profumo supuso un punto de inflexi¨®n en la sociedad brit¨¢nica y en el desmantelamiento de una pol¨ªtica moral basada en la censura y en la hipocres¨ªa sexual. A finales de la d¨¦cada de los sesenta se pod¨ªan ver los primeros cambios, desaparici¨®n de la censura teatral y despenalizaci¨®n parcial de la homosexualidad. La revoluci¨®n social que se hab¨ªa iniciado a principios de los a?os sesenta comenzaba a derribar muchas de las barreras morales que hab¨ªan comprimido hasta entonces la impermeable sociedad brit¨¢nica. La nueva generaci¨®n surgida de la posguerra que se reflejaba en el teatro, la m¨²sica pop, el cine (Free Cinema), la moda oi el arte y arrinconaba viejos modelos para franquear los muros sociales. Hasta la virginidad hab¨ªa comenzado a dejar de ser un requisito imprescindible.
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Christine Keeler, asediada por la prensa
Getty
Durante el periodo del estallido del esc¨¢ndalo y el proceso judicial, el rostro de Christine Keeler y su compa?era de aventuras, Mandy Rice-Davies, ilustrar¨¢n las portadas de los diarios y semanarios. Salidas impecablemente de los salones de Vida Sassoon, las dos j¨®venes ofrecen su aspecto de modernas cortesanas a las puertas de los tribunales de justicia. Keeler rentabilizar¨¢ la historia con exclusivas y otras fuentes de ingresos econ¨®micos. Su fotograf¨ªa, con una poderosa carga sexual, sentada en una silla de dise?o de Arne Jacobsen para promocionar la pel¨ªcula The Christine Keeler Story (Robert Spafford, 1963) se transforma en un icono de la d¨¦cada. Condenada a nueves meses de c¨¢rcel por conspiraci¨®n tendr¨¢ tiempo de escribir varios libros contando sus memorias mientras su compa?era intentar¨¢ la aventura como cantante aunque sin mucho ¨¦xito. Por su parte, John Profumo despues del esc¨¢ndalo, ver¨¢ su carrera truncada y como penitencia dedicar¨¢ parte del resto de su vida a trabajos en centros sociales.
Imagen del ¡®News of the world¡¯, durante el esc¨¢ndalo.
El teatro musical hace tiempo que busca (y encuentra) nutriente dram¨¢tico en la historia contempor¨¢nea como paisaje argumental. El propio Lloyd Weber hab¨ªa mirado con ¨¦xito hacia la Argentina peronista en la figura de Eva Duarte, mientras un creador tan afinado como Stephen Sondheim eleg¨ªa a la plana mayor de los asesinos de los presidentes americanos como protagonistas para su musical Assassins. Para su nueva incursi¨®n, Weber ha contado con viejos colaboradores en el libreto y los textos como el dramaturgo Christopher Hampton (Las amistades peligrosas) y Don Black, que ya hab¨ªan colaborado en la obra Sunset Boulevard, la adaptaci¨®n al musical de la pel¨ªcula de Billy Wilder, El crep¨²sculo de los dioses, con la pareja incandescente Gloria Swanson y William Holden.
Cincuenta a?os despues, el musical Stephen Ward de Andrew Lloyd Weber pone voz y lirismo a una serie de personajes que sin saberlo (ni propon¨¦rselo) protagonizaron el esc¨¢ndalo que acab¨® transformando un pa¨ªs.
Christine Keeler y Mandy Rice-Davies, escoltadas frente a la multitud de reporteros durante el juicio de Stephan Ward.
Getty